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27 de noviembre de 2011

11 cosas que hacer en Nueva York (y IV-a): Downtown

1. Coger el ferry a Staten Island

P1280662Una de las atracciones más populares de Nueva York es tomar el transbordador hacia Staten Island. Y es de las más populares no sólo por las magníficas vistas a las que da lugar sino porque es gratuito. Las gentes se agolpan en la terminal, muchas de ellas de vuelta del trabajo (lo cogemos por la tarde). Otros somos turistas que tratamos de infiltrarnos entre la multitud. La terminal es moderna y confortable y hay algunas tiendas para comprar algo para comer.

P1280593Hemos llegado hasta aquí desde la estación de metro de WhiteHall St. South Ferry, que nos dirige fácilmente hacia los Ferries para Staten Island que no es sino otro barrio de Nueva York.

Y, como es gratuito, no hay ni asiento reservado ni cubierta a la que dirigirse de forma preferente. Desde la terminal de Manhattan hay ferries prácticamente cada media hora a lo largo del día (algunos menos los domingos). P1280599Así que cuando atraca el ferry que llega desde Staten y nos abren las puertas para acceder al barco, al Spirit of América, que se llama, la muchedumbre asciende hacia la enorme mole anaranjada que es nuestro transbordador.

Hay que buscar sitio rápidamente, sobre todo en las cubiertas exteriores. Y, además, es mejor no sentarse pues enseguida se van a poner otras personas delante, en las barreras, para poder disfrutar de las vistas y del viento durante todo el recorrido. P1280602En realidad no son más de 25 minutos lo que dura el trayecto entre ambas terminales, apenas 8 kilómetros de disfrute gratuito en una de las ciudades más caras del mundo.

El ferry funciona desde 1905 y a pesar de todos los intentos de alcaldes diferentes, sigue sin tener coste alguno. Más de 19 millones de viajeros anuales cruzan lo que en realidad es el río Hudson, de una anchura sorprendente, entre Manhattan y la terminal de St. George. Y el viaje merece la pena, por las vistas, la brisa, la gente, la rapidez y la gratuidad.

P1280615Lo mejor, por supuesto, son las vistas. La Estatua de la Libertad se yergue poderosa en mitad del camino, con la antorcha resplandeciente iluminando al mundo. Por delante de ella pasan numerosas embarcaciones, desde las de la policía hasta enormes barcos de carga; el estuario del Hudson y del East soporta un tráfico acuático de grandes proporciones. Y es te tráfico es otro de los puntos fuertes de la visita. Porque pájaros y aves marinas, la verdad es que se ven bien poquitas. Por supuesto, alguna gaviota y algún cormorán pero poco más. Quizá la vista se detenga más con las embarcaciones que se cruzan con el transbordador que con las aves.

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Y es que es un placer ver como cruza delante de ti otro ferry hacia o desde Staten Island. Los neoyorquinos los denominan commuter vehicles. A nosotros, y entiendo que al resto de visitantes, nos alucinan las enormes masas anaranjadas y sucias que recorren una y otra vez el camino. P1280628La llegada a Staten Island (como la posterior arribada a la terminal de Manhattan) también nos sorprende, con unos muelles demasiado llamativos como para no pasar desapercibidos. Unos cuantos commuter vehicles duermen a la espera de su nueva salida.

En la terminal de Staten Island nos espera un gran acuario… y poco más. La verdad es que la mayoría de las guías te proponen ver alguna cosa del barrio-isla, pero nos merece más la pena volver hacia Manhattan, sobre todo porque lo podemos hacer en el mismo transbordador en el que vinimos, apenas 15 minutos después de nuestra llegada y, claro, sigue siendo gratuito. Así que tomamos el ferry con mucho más conocimiento que la última vez y nos buscamos una posición de lujo: la proa del barco.  P1280627Y así, con un viento de cara potente, pero encantados con la experiencia, recorremos de nuevo los 8 Km con una nueva perspectiva. Leemos que esta línea de ferries la puso en marcha alguien que nació en la misma Staten Island: Ni más ni menos que Cornelius Vanderbilt, uno de esos archimultimillonarios que se hicieron a sí mismos y que aprovecharon aquell  Y atracamos en Manhattan con una visión extraordinaria del Downtown que pasamos ahora a recorrer. Wall Street con sus elevadísimos rascacielos nos espera, echando de menos las torres gemelas y fijándonos en algunos detalles interesantes. Así pues atracamos en la Terminal de Whitehall y caminamos hacia…   P1280657

 P12705672. Wall Street, buscando la Bolsa, los Cuatro Árboles y el Toro.

P1270578Dicen que es aquí donde comenzó la historia de Nueva York, aquí donde el holandés Peter Minuit compró en 1626 a los indios algonquines la isla de Man-a-hatt-ta por collares y abalorios baratos.

Wall Street, precisamente, viene del muro (wall) edificado para evitar que esos mismos indios volvieran a entrar en la isla.

Y precisamente es aquí donde se encuentran algunos de los hitos históricos más importantes de la ciudad, tanto de sus comienzos como del pasado cercano.

Y es aquí donde mejor se testa el futuro brillante que tiene Nueva York, en este entramado de rascacielos y edificios de alturas mareantes, tanto de principios de siglo XX como de primeros del XXI. Una evolución que se nota en los reflejos de los acristalados gigantes, que tienen el ladrillo rojo como vecino del más actual de los estilos arquitectónicos.

P1270557Pasear por Wall Street supone, casi todo el rato, ir mirando hacia arriba. Tal es el poderoso influjo de estos maravillosos edificios en los que trabajan aquellos de los que muchas veces, demasiadas veces, depende el futuro de nuestra sociedad. Las películas de Oliver Stone supongo que son mero reflejo de lo que encierran estas moles por las que pasear aturdido. De vez en cuando surge alguna cosa curiosa, de las que el barrio está lleno.

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Es el caso de dos de las iglesias más conocidas del Lower Manhattan. La primera de ellas, la pequeñita escondida en medio de la cascada de cristal de los rascacielos cercanos, es la Saint Elizabeth Ann Seton Shrine, construida sobre la casa donde vivió entre 1801 y 1803 la que se considera la primera santa de origen norteamericano y fundadora de la primera orden de religiosas americanas. Hay que agradecerle el albergue para mujeres irlandesas sin hogar que ayudó a construir en una época difícil.

En otro lado de Wall Street se sitúa la Trinity Church, una iglesia episcopaliana que ocupa el origen de la calle Wall Street y que es una de las más ricas del mundo, pues parte de los terrenos del Downtown son suyos. En su momento debía representar un edificio imponente, pues fue de los primeros en situarse en el futuro mar de rascacielos que es esta parte de la ciudad. Hasta 1860 fue el edificio más alto de la ciudad gracias a su aguja de 85 metros, perfecta para guía de navegantes y espléndido toque final del estilo neogótico con el que está realizada esta iglesia, la tercera construida en este mismo lugar.

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El caso es que Wall Street impone. El corazón de las grandes finanzas de Nueva York está aquí y por eso pasan atareados encorbatados por entre sus calles, que parecen desfiladeros por los que actualmente está a punto de estamparse el capitalismo del que hace gala la ciudad. Y entre tanto edificio gigantesco encontramos dos de los símbolos del barrio.

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En la plaza donde se ubica el Chase Manhattan Bank se ubica una famosa escultura de Jean Dubuffet denominada Four Trees que, a pesar de su gran tamaño, queda desdibujada bajo la sombra de los grandes rascacielos que la rodean.

Precisamente la construcción de un edificio cercano a éstos, el Equitable Building en 1915, quitó la luz a todos los edificios con los que compartía espacio. Por ello, a partir de aquel momento se aprobó una ley que obligó a retranquear cada rascacielos que se construyese en Nueva York.

P1270586El otro gran símbolo de la ciudad es el “Charging Bull”, una escultura que homenajea el empuje de la economía del barrio y que fue dejada una noche de diciembre de los años 80 en medio de Wall Street. El autor, Arturo di Modica, y unos amigos la dejaron allá sin permiso y obstruyendo el tráfico. Ahora está cómodamente asentada al norte de Bowling Green para uso y disfrute de los cientos de turistas que se hacen una foto con el toro que carga.

P1280671Como carga la Bolsa. Pero antes de llegara a ella, entre Wall Street, Broad Streeet y Nassau Street se alza el Federal Hall, construido como Casa de Aduanas en 1842 es un edificio de estilo clásico que alberga una exposición sobre la constitución estadounidense y que tiene al mismísimo George Washington en forma de escultura de bronce delante de sus escalinatas.

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Cuando éste juró su cargo como primer presidente de los USA en 1789, miles de neoyorquinos se juntaron aquí para dar vivas al nuevo héroe nacional. Héroe que suele observar la fachada también clásica de la Bolsa, del New York Stock Exchange, uno de los lugares más importantes del mundo, y no sólo por su aspecto de edificio con tradición. Por cierto, al lado se alza el nº 26 de Broadway, construido como sede de la Standard Oil Trust y coronado por una enorme lámpara de aceite.

P12704263. Tomar algo en la Fraunces Tavern

Y entre la multitud de edificios de altura se encuentra una pequeña manzana con edificios comerciales típicos del siglo XVIII de factura clásica y de portes moderados. Y entre ellos se encuentra la reproducción de un famoso edificio de la zona, la Fraunces Tavern, una réplica exacta del edifico construido en 1719 y en el que George Washington despidió con una cena de gala a sus oficiales en 1783, discurso incluido.

P1270429Fue el 4 de diciembre de 1783 y Washington se despedía de los oficiales de la Continental Army después de que los británicos renunciasen al control de la ciudad. “Con el corazón lleno de gratitud y amor me despido de Ustedes. Deseo ardientemente que sus días venideros sean tan prósperos y felices como gloriosos y honorables han sido los precedentes”. Los británicos se habían marchado.

El edificio sobrevivió a la Revolución y quedó deshabitado y ruinoso hasta que en 1904 la Sociedad Sons of the Revolution adquirió el inmueble y lo convirtió en lo que es hoy, una reconstrucción impresionante de la taberna original (se suele decir que fue el primer intento local en conservar parte de la historia de Estados Unidos).

P1270432El caso es que la Fraunces Tavern (http://www.frauncestavern.com/) sigue sirviendo como pub y te puedes tomar tranquilamente una cerveza mientras esperas a subir al piso de arriba donde se ubica el Fraunces Tavern Museum (www.frauncestavernmuseum.org) dedicado a la historia del país, con numerosos dibujos, pinturas y objetos originales.

Nos sorprendió gratamente la sala dedicada a la historia de la bandera americana. Pero también algunos documentos y piezas de la época. Por ejemplo, parte de la cola del caballo de bronce sobre el que montaba la estatua DSC01192del rey Jorge III que se alzaba en el cercano Bowling Green, el considerado primer parque de la ciudad, y que con la Independencia fue hecha pedazos y fundida para servir de munición. Bueno, al menos no toda ella.

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Pinturas, grabados y reproducciones de estancias de la época completan un pequeño museo un pelín caro de visitar pero que creo que merece la pena. Te puede acompañar un guía si fuera de tu interés, transmitiendo toda la viveza que esperas de alguien a quien le apasiona la historia de los Estados Unidos. Pero de recuerdos o guías del museo, ni está ni se les espera.   

4. Battery Park y Castle Clinton

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Y ya que hemos pasado al lado histórico del Downtown, ¿por qué no darnos un paseo por el Battery Park? Se trata de una antigua plaza de baterías de artillería del siglo XIX. Ahora es un parque precioso, con paseo marítimo desde el que otear vistas maravillosas de la Estatua de la Libertad y de Staten Island así como el inicio de un barrio moderno de 37 Ha y representativo del empuje que ha tenido esta zona en los últimos años.

P1270258Pero en su momento había una batería de cañones que protegía el puerto de Nueva York. Y el puesto defensivo de la artillería, circular, era el Castle Clinton, construido en 1807 (el nombre viene del alcalde DeWitt Clinton, de la época en la que se edificó). En aquel momento se encontraba a casi 100 metros de la costa pero sucesivos drenajes le han llevado a unirse a tierra firme y pasar por varias curiosas fases, siendo un teatro de moda, centro de inmigración previo a Ellis Island, sede del Aquarium de Nueva york (antes de marchar a Coney Island) y ahora, centro P1270257de reunión para todos aquellos interesados en visitar dos de los iconos de la ciudad, la Estatua de la Libertad y Ellis Island. Los billetes para el transbordador se compran aquí.

Por cierto, ninguno de los 28 cañones del fuerte se utilizaron nunca en combate.

5. Estatua de la Libertad y Ellis Island

DSC01184Poco que añadir a las entradas dedicadas a la Estatua de la Libertad (aquí) y a Ellis Island (aquí).

Nueva York representó desde sus inicios el puerto de entrada para un número ingente de inmigrantes europeos (sobre todo) que buscaban un futuro mejor en un país por hacer. Y como tales seles aplicaron diferentes filtros de acuerdo con la época de la que se trate. Al principio la entrada era libre. Al final, casi imposible.

A describir las historias personales y globales de aquella época se dedica uno de los mejores museos de la ciudad, el que está ubicado en Ellis island y al que dedicamos la entrada anterior (aquí).

Y por otro lado tenemos a Lady Liberty, aquella cuya luz de libertad ilumina al mundo y a los cientos de visitantes y turistas que nos acercamos maravillados a un monumento de excepcionales dimensiones y características. Y las expectativas se cumplen aunque parezca mentira (aquí).

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Quizá lo más divertido de esta visita es que el viaje se hace en barco, que las vistas de Manhattan son asombrosas, que el gentío lo cubre todo, pero que la diversión y el aprendizaje también. Ver bien ambos monumentos te lleva prácticamente toda una jornada pero merece totalmente la pena el precio a pagar pro ello.

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6. Tributo en la Zona Cero

P1270547P1270545El lugar donde se encontraban las Torres Gemelas se denomina Zona Cero y es cada vez más reducido pues los edificios dañados por el acto terrorista de 2001 se están volviendo a ocupar. Por las calles cercanas algunas personas te venden recuerdos de los atentados en forma de libros con fotos u objetos alusivos a las dos torres que no soportaron el impacto de los aviones.

En la actualidad es un área en plena reconstrucción. Un buen número de grúas ocupa parte del paisaje: se está construyendo la Freedom Tower o One Wolrd Trace Center, una gran Estación e Intercambiador de Transportes (diseñada por Santiago Calatrava, probablemente llena de pinchos blancos) y un Parque Memorial, recientemente inaugurado (http://www.911memorial.org) que provoca una enorme emoción. La próxima vez que vayamos por NYC ya estará también inaugurado el Museo y será un punto fuerte de la visita.P1270546

P1270540Por cierto, como testigo mudo de aquella hecatombe queda la Saint Paul’s Chapel. Washington, con quien no dejamos de encontrarnos, rezaba aquí.

P1270548Ahora sirve de recuerdo permanente al 11-S, pues sobrevivió milagrosamente a la caída de las torres, que estaban enfrente y sirvió como centro de apoyo para los voluntarios en aquellas aciagas fechas.

Continuará.

20 de noviembre de 2011

Ellis Island

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Si a nosotros nos emocionó la visita a la Isla de Ellis no quiero ni pensar qué puede representar para un descendiente de aquellos millones de inmigrantes que pasaron por las puertas de esta isla-institución, la que durante décadas ejerció la labor de filtro de entrada de europeos, africanos y asiáticos que buscaban en la pujante América un futuro que habían perdido en sus respectivos continentes.

Ruthenian_woman us_ellis_sherman_book Y para dejar la huella de su llegada nos encontramos con la figura de Augustus F. Sherman, a la sazón Jefe de Registro de la institución y fotógrafo aficionado. Sus retratos sobre las gentes que pasaron por Ellis Island entre 1890 y 1924 son asombrosos y sobrecogedores y nos aportan más información y sentido sobre la época que todas las obras de arte del momento.

Y una de las más conocidas es esta preciosa chica, procedente de la actual Ucrania e identificada como la Chica de Ruthenia (una región del este de Europa). Y como ella aparecen en las salas de Ellis Island fotos de italianos, de turcos, de griegos, de alemanes, de ingleses, de árabes, de húngaros, holandeses, checos, chinos, rusos, gitanos, yugoeslavos, hindúes, escoceses o daneses, pero también algún portugués y algún español. Todos ellos pasaron por una experiencia que se trata de representar en la exposición de la Isla de Ellis para que en esta época de crisis pero de bienestar seamos capaces de valorar el afán de lucha de estas personas, cuyas historias individuales y globales recorren como fantasmas las salas del museo.

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A la Isla de Ellis y al Museo de la Inmigración que alberga, se llega en barco, precisamente después de visitar al símbolo que daba la bienvenida a los inmigrantes a finales del XIX y principios del XX en Estados Unidos, la Estatua de la Libertad. Como comentaba en la entrada anterior, “antes de 1855 todo el que llegaba era libre de entrar en Estados Unidos.

 06 07     La gran avalancha de gente de todo el mundo que buscaba nuevas oportunidades obligó a realizar en Battery Park una oficina de inmigración que atendió a 8 millones de personas hasta la inauguración de Ellis Island en 1890. A partir de ahí, otros 12 millones de personas entre 1892 y 1954 pasaron por sus instalaciones siendo devueltos a sus países sólo el 2% de los que lo intentaron. Y todo ello, a la sombra de la magnífica estatua, que servía de único paisaje a los que esperaban su turno para entrar, aún embarcados, en el país.”

P1270341Pero mientras que nosotros llegamos cómodamente en un barco turístico, los inmigrantes de todo el mundo llegaban en muchas ocasiones en abarrotados barcos de pasaje, enormes trasatlánticos o barcos de vapor que durante semanas cruzaban los mares hasta llegar a la tierra (ésta sí) prometida. Las condiciones del viaje no eran precisamente las mejores y muchos de los viajeros llegaban debilitados y enfermos. Más aún: no eran atendidos de inmediato, tenían que esperar a que les llegase el turno para entrar a la isla. Y eso también llevaba su tiempo.

09Y una de las primeras cosas que tenían que revisar al desembarcar era su equipaje, pues tenía que ser inspeccionado. Y una muestra del mismo se presenta en la gran sala principal de Ellis Island una vez que tú, también, desembarcas y entras en las institución. Igual que los miles de inmigrantes que entraban en ella sólo que en vez de buscar a los responsables de la facturación del equipaje (una empresa privada bajo concesión del gobierno) buscas la tienda de recuerdos o el restaurante donde luego podrás tomarte algo.

El equipaje ocupa la mayor parte de la sala principal y nos recuerda que las cosas ahora son igual que entonces: había inmigrantes que preferían seguir a sus maletas antes que arriesgarse a que se las perdieran o robaran en la inspección. Y había empleados que cobraban el doble de la tasa permitida, aprovechándose de la situación desesperada de muchos de ellos. El equipaje, eso sí, P1270382podía enviarse cómodamente desde la isla al lugar donde el viajero indicara o dejarlo allí a la espera de la resolución de su caso, todo ello a un coste moderado.

El siguiente paso se dirige hacia la sala más emblemática de la institución, la Sala de Registro. Un día normal podían pasar por aquí más de 5.000 personas. El personal de la Oficina de Inmigración procedería al registro de los inmigrantes, concediéndoles el paso o denegándoselo en función de los resultados de ciertas inspecciones por las que habían de pasar. La sala está actualmente restaurada al modo en que se presentaba en los años 20.

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En esta sala tenía lugar una larga espera hasta ser atendido por el oficial que te correspondía, que llevaba a cabo un interrogatorio. ¿Cuanto dinero lleva? Era una pregunta de lo más habitual (y que te recuerdan a la entrada, dado que ésta es gratuita). Y es que los pobres no podían entrar al país, tenían que demostrar tener un billete para el transporte posterior a la isla y al menso 25 dólares para vivir.

Durante muchos años, las colas se formaban en una laberíntica estructura de metal a modo de corrales en los que la gente esperaba. Como fueron muy criticados, en los años 20 fueron sustituidos por filas de bancos de madera que mejoraron la estancia y espera de las personas que iban a ser interrogadas por los funcionarios de turno. Pero hasta llegar aquí, los inmigrantes ya habían pasado antes por varias pruebas, muchas de ellas de tipo médico.

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Entramos ahora por las salas y pasillos que presenciaron dichas inspecciones, las médicas y las legales. Por este ala de la institución, también restaurada como en los años 20, pasaban los inmigrantes procedentes de todo el mundo. En teoría, el proceso no duraba más de cuatro o cinco horas. Hay que pensar que todas las inspecciones eran breves y que era más el tiempo de espera que el del interrogatorio. No obstante había situaciones en las que la estancia en la isla se prolongaba, debido a razones de salud o legales.

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Y cuando se prolongaba, los inmigrantes tenían que dormir en estas salas dormitorio en las que podían ubicarse hasta 300 detenidos. Dormían en literas de 3 camas que podían levantarse, para que el dormitorio pudiera utilizarse durante el día como sala de espera. Por la noche, se les entregaban mantas y colchones de tela para que pudieran dormir adecuadamente.

Pero éstos casos no eran los más habituales. De todos los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos entre 1890 y 1924 apenas el 2% fueron devueltos a sus países (se trataba, sobre todo, de criminales, enfermos incurables, discapacitados y pobres de solemnidad). El proceso de inspección constaba de dos partes, la inspección médica y la legal.

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La primera inspección médica la realizaban cirujanos del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Estos cirujanos eran llamados los Hombres Ojo, the Eye Men, pues su misión era realizar un examen ocular en apenas 6 segundos.

Y lo hacían bien. Su objetivo era descartar a aquellas personas que tuvieran síntomas de Tracoma (la inflamación de la conjuntiva del ojo producida por la bacteria Chlamydia trachomatis) o de Conjuntivitis, ambos casos contagiosos y, sobre todo el primero, considerado muy peligroso. Aquellos a los que se les detectaban estas enfermedades eran marcados con una E o una Ct y apartados de los demás. Una vez revisados los ojos, se pasaba a un examen físico rutinario, también de pocos segundos.

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En este caso, los doctores también utilizaban letras para identificar a aquellas personas que tuvieran un problema de salud: H por Corazón, K para Hernia o X para la debilidad mental. En algunos casos se consideraba necesario hospitalizar a los pacientes y la Isla de Ellis tenía infraestructura para ello (así como para partos, por ejemplo).

Uno de los avances más llamativos es que desde 1914 el servicio contó con l ayuda de la primera doctora de Ellis Island, Rose Ann Bebb que pudo ayudar a las mujeres inmigrantes (las que, por cierto, no lo tenían nada fácil cuando llegaban sin un compañero masculino: una mujer soltera no podía dejar Ellis Island sin la compañía de un familiar o amigo cercano).

Arrival_M_2Las enfermedades mentales eran objeto de atención específica, pues no estaba permitido el paso de inmigrantes con alguna deficiencia. Por ello, se les realizaban pruebas sencillas de inteligencia sobre todo teniendo en cuenta la diversidad de orígenes, culturas y educación de todas las personas que llegaban a la isla. Por ejemplo, les solicitaban dibujar un diamante. Los resultados se pueden ver en la exposición.

P1270371Después del examen médico llegaba el momento de la inspección legal. Ésta podía tener lugar en la Hearing Room. Aquellos inmigrantes que daban lugar a dudas eran escuchados en esta sala por un cuerpo especial de inspectores que tenían la penúltima palabra, pues la última estaba basada en una apelación especial al Gerente de Ellis Island, quien se decantaba por la exclusión o la bienvenida.

P1270365Otra de las exigencias para asegurar la entrada en el país era el uso de Textos literales en el idioma de origen de aquel que quería entrar en el país. Hay unos cuantos ejemplos de estos textos, obligatorios desde 1917 y que los activistas anti-inmigración estuvieron promoviendo casi desde el principio. Los inmigrantes debían leerlos con normalidad para evidenciar su nivel.

P1270369Y como en muchos casos el tiempo se hacía eterno, en las instalaciones de la isla de Ellis es frecuente encontrar grafitis de aquellos aburridos por la espera para ser atendidos en las inspecciones (éste de aquí al lado, procedente de la sala de espera para la Hearing Room). Los inmigrantes tenían que pasar horas en la Isla de Ellis… o días y semanas en caso de hospitalización, duda legal o si eras una pobre mujer sin marido o compañero. Y por eso se pusieron en marcha negocios varios en la isla, como el de cambio de moneda (aquí abajo, P1270374algunos ejemplos de los billetes de la época; el negocio se anunciaba en inglés,italiano, polaco, sueco…), el de restauración (por un dólar te llevabas una caja grande con roast beef, P1270372jamón, sandwiches de queso, sardinas, pasteles, naranjas, manzanas…), el de búsqueda de transporte… La caja registradora del servicio de restauración se expone en una vitrina.

El futuro era, pues, de aquellos que habían pasado por todas las inspecciones y pruebas, habían sido ayudados médica y legalmente, habían sido escuchados gracias a intérpretes de los muchos con los que Ellis Island contaba. Y la vida se abría camino.

Y ahora se exponen en la Isla de Ellis muchos de los recuerdos que dejaron aquellas gentes, recuerdos donados o cedidos por sus familiares y que se exponen de una forma realmente emocionante en las salas del museo.

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Es como un museo antropológico centrado en las gentes de todo el mundo que a finales del XIX y principios del XX pasaron por Ellis Island, un homenaje a todos ellos, con vitrinas dedicadas a la vida religiosa, a la vida rural, a las historias particulares de familias enteras, de inmigrantes famosos, de gentes de hace un siglo que levantaron la América actual.

Ellis Island se convirtió en el papel muy rápido en el Museo de la Inmigración, pero la realidad se quedó en stand by más de treinta años, en los que los edificios de la isla estuvieron a punto de desaparecer. La antigua Isla de las Gaviotas de los indios nativos, más tarde Isla de Little Oyster cuando la compraron los holandeses y finalmente Isla de Ellis cuando en 1774 fue comprada por Samuel Ellis se venía abajo.

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Pero 1990 se limpió y restauró todo el complejo, el edificio neorrenacentista, los mosaicos, las cúpulas de cobre y se creó uno de los museos más fascinantes que hay en Nueva York, museográficamente espléndido, con voces y narraciones de los protagonistas, con acertadas reproducciones de los escenarios, con objetos de la época, todo ello realizado con cariño y orgullo para una población que en gran medida procede de aquellos que pasaron por estas instalaciones.