Hay que avisar antes que nada: no pudimos entrar. Recuerdo en este momento la cita de Woody Allen sobre la última vez que estuvo dentro de una mujer… y fue aquí, en uno de los más famosos iconos de la ciudad de Nueva York y de todo Estados Unidos. Y recuerdo, por supuesto, la estatua destrozada en la playa al final del Planeta de los Simios. Y a la impresionante Kate Winslet en Titanic llegando a Nueva York en 1912.Incluso la del mundo paralelo de Fringe. Por qué no decirlo, también la de la primera película de X-MEN de Bryan SInger.
No hay duda que es un símbolo y que te sorprende gratamente cuando la ves, situada en la Isla de la Libertad, poderosa imagen la de la Libertad guiando al mundo la que los franceses regalaron a los estadounidenses y la que miles de personas van a visitar todos los días. Y la verdad es que supera las expectativas puestas en ella (seguro si éstas son muy bajas).
Toda la información (sobre todo para poder visitar su interior, para lo que hay que reservar con mucho tiempo) están en //www.statueofliberty.org/ y en www.nps.gov/stli/index.htm. Todo comienza en South Ferry o en Whitehall St South Ferry, las estaciones de metro más cercanas a Battery Park. Hay un bonito parque en las cercanías y es en el medio del mismo, en el Castle Clinton donde puedes comprar los billetes para el ferry que te lleva a la Estatua de la Libertad.
Es un placer ver como se ha mantenido esta batería de artillería y el antiguo castillo en defensa de los ingleses al sur de Wall Street, allá donde el contraste de la altura de los rascacielos provoca un mayor vértigo si cabe y donde el paisaje se hace más asombroso. Las entradas se compran en el kiosko central de StatueCruises y de aquí hay que dirigirse al embarcadero, donde las colas pueden ser potentes.
A cambio, las vistas de la Bahía de Nueva York son de las mejores de la ciudad, sobre todo si la meteorología te lo facilita tanto como el día que hicimos la excursión. El billete, por cierto, es combinado con la vista a Ellis Island, una de esas instalaciones por las que tanto merece la pena visitar Nueva York.
La espera es larga, a lo que hay que añadir el paso por los arcos de seguridad antes de embarcar, lo que se hace un poco tedioso. Por lo menos tienes la seguridad de que los horarios son muy buenos, con numerosas frecuencias al día (en junio había prácticamente cada 20 minutos todo el día). Tomamos el barco: hay que recordar que lo que interesa es ponerse cerca de las barandillas en el piso superior si hace bueno (en las barandillas de estribor a la ida, claro).
Y es que en el barco hay muchísima gente, de todos los países y colores. Desde hindúes a hispanos, desde chavales pasados de rosca con sus coloridas camisetas identificando que Jesús les ama hasta chavales pasados de rosca sacados de cualquier película que transcurra en el Bronx de los años 80. El barco, construido en 1991, sirve perfectamente para el corto recorrido. Se llama Miss Ellis Island, recordando la otra parada fija del recorrido.
Los altos rascacielos de Manhattan nos dicen adiós lentamente. No hay demasiadas aves marinas en la bahía, por la que circula bastante tráfico marítimo (o fluvial??). Alguna gaviota despistada y poco más. El agua está en calma y el barco, con un lleno a rebosar, sale del puerto de Battery dirección a la Estatua. Se ven, a lo lejos, tanto Ellis Island, con su imponente edificio bermellón que daba la bienvenida a los inmigrantes que aquí llegaron durante décadas, como Staten Island y New Jersey, la vecina de Nueva York cruzando el río Hudson.
Poco a poco nos acercamos a Liberty Island. La isla ha cambiado de nombre varias veces a través de los siglos. La tribu india Canarsie la denominaba Minnissais o Lesser Island.
Los pobladores europeos la fueron cambiando el nombre con el tiempo, llamándose de forma progresiva: Love, Kennedy, Great Oyster, Corporation y Bedloe’s Island. Pero además, ha tenido muy diferentes usos, desde la prehistoria hasta ahora: granja, lugar de veraneo, lugar para realizar la cuarentena, hospital naval francés, vertedero, prisión militar o fortificación, como la que ocupaba Fort Wood todavía en 1924 cuando la Isla, Estatua de la Libertad incluida fue proclamada Parque Nacional.
El barco va rodeando a la inmensa estatua, mucho más grande de lo que esperábamos. El dorado de la antorcha se ve desde lejos, las dimensiones de la figura son enormes.
Por eso el proceso de traslado y construcción fue tan complejo. La estatua fue concebida por el escultor francés Frédéric-Auguste Bartholdi (sus modelos a escala previos están distribuidos por el mundo). Junto con el político francés Edouard René Lefebvre de Laboulaye, Bartholdi pensaba que Francia carecía de libertad y quería trasladar el republicanismo francés a Estados Unidos, creando algo monumental para conmemorar la amistad de ambos países (sobre todo en la guerra de la independencia americana). Para ello dedicó 21 años de su vida al proyecto. Viajó incluso en 1871 a Estados Unidos para convencer al presidente Ulysses S. Grant para que le dejasen llevar allí el monumento: su estatua.
La madre de Bartholdi sirvió de modelo para la cara de la figura. Gustave Eiffel trabajó en el armazón de hierro que pudiera sostener a tan gran figura (influenciada por el Coloso de Rodas) de los rigores del viento. Se creó un Comité estadounidense para la estatua que recaudó donativos. En 1883 la poetisa americana Emma Lazarus publicó un poema de apoyo titulado The New Colossus para recolectar financiación para el pedestal De este poema salieron muchos años después de la muerte de Lazarus los versos que se añadieron a la base de la estatua:
Not like the brazen giant of Greek fame,
With conquering limbs astride from land to land;
Here at our sea-washed, sunset gates shall stand
A mighty woman with a torch, whose flame
Is the imprisoned lightning, and her name
Mother of Exiles. From her beacon-hand
Glows world-wide welcome; her mild eyes command
The air-bridged harbor that twin cities frame.
"Keep, ancient lands, your storied pomp!" cries she
With silent lips. "Give me your tired, your poor,
Your huddled masses yearning to breathe free,
The wretched refuse of your teeming shore.
Send these, the homeless, tempest-tost to me,
I lift my lamp beside the golden door!"
Emma Lazarus, 1883
Son las palabras más conocidas las que dicen
“Dadme vuestros seres pobres y cansados. Dadme esas masas ansiosas de ser libres, los tristes desechos de vuestras pobladas orillas. Que vengan los desamparados, los sacudidos por las tempestades. Mi antorcha alumbra la puerta dorada.”
Y así se llevó a cabo el proyecto. Y así llegamos nosotros al atestado puerto de Liberty Island. Baja del barco una marea humana (suelen tener disponibilidad para 800 plazas) y nos adentramos todos en una isla pequeña y urbanizada de apenas 60.000 metros cuadrados.
Están abiertas tiendas y baños, pero el acceso al Museo (imposible a la corona) está limitado a aquellos que pudieron comprar la entrada a tiempo. Pasear por la isla es un gusto. El centro está arbolado, con una frondosidad envidiable. La bandera americana ondea sobre los turistas que visitan la isla (en todos lados se coincide que muy pocos neoyorquinos visitan la estatua, aunque la adoren).
Los árboles son los típicos de jardín: tilos, castaños, cerezos japoneses… pero el conjunto realza la presencia de Lady Liberty. Paseamos por el borde de la isla, aprovechando los numerosos miradores que se ofrecen a los turistas. En uno de ellos, la dolorosa realidad post 11-S se hace patente con el skyline actual de la ciudad comparado con el que incluía las torres gemelas.
Hay en este mirador un panel que compara el skyline actual con el pre 11-S, pero también con la Nueva York de 1908 y de 1934. Y la conclusión está clara: una ciudad que ha vivido un par de siglos de febril actividad, de multimillonarios que la engrandecieron y aprovecharon la oportunidad que miles de inmigrantes intentaban cada año conseguir.
Y esos inmigrantes pasaban por el centro de la Isla de Ellis que está al lado. Y veían a la Estatua de la Libertad como el símbolo del Dios americano, aquel que les podría proteger, ayudar o dejar caer definitivamente en la ruina, pero que les deba una nueva oportunidad. Los enormes rascacielos de Manhattan y los diferentes barrios étnicos de la ciudad dicen mucho del éxito de la mayor parte de ellos.
Antes de 1855 todo el que llegaba era libre de entrar en Estados Unidos. La gran avalancha de gente de todo el mundo que buscaba nuevas oportunidades obligó a realizar en Battery Park una oficina de inmigración que atendió a 8 millones de personas hasta la inauguración de Ellis Island en 1890. A partir de ahí, otros 12 millones de personas entre 1892 y 1954 pasaron por sus instalaciones siendo devueltos a sus países sólo el 2% de los que lo intentaron.
Y todo ello, a la sombra de la magnífica estatua, que servía de único paisaje a los que esperaban su turno para entrar, aún embarcados, en el país. Y debía parecerles imponente, con sus 93 metros desde el suelo hasta la antorcha (46 la propia Lady Liberty), con sus más de 300 láminas de cobre remachadas que recubren el armazón de hierro de Eiffel, sus 225 toneladas de peso, su enorme pedestal de hormigón armado, con la seria y contemplativa cara de la libertad, que les ayudaría a dejar atrás el hambre, la pobreza o la guerra.
Ese mensaje de libertad llega a través de diferentes símbolos que Bartholdi ideó al diseñar la estatua. A sus pies, cadenas rotas que simbolizan la libertad frente a los tiranos. Las tablas de la ley con la fecha de la Declaración de Independencia de Estados Unidos en números romanos (4 de julio de 1776) en su brazo izquierdo. Los siete rayos de su corona representan los siete mares y los siete continentes. Y, por supuesto, la antorcha y la llama, que dan nombre a la Libertad guiando al mundo: mediante la verdad y la justicia.
Y aunque no pudiéramos disfrutar del museo de la Estatua de la Libertad (para ver por ejemplo la antorcha original, la actual es una réplica bañada en oro e instalada en 1986, con el centenario), ni pasear por el pedestal ni subir a la corona, por lo menos visitamos la tienda, en la que se pueden conseguir muchas cosas y muy variadas, incluyendo estatuas de la libertad de gominola o unos marca páginas realmente bonitos.
El pasado 28 de octubre la Estatua de la Libertad cumplió 100 años. Y para celebrarlo, la van a cerrar. Bueno, la van a cerrar pero sin impedir el paso a los turistas. Le ha llegado a la buena señora el momento de ser restaurada de nuevo. Pensemos que las láminas de cobre que la cubren son de un espesor de apenas unos milímetros y que hay partes bastante deterioradas. Lástima para los que la visiten, pues es realmente impactante.
Y a nosotros también nos llegó la hora de marchar. Nosotros y otras cuantas miles de personas más, que hubimos de esperar a tomar otro transbordador hacia nuestro siguiente destino. De hecho tuvimos que dejar pasar un barco antes de poder montar en el siguiente, de las mismas características que el primero.
Nuestro destino: Ellis Island. Hay que tener en cuenta que los recorridos entre islas y entre Battery Park y éstas no suelen superar los 15 minutos, pero la visita de la Estatua de la Libertad y de la Isla de Ellis puede llevar fácilmente todo el día. Hay sitios para comer, sitios para comprar y lugares maravillosos y emocionantes que visitar. La Estatua de la Libertad es sólo el principio.