31 de enero de 2008

Un piquituerto camino del Alto del León

Aquí está, en la punta de un pino silvestre, en lo más alto del camino, el GR 10, que recorre la cumbre de la Sierra de Guadarrama. Es una hembra de piquituerto (Loxia curvirostra), el maho es más colorido,de color rojizo anaranjado.

La hembra es más parecida a los individuos juveniles (como suele pasar con numerosas aves y en particular en lo fringílidos), de color gris verdosa. Los jóvenes tienen el pecho listado también.

El caso es que nuestro piquituerto está posado en lo alto de un precioso pino silvestre (Pinus sylvestris) de pequeño tamaño como suele pasar en aquellos árboles que crecen a más altura. Aquí nos encontrábamos a 1656 metros. Y allí estaba el pajarillo, uno de los fringílidos más robustos y grandes. Y sobre todo, muy llamativo: tiene el pico cruzado de una forma muy característica. De esta forma, puede abrir con relativa facilidad las piñas para acceder a los piñones de los que se alimenta.

Es por ello que es un ave asociada a los bosques de coníferas, como es el caso. Dependiendo de la cantidad de piñas disponibles habrá más o menos piquituertos, que es un ave nidificante pero muy dependiente de la disponibilidad de comida. Como estamos a finales de enero, esta hembra de piquituerto que trina en lo alto del pino está a punto de entrar en época de cría, que suel darse de febrero a abril (aunque pueden críar a lo largo del año varias veces).

Los piquituertos son nidificantes, pero su número puede aumentar mucho con la llegada de ejemplares procedentes de Pirinéos y el norte de la Península.

En la sierra de Guadarrama está muy extendido, aunque no se tan fácil de observar como otros pajarillos que tuvimos la oportunidad de ver en nuestro recorrido, como carboneros comunes (Parus major) o Colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros).

Nuestro objetivo en esta ocasión es recorrer buena parte de la cadena superior de la sierra de Guadarrama hasta ascender a uno de sus pasos de montaña más característicos, el Alto del León (aunque durante mucho tiempo se le ha denominado Alto de los Leones).

Nuestro recorrido comienza a una altitud de unos 1000 metros. Nuestro ascenso comienza con urbanizaciones que ocupan la falda de la montaña, de "La Peñota", que así es como se llama la gran elevación que da cobijo a algunos pueblos de la sierra de Guadarrama.

Nada más comenzar el ascenso empiezan a aparecer aquí y allá numerosas matas de Cambroño (Adenocarpus hispanicus). Aunque seguramente volveré sobre él cualquier día de éstos, merece la pena detenerse un segundo en este arbusto tan característico de la zona.

Aunque ahora no esté cubierto por sus preciosas flores amarillas, el arbusto condiciona el paisaje, pues está presente desde una altura por debajo de los 1000 metros hasta llegar casi a los 1400. Es un arbusto siempreverde, una leguminosa cuya caracterísitica más renombrable es que es un endemismo de la Península ibérica.

Mientras subíamos pudimos observar otras especies vegetales de la zona. Como estamos en invierno, no es el momento ideal para hacerlo claro. Alguna Santolina rosmarinifolia, algún escaramujo (Rosa canina), en fin, no demasiados arbustos pero siendo la época en la que estamos, no era lo que estábamos buscando.

Desde luego, el árbol más presente en todo el recorrido es el Pino silvestre (Pinus sylvestris). Es un árbol espectacular. En nuestro recorrido encontramos las troncos reblanquecidos y abandonados de antiguos pinos muertos.

Otros, sin embargo, se encontraban en la plenitud, con alturas que alcanzaban los 20 metros. Su corteza, fragmentada y con un toque rosado que le hace único, contribuye a hacer más atractivo a uno de los pinos más bellos de la flora ibérica.

Algunos de los pinos del recorrido presentaban los habituales nidos de Procesionaria, una de las plagas más habituales de los pinares mediterráneos. Dentro de unas semanas, las orugas de Thaumetopoea pityocampa Schiff se moverán una procesión sin fin por los suelos del pinar hasta enterrarse en el suelo, convertirse en crisálidas y emerger de nuevo, ya como polillas, para volver a iniciar el ciclo.

Las orugas construyen los llamativos bolsones o nidos de Procesionaria para poder pasar mejor el invierno, donde quedan protegidas. Se trata de uno de los síntomas más evidentes de la presencia de la plaga.

La pérdida de acículas y el debilitamiento general del árbol son las consecuencias más habituales de la Procesionaria del Pino. Las orugas se alimentan en invierno de las acículas, provocando que éstas se sequen y caigan.

El daño más importante lo hacen desde el final del invierno hasta mitad de primavera, cuando las orugas son más grandes y voraces. La defoliación rara vez produce la muerte de los pinos pero los debilita en gran medida, facilitando el ataque posterior de otras plagas. De acuerdo con la documentación, se han dado casos en los pinos pequeños sí se se han llegado a secar.

Para luchar contra la procesionaria se utilizan insecticidas inhibidores del crecimiento, insecticidas químicos o una de las soluciones medioambeientalmente más adecuadas: el riego de las acículas con Bacillus thuringiensis, un bacilo que provoca la muerte por envenenamiento de las orugas. Otra herramienta muy utlizada es la trampa con feromonas, que atraen a los machos y evitan que éstos se apareen con las hembras.

Las aves insectivoras, como los numerosos carboneros comunes que tuvimos la oportunidad de ver, representan una defensa importante para los pinos. Además de pájaros, y sorprendentemente en mitad del invierno, también pudimos ver algunos reptiles e insectos. Alguna lagartija aprovechó el sol de la mañana para salir de su escondite de hibernación. Y alguna mariposa aprovechó las mismas condiciones para darse una vuelta.

Tal es el caso de esta Mariposa Olmera (Nymphalis polychloros L.), muy similar a la mariposa Ortiguera, que es más peueña pero de colores muy similares. De hecho, la familia Nymphalidae -a la que pertenece la mariposa olmera-, engloba algunas de las mariposas más llamativas de Europa (polycholoros en griego viene a significar "muchos colores").

Es común en todo el sur de Europa y Norte de Africa. Su oruga se alimenta principalmente de olmos (Ulmus minor) de donde recibe el nombre, aunque también pueden alimentarse de sauces (Salix sp.), que abundan mucho más en esta zona del Guadarrama que los pobre olmos supervivientes de a grafiosis.

Nuestro recorrido continúa hasta acceder al tramo situado en lo alto de la Sierra de Guadarrama. Allí, además del piquituerto, se encuentran pinos más pequeños y forzados en su crecimiento. Muchos presentan el característico "efecto bandera", esa inusual forma de crecer en contra del viento preponderante en ls zonas de montaña.

Además de los pinos, algunos enebros de porte rastrero crece en la altura, a más de 1600 metros. Se trata de Juniperus comunis ssp nana y hemisfaerica creciendo a lo ancho, que no a lo alto (el viento no les deja). También crecen enre pinos y enebros algunos piornos, posiblemente Cytissus purgans. Algunos escaramujos (e incluso algún Salix cerca de un curso de agua) también aparecen entre neveros y restos de la guerra civil, que marcan el paso por entre la sierra de Guadarrama.

De hecho, son numerosos los fortines de la guerra que se conservan en la Sierra. Sus pequeñas dimensiones te hacen plantear la dura vida que debieron llevar aquellos pobres soldados, buscando la muerte en un entorno tan difícil como el invierno de la sierra. En muchos de ellos aparecen huecos para las ametralladoras que amenzaban el movimiento de los contrarios.

Y paseando entre peñas (como la del Arcipreste de Hita), entre pinares de repoblación (muchos de los pinos recientemente -e indignantemente- plantados no han llegado ni a su segundo año) y entre torres de conducción eléctricas, llegamos al Puerto de Guadarrama, al Alto del León.

Se llama así por la estatua de un león que hay en lo alto de un promontorio erigido en honor a Fernando VI. El león sujeta los dos mundos, homenaje al rey Borbón que gobernaba las Españas cuando el camino por el Puerto de Guadarrama se construyó allá por el siglo XVIII.

23 de enero de 2008

Templos del Antiguo Egipto (y III): Luxor, Kom Ombo y Filae

El Templo de Luxor se encuentra en el centro de la ciudad, mirando al Nilo. Su visita sería cómoda si no fuera por los cientos de turistas que lo recorremos a la vez. Además, a nosotros nos tocó verlo de noche, iluminado, lo que resulta una idea excelente, pero que limita las posibilidades que concede el Templo de la antigua Tebas.

Sin lugar a dudas, aunque como suele ser habitual diferentes faraones intervinieron en la construcción del Templo, aquí el protagonista casi absoluto es Ramsés II, Ramsés el Grande, que dejaría huellas de su ego y de su genio por todas partes.

En Luxor se echa en falta algo inmediatamente. La entrada, espectacular, está coja. Al frente, un imponente obelisco cuyo gemelo está muy lejos hoy de aquí. Y no porque se lo llevara algún ladrón decimonónico, no. Desde 1836 está en la Plaza de la Concordia de París porque se lo regaló a los franceses Muhammad Alí, uno de los más emblemáticos gobernantes egipcios del siglo XIX.

Muhammad Alí decidió dar nuevos aires al país con motivo de su gobierno. Es cierto que introdujo técnica, industria e innovaciones varias, pero no cayó en la importancia de los restos arqueológicos de su país.

El obelisco de Luxor no fue el primero ni el último en ser regalado. Hay otros en Londres, Nueva York.... Los franceses regalaron al país un reloj supuestamente a la última.

Que se averiara a los pocos días tampoco les hizo cambiar de opinión. Actualmente se puede ver el reloj averiado (por cierto, horroroso y muy avejentado) en una torre de la gran mezquita de Muhammad Alí, en el Cairo. El obelisco, dedicado a Ramsés II, sigue en París.

El otro obelisco levanta sus 25 metros de altura sobre una basa en la que varios babuinos sagrados nos miran desde el año 1300 aC. El obelisco se levantó para conmemorar la batalla de Qadesh, al igual que su gemelo de París. De hecho, las inscripciones que aparecen en el primer pilono, por detrás de ellos, también hacen referencia a esta batalla clave de la historia del antiguo Egipto.

Al lado del obelisco huérfano se sitúan dos gigantescas efigies de Ramsés el Grande que dan la bienvenida al Templo.

En origen eran unas cuantas más. Además, están acompañadas por otras tantas figuras del faraón así como de un cabeza colosal del mismo que han situado al lado del Obelisco (la de la primera foto).
Son estatuas de granito gris con una altura de más de 15 metros. Originalmente existían 4 estatuas mas, realizadas en granito rosa de las que actualmente sólo queda una que representa a Meritamón, la hija de Ramsés II. Es ante el primer pilono, donde también se narra la victoria de Qadesh sobre los hititas en 1285 aC, donde se sitúan estas dos figuras sedentes que flanquean la entrada al Templo.

Dicha entrada dirige directamente a un gran patio peristilado y también dedicado a Ramsés II. Tiene 74 columnas con forma de papiro dispuestas en doble hilera alrededor del patio.

En los huecos de la primera fila de columnas se ubican otro buen número de colosos del faráon erguidos, salvo otros dos, sedentes, que dan paso a la siguiente parte del templo, la de Amenhotep III.

Estas figuras sedentes son casi más impresionantes que las del primer pilono. hay que pensar en el modo de construcción de los Templos de aquella época.

Se comenzaban desde el interior hacia el exterior y los faraones que sucedían a los anteriores ampliaban el Templo hacia fuera. Amenhotep III construyó una parte importante del Templo, coincidente con el santuario. Sería Ramsés II quien completaría el resto y quien aportaría, de acuerdo con el estilo que impuso en los dos reinos, la imagen más impresionante del Templo y de sí mismo como gobernante.

De ahí lo impresionantes que resultan sus estatuas, en particular el par de efigies sedentes que dan paso a la zona de Amenhotep III. No obstante, hay que decir que otros faraones también dejaron su huella en el Templo. Destacan , por ejemplo, algunos relieves de la zona del santuario de época del mismísimo Alejandro Magno o el faraón más conocido, Tuthankamon, cuya efigie (acompañado por su esposa) aparece justo detrás de las monumentales estatuas sedentes de Ramsés el Grande. Se menciona a Horemheb como otro de los faraones que intervino en la construcción o lucimiento del Templo de Luxor.

Las estatuas de Ramsés están decoradas con imágenes de prisioneros que representan los 9 pueblos conquistados por Egipto. La reina Nefertari aparece vestida como la diosa Hathor, en su pierna derecha.

Las estatuas están realizadas en granito negro y el zócalo está decorado con escenas de prisioneros que representan a los pueblos vencidos por el faraón.

La decoración de los muros es obra de Tutanjamón y Horemheb y sus relieves relatan la fiesta de Opet, mostrando la procesión de barcos desde Karnak y el viaje de regreso.

En las estatuas, las basas están decoradas con los pueblos dominados pero también con un espectacular relieve representando la unión de las dos tierras, el Alto Egipto (con el Loto como especie representativa) y el Bajo Egipto (el Papiro les representa a ellos). Ramsés II era gobernante de ambos reinos y quiso hacerlo patente ante cualquier visitante.

Visitante que a su vez quedaría anonadado ante la monumentalidad de las columnas que unen la parte de Ramsés II con la de Amenhotep III. A su vez, el patio de visitas de éste faraón, amplio y rodeado de coolumnas de capiteles en forma de papiro abierto.

De aquí se pasa a la zona del santuario, donde imágenes del dios Amón en su forma de Amón-Min marca la tendencia de la época. Hay que pensar que los dioses que caracterizaban a cada ciudad podían terminar siendo venerados por todo el país si las dinastías gobernantes terminaban obteniendo el poder.

Tal fue el caso del Dios Amón, cuya significación fue plena en todo Egipto, siendo originario de Tebas.

Tal y como ocurría con Déndera y Edfú, en el caso de Luxor había una relación de cercanía y complicidad con el cercano Templo de Karnak.

Luxor estuvo estrechamente vinculado al gran templo de Amón en Karnak, y una vez al año, durante los meses segundo y tercero del período de inundación, se celebraba en Luxor un largo festival religioso en el que la imagen de Amón de Karnak visitaba a su "Ipet-resyt" o "Ipet meridional”, como se llamaba el templo de Luxor.

Su significado, por cierto, es "La casa sur del Harén de Amón". Una última curiosidad: En el patio previo al pasillo columnado de Amenhotep III se ubica la mezquita de Abu Haggag.

Esta mezquita está en alto: se contruyó hace mil años por los árabes cuando el templo estaba prácticamente enterrado. Desde luego, sorprende hoy en día ver cómo el paso de la historia deja pistas tan interesantes como esta mezquiza (aún en uso) en lo alto de este precioso templo.

El Templo de Luxor es uno de los más antiguos y de los que mejor conservado está. Sobre todo, por que los más visitados y bien conservados suelen ser los Templos más recientes, los de los faraones griegos (los Ptolomeos). Tal era el caso de Edfú o Dendera y también lo es de los Templos de Kom Ombo y Filae con los que cierro este recorrido por los Templos del Antiguo Egipto.

Kom Ombo, al que también se llega por barco, es un templo precioso en el que se pueden ver cosas muy interesantes. Vislumbrarlo desde el barco en el Nilo es un espectáculo. Por supuesto, numerosos barcos atracan en el pequeño puerto, con lo que la masificación es evidente.

De hecho es habitual esperar colas para ver determinados relieves o instalaciones. Existe una capilla exterior al templo con unos cocodrilos momificados que no pudimos ver: había demasiada gente y no podíamos esperar. Es la forma más cómoda de visitar Egipto, pero tiene sus inconvenientes.

El caso es que multitud de turistas nos avalanzamos sobre Kom Ombo, el Templo dedicado a Sobek, el Dios Cocodrilo, la Casa de Sobek, que sería su traducción literal.

En eso uno cae nada más entrar. Columnas enormes con capiteles lotiformes abiertos preceden a la sala hipóstila. En esas columnas, las figuras aún guardan algo de policromía, lo que emociona a cualquier visitante. En algunas de ellas comienza a aparecer un Dios que no hemos tenido la oportunidad de ver a menudo en otros templos. Es Sobek, el Dios Cocodrilo.

Para ser sinceros, hay que admitir que Kom Ombo en realidad son dos templos en uno: "Es un edificio inusual, completamente simétrico, con dos entradas, dos salas hipóstilas y dos santuarios. Esto se debe a que está dedicado a dos dioses: el lado izquierdo al dios halcón Haroeris (Horus el viejo o el grande) y el derecho a Sobek, divinidad local con cabeza de cocodrilo."

Los cocodrilos debían abundar en esta zona del Nilo, por lo que los antiguos egipcios debieron divinizarlos. Ello se hace patente en una buena parte de las paredes del Templo.

No he podido resisitirme a trancribir la historia del Dios Sobek y la razón de compartir el Templo con Horus:

"Con el paso de los años, a la gente del pueblo no les gustaba tanto ser asociados a un dios que representa el mal, por eso, le agregaron otro dios, Horus, como hermano suyo y socio en el culto del templo.

El estado de destrucción actual en el que se encuentra el templo, está contemplado en el propio mito de este templo, pues cuenta la leyenda que Sobek, el hermano malvado con forma de cocodrilo, maquinaba contra su hermano, Horus, con forma de Halcón hasta echarle del pueblo. La población, al ver su dios amado abandonar el pueblo, también partió hasta dejar el pueblo completamente desierto. Sobek al querer reanudar la vida en el poblado, resucitó a los muertos quienes en lugar de construir destruyeron y en lugar de sembrar trigo, sembraban arena."

Desde luego es una historia impactante. Éste templo cuenta con salas hipóstilas relativamente bien conservadas y en sus muros aparece la firma (en forma de cartucho) de numerosos emperadores (desde Tiberio o Domiciano a Nerón, Vespasiano o Caracalla) y faraones griegos (un buen número de Ptolomeos y Cleopatras).

Pero hay tres cosas que llaman bastante la atención al público visitante. En primer lugar, un espectacular Nilómetro. Ésta infraestructura se utilizaba para medir el caudal anual que tenía el río Nilo, de forma que se tomaba como referencia de la situación económica y para establecer los impuestos.

En el caso de Kom Ombo es un espectacular pozo de gran profundidad (el diseño del nilómetro variaba bastante de Templo a templo, en algunos casos podía ser escalonado; en otros una simple entrada a una cueva; en este caso un gran pozo).

Pero la gente hacía cola sobre todo para ver dos curiosos relieves. uno es muy pequeño y ya lo habíamos visto en Edfú: se trata de una mujer pariendo, como parte de un texto escrito en antiguo egipcio.

Pero quizá el más espectacular de todos ellos es uno de época romana que reúne todo el instrumental quirúrgico del que hacía gala un médico de la época. Se encuentra en la parte trasera del templo y para verlo hace falta esperar una cola bastante larga.

En lo que coinciden todos los guías es en la comparativa del instrumental actual con el utilizado entonces. Ciertamente similar. Se supone que estaba dedicado a Imhotep divinizado (a este hombre, desde el diseño de la pirámide de Saqqara se le concedieron prerrogativas divinizadoras de amplio espectro).

Otro de los templos más impresionantes del recorrido por el Nilo es el Templo de Filae, también construido por los faraones griegos.

Este templo destaca por dos cosas, además de su belleza. En primer lugar fue uno de los templos salvados de la inundación ante la construcción de la presa de Assuán.

Se trasladó piedra a piedra desde una isla que quedó bajo el nivel del agua hasta su localización actual, en otra isla (a la que se accede en barca).

Por otro lado, éste templo está dedicado a la Diosa Isis y cuenta con una casa del nacimiento, un mammisi construido en época romana.

Es uno de los templos más bellos del antiguo Egipto y en él pudimos disfrutar del espectáculo de luz y sonido tan caracterítico de los viajes turísticos a Egipto.

Sobre su contenido, prefiero no comentar demasiado. Si acaso, que me pareció demasiado enfático en las bondades de la parte de la historia musulmana y demasiado hagiográfico en lo que a la gestión actual del país. Pero por lo demás, fue el complemento perfecto a la visita a este templo. Breve, en cualquier caso.

19 de enero de 2008

Templos del Antiguo Egipto (II): Dendera y Edfú

Éstas son las enormes columnas con capiteles hathóricos del Templo de Dendera, cerca de Qena, en Egipto. Este templo estaba dedicado a la Diosa Hathor, que representaba el amor y la fecundidad. Hathor solía representarse con un gran par de cuernos (con el disco solar en medio) o directamente con la forma de una vaca, lo que representaba para los antiguos egipcios la idea de fecundidad.

Visitamos el Templo de Dendera prácticamente solos. Que no haya casi turistas en algún lugar de Egipto es extraño, por lo que pudimos disfrutar muchísimo en este Templo y lo visitamos a conciencia.

Desde luego son las columnas hathóricas de la sala hipóstila las que nos dejaron asombrados. Su altura llega a los 15 metros, lo que nos dejaba a nosotros (veáse a Laura en la foto) empequeñecidos ante tal maravilla. Las columnas tienen capiteles con forma de la Diosa, o más correctamente con forma de un instrumento musical, el sistro, dedicado a la Diosa.

Para llegar al Templo de Dendera hubimos de recorrer canales paralelos al Nilo que nos descubrieron paisajes llenos de color: casas de adobe a medio hacer, numerosos egipcios en burro o correteando por las orillas, minaretes desde los que se llamaba a la oración, barcas minúsculas desde las que pescadores echaban la red al río, un inusitado número de calabazas al sol... pero sobre todo coches, motos, camiones parados ante el paso del convoy de seguridad en el que marchaba nuestro minibús.

Personal de seguridad con armas parando las comunicaciones... pero gente sonriente en cada coche, en cada esquina, en cada parada.

En el acceso hay (se supone) un pequeño centro de interpretación que, como es habitual, no pudimos ver por ir con guía (que, dicho sea de paso, tiene otras ventajas). Con guía también iban los viajeros del XIX que redescubrieron Egipto.

David Roberts, pintor excepcional, dejó algunas de las litografías más bellas de Dendera. En algunas de ellas, los capiteles muestran claramente restos de policromía que en la actualidad quedan casi relegados al techo de la primera sala.

En cualquier caso, en Dendera te recibe un pórtico de gran tamaño de época romana, de Domiciano o de Trajano. Este pórtico formaba parte de una gran muralla que recorría el Templo. No hay que olvidar que estamos ante un templo muy reciente. Muy reciente para lo que es Egipto, claro. Se le ubica en época ptolemáica, habiendose construido (como todos los templos) por diferentes faraones, pero casi todos de la dinastía de los Ptolomeos (o Potolomeos,en palabras de los guías).

Ptolomeo XII Auletes o Nectanebo I aparecen frecuentemente en los cartuchos del templo (curiosamente, en alguna zona menos visitable hay cartuchos vacios, forma de protesta de los sacerdotes, infieles a la dinastía grecorromana de los Ptolomeos). Su reciente construcción (aunque hay algún resto de la época de Thutmosis III e incluso de Pepi II) ha permitido que su conservación sea bastante buena y permita reconocer algunas estructuras de los templos que en otras ocasiones están destruidas.
Es el caso del Mammisi que hay a la derecha, nada más entrar. Es de época romana (existen ruinas de otro previo, de Nectanebo I) y da idea de su función y características.

Los Mammisi son las llamadas "Casas de Nacimiento" en las que se consideraba se encontraban los dioses y en las que nacía su descendencia. En esta casa de nacimiento divino tenía lugar el encuentro de la Diosa Hathor a la que se dedicaba el Templo con el Dios Horus (hijo a su vez de Isis y Osiris).

Por esta razón, Horus aparece frecuentemente en muchas de las inscripciones de Dendera. Y siempre aparece por detrás de la Diosa. En el templo hermano de Edfú, dedicado a Horus, el orden varía. La casa del nacimiento disponía de varias salas que estaban consagradas a las distintas etapas del nacimiento divino.

Se encontraban, en general, representaciones de las diosas destinadas a acompañar el parto celestial, o también, como garantes de la fertilidad:

- Tueris (diosa con cabeza de hipopótamo -protectora de las embarzadas-),

- Rattauy -Sol femenino de las Dos Tierras-

- y Hathor,

que presidían el nacimiento y eran especialmente venerados; también se encontraban

- Bes (curioso genio protector del matrimonio -en la foto-)

- Jnum (el Dios carnero),

- y Osiris,

dioses de fertilidad y prosperidad.

Muchos de los relieves que aparecen en la Casa del Nacimiento y en el propio templo están desgastados y piqueteados aposta. Los primeros cristianos coptos se refugiaron en los antiguos templos y allí, además de vivir y poner hogueras para protegerse del frío que ennegrecieron los techos, esos primeros cristianos se sintieron ofuscados por los relieves (que en época ptolemáica eran especialmente sensuales) y trataron de acabar con ellos, en particular con las figuras humanas y las caras.

Por eso el espectáculo es un poco deprimente al ver cómo las huellas del pasado ofrecen una cara poco amiga, de poco respeto pero de gran significado.

La decoración interior está degradada pero los relieves exteriores no lo están. La decoración incluye el alumbramiento de Hathor y la presentación y amamantamiento de Amón por las vacas divinas.

Siendo el Mammisi más reciente de cuantos se conservan de este tipo, en él se representaba el rito por el que Hathor había dado a luz al joven Ihy, que surge como símbolo de la fase juvenil de los dioses creadores en general.

En el exterior, la mayor parte de bajorrelieves se refieren a las ofrendas que el faraón (en este caso Nectanebo I) donaba a los dioses. Hathor y Horus aparecen como los dioses principales (junto con su hijo Ihy). En los relieves, Nectanebo hace entrega a los dioses de barcas solares, fuentes de vida, collares e incluso el propio sol. En algunos de ellos, Hathor amamanta a su hijo Ihy frente al faraón.

Así mismo, es frecuente la aparición del faraón haciendo entrega a la Diosa de uno de sus utensilios de culto más importantes (junto con el sistro). Se trata del collar Menat.

El collar Menat está formado por un buen número de perlas de piedra que, al ser agitado, emitía un curioso sonido evocador del producido por las corolas de papiros al ser mecidas por la brisa del Nilo.

Las columnas exteriores que decoran el mammisi siguen los arquetipos antiguos: capiteles en forma de loto o de papiro florecientes.

En algunos casos aparecen otros dioses como el mismísimo Amón o el propio Osiris. No hay que olvidar que Dendera es una de las ubicaciones donde Seth, cuñado de Osiris y tío de Horus, enterró una de las siete partes en las que dividió el cuerpo muerto de Osiris que Isis había traído del Mediterráneo tras intentar Seth hacerle desaparecer dentro de un sarcófago hecho a su medida.

En el Templo de Dendera hay alguna capilla dedicada a Osiris. Pero es Hathor la protagonista de este templo. En su interior, la Diosa hace numerosas apariciones, siendo significativo el protagonismo que asume.

No es habitual encontrar en Egipto templos dedicados expresamente a Diosas. Filae está dedicado a Isis, sí. Pero en ambos casos se trata de adoraciones tardías por parte de egipcios que iban cambiando sus formas de religión (si bien manteniendo el espíritu fundamental). Al fin y al cabo, tanto Dendera como Edfú, Filae o Kom Ombo son templos griegos en Egipto, encargados por faraones griegos y erigidos (o restaurados) por arquitectos griegos o romanos.

Muchos de ellos tendrían otra forma de pensar y de proceder, mucho más apegada a la razón que a la confianza en un panteón de dioses tan amplio. En Dendera, de ese panteón, destacan Hathor, Horus y su hijo.
A Hathor se la identifica con el amor, la alegría, la belleza juvenil, la danza y las artes musicales... diosa nutricia y patrona de los ebrios también se relaciona con el erotismo y la maternidad. Los griegos que construyeron este templo se sintieron influenciados por sus propios gustos y fomentaron la sensualidad de la Diosa, haciendo aparecer sus pechos por encima de su prenda superior.

Aunque hubo otros, el Templo egipcio de Dendera era el dedicado especialmente a la Diosa. Sus sacerdotes contaban con una buena parte de las insfraestructuras características de los templos de mayor nivel. Ya he comentado lo del Mammisi.

También contraban con un Lago Sagrado, un gran estanque profundo que se rellenaba con agua del Nilo en épocas de sequía. Sus escaleras descienden ahora hacia un pequeño conjunto de palmeras que crecen en su suelo.

Estos lagos representaban las aguas primigenias de las que había surgido el Mundo. Era el lugar en el que se efectuaban los rituales ligados a la resurrección de Osiris (Dendera, como ya se ha dico, era uno de los lugares indicados para ello).

Hathor está muy bien representada en el templo, sobre todo en el pronaos, en la primera sala hipóstila, la de las altísimas columnas. El Templo de Dendera es excepcional porque mantiene los techos de esta Sala, fomentando ese ambiente sobrecogedor que debían tener los templos del antiguo Egipto.

Por encima de las colosales colmunas hathóricas, a 15 metros de altura, se sitúa un techo iluminado, con escenas celestes, en el que aparece la Diosa Nut trayendo el Sol al mundo. Después se sitúa la segunda sala hipóstila, donde se hacen más evidentes los estragos de las hogueras de los primeros cristianos, permaneciendo el techo ennegrecido por el efecto de las mismas.

A partir de aquí, el templo se divide en varias cámaras de almacenaje y en el Santuario, al fondo del todo. Ahí es donde se guardaba la imagen de la Diosa y la barca sagrada. Estas salas están deliciosamente decoradas con numerosos bajorrelieves.

Pero en el Templo de Dendera hay mucho más por ver, tanto por arriba como por abajo. En el subsuelo hay excavadas un buen número de criptas de complicado acceso. De hecho, una trampilla medio escondida entre las losas del pavimento (en una de las salas de almacén) permite bajar, no sin incomodidades, a un pequeño laberinto de corredores (antiguos almacenes de aparamentos del templo) con algunas pinturas y relieves asombrosos.

Recuerdo varios: un halcón espectacular, escenas de animales, una escena del paso del alma al cielo en forma de pájaro coincidente con el momento de la momificación.... merece la pena bajar a echar una ojeada.

Ascendiendo en el Templo se localizan tres ubicaciones muy interesantes. En primer lugar estan las capillas de adoración a Osiris. En sus paredes se pueden leer la pasión, muerte y renacimiento de este Dios, así como su historia de amor con Isis, de la que nacería Horus.

En el techo de una de estas capillas se localizaba el famoso zodiaco de Dendera que ahora se expone en el Louvre. Se trata de la más completa representación astronómica hallada en Egipto. En Dendera queda una maltrecha copia en negro que contrasta demasiado con la policromía de los techos que mantienen la asombrosa figura de la Diosa Nut (o Mut, depende de donde aparezca escrito) controlando el inicio y el fin de las horas nocturnas.

En el interior también se ubica un pequeño habitáculo musical, con un par de columnas hathóricas, zona de acceso muy reservado en la que los cartuchos faraónicos aparecen explícitamente vacios.

Y en la zona superior del Templo, se encuentra un quiosco de nueve columnas hathóricas en el que se celebraba anualmente la fiesta de Año Nuevo (al alba del día 26 del cuarto mes de la inundación).

En ella se realizaba una procesión desde la escalera sur que llegaba hasta la terraza. En el tejado se realizaba la ceremonia de Unión al Disco, en la que la diosa era ofrecida a los rayos del Sol, ubicada sobre una naos portátil.

Pero la fiesta más importante en la que estaba involucrada la Diosa Hathor y todo el elenco sacerdotal del Templo de Dendera erala Fiesta del Bello Encuentro, en la que se iniciaba un cortejo festivo que llevaba la Diosa de Dendera hasta el Templo de Edfú, muchos kilómetros al Sur, dedicado al Dios Horus.

De hecho, una gran figura de Horus con la corona del Alto Egipto preside el patio principal del Templo de Edfú, justo antes de entrar a la Sala Hipóstila.

Los grandes templos ptolemáicos eran bastante cerrados y de acceso muy restringido e independiente.

La fiesta del Bello Encuentro representaba una disgresión festiva, una celebración que les hacía diferentes. Hathor de Dendera era la pareja divina de Horus de Edfú.

Durante 14 días seguidos, una vez al año, Horus acogía en Edfú a su divina esposa Hathor. Ésta desembarcaba cerca del Templo, donde la esperaba su "esposo" encabezando juntos una musical procesión acompañada de sistros.

Curiosamente, mientras que en Dendera en todos los relieves aparece Hathor por delante de Horus, en Edfú pasa exactamene lo contrario. El Dios Halcón siempre prevalece por delante de la Diosa Vaca.

Para llegar a Edfú hay que hacerlo en barco. Como numerosos cruceros aprovechan el pequeño puerto de la ciudad para atracar y bajar a los turistas, éste es uno de los templos (junto con Kom Ombo) en los que la masificación de turistas concentrados llega a unos niveles preocupantes.

La foto precedente del Horus solitario hay que sacarla con infinita suerte, pues siempre hay alguien apoyado en la misma haciendose una foto. Y sin embargo, el templo de Edfú, también ptolemaico, es el mejor conservado del mundo. Por ello tanta gente se dirige a verlo en masa.

Desde el puerto hay que acceder al Templo... en calesa. Sí, así de absurdo. Mucha gente en Edfú debe ganarse el pan llevando y trayendo turistas en carro. Algunos caballos presentan un estado muy preocupante de desnutrición.

El caso es que gracias a este paseo tenemos una oportunidad de observar las calles de Edfú, el mercadillo, las tiendas, las gentes.
Sólo por eso ya merece la pena la "turistada". Se nos prohibe dar propina al que lleva el carro: es la primera vez. Muchos niños nos ofrecen baratijas varias por precios cada vez más irrisorios. Los turistas somos como monederos andantes.
Llegamos al Templo. El gran pilono de la entrada se puede ver desde lejos. Hay un Mammisi antes de entrar (en el que buscamos un curioso relieve, parte de un jeroglífico, que representaba una mujer pariendo: en Kom Ombo lo veríamos mejor), antedediendo a un patio en el que se concentran los guías y cuentan cosas sobre el Templo dedicado al Dios Horus en Edfú.

Nos cuenta que éste es el lugar donde la tradición sitúa la batalla entre los dioses Horus y Seth, su tío y último responsable de la muerte de Osiris (su padre).
De nuevo, el templo es ptolemaico. En época griega, Edfú se conocía como Apolinópolis Magna, pues Horus era identificado como Apolo.
De acuerdo con la documentación, "El templo de Edfú, dedicado al dios halcón Horus, fue comenzado el año 237 a. C. por Ptolomeo III Evérgetes I. En el año 212 a.C. se habían concluido las obras de la parte interior por Ptolomeo IV Filopátor, y se decoró en el 142 a.C. por Ptolomeo VIII Evérgetes II quien también terminó la primera sala hipóstila. Las obras en su totalidad no concluyeron hasta el 57 a.C con la colocación de las puertas. ".
Nada más pasar los primeros pilonos se accede a un gran patio interior cuyas columnas son simétricas en un lado y en otro. Por supuesto, los capiteles representan flores de loto y papiros en el proceso de apertura. No son tan bonitos o espectaculares como los de Karnak, por ejemplo, pero dan una sensación indudable de grandeza. Lo mismo que las columnas de la primera sala hipóstila.
La sala hipóstila es la parte más antigua del templo. Compuesta de 12 grandes columnas decoradas con formas vegetales, incluye algunas estructuras curiosas: cuatro pequeñas salas destinadas a las ofrendas secas, las ofrendas líquidas, y al laboratorio, por ejemplo. Esta última contiene escenas sobre la preparación de productos a emplear en las ceremonias.
Pero también aparecen dos bibliotecas, a cada lado de la entrada, no exactamente como las imaginaríamos ahora, desde luego.
Recorrer las capillas posteriores a la sala hipóstila se convierte en un placer inesperado. Nos encontramos incluso una pareja haciendo meditación en medio del jaleo de los turistas... pero es que el templo merece la pena.
Hay varias capillas, totalmente cubiertas de relieves. están dedicadas a dioses diferentes: Amón, Amón Min, Isis, Horus, Jonsu, Ra, etc. Nos encontramos tantos relieves de personajes y de actos (ofrendas, instrumentos musicales, etc) que perdemos mucho tiempo tratando de idenntificarlos a todos ellos.

La parte más sagrada era el altar con una estatua de Horus; el santuario estaba rodeado de setenta habitaciones y almacenes, una sala con ocho pilares, dos pequeñas salas y dos escaleras. La capilla albergaba la barca sagrada.
De hecho, hoy en día también hay una barca pero no es la original (esa se la llevaron los ingleses hace bastantes décadas).
En definitiva, visitar Edfú te permite hacerte una idea muy real de la estructura y dimensiones de un templo egipcio antiguo (aunque sea grecorromano, de los más "recientes"). La enormidad de sus pilonos y salas hipóstilas contrasta con las reducidas dimensiones del santuario donde se guarda la barca sagrada.
Los corredores interiores, las capillas y las salas hipóstilas ayudan a recrear un mundo que emociona a poco que tengas un mínimo interés.
En el exterior hay un nilómetro (mejor el de Kom Ombo) y espectaculares bajorrelieves en las paredes exteriores. Figuras de gran tamaño de los faraones griegos y de los dioses en los que posiblemente no creían pero a los que dedicaron estas obras únicas que ahora podemos disfrutar nosotros.
Bueno, y también de las calesas

8 de enero de 2008

Templos del Antiguo Egipto (I): Abu Simbel, Amenhotep III y Karnak

El gran templo de Abu Simbel, en la parte más meridional de Egipto, daba la bienvenida a cualquier embajador o visitante nubio al país de la Tierra Negra. Esa, posiblemente, fue una de las razones por las que el todopoderoso faraón Ramsés II contruyó este inmenso templo a mayor gloria de su persona en las orillas del Nilo.


Un templo hermosísimo, impresionante, al verlo en directo confirma las expectativas creadas al documentarte sobre él.

Por supuesto también asombra la faraónica obra que lo trasladó de lugar (junto al de su esposa Nefertari, que está a un paso) por la construcción de la presa de Assuán. Es incontestable la labor de los ingenieros que lograron movilizar tantas toneladas de belleza y dignidad a esta montaña artificial que da al Lago Nasser.

Supongo que sería repetitivo comentar lo colosal del conjunto y la altura y enormidad de las efigies de Ramsés y del Templo en general. La llave con forma de ank abre sus puertas y deja entrever otra sala con un conjunto de 8 grandes figuras de Ramsés osirizado dejando una pequeña sala al final con las esculturas de 4 dioses: el mismo Ramsés, Ra-Horatji, Amón y Ptah, que es el único que permanece a la sombra (como Dios de las profundidades que es) cuando los rayos del sol de dos días al año iluminan los demás.

Abú Simbel es el Templo más famoso de Egipto y uno de los de más difícil acceso. Ello no significa que miles de turistas (entre los que nos encontramos nosotros, claro) se acerquen a verlo, en bus o en avión. El traslado en autobús es largo y se hace tedioso, pero yo lo prefiero: el avión a veces te deja tirado cuando menos lo esperas.

En cualquier caso, la visita es breve. Como me decía mi amiga Paloma, algo así como "por mí y por todos mis compañeros".Vale, quizá exagere. Al menos contamos con hora y media de visita, pero hay tanto que ver, tanta gente... que todo se hace inabarcable.

El caso es que los Templos son espectaculares. Los grandes colosos de Ramsés II miran al horizonte. Todos no, uno de ellos se desmoronó tras un terremoto en la edad antigua, aguardando aparentemente a que alguien reubique la cabeza caída. La altura de las efigies, de unos veinte metros de altura, contrasta con las de las figuras reales que las acompañan.

Muy cerca se sitúa el templo de la esposa favorita de Ramsés II, Nefertari. Dos efigies de la reina y cuatro del faraón, todas del mismo tamaño, lo que sorprende. Como el Templo está dedicado a la Diosa Hathor, el interior cuenta con columnas de capiteles hathoricos y algunas representaciones de la propia diosa del amor.

Enfrente, el inmenso Lago Nasser. Abu Simbel es un templo emblemático, sin duda, aunque debió ser grande la decepción de Giovanni Belzoni, arqueólogo y ladrón decimonónico, cuando logró entrar por vez primera en siglos al monumento y encontrarlo prácticamente vacio.

Aunque sólo sea por los famosos relieves de la batalla de Kadesh contra los hititas (la que más fama dió a Ramsés II, siendo el primer tratado de paz documentado de la historia), con esos caballos de ocho patas (las de más se las daba el propio Amón para apoyar al faraón) o esas escenas de lucha tan sobresalientes.

Abu Simbel (nombre con significado poco claro, "montaña pura" dice la wikipedia; homenaje a un hombrecillo simple, dice la mucho menos probable versión de un guía) suele ser el último de los templos que se visitan en Egipto y,ciertamente, sus características son diferentes a los demás.

A riesgo de parecer simplista, el resto de templos los dividiría entre los funerarios y los de adoración a dioses varios. Entre los primeros, destacan por supuesto, los situados en la orilla occidental del Nilo en Luxor. El Templo de Hatshepsut en Deir el Bahari, en el Valle de los Reyes, al que ya he hecho referencia expresa en El Proyecto Sen-en-Mut es sin lugar a dudas el más conocido y visitado.

Curiosamente, igual de visitado es el Templo de Amenhotep III, cercano al anterior, pero no creo que mucha gente termine recordandolo con claridad. La gente probablemente recordará a los impresionates Colosos de Memnón dispuestos parece que en medio de ninguna parte. Las dos gargantuescas figuras, antiguos guardianes de la entrada del templo funerario del Rey, representaban al propio Amenhotep III.

Las enormes efigies miran al sol naciente. En el templo, se adoraba a Amenhotep III como el Dios que era, ahora en la muerte. Se piensa que el templo debía ser gigantesco, mas sólo quedan estas enormes esculturas en piedra, mudos testigos de una grandeza pasada. Lo de "mudos" tiene gracia: "El historiador y geógrafo griego Estrabón explica que un terremoto, en el año 27 aC, dañó a los colosos. Desde entonces se decía que las estatuas "cantaban" cada mañana al amanecer, concretamente, la estatua situada mas al sur. La explicación es que el cambio de temperatura, al comienzo del día, provocaba la evaporación del agua, que al salir por las fisuras del coloso producía el peculiar sonido. El emperador romano Septimio Severo nos privó de este fenómeno al restaurar la estatua en el siglo III dC".

Memnón, por cierto, fue un héroe griego de la guerra de Troya y derrotado por Aquiles. Amenhotep, pronunciado en griego, recordaba al término Memnón. Y así, durante siglos estas figuras, casi permanentemente inundadas por el Nilo, perdieron su personalidad.

El templo de Amenhotep III era gigantesco, más de 45 Ha. Mayor incluso que el más grande e importante de los templos del Antiguo Egipto, más grande que el Templo de Karnak.

El Centro religioso del antiguo Egipto, el lugar donde se formaban generaciones de sacerdotes y escribas, el Templo dedicado al más importante de los Dioses, Amón. Ese es el Templo de Karnak, en Luxor, y visitarlo es un auténtico placer.

Por supuesto, sus dimensiones impiden realizar una visita completa en el reducido tiempo con el que cuenta la visita. Merece al menos un día de detenido paseo por entre sus salas y espacios. Hay mucho por ver. Y tanto: cada faraón amplió lo que le pareció oportuno, parecía algo casi obligatorio que cada rey dejara su huella en Karnak, aún a costa de obras de anteriores faraones.

Por eso se pueden encontrar partes de Karnak realizadas por Ramsés II, Thutmosis I, Hatshepsut, Seti II, Ramsés III, Thutmosis III, Thutmosis IV, Pinedyem I (padre de Psusenes I, en la foto superior, su estatua), Taharca y otros muchos. La construcción de los templos comenzaba por la parte más privada y de acceso restringido, el Santuario. A partir de ahí los faraones que sucedieron en el cargo al que iniciaba la construcción iban ampliando el templo hacia afuera, incluyendo capillas, pilonos, obeliscos, esculturas, salas de columnas.... y hay algunas espectaculares.

La entrada a Karnak se hace en paralelo a la una avenida de esfinges con cabeza de carnero (representando al dios Amón). Este tipo de hileras de esfinges era muy habitual en Egipto y unía unos templos con otros. De hecho, Karnak estaba unido por una avenida de esfinges con el cercano Templo de Luxor. En el interior de Karnak existe una buena colección de esfinges de estas avenidas.

El primer pilono una vez pasadas las esfinges está inacabado, sus paredes no están cubiertas de relieves y, lo más llamativo, aún quedan restos de las rampas utilizadas para su construcción. Este pilono es lo más reciente del Templo, de la dinastía XXX.

Una vez dentro sorprenden la cantidad de cosas para ver. Una de las más impresionantes, sin duda, además de las numerosas y enormes esculturas reales que aparecen por todos lados, es la Sala Hipóstila. un auténtico bosque de columnas de piedra que crecen hacia el cielo como los lotos y papiros que pretenden imitar. Al fin y al cabo, los Templos egipcios no son sino una representación del mundo vivo.

Los techos suelen estar decorados con imágenes de cielos (tanto diurnos como nocturnos) o bien con volanderos buitres representando a la Diosa Nekhbet. Y las columnas representan los papiros y los lotos creciendo en las orillas del Nilo, cuyo paso entre las salas de Karnak se suponía. El hecho es que llegaba hasta el mismo templo: la entrada de los turistas se realiza por el antiguo embarcadero real de Ramsés II.

La Sala hipóstila resulta tan envolvente tanto ahora como en el pasado, cuando numerosos viajeros del XIX se recrearon en sus salas cuando aún mantenía algo de la policromía habitual de estos templos. Las columnas son muy altas, entre 15 y 21 metros de altura y están profusamente decoradas con historias y personajes de la mitología egipcia.

Nos dió muy poco tiempo a visitar Karnak. La luz del atardecer iluminaba los obeliscos de granito rojo construidos por Thutmosis I y Hatshepsut.

La reina construyó algún otro, pero no se conservan todos, al menos queda uno indemne y el piramidión de otro, postrado cerca del Lago sagrado, donde también se ubica una escultura del dios Khepri, el escarabajo, al que grupos de turistas rodean una y otra vez como parte de un presunto rito de buena suerte.

Los obeliscos son gigantescos. Uno de ellos está medio tapado por unos muros. La razón aducida por nuestro guía es la anatemización de Hatshepsut por parte de su heredero Thumosis III. Otras versiones hablan del periodo ramésida como causante de esta Damnatio memoriae. Por lo menos, el obelisco de Hatshpesut se mantiene en pie, símbolo imperecedero de uno de los periodos más interesantes de la historia del Antiguo Egipto.

Karnak sigue dando sorpresas. De vez en cuando se halla en alguna capilla alguna estatua de un dios o de un faraón. Una de las últimas veces se halló todo un escondite de figuras que habían sido relegadas al olvido en alguna reestructuración del Templo.

La mayor parte de las mismas forman parte ahora del Museo de Luxor. Todas ellas formaron parte en su momento de "el más sagrado de los lugares", el Templo de Ipet-Sut, tal y como se llamaba el acual Karnak (nombre procedente de la aldea El-karnak).

En aquel tiempo, sólo unos pocos elegidos podían entrar a los templos (no era un lugar de culto popular). Hoy en día, la multitud cubre los patios y salas de Karnak como si se estuviera celebrando permanentemente el festival Heb Sed, festividad real por medio de la cual el faraón renovaba su juventud, fuerza y sabiduría.