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9 de enero de 2010

Neues Museum de Berlín: Nefertiti y otras obras maestras

P1180237Con la reapertura del Neues Museum, la Isla de los Museos de Berlín ha salido ganando. Y no sólo por reunir, después de tanto tiempo, toda la colección egipcia en un único emplazamiento, sino porque el Neues Museum merece una visita por sí mismo. La restauración del edificio, por dentro y por fuera, ha debido recuperar lo que fue de él antaño, antes de su destrucción en la guerra y ha proporcionado uno de los espacios museísticos más fascinantes que hemos tenido la oportunidad de visitar.

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La verdad es que no es fácil conseguir entradas, su reapertura es reciente, es la nueva estrella de la Isla de los Museos y eso se nota. Se nota, por ejemplo, desde el punto de vista económico: el Neues Museum no está entre los museos de la Museum Card que te permite entrar cuantas veces quieras a los museos berlineses en tres días. Si quieres ver a Nefertiti y compañía tienes que acoquinar tus 10 euros de rigor (y sacar las entradas con tiempo suficiente en un kiosquillo alejado de la entrada).

Y tras esperar otra sempiterna cola, entramos en un museo que te asombra en cada sala, dado que la decoración de cada una de ellas es única, realizada además con gusto, adaptando la esencia de cada civilización que recoge y muestra. La intención del Museo fue siempre ilustrar y con esta ambientación lo logra sin dudas. Ya lo dicen las letras de oro de lo alto de la fachada: ARTEM NON ODIT NISI IGNARUS / SÓLO LOS IGNORANTES ODIAN EL ARTE.

P1180176 El rey prusiano Federico Guillermo IV se tomó personalmente la decisión de ilustrar a aquellos que lo necesitaran y encargó al arquitecto Stülter la construcción del segundo gran museo de la MuseumInsel (después del Altes, el Museo Antiguo). Consecuencia de ello, Stülter se aplicó una directiva merecedora de elogio: Primero, haz disfrutar. Después, instruye.

A día de hoy, muchos años de restauraciones después, ese espíritu sigue vivo. Lo que han hecho los arquitectos que han traído el Neues al siglo XXI es reivindicar la directriz de Stülter y adaptarla a hoy en día. Las salas cuentan con una decoración espléndida, que envuelve, que delicadamente te sitúa en otra época. Los frescos de las paredes, los materiales con que los nuevos arquitectos las han vestido, las columnas, las escaleras, todo se conjuga para facilitar una visita inolvidable. Las piezas de las colecciones egipcia y de prehistoria ya lo harían por sí solas, pero es que el entorno es sobresaliente.

P1180183 Y es que el Neues lo constituyen tres colecciones en una; el Museo Egipcio, la colección de Papiros y el Museo de Prehistoria e Historia Temprana. Como las`piezas más famosas son las egipcias (y, en particular, las del periodo de Amarna), me permito comenzar con dos o tres piezas que nos sorprendieron del Museo de Prehistoria.

Museo de Prehistoria

Éste es el famoso Sombrero de Oro Ceremonial de la Edad del Bronce, allá por el siglo VIII antes de nuestra era. Sin embargo, no se conoce el lugar donde este excepcional objeto se encontró, pero sí nos da pistas del intento temprano por parte de la humanidad de conocer el ciclo natural y la astronomía. Las marcas que aparecen en su cubierta de oro fino no están dispuestas al azar: representan al sol (que se relaciona con la duración de los días y las noches) y a la luna (que se relaciona con las semanas y los meses). En total, el sombrero permite seguir más de doscientos meses solares y lunares, quien lo tuviera y pudiera leer debía tener un gran poder en la tribu, un poder basado en el conocimiento astronómico cientos de años antes de los griegos o los romanos.

P1180186 Otros objetos fascinantes del Museo de la Prehistoria se retrotraen un poco más en el tiempo. En medio del Paleolítico (45000 años atrás) un hombre de Neandertal murió en Dordogne, Francia, y de allí procede uno de los fósiles humanos más conocidos, el cráneo de Le Moustier. Gracias a este cráneo se pudo demostrar que los neandertales enterraban a sus muertos, pues existen evidencias de ello en el esqueleto del Homo neanderthalensis de 11 años que halló el suizo Otto Hauser en 1908.

Curiosamente, Hauser encontró dos años después en el mismo lugar el cráneo de un Homo sapiens temprano. En la segunda guerra mundial los cráneos viajaron a Rusia (el resto del esqueleto se enterró). Cuando volvieron, el Neandertal se identificó enseguida pero su compañero sapiens (un adulto de 45 años con muestras de haber sido también enterrado) no fue identificado hasta 2001.

P1180177 Otro de los esqueletos que nos llamó la atención es el del Alce Europeo (Alces alces) de finales de la Edad del Hielo (hace 10.200 años) que se halló en el Tiergarten con motivo de las obras del metro. Hace muchos años que el alce desapareció de esta parte de Alemania, por lo que su hallazgo, a siete metros de profundidad y en perfectas condiciones, es por lo menos llamativo.

Museo Egipcio

El periodo de Amarna copa las obras maestras de la colección egipcia del Neues Museum. Sin embargo, existen otras piezas muy valiosas, al menos para el que las mira con cariño. Antes de entrar en Nefertiti y en la espléndida colección de cabezas reales, me detendré en algunas de estas obras. Y mejor comenzar por el principio, claro.

P1180219 Ésta de aquí al lado es la Estatua de un simio representando una divinidad. Fue hecha con alabastro en 3100 aC. Por sí solos, estos datos ya deberían hacerla figurar entre las piezas más importantes de la colección. Pero es que en la parte frontal de la base aparece un jeroglífico cuyo significado es “Narmer”, el mítico rey de época protodinástica que se suele asociar al inicio de la civilización egipcia. La famosa Paleta de Narmer del Museo Egipcio debe ser, pues contemporánea.

El Neues guarda muchas más obras maestras del Egipto antiguo, al fin y al cabo, entre la expedición de Lepsius, los regalos del fatuo Mohamed Alí y los hallazgos en Tell el Amarna de Ludwig Borchard (entre ellos la famosa Nefertiti), la presencia internacional del Neues Museum es sobresaliente.

Esta estatua cubo de Sen-en-mut tiene para nosotros un significado especial. Al fin y al cabo, cuando visitamos Egipto lo hicimos de mano del Instituto Español de Estudios Egipcios, quienes se dedican al estudio y conservación de este ministro con grandes poderes de Hatshepsut. Esta estatua cubo, en la que también aparece la cabecilla de Neferure, la hija de la gran faraona, es muy conocida. Se talló en granito negro hacia 1470 aC y fue hallada muy posiblemente en Karnak.

P1180273 La condición de princesa de Neferure se la concede la trenza y el ureo (la cobra que simboliza el poder faraónico) en el tocado. Fue el propio Sen-en-Mut quien en un alarde innovador sugirió la presencia de Neferure en su propia estatua cúbica, algo inusual para la época. Se trata de un símbolo del poder que llegó a tener el mayordomo real antes de su desaparición de la historia.

P1180195 Pero no sólo hay grandes estatuas en el Neues. Destaca también su gran producción en fayenza. Y no sólo el tradicional hipopótamo. Un erizo es en este caso la figurita más llamativa de la colección de las piezas de fayenza del Imperio Medio (cerca de 1800 aC).

No olvidemos que las obras de arte egipcio suelen cumplir una función determinada y es posible que estas preciosas y azuladas figuras tuvieran un significado religioso. Quizá puedan ser ofrendas funerarias basadas en el azul del Nilo, relacionado con el océano primigenio, Num, origen de la vida. El simbolismo religioso del erizo no ha sido establecido definitivamente aún, pero aparece en numerosos amuletos y figuras de índole religiosa.

P1180153Pero como decía, es sin duda el periodo de Amarna el que convierte al Museo Egipcio de Berlín en visita imprescindible para quienes gustan de la egiptología. Aquí al lado está el pequeño pero muy potente retrato escultórico de la cabeza de la Reina Tiy (o Ty, o Tiye…), la gran esposa de Amenhotep III, padres a su vez de Amenhotep IV, quien se convertiría en el “faraón hereje” más famoso: Akhenatón.

El reinado de Amenhotep III y Tiy siempre se ha relacionado con un largo periodo de paz.La Gran Consorte Real Tiy no era egipcia y esto suele representar la apertura y el espíritu cosmopolita de su reinado.

El retrato, en madera de tejo, (hacia 1355 aC) es de reducidas dimensiones pero transmite el poder que debía representar la reina, que mira fijamente sin la más mínima influencia de idealización. Sin embargo, sí se han hallado relieves idealizados de ambos faraones procedentes de estelas y paredes de templos funerarios (como el Templo funerario de Amenhotep III, del que sólo quedan los famosos Colosos de Memnón).

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Ojos rasgados, mentón fino, delicadas facciones… pero con rasgos también reales (como las profundas comisuras de los labios de la Reina Tiy coincidentes con la cabeza de madera de tejo). Pero es a partir de la entronización de Akhenaton cuando el estilo artístico egipcio evoluciona de manera más radical, acorde con las medidas revolucionarias que el faraón tomó para alejarse del poder del clero de Amón.

P1180244 Akhenaton se volvió monoteísta (Atón, el dios solar sería su credo) y trasladó la capital de Tebas a Aketatón, el Horizonte del Sol (la actual Tell el Amarna). El futuro le deparó a la nueva ciudad una rápida desaparición una vez muerto el faraón. Y así hasta la década de 1910 cuando una expedición alemana, dirigida por Ludwig Borchardt, se dedicó a excavar allí.  Pero no en la zona habitual, la de los palacios y templos ya desaparecidos a base de uso como canteras, sino en las zonas donde vivían los ciudadanos: artesanos, sacerdotes, funcionarios, etc.

P1180269 Cuando la ciudad fue abandonada en época del faraón niño Tutankatón (el retrato de su madre, Kiye, segunda esposa de Akhenatón es el que está delante), aquellos ciudadanos dejaron en sus casas todos los enseres que ya no les iban a hacer falta en Tebas o donde quiera que fueren. Y, por supuesto, todo lo relacionado con Atón o la antigua familia real ya no era bien visto, por lo que lo dejaron allí abandonado para mayor alegría de Borchardt quien encontró el tesoro de los tesoros cuando excavó en el antiguo taller de un artesano que había dejado un buen número de obras inacabadas.

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Imágenes del pasado, miradas del pasado fijas en estatuas a medio hacer. La cabeza, artísticamente deformada, de una princesa simboliza el nacimiento del sol y, con él, de la vida. Los ojos y cejas vacíos se quedarán siempre esperando las incrustraciones de piedras preciosas que le darían el toque final, como asimismo se quedará esperando la corona especialmente diseñada para ella la cabeza de la derecha, la de una reina que bien pudo ser Nefertiti.

Y el busto más espléndido de todos es de la mismísima reina, la mujer que acompañó gran parte de su vida a Akhenaton y quien gobernó como par suyo, algo difícilmente repetible en el Antiguo Egipto. En muchas de las representaciones del faraón halladas en Amarna, la reina Nefertiti se encuentra a su misma altura y comparte con él escenas de cariño y complicidad.

Es una verdadera lástima que no dejen hacer fotos al busto en la excepcional ubicación que le han buscado en el recién reinaugurado museo. Lo comprendo, sería una locura, pero es tan absolutamente arrebatador, su belleza es tan simple y a la vez tan prodigiosa. Es un icono y como tal hay que asumirlo.

Académicamente perfecta, ya desde su hallazgo en 1912 su imagen recorrió el mundo (los egipcios aún se quejan de que les dieron gato por liebre en el momento de la negociación con Borchardt y compañía) y terminó convirtiéndose en lo que es hoy. Qué más da quien fuera: es perfecta. Pero lo es más aún si el que la mira con admiración trata de saber más de la persona para la que este busto ejercía de modelo (por eso, por ejemplo, tiene un ojo sin cubrir), una de las personalidades más fascinantes del mundo antiguo (pero no precisamente representativa del Egipto antiguo).

P1180155 Pero no podemos abandonar el periodo de Amarna sin dejarnos llevar por el famoso paisaje de patos y lotos del Palacio Real de Tel-el Amarna que, sí, también está en el Neus Museum. Es una imagen muy repetida y famosa y verla nos emociona.

Como nos emociona seguir paseando por entre las espectaculares salas del museo. Aunque la buscamos con denuedo, no encontramos la Puerta de entrada del Templo de Kalabsha, en Asuán. Se supone que está aquí en Berlín, regalo de Egipto a Alemania por su ayuda en el salvamento de los templos del Nilo con la construcción de la presa, como nuestro Templo de Debod.

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No quiero terminar sin mencionar a dos personas desaparecidas hace muchos siglos. Una es Alina, cuyo retrato funerario de época ptolemaica aparece aquí a la derecha.  P1180211Aparte de ser un retrato formidable, es una muestra más de la influencia romana sobre Egipto una vez que éste se convirtió en provincia del Imperio.

Hallado el el Oasis del Fayum, en el yacimiento de Hawara, Alina está acompañada por su hija en Berlín, tal y como la encontraron.

Las máscaras funerarias continuaron utilizándose mucho tiempo y de ello quedan asombrosas muestras en el Neues Museum, con una evolución llamativa. P1180203Las máscaras de época ptolemaica halladas en Meir continúan la antigua tradición de decorar el cuerpo del difunto con representaciones figurativas.

Pero lo curioso es que las máscaras femeninas siguen la tradición vigente en ese momento en Alejandría mientas que las masculinas sigue un modelo tradicional, tanto en iconografía como en los materiales utilizados (la pintura dorada que simboliza la divinidad del difunto). Son sus rizos los que le identifican como de época romana.

P1180223 En tierra de nadie (o en tiempo de nadie) queda la famosa Cabeza verde de Berlín. Para unos muy antigua (500 aC), para otros de época ptolemaica, la verdad es que a nadie deja indiferente. Este retrato en pizarra de perfecta simetría da lugar a la controversia.

¿Es un retrato? ¿una idealización de, por ejemplo, la figura de un sacerdote? Quizá esta discusión facilita que el resto de bustos que le rodean en el Neues no llamen tanto la atención, cuando son igualmente sobresalientes.

Hay tanto por ver, como siempre. La tienda nos decepciona mucho, habida cuenta de ser un museo recientemente reinaugurado. La audioguía gratis es un lujo, pero lo es más el entorno en el que lucen estas asombrosas obras maestras, un museo que aunque renovado recoge lo más importante de su legado histórico y lo combina a la perfección con lo que la museística actual es capaz de lograr: interés y asombro.

P1180160Y Nefertiti, por supuesto, echa una mano. Como la que le daba a Akehantón en esta composición tan delicadamente maravillosa.