A todos los que nos gusta esto del medio natural, el Parque Nacional de Monfragüe tiene una connotación especial. En 1979, año en el que se creó el Parque Natural, hubo un cambio tal de tendencia en la sociedad española que permitió cambiar los planes de repoblación forestal con eucaliptos destinados a una futura planta papelera en la cercana Navalmoral de la Mata por la creación de un área protegida en la que se conservase lo más granado de nuestro bosque mediterráneo.
¡Y qué bosque mediterráneo¡ Nos cuenta nuestro guía, Jesús Porras de www.monfrague.org, que en los años 70 las gentes de la zona estaban tan habituadas a ver su mundo que no lo valoraban lo suficiente. Que tuvieron que llegar otros de fuera para hacerles ver que aquel proyecto de sustitución de encinas, acebuches y alcornoques por eucaliptos y pinos de monterrey no era sino una barbaridad, una creación de riqueza puntual frente al mantenimiento y uso regulado de una verdadera maravilla.
Hoy en día, el Tajo y el Tiétar serpentean por entre montes mediterráneos protegidos, donde hallan su refugio cigüeñas negras, buitres negros, águilas imperiales o águilas perdiceras. Y una espectacularmente bien conservada formación típicamente mesomediterránea. Villareal de San Carlos, una aldeílla perteneciente a Serradilla, es el único enclave poblado del parque y en estos momentos su población se reduce a casas rurales, centros de interpretación y lugares para comer. Cómo ha cambiado la historia. De hecho, se sigue cambiando: el acceso al parque desde Plasencia facilita un panorama de lo que pudo haber sido; laderas en las que se está aún hoy en día sustituyendo eucaliptos por especies autóctonas.
Los cadáveres de los antiguos eucaliptos sirven ahora de refugio a diversa microfauna mientras futuras encinas y alcornoques crecen a la sombra de elevados tubos que les sirven de protección de los voraces ciervos (pero que también les obligan a crecer a lo alto y con resistencia insuficiente a vientos potentes). Los suelos degradados por los eucaliptos destinados a pasta de papel se convierten en reservorios para el futuro de pleno bosque mediterráneo.
Los bosques de Monfragüe, fitosociológicamente ubicados en la serie mesomediterránea luso extremadurense de la encina (Pyro bougaeaneae-Querceto rotundifoliae) tienen características diferentes en función de las condiciones microclimáticas de las laderas donde se ubican. Monfragüe no es más que el recorrido de los ríos Tiétar y Tajo por entre un frondoso bosque de árboles mediterráneos (frondoso, ya lo denominaron los romanos Mons fragorum y los árabes Al-Monfrag). Y en cada una de las laderas de ese valle la vegetación es similar pero pelín diferente.
Sin embargo, es difícil encontrar algún ejemplar del Peral Silvestre (Pyrus bourgeana) que le da nombre a la serie de vegetación principal de la zona mientras que sí es más probable encontrar algunos ejemplares de las especies típicas de la segunda etapa de degradación de este encinar acidófilo: el aulagar-jaral de Cistus ladanifer y Genista hirsuta, que es un endemismo de la zona.
Las laderas de solana, como la que asciende hasta la Torre del homenaje árabe y los restos del castillo (dignas ruinas de la Edad Media) están representadas por un conjunto de encinas, alcornoques y acebuches. El castillo está situado en lo alto de la ladera, una situación estratégicamente ventajosa para la defensa por parte de los árabes para con la Corona de Castilla. Las laderas de acceso al castillo son un ejemplo claro de la sucesión de características microclimáticas que modifican la vegetación que las cubre.
Una densidad importante de encinas cubre los inicios de las laderas de solana. Retamas, genistas, jaras y cantuesos acompañan a las encinas en una hábil mezcla de etapas de regresión del encinar que no mostraba una imagen muy depauperada, sino vigorosa. Algún alcornoque acompaña a las encinas.
Multitud de Lavandula stoechas ssp luiseri en flor cubre mayoritariamente el sotobosque de esta parte del encinar silicícola. Algún torvisco (Daphne gnidium), algún majuelo (Crataegus monogyna). El estrato herbáceo, a rebosar. Gamones (Asphodelus albus) en flor, altos, enhiestos, preciosos. Multitud de florecillas de boragináceas, de Silenes, Anagallys o Antirrhinums. Y algunas especies ruderales también (pasa mucha gente por aquí).
Pero según vamos subiendo, la cosa cambia. Las encinas van desapareciendo. El calor aprieta, las horas de sol también. Aquí reina el Acebuche, el Olivo silvestre (Olea europaea var. sylvestris). El acebuche resiste muy bien estas condiciones microclimáticas, mejor que la encina y la supera claramente.
Y como no hay heladas, a las que es muy sensible, se hace con las alturas de la ladera imponiendo su verde brillante en contraposición de los verdes cenizas y apagados de encinas y alcornoques. Nos cuenta el guía cómo en la cercana Serradilla los acebuches eran propiedad de quien los encontrara, estuvieran en el terreno que estuvieran. Y en ellos se hacían injertos de olivo para aprovechar su vigor, independientemente de lo que opinara el propietario de la parcela. Tanto el estrato arbustivo como el herbáceo son sustancialmente menores. La densidad del estrato arbóreo es mucho mayor.
Y en lo alto del castillo, la Cornicabra (Pistacia terebinthus), un árbol muy resistente a las sequías, al calor y a las especiales condiciones de estas laderas de Monfragüe. Estas cornicabras marcan el paso de la ladera de solana a la de umbría, donde nos espera una comunidad sustancialmente diferente a ésta.
Aquí habita la comunidad del Phillyreo-Arboretum, cuyo protagonismo lo adquieren madroños (Arbutus unedo), Olivillas (Phillyrea angustifolia), Durillos (Viburnum tinus)… y algunos de ellos de portes sorprendentemente grandes, casi árboles. Y el estrato arbóreo propiamente dicho, quejigos (Quercus faginea ssp broteroi), arces de montpellier (Acer monspessulanum), algunos alcornoques y encinas y acebuches en un número irrisorio.
Y es que en las laderas de umbría se vive la lucha por la supervivencia. El aquí y el ahora de una encina luchando por hacerse con una pequeña parte de la luz que el dosel de los arces, mejores competidores, le quitan. La encina acabará pereciendo, este no es su nicho.
Los troncos de estos árboles son jóvenes, apenas de 30-40 años. Estas laderas han sido esquilmadas durante mucho tiempo, es ahora cuando recuperan su pasado. El bosque es cerrado, sombrío, húmedo. Se nota perfectamente la influencia de la orientación. El estrato arbustivo menor es reducido, hay alguna esparraguera silvestre (Asparagus acutifolius). El estrato lianoide está bien representado por Tamujos (Tammus communis, abajo) o Nuezas negras (Bryonia dioica).
Pero los reyes del mambo son los arbustos crecidos a la sombra de los demás, enmarañados, creciendo en pos del sol que no se deja ver. Brezos, madroños, olivillas, algún rusco. El guía aprovecha entonces un precioso alcornoque (Quercus suber) de gran porte para contarnos las dificultades que supone tener una explotación de corcho a partir de la corteza. Según nos cuenta Jesús Porras hasta que la corteza del alcornoque es totalmente viable pasan décadas. Me aprovecho de wikipedia:
“La extracción del corcho del alcornoque es lo que se denomina "saca del corcho". Esta saca se hace sobre todo durante el mes de julio, que es el mes en el que el corcho puede ser separado del árbol sin dañarlo. En esta época los denominados corcheros extraen la corteza del alcornoque cortando con un hacha las vetas verticales del corcho. Así se retiran lo que se denomina planchas de corcho. El corcho se puede extraer por primera vez cuando el árbol tiene aproximadamente 25 años, este primer corcho es el denominado Bornizo, corcho de muy baja calidad y sólo válido para la elaboración de conglomerados. Tras esta primera saca se puede sacar corcho cada 9 años.”
Los tradicionales tapones de corcho de la mejor calidad sólo se podrían obtener, según lo que nos comentó, más de 40 años después de la primera saca.
Nos dejamos llevar entonces fuera de las laderas naturales del parque y nos perdemos por entre las dehesas humanizadas (y en peligro de desaparecer) que rodean el Parque Nacional de Monfragüe. Allí no sólo nos esperan encinas y alcornoques. Nos esperan auténticas maravillas como este Majuelo en flor de porte arbóreo que se enseñorea de la dehesa:
Las dehesas marcan el final de nuestro recorrido por el mundo vegetal del Parque Nacional. Es un bosque mediterráneo tan espectacular, tan impresionante en primavera que las más comunes de nuestras especies se hacen con el protagonismo que suelen tener los endemismos.
Es el caso del Cambroño de la zona, el Adenocarpus hispanuicus subp. argyrophyllus que nos espera al pie del roquedo, el mismo que mira al Salto del Gitano, conocida formación donde disfrutamos de uno de los mayores espectáculos faunísticos que he visto en mucho tiempo. Nos esperaban buitres leonados y negros, alimoches, halcones peregrinos, cigüeñas negras y hasta una nutria¡ Queda tanto por contar…