En un día de clima inhabitual para ser junio y ser Cáceres, con nubarrones a punto de descargar agua y algo de viento, el casco antiguo de la ciudad se recrece en belleza y sobrecoge al que lo visita.
No son sólo los impecables y bien cuidados edificios medievales o barrocos, también lo hace emocionante el conjunto de variados sonidos que lo acompañan. Y es que aquí se dan cita un buen número de aves urbanas que enriquecen la sensación de placer.
El paisaje recoge a cigüeñas que crotoran, tordos que chillan, cuervos y grajillas que graznan, trinos de gorriones, ulular de palomas e incluso el silencioso perfil de un cernícalo sobrevolando los palacios y casonas.
Palacios y casonas que se mantienen en pie desde hace muchos siglos conformando uno de los cascos antiguos más bellos de España.
La terrosa y enorme mole de la Iglesia de San Mateo, visible desde buena parte del área antigua y la Concatedral contrastan con el blanco de las paredes de la fachada de doble columna de la Iglesia de San Francisco Javier, en plena Plaza de San Jorge (donde se han rodado escenas de multitud de películas como 1492 de Ridley Scott), referente de la zona.
Lástima que el Museo Provincial, en la Casa de las Veletas, tenga un horario tan ajustado, motivo por el que no lo pude visitar.
La Plaza Mayor, lugar de tantos botellones iniciáticos de tanta gente como yo, cierra la visita al casco, que merece la pena recorrer con detenimiento.
Nada mejor que finalizar saboreando una tapa de jamón ibérico en “El puchero”, uno de los restaurantes de más prestigio de la zona y de afable trato. Muy recomendables sus setas al laurel y su brocheta de rape.
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22 de junio de 2007
11 de junio de 2007
La defensa de las cigüeñuelas
La pareja de Cigüeñuelas (Himantopus himantopus) nos recibe con sonoras exclamaciones y vuelos en derredor que, si bien no son en picado, sí que contribuyen a aullentar al posible depredador de su nido.
Sólo que en este caso, el depredador somos nosotros. Nos hemos acercado a una charca estacional en mitad de La Mancha, cerca del río Ojailén, en la Estación de Veredas-Brazatortas (Ciudad Real). Dentro de unos días, agrietadas piezas de lodo y vegetación agostada será todo lo que el visitante pueda hallar en esta lagunilla.
Pero ahora, a principios de junio, la charca está rebosante de agua. Ha llovido mucho en mayo y el agua permanece, a pesar del sol de justicia, en lugar de evaporarse como ya hubiera sucedido en otros años. Ésto le ha venido de perlas a la pareja de cigüeñuelas, que pasea entre los juncos y espadañas buscando entre el fango los insectos, moluscos, crustáceos o pececillos de los que se alimentan.
Con sus larguísimas y coloradas patas, estos limícolas han aprovechado la charca estacional para disponer allí su nido, cerca del agua, aprovechando una depresión del terreno. Para no molestar, nos alejamos lo más rápido posible para hacerles fotos desde un lugar más escondido. La pareja de cigüeñuelas busca de nuevo larvas en el fango, entendiendo que ha pasado el peligro.
La Cigüeñuela es una especie socialmente monógama. Nidifica en el suelo, de una manera colonial o semicolonial, casi siempre cerca del agua. La puesta tiene lugar en abril-junio, generalmente 4 huevos, aunque a menudo sólo 3. Ambos sexos incuban los huevos y protegen a los pollos. Las causas principales del fracaso de las puestas son los predadores y la inundación de los nidos.
Pretendiendo no molestar a las cigüeñuelas, damos la alarma a un ánade real hembra que sale huyendo con sus pollos. El Azulón (Anas platyrhynchos) es uno de los patos nadadores más abundantes de la península ibérica. Las preciosas tonalidades verdeazuladas de los cuellos de los machos en época de celo, así como los espejuelos azul-morados de las alas, le dan el nombre popular de Azulón a este pato cosmopolita, ubiquista, que habita todo tipo de humedales independientemente de su grado de humanización, extensión o profundidad.
Su adaptabilidad le ha dado un éxito reproductivo del que otras anátidas carecen.
Nos fuimos visíblemente satisfechos de un paisaje que, desde niño, siempre me proporciona sorpresas y las más agradables sensaciones.
5 de junio de 2007
Hoy no me puedo levantar
Tal y como dice su publicidad, la sensación con la que uno sale del musical “Hoy no me puedo levantar” es de buen rollo y alegría… siempre y cuando seas un fan de Mecano (o por lo menos te gusten alguna o todas sus canciones) y no te fijes demasiado en lo horroroso que les ha quedado el guión.
Es cierto que algunas coreografías son espectaculares. La inicial de Hoy no me puedo…, por ejemplo, o la curiosa mezcla de “Laika” y “Eungenio Salvador Dalí”. Pero el argumento, ya de por sí sencillote, no da para mucho, sobre todo cuando la sesión está trufada de algunos chistes que no hacen demasiada gracia y de sobreactuaciones consentidas al elenco de actores.
Sin embargo, tiene momentos de gran calado, “Un año más”, “Mujer contra mujer”, “Aire”,”El fallo positivo” o “Una rosa es una rosa” son temas (siempre adaptados) muy conseguidos y que hacen vibrar al público, no sé si porque nos hacen revivir los momentos en los que escuchamos por primera vez estas canciones o porque el musical logra impactar. Quizá sea una mezcla de ambas cosas. El añadir canciones de los hermanos Cano por separado, como “Lía” de José María o “Vivimos siempre juntos” de Nacho, es un acierto.
La escenografía, la recogida múltiples mensajes en el guión a conceptos marca Mecano como “El 33” o “El 7 de septiembre” son puntos fuertes de la obra que gustan a los que algo recuerdan de una época en la que Mecano marcó parte de nuestras vidas.
Es cierto que algunas coreografías son espectaculares. La inicial de Hoy no me puedo…, por ejemplo, o la curiosa mezcla de “Laika” y “Eungenio Salvador Dalí”. Pero el argumento, ya de por sí sencillote, no da para mucho, sobre todo cuando la sesión está trufada de algunos chistes que no hacen demasiada gracia y de sobreactuaciones consentidas al elenco de actores.
Sin embargo, tiene momentos de gran calado, “Un año más”, “Mujer contra mujer”, “Aire”,”El fallo positivo” o “Una rosa es una rosa” son temas (siempre adaptados) muy conseguidos y que hacen vibrar al público, no sé si porque nos hacen revivir los momentos en los que escuchamos por primera vez estas canciones o porque el musical logra impactar. Quizá sea una mezcla de ambas cosas. El añadir canciones de los hermanos Cano por separado, como “Lía” de José María o “Vivimos siempre juntos” de Nacho, es un acierto.
La escenografía, la recogida múltiples mensajes en el guión a conceptos marca Mecano como “El 33” o “El 7 de septiembre” son puntos fuertes de la obra que gustan a los que algo recuerdan de una época en la que Mecano marcó parte de nuestras vidas.
Lástima de guión forzado y lastimoso (qué raro en David Serrano) y de cierta sobreactuación de actores. Pero por lo demás, es cierto que la sensación con la que, al menos yo, salí del Teatro Movistar (qué idiotez mercadotécnica) fue de satisfacción y un estado de ánimo muy positivo. Quizá fue porque me tiré la última media hora cantando y dando palmas. Claro.