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11 de noviembre de 2007

Los antiguos viveros de la Expo de Sevilla

Los recursos, físicos y económicos, son fundamentales para el éxito de cualquier iniciativa. Pero también lo son la visión de futuro y la mejor gestión de los recursos de los que ya se dispone.

Paseaba el otro día por un lugar tan encantador como el Parque del Alamillo, en Sevilla. Su director, que en ese momento ejercía de guía, me mostraba lo que en el futuro será la ampliación del parque: los antiguos Viveros de la Exposición Universal de 1992.

El parque del Alamillo tuvo su origen, precisamente, en la Expo de Sevilla. Después del 92, los terrenos de la Expo tuvieron destinos variados.

Durante mucho tiempo, la incertidumbre se hizo con un territorio que había albergado una de las exposiciones universales mas fascinantes que han existido, bandera de la normalización de nuestro país.

La zona de los pabellones se destinó a uso de oficinas. A finales de los 90, el aspecto de este área era desconcertante. Por el día muchos trabajadores se movían por entre los enormes y ajados pabellones. Por la noche, era uno de los barrios mas solitarios que imaginarse puedan. La cosa está mucho mejor a día de hoy. Pero aún llaman la atención las enormes moles que antaño fueron atractivos pabellones y hoy son restaurantes de cierto nivel.

Isla mágica fue otra de las opciones. Un parque de atracciones que lleva tiempo luchando contra la quiebra. Y luego esta el Parque del Alamillo. El cuerpo en ángulo del llamativo puente del Alamillo marca el inicio del parque. Su otra frontera, ésta natural, es el propio río Guadalquivir.

En el parque del Alamillo se pueden encontrar bosquetes de alcornoque. Y de encina. Y de pino piñonero. En definitiva, están representados una buena parte de los ecosistemas ibéricos, a pequeña y humanizada escala. Numerosos animales pueblan el parque. El habitual estanque se ve complementado por un inhabitual observatorio de aves. Los gestores del Alamillo se han ocupado, además, de reservar zonas especificas para nidos y madrigueras de muchas especies, a lo que se añade incluso la grabación de vídeos sobre el estado de la fauna del parque.

Los visitantes del Alamillo no solo ven áreas verdes ajardinadas. Asisten a una modesta recreación de la naturaleza ibérica, adecuada para su disfrute.

Pero además, los gestores del parque no se han quedado parados. Hay multitud de actividades programadas a lo largo del año. Jornadas, charlas, celebraciones... Sensibilización medioambiental, fomento de la lectura, compromiso con la solidaridad. Un naranjal con algunas naranjas dulces. Areas de juego excelentemente conservadas. Una zona para maquetas de tren (con una estación recién inaugurada). Y un precioso cortijo en el que se ubican las oficinas de la administración.

La satisfacción de los visitantes es elevada. Era de esperar. Y en estas estabamos cuando surgió el proyecto de los antiguos viveros.

Cuando acabo la Expo quedó prácticamente abandonada el área de los viveros de aquellas especies vegetales utilizadas en la Exposición Universal. Durante mucho tiempo su gestión fue casi inexistente. Muchas plantas continuaron su crecimiento sin control, otras perecieron. El terreno sirvió además casi de escombrera para muchos de los restos de la Expo.

Había que hacer algo. Y se está haciendo: por todo lo alto. Se han programado visitas guiadas (como la que hice yo mismo con el director del parque una tarde de últimos de octubre) para todos aquellos interesados en conocer el proceso de transformación de los antiguos viveros en una zona especial del parque. Monitores especializados explican al personal el porqué de lo que se está viendo. Y es que, huelga decirlo, todo requiere una explicación.

El proyecto se ha coordinado con el Departamento de Ecología de la Universidad de Sevilla y de acuerdo con la particular ideología (sin matices partidistas) del parque: respeto a la fauna y la flora, fomento de la sensibilizacion medioambiental, recuperación de espacios degradados, actividades educativas y servicio al ciudadano.

Ya desde el primer momento sorprende la visita, por dos razones: una, los numerosos conejos y perdices (muy numerosos, en verdad) que aparecen aquí y allá; otra, las zonas especialmente dedicadas al crecimiento natural de pastizales y arbustos.

Nada más entrar hay un conjunto de palmeras. Algunas permanecen sin podar: el efecto es curioso. Al lado se encuentra una parcela recien labrada pero que no va a serlo más: aquí crecerá un herbazal cuyo desarrollo se comparará con el de otras parcelas sí tratadas con practicas agrarias.

Frente al camino, rodeando numerosas áreas, refugios para animales de todo tipo. Lo llamativo es que han sido construidos con residuos del propio parque (leña, ramas, etc.), escombros y restos del mobiliario urbano de la expo ya abandonados. Un artista sevillano ha decorado algunos de ellos.

Existen leñeras para la invernada de lagartos, serpientes o erizos; escombreras transformadas en pequeños muretes, refugio también de lacertidos y megalitos, las estructuras realizadas con bancos, fuentes y elementos metálicos de la Expo también orientados a refugios de fauna. Y acompañando durante todo el camino, bosquetes de especies de árboles cultivadas. Una variedad enorme.

Me sorprenden, en particular, los Gingko biloba de la foto de más arriba. Pero hay arces, acacias, magnolios, pinos, cedros, y un larguísimo etcétera. De acuerdo con la política del Parque, en ningún momento se tratan con fertilizantes o insecticidas que no sean naturales, un modo de agricultura ecológica sin más fruto que el de la educación ambiental.

El paseo es interesante. En un momento dado, vamos a parar a una zona que en el futuro próximo será un invernadero y un Centro de Interpretación del Parque del Alamillo. Una gran plaza completa este área que promete convertirse en el nuevo lugar de encuentro del Parque.

Además, nos emociona encontrar muy cerca de allí, al lado de numerosas madrigueras practicadas para lagartos ocelados y culebras bastardas, un buen número de olivos, encinas y alcornoques traídos de muchas partes de Andalucía.

Son los árboles que han sido transplantados desde obras en la región. Muchas obras lineales y obras de infraestructura conllevan penosamente la eliminación de un tapiz arbóreo muchas veces muy entrado en años. En ocasiones, la Administración, conforme a la Declaración de Impacto Ambiental, decide tratar de transplantar esos individuos más antiguos y apreciados a otros lugares.

El índice de supervivencia es bajo. Pero en el Alamillo están intentando sacarlos adelante. Felicitémonos. Por esto, y por tantas otras cosas que nos proporciona el Parque y quienes están al frente del mismo.