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28 de abril de 2008

10 años del desastre de Aznalcóllar

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No es común asistir a la celebración de un desastre ecológico de tan gran envergadura. No lo es, desde luego, porque desde el Erika al Prestige, desde la radiación de Chernobyl al escape de gases tóxicos de Bhopal en La India, todas las grandes catástrofes ambientales de la historia han provocado perjuicios irreparables a medio ambiente y personas. El caso de la rotura de la Balsa de Bolidén en Aznalcóllar no es diferente.

Fue un desastre sin paliativos donde se pusieron en evidencia administraciones y empresas, donde primó el interés privado antes que el respeto al entorno, donde los puñales competenciales valieron más que la ayuda desinteresada entre AAPP. Y sin embargo, aquí estamos, diez años después de aquel accidente celebrándolo... con un poquito de razón. Pese a lo sombrío de la situación inicial (ecológica, económica y política), en este lapso de tiempo se han realizado trabajos de restauración que, por lo visto, parecen haber merecido la pena.

23042008(009)Y para trasladar al público general dicho esfuerzo es para lo que se ha instalado en el Pabellón del Futuro de la Isla de la Cartuja en Sevilla (si bien el edificio sigue manteniendo el nombre de Pabellón del Medio Ambiente) una exposición que recoge diversas experiencias al hilo de este aniversario.

De acuerdo con la nota de prensa, es la exposición sobre medio ambiente más grande en la historia de nuestro país. Debe ser cierto, pero yo creo que es un poco floja: demasiada información, apabullante, cargante. Buenas intenciones, muy completa, cuenta con acercamientos inusuales en este tipo de experiencias, hace especial hincapié en las dos cosas que yo considero importantes: qué se hizo y cómo se vivió. Pero falla (estrepitosamente) en fijar la atención en algo. Por todos lados hay paneles informativos, que te rodean y te asfixian contribuyendo al llamado "efecto salida", tan habitual en numerosos museos.

23042008(002)En cualquier caso, la información está cuidada y es sobresaliente. En el esfuerzo de acercar al público la situación, la exposición comienza (o termina, no queda claro) con una representación de la balsa destrozada y los lodos con metales pesados escapando libremente, y finaliza con una poesía que desea no volver a ver nunca más semejante atrocidad.

¿Pero qué es lo que realmente sucedió? Lo explican muy bien en la propia exposición:

" En el año 1998 se producía en las cercanías de Doñana uno de los accidentes medioambientales más graves ocurridos en Europa: la rotura de la balsa de residuos tóxicos de la mina de Aznalcóllar. El sábado 25 de abril a las 3:30 horas de la madrugada se recibe en el puesto de la Guardia Civil de Sanlúcar la Mayor una llamada telefónica de un vecino anónimo informando “haber oído un fuerte ruido en la zona del río Guadiamar”. Se había producido la rotura del muro de contención de la balsa de almacenamiento de residuos mineros de las minas de Aznalcóllar, que explotaba la empresa sueco-canadiense Boliden Apirsa S.L.

guadInmediatamente se activaron todas las alarmas y se puso en marcha un enorme dispositivo de limpieza y restauración sin precedentes, donde la ciencia y la tecnología jugaron un papel protagonista.

La catástrofe arrojó cifras mayúsculas: se vertieron 6 millones de metros cúbicos de lodos y aguas ácidas, la superficie contaminada fue de 4.634 hectáreas a lo largo de 63 kilómetros de cauce del Guadiamar, se utilizaron 500 camiones de limpieza que durante 208 días recorrieron casi 17 millones de kilómetros, se realizaron más de 15.000 análisis científicos y aparecieron 37,4 toneladas de peces muertos."

La restauración del río Guadiamar se convirtió en la prioridad una vez pasadas las primeras fases de la actuación post desastre. Lo que hoy se conoce como Corredor Verde del Guadiamar es el resultado de un esfuerzo de colaboración sin precedentes y que deja un buen sabor de boca en el desencantado visitante que se acerca por la exposición. En ella, uno se entera de los programas que se han llevado a cabo en estos años: PICOVER y SECOVER, programas de investigación cuyo alcance fue la organización, funcionamiento e interacción de los sistemas ecológicos y humanos sobre los que se quería actuar en la zona afectada. Pero es que además, la rotura de la balsa de residuos mineros de Aznalcóllar sirvió de acicate para dar salida a un plan integral basado en una visión global, una mínima intervención humana y un ambicioso plan de acción en todas las cuencas y cauces fluviales del entorno, para llevar agua en condiciones a Doñana.

De hecho, no sólo se ha restaurado el cauce y el río Guadiamar, también se ha preparado para el turismo, creando un Corredor Verde del Guadiamar, trasunto de corredor ecológico y camino habilitado para senderistas y turistas. Tal y como se recoge en la información, la cosa promete, existiendo varios centros de interpretación, puntos de información y parajes recuperados para la fauna, la flora y el visitante.

Durante los trabajos de restauración y estudio se ha llegado a conclusiones a veces sorprendentes. Una de las mayores, que el Cangrejo de Río Americano (Procrambus clarkii), una de las mayores plagas de nuestros ríos, es un perfecto indicador de su salud.