En la Cueva de los Enebralejos, en Prádena (Segovia) está prohibido hacer fotos. Ni siquiera las de http://www.cuevadelosenebralejos.es/ están accesibles. El problema fundamental es el derecho de imagen, más allá de los posibles efectos que la luz de los flashes pueda generar en los compuestos químicos cuyas reacciones proporcionan tan espectaculares efectos.
Están en su derecho, por supuesto, pero poco ganan cerrando tanto el abanico de posibilidades de promoción de la preciosa Cueva segoviana, parte de un karst extenso que cubre gran parte de la comarca y donde se ubican más cuevas como ésta. Ahora bien, ninguna tan espectacular como la de los Enebralejos. Por ello, la mayor parte de las fotos pertenecen a una visita virtual presente en la web http://intersierra.com/pradena/htmls/visita_cueva/indice.htm donde se muestra un pequeño aperitivo de lo que representa la Cueva de los Enebralejos.
Quizá sea necesario comentar algo del nombre. En esta parte de la estepa castellana es frecuente la Sabina (Juniperus phoenicea) por razones obvias: resistente a fríos invernales rigurosos y calores estivales implacables. Mientras que en el resto de la península se utiliza para nombrarlas el término Sabina, en esta zona se han denominado tradicionalmente enebros, como sus hermanos de género, y de ahí un buen número de topónimos referidos a esta cupresácea.
La cueva no tiene una entrada clara, o por lo menos aún no se ha encontrado. La actual parte de un pequeño Centro de Interpretación hecho al efecto. Da una información muy justa, pero la suficiente por ejemplo para los muchos escolares que aparentemente descienden por la ruta turística de la Cueva. Allá vamos nosotros también, con una guía bastante buena que, a la primera intención de comparar alguna de las formaciones con una figura conocida (Vg. El Belén, arriba), enseguida se corrige y comienza a hablar de los múltiples colores que resultan de la descomposición química de cada mineral.
La Cueva es espectacular, como cabría esperar. El recorrido turístico no es sino una pequeña parte de las tres galerías de las que se compone la oquedad. Una superior, una inferior y la media por la que se mueve el grupo, por un pasillo ganado a la histórica acumulación de sedimientos entre estrechos pasajes rodeados de estalactitas y estalagmitas.
La Cueva no es sino el recuerdo del paso del agua por esta zona desde hace millones de años, allá por el Cretácico, circulando a través de la roca caliza y provocando la apertura de grandes oquedades a medida que se iba disolviendo el carbonato cálcico, componente principal de la roca caliza. Cuando la circulación del agua desapareció, estos conductos abiertos se vieron limitados al goteo incesante del agua que se filtraba desde la superficie y a la permanencia de un río subterráneo claramente estacional.
Ese goteo es el que ha creado, gracias al paso del tiempo, las impresionantes formaciones geológicas que se pueden ver en la Cueva de los Enebralejos. La precipitación del carbonato cálcico lleva a formar estalactitas en los techos a partir de canales centrales abiertos por los que lentamente cae la gota de agua. Ésta, en su discurrir, deja como remanente el precipitado de la sal (con algún mineral que otro que la colora) formando la Estalactita.
Cuando cae al suelo, el precipitado del carbonato se acumula de forma más grosera, ya sin canalización central que guíe, formando la Estalagmita. En algunas ocasiones, ambas estructuras terminan uniéndose, como sucede en las dos espectaculares columnas que se pueden ver en la Cueva. En origen eran cuatro, dos desaparecieron hace tiempo, al igual que las estalactitas cortadas con motosierra por algún energúmeno en un momento más cercano.
La punta de las estalactitas suele ser de color blanquecino debido a la calcita, el principal mineral de dichas formaciones, originado en el marco del carbonato cálcico de la roca caliza. Son las impurezas las que dan el color a las formaciones de la cueva. El lodo y la arcilla, tan frecuentes, dan tonalidades rojizas o marrones.
Pero hay más impurezas coloridas: el zinc da color negro; el manganeso da negro, gris azulado o gris; el azufre o el níquel proporcionan el amarillo y el hierro el característico color rojo oxidado. Un lugar perfecto para deslumbrarse con esta cacofonía de colores y tonalidades es la llamada Pared de los colores, cascada estalagmítica de concreciones calcáreas multicolor sólo a la vista de un foco que la guía enciende brevemente y como colofón de la visita. A la vista de lo recogido en la Guía de la Cueva de los Enebralejos, queda mucho por ver dentro de la Cueva, en particular siguiendo el curso del río subterráneo que desemboca en Prádena. En particular una magnífica formación de estalactitas denominada Lámpara, que deja boquiabierto incluso en foto.
Pero la Cueva de los Enebralejos aún guarda algunos secretos. Bajo sus techos plagados de pequeñas estalactitas y macarrones de carbonato cálcico se encuentran huellas del paso de los primeros Homo sapiens que poblaron la zona. No vivieron en la cueva, como se pudiera imaginar. En realidad se han hallado restos de campamentos en la zona superior de la Cueva, dejando ésta para una finalidad meramente funeraria. El rito de enterramiento parece sencillo.
Estos antiguos hombres dejaban a sus fallecidos en una parte concreta de la Cueva, dejando que la humedad reinante descompusiera sus cuerpos con celeridad. Cerca, el correspondiente ajuar funerario, basado sobre todo en las habituales cerámicas. Los huesos más grandes que quedaban del proceso se recogían y enterraban en un lugar más profundo de la cueva, más inaccesible. Cuanto más en el interior, de mayor prestigio jerárquico era el difunto, dado que se han hallado como parte del ajuar restos de piezas de cobre, mientras que en los ajuares de enterramientos más cercanos a la superficie sólo se presentan vasijas y huesos de animales.
De hecho, éste tránsito también da nombre a las Salas de la Cueva: de la Sala de la Putrefacción se pasa a la Sala de los Pozos, donde eran enterrados los individuos menos sobresalientes de la tribu, eso sí, entre una sobrecogedora colección de estalactitas y estalagmitas. Esta gente conocía la metalurgia del Cobre, tal y como queda patente por los mencionados ajuares de metal hallados un poco más adelante, en una Sala en la que sobresalen por encima de los enterramientos una serie de grabados enmarañados, superpuestos unos sobre otros, confusos como mínimo. Su ubicación en esa sala podría suponer una relación directa con algún rito funerario, dada la cercanía a los difuntos sepultados aquí.
Poco antes de esta sala se halla otro ejemplo de arte rupestre, meramente esquemático, y en el que se logran distinguir al menos una figura antropomorfa y otra de un ciervo, en medio de una supuesta escena de caza casi desaparecida por la humedad. El color que se utilizó para elaborarlos fue el negro.
En definitiva, la Cueva de los Enebralejos fue utilizada como necrópolis durante el Calcolítico, entre los años 2000 y 1800 a.C. formando parte de un importante asentamiento de las primeras fases de la Edad del Bronce.
Y esto, unido a la indudable belleza del conjunto, hace de la visita a la Cueva de los Enebralejos un placer que se disfruta en cada momento del paseo por entre estalactitas, estalagmitas y columnas.
Por encima de la Cueva se ha desarrollado un Campamento de la Edad del Bronce en el que los guías de la Cueva realizan talleres de tela, de artesanía o de caza para alegría del visitante interesado.