30 de octubre de 2009

Aves marinas del Cantábrico

P1170233 Estamos a mediados de octubre pero el tiempo es agradable, la mañana es luminosa y el mar está en calma. Nos dirigimos mar adentro en el "Bahía de Santander", una embarcación de 25 metros de eslora, a la búsqueda de aves marinas en plena ruta de migración. El objetivo no es fácil, y no sólo por que las aves marinas sean especialmente difíciles de identificar desde el barco, sino también porque no tenemos nada asegurado: el tiempo ha sido bueno y quizá se hagan las remolonas aún en sus lugares de crianza.

clip_image002El sol ya está en lo alto, son las diez de la mañana. Es curioso; cualquier otra excursión para ver fauna debería salir temprano, muy temprano, pero aquí no nos hace falta. La mañana avanzada y el barco de Los Regina, en plena bahía de Santander ya está preparado. Habitualmente realiza trayectos turísticos por la bahía, pero en esta ocasión el destino es puramente faunístico.

Las casi 100 personas que ocupamos sus dos cubiertas queremos ver pájaros, al fin y al cabo es una excursión organizada por SEO Birdlife y la empresa de ecoturismo Bahía de Santander. Y sin embargo nos parece encontrar embarcados a compañeros no pajareros.

La mención a la biodramina parece obligatoria, todos quieren tomarse una: las olas alcanzan el metro y medio con facilidad y la gente no se fía. Salimos con dirección nor-nordeste con proa a la mar, olas de viento cortitas y a 8,3 nudos. La línea de migración se sitúa a 3 ó 4 millas al norte, por allí es de esperar que pasen alcatraces, pardelas, gaviotas y otras aves marinas que recorren nuestras costas en otoño en sus rutas post nupciales. Algunas vienen de muy, muy lejos como tendremos tiempo de comprobar en breve.

P1170077Es curioso conocer, mientras salimos de la bahía, que de las nueve mil y pico especies de aves identificadas a día de hoy sólo 310 son consideradas aves marinas.

Todas ellas se han adaptado a tan difíciles condiciones de vida: eliminación de la sal, patas palmeadas y una ecología reproductiva muy particular, por ejemplo. Muchas de ellas son casi absolutamente pelágicas, sobrevuelan permanentemente el mar en busca de alimento y sólo se acercan a tierra para criar. Paíños y petreles están en este grupo.

P1170093

El barco sale por la bahía y se acerca a la Isla de Mouro donde se asienta una colonia de Gaviota patiamarilla (Larus michahellis) y numerosos cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis) y cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) miran al infinito con infinita paciencia.

P1170231O eso es lo que parece, al fin y al cabo estos cormoranes mantienen sus colonias en el cercano Cabo de Ajo y se acercan a la Isla de Mouro y al Islote de Corvera, que está justo al lado, para comer. Las gaviotas suelen ser un buen indicador de comida disponible y los cormoranes no pierden ripio. Desde lo alto del islote secan sus plumas al estilo de sus parientes cercanos sudamericanos, las anhingas. Es curioso que un ave que depende tanto del medio acuático y que sea tan buena buceadora necesite de los rayos del sol para secarse.

Los cormoranes son invernantes, sobre todo los Cormoranes Grandes, si bien mantienen poblaciones sedentarias en la península, sobre todo el moñudo que es poco dado a la migración. Y no sólo en las costas, cada vez son más frecuentes en ríos y pantanos y cada vez son más perseguidos de forma altruista e injusta por cazadores que consideran que les quitan el premio de su ociosa afición. La silueta rechoncha y recortada de los cormoranes bien vale la defensa que muchas entidades hacen de ellos.

P1170238 Las gaviotas patiamarillas ocupan gran parte de la Isla. El blanco de sus deyecciones contrasta con la enhiesta figura del faro en la isla. Son bastante numerosas y las gentes de la zona las valoran: al fin y al cabo nidifican aquí. Muchas de las gaviotas que vamos a ver en la excursión pueden venir incluso de Inglaterra. A las del Islote se las mima, al menos por parte de los organizadores.

P1170250 En la península ibérica se han citado hasta 20 especies de gaviotas, desde la muy común en el interior Gaviota reidora (Larus ridibundus) hasta la pelágica y protegidísima (el 90% de las parejas a nivel mundial crían en nuestro país) Gaviota de Audouin (Larus audouinii) o la más pelágica aún Gaviota de Sabine (Larus sabinii), que sólo aparece por la costa cuando los temporales la empujan a ello.

Pero la que ha vivido una auténtica explosión demográfica en las últimas décadas es la Gaviota Patiamarilla (Larus michahellis) que ahora vemos acercarse al barco en busca de comida. Comida como los restos de la pesca que abandonan los pesqueros, como los residuos urbanos que generamos y acumulamos en vertederos… el amplio espectro alimenticio de la gaviota patiamarilla, un auténtico superviviente, una especie ciertamente invasiva, ha facilitado que vivan en nuestro país alrededor de 80.000 parejas de patiamarillas y la cosa va en ascenso.

P1170251 La complejidad de los plumajes de los juveniles en función del año y, para más inri, de la estación del año en que las observemos hace que la determinación de las gaviotas sea uno de los ejercicios más complicados que pueda tener un aficionado. Nuestras gaviotas nidificantes nos miran desde la colonia, están ubicadas de forma estratégica y su carácter contribuye también a prevenir la intromisión de predadores.

Salimos de la bahía y el mar se extiende calmo a nuestros pies. Navegamos hasta la línea imaginaria de migración, para poder ver las aves marinas que recorren el Golfo de Vizcaya hasta aquí, pero por ahora no se dejan ver demasiadas. Es llamativo: la península ibérica es un lugar estratégico para observar aves marinas, recibe aves del norte de Europa, del Mar Negro, del Ártico, de Rusia o de la región macaronésica (Canarias, Azores…). Incluso se pueden llegar a observar divagantes procedentes del Caribe, de Norteamérica o de zonas tropicales. Se han llegado a contabilizar hasta 87 especies en esta zona, ¡un 19% del total de aves marinas del mundo¡ Pero hoy no parece ser el día.

De pronto se grita a las tres punto una pareja de Negrones comunes (Melanitta nigra) volando. ¡Patos marinos¡ Un pato eminentemente marino, común en el Cantábrico, una pareja de negrones en paso postnupcial. Y no hay manera de verlos. Es tan difícil, al menos al principio. Ni con prismáticos ni sin ellos. Vuelan raso, nos dicen, cerca de la superficie. Pero no hay suerte. Atrás quedan los patos marinos y nuestras ganas de verlos.

P1170105El día sigue soleado y aunque hay gente que se marea (a los que el patrón recomienda fervientemente que no utilicen los baños sino que vomiten, como debe ser, desde la barandilla al mar) nosotros no sentimos los efectos del oleaje. Sí sentimos los efectos de un pequeño desencanto, pero la belleza del mar y el ambiente contribuyen a paliarlo.

Es entonces cuando comienzan a aparecer aves. Al principio tímidamente. Después, gracias al aporte extra de chum (gambas con pan y aceite) su número empieza a aumentar prodigiosamente. Al principio, antes de atraerlas con cebo, nos damos cuenta de que en el horizonte blanquea un ave. P1170123Es grande. Está lejos, pero se nota su gran envergadura. Enseguida nos damos cuenta de lo que ocurre: un Alcatraz Atlántico (Morus bassanus) está a la vista. Como es el primero nos emociona enormemente. Bate las alas lentamente, a intervalos regulares, el cuello extendido.

Es, además, un adulto. Su plumaje es blanco níveo, con la punta de las alas (las primaras) negra presentando en la cabeza aún algo del amarillo anaranjado que lucen en verano. Pronto aparece algún otro. Uno de ellos se dirige hacia el barco, le vemos acercarse, los ojos se nos salen de los prismáticos, nos pasa por estribor con rapidez y aparente falta de interés.

P1170207Emocionados, nos dirigimos a las láminas que los organizadores han puesto en la cubierta principal. Están sacadas de la magnífica guía de Aves Marinas de Andrew Paterson, publicada por Edilesa y del que guardo como oro en paño un original del autor en casa (la lámina de los albatros). Paterson estaría orgulloso del interés mostrado por pajareros y no pajareros por el Alcatraz Atlántico, el ave marina más grande del Atlántico Norte.

Es normal que sea un adulto. La migración postnupcial de los alcatraces comienza en agosto y sigue un riguroso orden de marcha, contrario al de la migración prenupcial de primavera. Primero juveniles, luego inmaduros y por último, adultos, que vienen a invernar en nuestras costas, atlánticas o mediterráneas.

P1170158 Es entonces cuando desde la cubierta inferior comienzan a echar el chum por la popa instando al patrón a que de vueltas sobre una zona amplia a cuatro millas de la costa. Las gaviotas, siempre interesadas, comienzan a llegar en enormes bandadas. Ya de por sí es un espectáculo inolvidable.

P1170183Pero lo es más cuando comienzan a aparecer invitados especiales al festín, atraídos por la algarabía visual y vocal de las gaviotas patiamarillas y sombrías (Larus fuscus) que se pelean por las gambas cocidas marcadas con unas iniciales curiosas: ZP. De repente, entre las gaviotas aparecen más alcatraces, pero esta vez tenemos jóvenes, inmaduros y adultos, cada uno por su cuenta, eso sí. Sus plumajes cambian con la edad y tenemos alcatraces de negra silueta e inmaduros cada vez más blancos, hasta llegar al precioso y albo plumaje de los adultos de Alcatraz Atlántico.

P1170163Uno de los que nos sobrevuelan lleva en las patas los restos de una red de pesca. Quizá eso le imposibilite para llevar una vida normal. Las redes dejadas en mar abierto, los palangres incorrectamente gestionados, las prácticas usureras de muchos pescadores no sólo perjudican a las especies submarinas, a las tortugas, los delfines o los tiburones. Las aves marinas también se ven afectadas por estas prácticas.

De repente comienzan a aparecer a modo de explosiones sobre el agua. Nos las esperábamos, pero no estábamos seguros de poder verlas: son los propios alcatraces, que se zambullen desde lo alto como si fueran misiles.

P1170159Es un espectáculo inolvidable, verles bajar como un tiro desde lo alto, la cabeza fija, las alas arrimadas, el chapoteo de la inmersión.  Quienes más disfrutan son los fotógrafos profesionales que se han dispuesto en la cubierta inferior, a popa, justo al lado de la fuente de chum.

Quiero creer que sus potentes objetivos, infinitamente mejores que la humilde cámara que yo llevo, deben estar tomando instantáneas maravillosas que ilustren en el futuro artículos en cualquier revista del medio.

P1170176 Las gaviotas son las protagonistas del acto. Cientos de ellas se pelean por las gambas, luchan entre sí, se zambullen o se disponen cómodamente sobre el agua. El barco sigue dando vueltas, las gaviotas entonces levantan el vuelo todas a una, como asustadas, en el mismo momento que el avistador grita “Skúa a las cinco en punto” y allí aparece un magnífico Págalo Grande (Catharacta skua), un parásito de los mares de gran envergadura. Su plumaje es más oscuro que pardo, lo que puede representar bien un juvenil o un adulto en fase oscura ¡es tan difícil verlo bien¡. En cualquier caso, la mancha alar blanca le delata, como si no le hubiera delatado ya el pavor que ha provocado en la bandada de gaviotas.

P1170182 A veces puede llegar a matar a una gaviota, nos dicen, en su afán por robarles lo que han pescado. Estos págalos crían en Islandia y en el Norte de Escocia.

A partir de agosto migran en su etapa postnupcial para repartirse por Francia, España y África. Los adultos son poderosos y amenazantes, de pecho abultado, cabeza grande y cuello de toro. El págalo vuelve de vez en cuando a ver que pilla, nosotros nos emocionamos al verle.

P1170184 Pero pronto surge otro avistamiento, más difícil y complicado de ver aún. Finalmente la vemos: es una Pardela Sombría (Puffinus griseus), recién llegada del mismísimo Cabo de Hornos, en lo más extremo del hemisferio sur. Ver pardelas es el más difícil todavía, son pequeñas, su color pardo se pierde entre las olas, su tamaño es discreto, como su presencia. Sólo los pajareros más avezados pueden divisarlas, primero, para diferenciarlas después.

El viaje transecuatorial de la pardela sombría desde el Cabo de Hornos hasta Islandia tiene parada en España. El tono oscuro de su plumaje debería delatarla, de hecho lo hace para los más experimentados, pero nosotros no somos capaces de verla con claridad.

P1170219Sí vemos bien a la pardela capirotada (Puffinus gravis). Se trata de otra migradora transecuatorial, pero si en el caso de la sombría era asombroso, en el caso de la capirotada es fascinante: desde el hemisferio sur pasa por la costa oriental de América del Norte, Sur de Groenlandia, Irlanda y finalmente aquí, al Cantábrico, donde una pardela capirotada aislada trata de hacerse con uno de los manjares del chum, las gambas con aceite y pan por las que discute con las gaviotas. El capirote negro la hace perfectamente distinguible, como su vuelo directo, potente y rápido mientras planea por entre el oleaje.

Aparecen también Pardelas Pichonetas (Puffinus puffinus) e incluso alguien llega a ver la muy escasa Pardela Balear (Puffinus mauretanicus) en plena vuelta hacia sus cuarteles de invernada en el Mediterráneo.

P1170223 Entre las gaviotas aparece una de un tamaño considerable. Enseguida le distinguimos, vimos uno muy parecido en Irlanda en junio, es un Gavión Atlántico (Larus marinus), un ave maciza, más grande que cualquier otra gaviota: alas cortas y anchas, cuerpo, pico y cabeza muy grandes.

Nuestro Gavión está en el agua, ya ha pescado. Hay un buen número de gaviotas revoloteando a su alrededor, a nuestro alrededor, en una mañana fascinante, apasionante, en la que la gente disfruta, los menos se marean, los más dirigen como pueden sus miradas y prismáticos hacia cielo, donde aparecen fugaces pardelas, raudos págalos, bandos de alcatraces atlánticos en riguroso orden de avance, numerosísimas gaviotas, algún cormorán. Alcatraces jóvenes, inmaduros y adultos, un gavión sobre el mar, pardelas llegadas de allende los mares cruzando en vuelo entre las bandadas de patiamarillas y sombrías gritonas.

P1170214 Y entonces alguien, entusiasmado, avista alcas comunes (Alca torda) a estribor, una pareja, que vuelan muy bajo, con un aleteo rápido y constante, en línea recta hacia la Bahía de Santander, allá donde nos lleva el barco del mismo nombre, en el que hemos disfrutado de una jornada asombrosa de avistamientos en un marco incomparable, que dirían los poetas tópicos.

P1170285 Jornada que finaliza en el Museo Marítimo de Santander, donde como no dejan hacer fotos no puedo ilustrar la ilusión que nos hizo disfrutar del complemento perfecto de la excursión mañanera. El cielo por encima del mar que habitan las aves marinas en comparación con los habitantes del Cantábrico, los rapes, cabrachos, morenas, congrios, meros o rodaballos que nadan en las aguas del acuario del Museo como volaban esa misma mañana alcatraces, gaviotas, alcas o pardelas en el luminoso día de octubre que les dedicamos.

P1170197

23 de octubre de 2009

Troya / Yacimientos del Egeo Turco (y V)

clip_image006

Hoy, Troya no es sino un arrasado paraje desde el que se vislumbra, a lo lejos, el mar por el que comerciaron y circularon en la antigüedad los barcos que hicieran famoso a tan insigne puerto.

Y aún así, caminando entre pocos, muy pocos restos que dejen volar la imaginación, aún se sienten los ecos de nombres que han atravesado la marea del olvido de los siglos: Príamo, Hécuba, Helena, Paris, Héctor o Aquiles. La leyenda tenía que estar basada en la realidad, Homero no pudo inventarse todo, debió pensar el rico hombre de negocios alemán Heinrich Schliemann.

Desde niño tuvo a Troya en la cabeza y cuando ya no tenía nada más que ganar, salvo fama, se propuso encontrar la ciudad de la leyenda. Todos se rieron al saber que utilizaría las fuentes documentales de la misma época para hallar la ciudad, que utilizaría la mismísima Ilíada de Homero para encontrar el último hogar del Rey Príamo. Lo que debió de reírse él cuando lo encontró. A sus pies yacía la mítica Troya, muchos pensaban que no existía; otros que desde luego no estaría en el Egeo turco. Pero Schliemann, considerado un ladrón por unos y un arqueólogo típico de su época por otros, halló lo que parecía imposible y, claro, se aprovechó de ello.

clip_image004

Ahora, este lugar apartado, cercano a Çanakkale, recibe muchas visitas que dudo mucho que se enteren de algo (yo entre ellas). Es un yacimiento difícil, difícil de excavar (se superponen hasta 9 fundaciones de la misma ciudad de Troya), difícil de interpretar (el mismo Schliemann se equivocó en la adjudicación de tiempos) y, por supuesto, difícil de comunicar al común de los turistas.

El gran caballo de madera de la entrada es todo un acierto. Bien, quizá torna en fruslería un serio y atractivo yacimiento, pero es el recuerdo que se va a llevar la mayor parte de la gente, probablemente decepcionada ante lo poco visible o reconocible que se encuentra en Troya.

clip_image002Dicen que se quedaron con el caballo de la Troya de Wolfang Pettersen, la de Brad Pitt, Orlando Bloom y Eric Bana. Y que seguro que los de Hollywood debieron cobrarles un copyright (a los propios turcos troyanos) y el gobierno turco decidió deshacerse del caballo fílmico y sustituirlo por este tan apañado. Pero lo cierto es que desde 1975 este caballo está aquí y continúa sirviendo para que los escolares liberen palomas el día de celebración de la Paz.

La verdad es que la gente disfruta subiendo al caballo, asomándose por sus ventanas…. Ventanas que, en caso de existir el homérico caballo de madera, no aparecerían ni en pintura pues arremolinados en su interior se encontraban los griegos, ocultos, que esperaban conquistar la ciudad de Troya después de 10 años de guerra. ¿La razón? Más cerca del interés por contar con una ubicación estratégicamente necesaria por su cercanía al estrecho de los Dardanelos que en un improbable caso de celos legendarios.

Pero desde luego, la historia de Homero tiene su gracia: Helena, esposa de Menelao de Esparta, debía ser muy bella e interesante. Paris, recientemente descubierto como hermano perdido de los príncipes troyanos Héctor y Casandra, se enamora de ella y la rapta, llevándola a Troya. El hermano de Menelao, Agamenón, aprovecha las ganas de venganza de éste para ir a por la ciudad del rey Príamo. Durante 10 años guerrean dando lugar a gloriosas hazañas heroicas y poco elogiosos y reprochables comportamientos.

El griego Aquiles, héroe que siempre abogó por una vida corta pero de gran fama, acaba con la vida del héroe troyano Héctor, que le ruega antes de morir que entregue su cuerpo a la familia. Aquiles, destrozado por la muerte de su amante Patroclo, pasea su cuerpo muerto y humillado por delante de las huestes troyanas. Los dioses, enfurecidos, le soplan al oído a Paris el secreto del talón de Aquiles, poniendo en bandeja troyana la vida del héroe griego.

clip_image008Pasan los años y no hay un ganador claro. Esos mismos dioses que apoyan a los troyanos cambian de bando e instan a los griegos a cometer la gran obra que permanecerá en la memoria del género humano. Idos, les dicen, abandonad las costas del Egeo con vuestros miles de barcos, pero dejad como muestra de humillación un caballo de madera, homenaje al Dios Poseidón, Dios protector de Troya y cuyo símbolo era el équido. Dentro esperan los griegos que, ante la ingenuidad troyana que les facilita el acceso por las inexpugnables murallas, aprovechan la noche para conquistar la ciudad y arrasarla.

La capa de ceniza de Troya VI la delata como la ciudad de la leyenda. Luego hubo otras Troyas, VII, VIII… que fueron sucesivamente acometidas por terremotos y temporales, por lo que los dioses se guardaron en la manga una jugada que los griegos no podían esperar.

Pero en fin, que en un mismo yacimiento se pueden complementar la Troya de Príamo, la fundada en el 3000 aC, la Ilios griega y la Wilusa hitita. Un yacimiento complejo en el que es fácil descubrir paredes verticales en las que las asignaciones de épocas se confunden al intercalarse sin sentido aparente.

clip_image010

Troya enseguida acumuló riqueza. Los barcos que recorrían el Mediterráneo o el Egeo debían hacer parada casi obligatoria aquí, pues los fuertes vientos imperantes en la zona les obligaban a pasar unos días en la ciudad. Ahora el mar está muy lejos, desde el más alto oteadero del yacimiento, en un bello lugar rodeado de alcornoques, el mar sólo se atisba en el horizonte y uno debe hacerse a la idea de que seis mil, cinco mil o cuatro mil años atrás esto era un puerto de mar de importancia extraordinaria. Al fin y al cabo, en la Ostia romana también hace siglos que desapareció el mar que le daba sentido a su existencia.

Las excavaciones van muy despacio, los periodos se mezclan: años de catástrofes, naturales y humanas en forma de terremotos y de arqueólogos piratas; como el mismo Schliemann quien una vez halló la ciudad trató de sacarle beneficio económico y social. Las famosas joyas del rey Príamo, que Schliemann encontró en 1873 y que su mujer luce en la más que conocida imagen, son objeto de robo por parte del alemán al pueblo turco.

Estas joyas que presuntamente se perdieron en la segunda guerra mundial aparecieron hace unos años en el Museo Pushkin de San Petersburgo. En este sentido, Schliemann se comportó como el típico cazador de tesoros que ahora se persigue, más que el arqueólogo del siglo XIX que venden algunos de sus defensores.

El saqueador alemán cometió numerosas imprudencias, destrozando cual Atila una buena parte del Yacimiento, pero al menos logró demostrar que la civilización griega comenzó 1000 años antes de lo que entonces se creía.

clip_image012

La visita comienza por la entrada norte de las murallas de Troya. Esta parte pertenecía la fortificada Troya VI aunque con el tiempo se aprovechó su estructura para la construcción de un templo grecorromano dedicado a Atenea.

clip_image014En su búsqueda desesperada de la Troya de Príamo, Schliemann se encontró con lo siguiente que el visitante se encuentra en el yacimiento: muros de la más que antigua Troya I, con más de seis mil años de antigüedad.

Además, una estructura ascendente de piedra de la misma época acompaña a los muros, retrotrayéndonos muchos miles de años a un pasado imbricado en la mismísima Edad de Bronce.

clip_image016Muy cerca se encuentran los restos del probable Palacio de Príamo. Las piedras que se utilizaron para su construcción, de corte limpio, aseado, sin uso de mortero y sin agujeros entre ellas en la disposición final dan pistas sobre el elevado nivel social de aquellos que promovieron su construcción y vivieron en él.

Como pertenece a la época de Troya VI se le denomina el Palacio de Príamo, si bien no hay pruebas directas de tal adscripción.

clip_image018

La Troya IX, la Ilium romana, se deja ver al final del recorrido, con un Odeon – Bouleterion de pequeñas dimensiones, lo que da idea de la pérdida de importancia y representatividad que la antigua ciudad había sufrido con el paso de los siglos. Un pequeño baño romano se ha hallado enfrente. Cerca debía situarse el ágora.

Miembros de la familia imperial de Augusto quisieron reconstruir la ciudad de Troya, en cumplido homenaje a su leyenda, como ya lo hicieran el persa Jerjes o el macedonio Alejandro Magno. Al fin y al cabo, Troya es más, mucho más que las piedras que recorremos en la actualidad. Está en el imaginario común de la humanidad.

clip_image020

La Troya de mil años antes que el Imperio Romano la absorbiese ya utilizaba canales de saneamiento y sus legendarios héroes marcaron la historia de la humanidad gracias a un improbable poeta ciego. Todo eso es cierto.

Pero cuando sales por la que debió ser la Puerta Sur de la ciudad, la más importante e imponente de Troya VI, dejas atrás un yacimiento que mezcla a partes iguales el desencanto por lo que has visto con la más emocionante de las sensaciones. Precisamente por lo mismo: por lo que has visto. Troya.

15 de octubre de 2009

Pérgamo / Yacimientos del Egeo turco (IV)

P1150871 Con Pérgamo te pasa lo mismo que con la lejana Cartago. Recorres sus calles, sus caminos y ves a cada lado pequeñas huellas, restos repartidos, alguna estatua, alguna columna… y te preguntas cómo puede pasar una ciudad de la importancia de ambas a ser pasto de la nada y casi, del olvido. La verdad es que Pérgamo nunca se fue. Es difícil, pues su Acrópolis está situada en un altísimo peñasco, a 275 metros de altura, sobre un paisaje imponente en el que se cobija la nueva ciudad de Bérgamo.

P1150847 En la Acrópolis sí quedan restos, algunos emocionantes como el Teatro o el Templo de Trajano, pero los más casi desaparecidos, huidos en el tiempo al altar de los recuerdos o a espaciosas salas de museos extranjeros.

Con Pérgamo se cometió un delito tan grave como los que se cometieron en Egipto durante el XIX. Los arqueólogos alemanes que trabajaban en la zona tenían el camino abierto: se vivían los últimos años del Imperio Otomano, otrora sinónimo de poder y lujo, ahora símbolo de decaimiento y dejadez.

clip_image002

Así, Carl Humann (1833-1896) hizo enviar empaquetaditos los bloques de su recién descubierto Altar de Zeus a Alemania, un fraude en toda regla del que por supuesto los gobernantes otomanos de la época se lavaron las manos o se las llenaron de dinero.

El caso es que el Altar de Zeus, enorme maravilla de la Acrópolis de Pérgamo reside ahora cómodamente restaurado en una luminosa Sala del Museo de Pérgamo de Berlín (al menos le pusieron el nombre de la ciudad al Museo). Es digno de visitarse, por supuesto, y probablemente la Gigantomaquia de sus paredes luzca mejor y mejor conservada entre las paredes berlinesas pero en la Acrópolis se nota su ausencia, que dos enormes pinos no pueden ocultar.

P1150884 En realidad, a Pérgamo siempre le han ocurrido estas cosas. Su Biblioteca era muy famosa en la antigüedad, se situaba en segundo lugar entre la de Alejandría y la de su vecina Éfeso. Pero, ay, del encaprichamiento que sufrió Marco Antonio cuando, ya gobernador del Oriente, quiso regalar a su reina Cleopatra de Egipto un presente sin igual: la colección de Pergaminos de la Biblioteca de Pérgamo. Más de 170.000 pergaminos marcharon a Alejandría dejando herida de muerte a la Biblioteca, que sucumbió finalmente a los terremotos posteriores, ya sin alma. En Turquía no queda hoy ni uno sólo de los pergaminos de la Biblioteca de Pérgamo, aunque alguno hay en el British Museum.

P1150846 Los pergaminos fueron una ocurrencia local ante la carestía de papiro que se vivía en la época, entiendo que por la rápida desaparición de la especie y el control de las fronteras egipcias que prohibía su exportación. La gente de Pérgamo aprovechó la piel de antílopes, cabras y corderos, la afeitaban y bañaban en cal. ¿El resultado? Un soporte en el que se podía borrar lo escrito y utilizar ambas caras, un evidente adelanto en la época que les tocó vivir.

El viento, fuerte en lo alto de la Acrópolis, no hace sino subrayar la pobreza material de los restos de la gran Biblioteca de Pérgamo, pocos vestigios para lo que llegó a ser: sus pergaminos desaparecieron con el voraz fuego que acabó con la Biblioteca de Alejandría bajo la inculta y aberrante mirada del Comandante árabe Ambr Ibn El Asr que dijo que “Salvo el Corán, ningún libro podía existir”; las paredes, techos de madera y columnas se utilizaron para otros edificios; los restos de la copia de la Atenea de Oro del Partenón, que ocupaba una de sus salas principales aún puede verse… sí, en el Museo de Pérgamo de Berlín.

La otra ocasión en la que Pérgamo tuvo mala suerte (o demasiado buena, quien sabe) es cuando el rey Atalo III decidió donar la ciudad estado a Roma, en un momento en el que la República comenzaba a albergar tal poder que el inicio del Imperio se veía cerca. Fue en 133 aC, finalizando toda una saga de reyes atálicos y euménicos que dieron grandeza a la ciudad. Qué digo ciudad, al reino, al mismísimo Reino de Pérgamo, núcleo cultural de primer orden, ciudad nunca conquistada, en guerra permanente con los gálatas o con los ejércitos del inefable Mitrídates del Ponto. Ciudad que con su traspaso a Roma terminó convirtiéndose en la capital de la provincia romana de Asia Menor alcanzando otro momento de oro en su historia. A esta época pertenecen casi todos los restos de la Acrópolis.

P1150837 La altura a la que está situada facilita su visión desde muy lejos, y asombra. Aunque más debió asombrar en el pasado. Homero comenta en “La Ilíada” que Zeus descendió de su Olimpo hasta la Acrópolis de Pérgamo para observar la guerra de Troya en primera fila. El ascenso es complicado, la carretera de muchas vueltas, pero ello facilita ver algunos barrios de Bérgamo, divisar los restos de los acueductos más largos de Anatolia, con más de 42 Km y con un diseño tal que permitieran el acceso del agua a la Acrópolis o entrever los restos de la llamada Basílica Roja, antiguo Templo de Serapis, declarada Iglesia de San Juan en los albores del cristianismo e identificada como una de las Iglesias de su Libro del Apocalipsis.

P1150864 La Acrópolis tiene algunos monumentos por los que merece la pena pasear. El Templo de Trajano es uno de ellos. Tanto Trajano como Adriano y como Domiciano antes que ellos trataron bien a las ciudades de Anatolia. Por ello, en casi todos los yacimientos de la zona hay algún templo, algún pórtico, algún edificio público dedicado a alguno de ellos. El Templo de Trajano de Pérgamo, un templo que contaba con tres pisos, se mantuvo mucho tiempo en pie, pasando a ser incluso cárcel con el paso de los años. Los arqueólogos alemanes, los mismos que se llevaron a Berlín el Altar y la estatua de Atenea, lo reconstruyeron y ahora luce espléndido.

P1150868 Lo ordenó construir su sucesor, el también hispano Adriano, que a la postre terminaría siendo venerado en el mismo templo, estatua colosal mediante, que desapareció como tantas cosas con el paso del tiempo. Se han encontrado, eso sí, dos bustos de estatuas gigantes de Trajano y Adriano que, cómo no, se muestran en el Museo de Pérgamo (al que en diciembre habrá que hacer una entrada específica de este blog). De orden corintio, se construyó en mármol, lo que representó una novedad para Pérgamo, dado que durante el periodo helenístico era la andesita el material preferido para este tipo de edificaciones. La restauración ha logrado que su mera visión emocione, y sentarse bajo el enorme moral que da sombra a sus columnas es un extraño placer para el visitante, como lo es acercarse al borde del Templo y dejar perder la vista en al amplísimo paisaje que se divisa desde la Acrópolis.

Y de andesita son los basamentos de columnas que dan la pobre imagen del otrora impresionante Templo de Atenea / Niké, el templo más antiguo de Pérgamo, donde el rey Eumenes II ofrecía su victoria sobre los gálatas a la Diosa protectora de la ciudad, Atenea. Pero si algo sorprende en Pérgamo es su Teatro.

P1150894 Y no por su belleza, el teatro de Éfeso o el de Hierápolis le ganan por varios cuerpos. Es por su pendiente, por su ubicación. En la habitual estrategia griega, los teatros de época helénica se situaban a favor de pendiente, aprovechando colinas para ubicar asientos, disponiendo un escenario de madera de forma natural en la parte baja. Pues con Pérgamo se pasaron. El Teatro más inclinado de Anatolia, que dejaba sitio para 8000 espectadores que lo mismo iban para admirar la obra en el escenario de madera que para vislumbrar la amplísima vista que se dejaba ver tras los actores.

La pared que se conserva es de la época del Reino de Pérgamo, probablemente de alguno de los primeros Eumenes, quienes quisieron dejar huella indeleble con la construcción de este teatro. La leyenda dice otra cosa: dos arquitectos se querían casar con la bella hija del gobernador de Pérgamo. Éste se la ofreció al que hiciera la obra más impresionante.

P1150866 Uno hizo un útil acueducto de grandes dimensiones; el otro este teatro. La necesidad de agua hizo que diera por vencedor al primero pero cuando le fue a dar las monedas de la dote de la hija una cayó por el teatro, revelando la maravillosa acústica que había logrado el segundo arquitecto quien, por supuesto, se llevó a la chica.

Al lado del teatro siempre se suele disponer un Templo dedicado a Dionisio, al que los actores veneraban dejando un poco de tierra en su Altar antes de cada representación. Muy cerca pasa el pasadizo que guardaba la subestructura del Templo de Trajano y por el que ahora se puede pasear para acceder a la zona del Teatro y del ausente Altar de Zeus.

P1150913 La Pérgamo que se desarrollaba en la cuesta de la Acrópolis y hacia el valle no se puede visitar. Incluye un enorme gimnasio, templos, casas y hasta un teatro. Lo que sí es visitable, pero accediendo en coche pues la distancia es importante, es la otra gran visita de Pérgamo: su Asclepion, el primer hospital para enfermos mentales de la historia y uno de los más famosos de la antigüedad. “Aquí la muerte no puede entrar” decía un letrero en la puerta (normal que no entrase, dado que los enfermos más graves eran derivados al otro gran hospital-balneario de la zona, el de Hierápolis).

La historia de Asclepios, el futuro Esculapio romano y probable Imhotep egipcio (arquitecto de Saqqara), es tan liosa mitológicamente hablando que me contentaré con saber que era un semidios hijo de Apolo, quien lo había recuperado del vientre de su madre después de matarla por celos, y a quien Zeus, su abuelo, terminó lanzándole mortíferos rayos cuando Hades se quejó de que no entraban muertos en el infierno, que Asclepios los curaba a todos. De sus cenizas dicen que salió el remedio de todos los remedios, el ajo, que crece curiosamente entre las ruinas del antiguo hospital.

P1150902 Se accede al Asclepios a través de la Vía Sagrada o Vía Tecta, de época romana, y que mantiene aún su solado y algunas columnas, lo que da más prestancia a la visita. Cuando ésta acaba se halla la zona de los propiléos en donde se ubica un mojón con el futuro símbolo de la medicina: la serpiente que curaba en vez de matar y que en su momento era el símbolo del mismísimo Asclepios, es decir, bienvenidos a su hospital.

Los tratamientos que se realizaban aquí eran de lo más diverso y llamativo. El entorno ayudaba a ello, pues los estanques y riachuelos se sucedían, los jardines enriquecían el alma, las bibliotecas enriquecían el cerebro. Al fondo, un teatro de ciertas dimensiones era utilizado por los pacientes para olvidar sus enfermedades en una práctica que podría llamarse psicodramas.

P1150925 Un túnel que ha permanecido intacto durante varios siglos servía para conectar unas áreas del hospital con otras evitando que los pacientes cogieran frío. Por el túnel corría un riachuelillo y someras ventanas se abrían en el techo para dar bloques de luz, creando un ambiente tranquilo para la mirada y el oído, perfecto para pasear y recuperarse. Allí, dicen, es donde los médicos trataban de hablar con los pacientes sin que les oyeran. Y es que en el Asclepios de Pérgamo se puso en marcha por primera vez un trasunto de curas de sueño en las que el paciente había de soñar con el animal que al día siguiente sacrificaría al semidiós quien le dedicaría unas palabras en el túnel. Palabras pronunciadas por los propios médicos, obviamente.

P1150945 El templo de Teleforo era otro centro de tratamiento singular, un edificio circular por el que los enfermos deambulaban, girando continuamente, pensando, meditando, tranquilizando la paz de espíritu. Innovaciones terapéuticas que llevaron a cabo hombres de la valía de Galeno, el médico personal de los emperadores Marco Aurelio y Lucio Vero y que marcaría la historia de la medicina con sus teorías sobre anatomía. Claudio Galeno ejerció de médico en Pérgamo y fue aquí donde por primera vez vio la sangre en el interior de las venas de un gladiador recientemente fallecido en la arena.

P1150909 Se trataba de un centro de terapia global que aunaba piscinas para nadar, los baños de lodo y los jardines para pasear, tratamientos científicamente innovadores (como el uso del hachís) que compatibilizaban con los ingresos privados que les mantenían. Pero en algún momento en el tiempo la Fuente Sagrada de la que bebían los enfermos dejó de manar. Los cristianos y los turcos hicieron todo lo posible porque las prácticas sanitarias llevadas a cabo en aquel hospital mítico de la antigüedad desaparecieran como los pergaminos de la Biblioteca de Alejandría que el abominable comandante árabe quemó para mayor gloria de la palabra de su Dios, quien, en caso de existir, supongo que se hubiera preocupado mucho por las acciones de sus seguidores.

Por suerte, Pérgamo aún sigue alentando la imaginación de quien la visita desde las alturas de su imposible Acrópolis.