Páginas

28 de julio de 2010

Cascadas de Sotillo / Parque Natural Lago de Sanabria (y II)

P1200532

Robles melojos (Quercus pyrenaica), Abedules (Betula alba), Avellanos (Corylus avellana), Castaños (Castanea sativa) y Acebos (Ilex aquifolium) se turnan como en un desfile y pugnan por ofrecer la imagen más vistosa en la ya de por sí impresionante ruta de las Cascadas de Sotillo dentro del Parque Natural del Lago de Sanabria y alrededores. Es una de las rutas más conocidas y recorridas del Parque por ser, precisamente, de las más asombrosas.

P1200580 Y hacerlo en plena primavera es, todavía más, un regalo para la vista. Es una ruta de apenas 6 kilómetros que no da descanso a los sentidos, que deleita a la vista con los verdes de los colores, que regodea el sentido del oído por el rumor de los ríos y de los pajarillos, que, en fin, satisface el sentido del conocimiento, en tanto en cuanto proporciona tantos focos de atención que sólo cubren parcialmente la intención de esta entrada.

La ruta asciende en un primer momento, durante al menos una hora, pero el trayecto de vuelta es un relajado paseo por un bosque de ensueño. Es una ruta circular que comienza y termina en Sotillo de Sanabria, de dificultad moderada y para la que hay que seguir las balizas de color marrón.

La verdad es que seguir el camino empedrado desde Sotillo es un poco aventura, pues no se sabe muy bien donde comienza la senda hasta que te das de bruces con el cartel en madera que lo identifica.  A partir de ahí es cuando comienza el ascenso, moderado pero constante, y la aparición de diferentes actores en el escenario de la ruta. P1200469El módulo de madera está dispuesto sobre el otro protagonista de la ruta, el río Truchas, cuyo valle da forma al parque natural.

Así pues dejamos a un lado el río Truchas y comenzamos a ascender por un pedregoso camino. A un lado y a otro van apareciendo jóvenes robles melojos, algunos piornos en plena flor (qué amarillo más vigoroso), alguna Genista florida y alguna retama en las zonas más soleadas.

P1200476 Según subimos algún melojo está superpuesto sobre la cuneta del camino, con las raíces al aire, en un equilibrio precario que nos facilita conocer el árbol al completo. Aquí los llaman, erróneamente, carballos, como los Quercus robur de los robledales cantábricos, cercanos ya ciertamente a los del Parque Natural del Lago de Sanabria.

Estos melojos son jóvenes, no deben tener más de 30 ó 40 años, debieron sustituir a vetustos robles que, si se comparan con los troncos de algunos castaños centenarios que nos encontraremos por el camino más adelante, debieron ser casi mitológicos.

En las cunetas del camino, pero también en las zonas más nemorales comienzan a aparecer algunas especies de plantitas vivaces, anuales. Y como estamos en primavera, están en floración, más sencillo para determinarlas, más encanto tiene el observarlas.

Empezamos por dos especies muy habituales de los bosques caducifolios, de hayedos y robledales. En los claros aparece el Toronjil silvestre (Melittis melissophyllum), (foto de la izquierda) una plantita vivaz y pilosa que todos los años retoña de su cepa en primavera y que da unas flores en pareja muy bonitas, anchas y largas, de vivo color rosado o blanco con manchas rosas (como en nuestro caso) y de hasta 50 cm de alto. El toronjil, por cierto, es la especie de un género monotípico, es decir, formado por una única especie.

P1200474

P1200512

Y en la foto de la derecha, las típicas flores en tubo colgantes de la axila de la hoja de Polygonatum odoratum, una especie de hojas glabras y anchas, una liliácea de porte elegante muy característica, muy fácil de reconocer y no muy habitual, por lo que no se recomienda recogerla para ninguna cosa.

P1200513Y Polygonatum odoratum suele aparecer acompañada de la siguiente invitada en este elenco, la Aguileña  (Aquilegia vulgaris), una ranunculácea sorprendente, de flores grandes, de color azul violeta y muy llamativas: sus cinco sépalos están coloreados igual que los pétalos, que a su vez  tienen forma de cuernecillos ensanchados y dan lugar a una forma inconfundible que rodea haces de estambres amarillos. Es una plantita vivaz típica de los sotobosques con claros, no soporta la sombra completa, pero sin cierta frescura de suelos tampoco puede vivir.

P1200558 Y ambas especies, junto a algunas otras como Clinopodium vulgare, Teucrium scorodonia, Lathyrus niger o Campanula rapunculus (en la foto; la hallamos un poquito más tarde, esta bonita planta bianual, de floración cada dos años, con florecillas campanulares violetas y en racimo y que puede alcanzar hasta aun metro de altura) forman parte de la clase fitosociológica Trifolio – Geranietea sanguinei, que define una comunidad de plantas herbáceas y vivaces que dan forma a la orla característica de los límites de los bosques climácicos, con ciertas apetencias heliófilas pero nunca alejadas del ambiente nemoral de las formaciones boscosas.

P1200507 También de bosques frescos y suelos húmedos es la pequeña Celidonia menor (Ranunculus ficaria), una ranunculácea de llamativas flores de color amarillo dorado que parece que les han pasado un barniz para que brillen.

De hojas inferiores anchas y acorazonadas muy características, la celidonia menor tienen unas raíces tuberosas, cilíndricas con engrosamientos que a algún gracioso le dio la idea de llamarla hierba de las almorranas.

Hay en el camino, que por cierto a veces parece que nunca se va a acabar, oportunidad de ver algunos insectos llamativos. Por ejemplo,una Zigena (Zygena osterodensis), una vistosa polilla diurna, que revolotea indolente en nuestro derredor y se posa en la amarilla flor de una asterácea (posiblemente un Doronicum).

Las zigenas (foto de la izquierda) vuelan lentamente, aunque batiendo las alas con rapidez. Las manchas rojas que tiene en las alas la diferencian fácilmente de otras especies de polillas. Sus larvas, por cierto, son bastante rechonchas, de color pálido y con manchas negras (además de los consiguientes pelillos probablemente urticantes). Es curioso porque la pupa emerge en parte del capullo antes de que salga el adulto, un capullo con forma de papel.

P1200478

P1200572

En otro lugar, un buen número de azules licénidos (Lycaenidae) se posan en el borde del camino, en el barro. Su forma y color los relacionan con las Náyades (Celastrina argiolus) y no puedo evitar mencionar lo que www.macroinstantes.blogspot.com indica sobre la especie: “Celastrina argiolus es un licénido distribuido por toda Europa (…) que puede encontrarse tanto en jardines y parques como en zonas silvestres. Según www.butterfly-guide.co.uk esta especie presenta un ciclo de 5 años en los que pasa de ser muy escasa a tremendamente abundante, a causa de un supuesto parásito que tiene un ciclo similar aunque fuera de fase con el de la Celastrina. Ignoro si este fenómeno se limita a las islas británicas o se observa en todo el área de distribución.”.

P1200480 Y de repente aparece un escarabajo de reflejos múltiples, iridiscente. Tiene toda la pinta de un escarabeido, más concretamente de un pelotero pero en plena fiesta del Orgullo. Ni siquiera la magnífica y sencilla guía de Michael Chinery (Omega) lo tiene identificado.

Encontramos varios ejemplares recorriendo el barro del camino por lo que muy posiblemente se acerque a nuestra propuesta, un escarabajo pelotero un tanto altisonante, de buen tamaño e identificación compleja.

P1200500 Y luego están los árboles. El bosque es joven, de acuerdo, pero resulta toda una experiencia caminarlo. Aquí y allá aparecen castaños (como el de la foto) y avellanos. De vez en cuando, algún arce -posiblemente Arces blancos (Acer pseudoplatanus)- e incluso serbales de cazadores (Sorbus aucuparia).

Al fin y al cabo, nos encontramos en un típico bosque caducifolio, un robledal. Y éste es el cortejo arborístico que deberíamos esperar. La definición fitosociológica de este melojar supramediterráneo orensano-sanabriense sería, muy posiblemente,a denominada Holco mollis-Quercetum pyrenaicae.

Más allá de todo ésto, nos entretenemos viendo las hojas aserradas de los avellanos, el vetusto porte de algunos castaños, los solitarios arces y serbales así como otras especies de árboles, como el Arraclán (Frangula alnus), del que también hallamos algunos pies.

De la misma forma, al final del recorrido aparece un Mostajo (Sorbus aria) como muestra de la presencia, puntual pero constante, de estas rosáceas.

Según la documentación “En las zonas de menor altitud predominan los melojares xerófilos, encontrándose el roble en enclaves soleados y secos, acompañado por el castaño (Castanea sativa); éste se encuentra muy extendido en la zona como cultivo u ocupando valles húmedos con orientación NO en las laderas. Puede subir hasta los 1000 m. de altitud por término
medio. A mayor altura y humedad, sólo queda el roble.”

P1200524P1200511Se nota que estamos en orientación norte: el ambiente es nemoral, húmedo a pesar del sol de la mañana, el estrato herbáceo es importante y aparecen numerosos líquenes y musgos en las piedras y en las cortezas de los árboles. Reconocemos fácilmente a las Barbas de Ermitaño (Usnea sp.) y a un precioso ejemplar de Lobaria entre los líquenes (en la foto de la derecha).

Ya lo avisan en los folletos: a las Cascadas de Sotillo las oyes antes de verlas. El estruendo que hace el agua al caer sobre el río Truchas es importante y el espectáculo lo es más aún. La verdad es que es una vista preciosa que da por bueno todo el esfuerzo de ascenso dedicado en la hora y media previa.

P1200535 El agua de la cascada viene de la Laguna de Sotillo, situada por encima de las cascadas, a una altura de 1600 metros. Descansamos un rato a la sombra de la cascada. Sí, ha merecido la pena, pero también necesitamos reponer fuerzas.

No nos hemos cruzado con casi nadie, y eso que éste es el sendero más popular del Parque. Por ello, disfrutamos solos y a placer el paisaje, el agua fluyendo a chorros sobre el río Truchas, que se pierde al fondo frente a un maravilloso paisaje arbolado.

Entonces nos damos cuenta de que en el fondo de la cascada nos observa curiosa una Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea), uno de los pajaritos más encantadores que hubiéramos podido encontrar.

Esta lavandera es la más esbelta y colilarga de las tres que habitan en nuestro país. Como su nombre indica, es frecuente verla en ríos y arroyos de corriente rápida y de montaña.

Wikipedia nos ayuda a conocer más cosas de esta lavandera: “Normalmente solitaria, se posa cerca del agua moviendo continuamente la cola. En el suelo se desplaza dando rápidos saltos, echando la cabeza hacia delante. Los vuelos son también rápidos, a menudo con fuertes quiebros, para los que se ayuda de la larga cola. Construye sus nidos en rocas cercanas a ríos y arroyos de corriente rápida, ya que está muy ligada al agua, donde obtiene la mayoría de los dípteros de los que se alimenta. En invierno, con el aumento de la población por los individuos migradores, puede anidar incluso en ciudades. Realiza dos puestas anuales, de 4 a 6 huevos, incubados sobre todo por la hembra. El macho se ocupa de la alimentación de los pollos.

P1200540 El inicio del camino de vuelta es muy complicado, hay que mantener constantemente la atención, pues el desnivel de bajada es enorme. Todo el esfuerzo de subida se paga ahora, en un descenso vertiginoso pero no exento de sorpresas. Esta parte de la ladera da al sur y eso se ve muy pronto por la vegetación que aparece a nuestro paso.

P1200564 Gamones (Asphodelus albus), Piornos (Cytissus sp.), Campánulas, retamas… amarillos, blancos y violetas se mezclan con el verdor de fondo de los robles melojos que cubren esta zona del Parque Natural del Lago de Sanabria. Y entonces aparece el único árbol qeu todavía no habíamos tenido oportunidad de ver. Y parece realmente uno de los maravillosos lienzos del pintor ucraniano Pavel Onishenco: se trata de Abedules (Betula alba), abedules en bosquecillos, con sus blancas cortezas y sus pequeñas hojas aserradas quitándoles protagonismo a los melojos. El clima nos acompaña, la luz ilumina estos delicados árboles a especie de premio por nuestro esfuerzo (que tampoco era para tanto).

P1200554El resto del camino es sencillo, se realiza sin gran trabajo, es más un paseo que otra cosa. El río Truchas te acompaña todo el camino. De vez en cuando surgen pequeñas pocillas o mini turberas en las que ranitas bermejas (Rana temporaria) están recién metamorfoseadas. P1200575 Los melojos aquí están muy abiertos, en algunos la hoja está reciente (a pesar del presunto mejor tiempo que soportan).

El paisaje de la ruta de vuelta a Sotillo de Sanabria (cuyo sendero sigue marcado con balizas de color marrón) es encantador y se disfruta. De vez en cuando, miramos al suelo y terminamos teniendo suerte: huellas de corzos en el barro. También encontramos el cadáver de un topo pequeño, más anécdota que otra cosa.

P1200578

Por cierto, la llegada a Sotillo de Sanabria se convierte en algo complicado al descubrir que no hay indicaciones, por lo que recorremos el pueblo sin destino hasta que damos con nuestro Megane-X.

Y qué mejor premio para recuperar fuerzas que disfrutar en el Parador de Puebla de Sanabria del ciclo Arte Breve de la Cocina que tiene a las Encrucijadas Culinarias como protagonistas de tan apetitoso evento. Así que allá que vamos, con la Crema de caldo Sanabrés, las Delicias de Trucha al modo del Císter, los Farinatos de la Puebla o los famosos Habones de Sanabria con Callos de Matanza como digno final de esta excursión.

P1200693

P1200696