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1 de marzo de 2008

El siglo XIX en el Prado

Este retrato de la Condesa de Vilches de Federico de Madrazo permanecía latente en mi memoria desde hace mucho, desde aquellos tiempos en los que el Casón del Buen Retiro, uno de los restos del antiguo Palacio de los Austrias, albergaba las obras que del siglo XIX mantenía el Museo del Prado.

Luego, cerraron por obras el Casón. Y lo que se suponía que ibn a ser unos cuantos meses se transformó en una paciencia de años. Años para volver a ver y disfrutar obras que quitan literalmente el hipo. Ésta es una de ellas. Los azules tornasolados del vestido y la sensual mirada de la modelo marcaron indeleblemente algunos momentos de mi adolescencia.

¿Cómo podía trasladarse al lienzo la realidad de una manera tan fidedigna? Yo ya había descubierto a Velázquez, convertido en pasión, pero los pintores del XIX (que en mi limitada opinión superaban a Goya) me dejaron anonadado. En particular, un genio que aún dicta mis gustos pictóricos: Sorolla.

En el Casón se daban cita Sorolla, los Madrazo, Fortuny... muchos de sus cuadros no tenían para mi explicación...¿a santo de qué tanta pintura de motivación histórica? ¿Por qué muchos de ellos parecían dar marcha atrás en los gustos pictóricos de la época? ¿Qué relación tenían los Madrazo con Fortuny y otros pintores? ¿Por qué hacían cuadros de gran formato?


Pues he tenido que esperar muchos años para resolver, siquiera parcialmente, estas preguntas. Y es que el Prado se ha renovado por completo. No todo es bueno. Como visitantes habituales del Museo y oyentes de "Una obra. Un artista", nos hemos quedado compuestos y sin novia, que se dice. Las largas colas de acceso y la burocratización del mismo nos han impedido el paso ya demasiadas veces.

Por lo menos el interior está logrado (aunque hayan reducido las tiendas al mínimo). Las exposiciones de apertura están bien, aunque me decepcíonó un poco las "Fábulas de Velázquez", sobre todo después del interés que siempre le he demostrado al sevillano.


Y sin embargo, la exposición de "El Siglo XIX en el Prado" ha superado con creces mis expectativas. La verdad es que me gusta la ampliación del Prado. Independientemente del material con el que han hecho el suelo (que ya tiene desperfectos) me gusta la sala de entrada con las musas. Me encanta como ha quedado el claustro antiguo de los Jerónimos (deberían dejar siempre allí las esculturas de Leoni de los primeros Austrias).

La exposición del siglo XIX está en una ubicación inmejorable. Muchas de las obras son de gran porte, como el impresionante "Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga" de Antonio Gisbert que pone la cara a la Exposición. Es un cuadro gigantesco, dentro de la moda de la época de representar hechos importantes de la historia (española o universal), habitualmente como argumento para presentarse a los variados certámenes de pintura existentes en el mundo y darse a conocer. No es el caso de este Fusilamiento de Torrijos.


Esta obra fue encargada en 1886 directamente por el Gobierno liberal de Sagasta durante la regencia de la reina María Cristina de Austria como ejemplo de la defensa de las libertades para las futuras generaciones. Y es que el liberal José María Torrijos (1791-1831), acompañado por sus compañeros, fue fusilado por las tropas de Fernando VII en las playas de Málaga cuando se dirigía a España a través de Gibraltar para luchar contra el absolutismo del Borbón.

Como parte de la exposición podemos encontrarnos con algunos de esos mismos personajes, como la propia reina María Cristina, pintada con un gusto excepcional por el gran Vicente López (impresionante también su retrato de Francisco de Goya).


La última esposa de Fernando VII y madre de Isabel II, regente gobernadora durante la minoria de edad de su hija y fuente de cotilleos varios, aparece pintada de forma tan suave y delicada que logra transmitir dulzura, asentimiento, delicadeza... al fin y al cabo es un retrato de bodas.

La parte más imponente de la exposición es la de la pintura histórica. En ella se encuentran muchos de los cuadros que han marcado a las últimas generaciones de españoles, pues aparecen reiteradamente en los libros de texto escolares.


Tal es el caso de la Muerte de Lucrecia, de la Muerte de Viriato o de los Amantes de Teruel. Hay algunos que son formidables. Doña Juana La Loca de Francisco Pradilla es un referente claro.

Juana La Loca acompaña e féretro de su esposo Felipe I el Hermoso en su traslado de Burgos a Granada. La reina viuda se localiza en el centro de un paisaje inhóspito ajena a la multitud que la observa y a las inclemencias del tiempo. Pradilla se convirtió en el gran maestro de la pintura de historia del siglo XIX en España con obras tan sublimes como ésta.


No fue el único. Otros muchos pintores, también excepcionales, se animaron a representar momentos históricos importantes como forma de presentarse en sociedad o como evidencia de sus avances. Hay algunos espectaculares, como La leyenda del Rey Monje de José Casado del Alisal, una obra un tanto macabra.

Se la conoce tradicionalmente como "La campana de Huesca" y está inspirado en una leyenda del siglo XII. Ramiro II, rey de Aragón, llamado el "rey Monje" por haber pasado su juventud en un monasterio, ordenó cortar las cabezas de varios nobles rebeldes y las puso en círculo, con la del arzobispo colgando en el centro como si de un badajo se tratara.

Esta campana proclamaría la obediencia debida al monarca. Y con esta obra, Casado del Alisal recibiría el honor se situarse como gran maestro de la pintura.

Y es que la pintura de historia permitía lucirse mucho, el pintor Eduardo Rosales también lo sabía y pintó algunas de las obras más hermosas de esta temática, como "Doña Isabel la Católica dictando su testamento", para algunos la obra cumbre de esta tendencia pictórica, o la "Presentación de Don Juan de Austria al emperador Carlos V en Yuste", obra de pequeño tamaño hecha para clientes privados, inaugurando una nueva vía de negocio en´éste ámbito.

Los Madrazo eran una famlia de artistas. El hijo de Federico, Raimundo de Madrazo, continuó la impresionante carrera de su padre pintando algunos retratos realmente asombrosos. Uno de los más conocidos es el de Ramón de Errazu, amigo del pintor y coleccionista de arte, de cuerpor entero y transmitiendo aún curiosidad desde su mirada de finales del XIX.

Sorprende al visitante el elevado número de obras de diferentes autores en los que aparece, de una u otra forma, la famosa actriz del siglo XIX María Guerrero, que daría nombre al teatro madrileño de la Princesa a su muerte. Raimundo de Madrazo la pinta como "Doña Inés", vestida con el hábito de las calatravas en plena representación de la obra de Zorrilla, un papel que representó un antes y un después en la vida de la actriz.

24 años tenía María Guerrero cuando la pintó Madrazo. Era una niña cuando la pintó Emilio Sala, amigo de su padre, introduciéndola en un ambiente erudito y despertando su interés por ser retratada. En la exposición también aparece pintada por Sorolla, en este caso como Finea, protagonista de "La Dama Boba" de Lope de Vega con un evidente recuerdo a Velázquez.

Raimundo de Madrazo era cuñado de Mariano Fortuny, uno de los más preciosistas pintores del XIX y que, lamentablemente, murió muy joven. Sus obras son una primorosa colección de apuntes sueltos que resultan coloridas escenas inolvidables.

El Viejo desnudo al sol o cualquiera de sus paisajes orientalizantes son bellisimos, como lo es su última obra, "Los hijos del pintor en el salón japonés", pintada para regalarsela a su suegro, Federico de Madrazo e inacabada debido a su repentina muerte. La evidente influencia de la estética japonesa, muy de moda en los ambientes artísticos de la época no oculta esa libertad técnica y visual que caracerizó a Fortuny.

Otros muchos autores se dan cita en la exposición (que luego pasará a formar parte, por fin, de los fondos expuestos del Prado), desde los preciosos paisajes de Carlos de Haes a las vistas del Guadarrama de Aureliano de Beruete. Pero es Joaquín Sorolla y Bastida quien cierra la exposición con algunas de sus obras más famosas.

Sorolla es el pintor de la luz. Tiene tantos cuadros inolvidables, tantas obras maestras que no podría recordarlas todas. Su Casa Museo es un must have de los recorridos turísticos por Madrid. Hay obras suyas en muchos museos y colecciones y siempre merece la pena echarles una ojeada. Repetida en muchas obras aparece su pasión por la playa y la luz del mar Mediterráneo.

Tres niños desnudos juegan en la orilla de una playa de Jávea. Como es habitual, en "Chicos en la playa", Sorolla se recrea en el movimiento de las olas, los destellos de la luz en el mar y en los cuerpos mojados y los reflejos de éstos en el agua, con amplias piceladas turquesas, azules, violetas, malvas.. que se funden en una visión intensa y bellísima de la realidad transformada en lienzo.

En un lienzo como el que utilizó Sorolla para denunciar hechos y situaciones de profunda injusticia de su época. Realismo social, se denominó. Aún dicen que el pescado es caro es una de las obras tempranas de Sorolla y está inspirada en las novelas de Blasco Ibáñez.

En el interior de una bodega de una barca de pesca, dos resignados pescadores atienden a un marinero herido en un accidente laboral, que se diría ahora.

Sorolla es para mí uno de los más grandes pintores españoles y estamos a la espera de la llegada a Madrid de la exposición de las obras que pintó para la Hispanic Society of America, de tourné por nuestro país mientras rehabilitan su ubicación permante en EEUU.

Es posible que dicha exposición esté a la altura de ésta del Prado, que deja muy claro a qué elevadísimo nivel se movían los artistas españoles en el siglo XIX.