25 de septiembre de 2007

Las pinturas rupestres de Peña Escrita

Debió ser un momento de perplejidad y asombro. Es 1783 y el cura párroco de Montoro, cerca de donde estamos, en Fuencaliente (Ciudad Real), descubre las primeras pinturas rupestres conocidas a nivel mundial. En medio de La Mancha nada menos, en lo alto de Sierra Madrona, muy cerca del Valle de Alcudia, en un lugar llamado Peña Escrita.

Y la sorpresa debió ser de aúpa. Extrañas figuras antropomorfas, algunos raros animales y formas que no se asemejaban a nada conocido.

Si he de ser sincero, desde la primera vez que las vi, niño aun, me han parecido un excepcional conjunto de representación de seres casi extraterrestres junto con formas muy parecidas a mantis religiosas (deformación profesional, debe ser). Así que entiendo bien a aquel cura del XVIII descubridor de las pinturas. Afortunadamente, hoy existen unos paneles explicativos que lo explican mucho mejor.

Existen en la zona numerosas muestras de arte rupestre, pero las de Peña Escrita son las mejor conservadas, tanto los pigmentos como las propias formas. Es cierto que algunos enfermos mentales han realizado pintadas en la roca principal, pero la disposición de una reja termina por ser efectiva y las pinturas se mantienen perfectamente.

El paisaje que se ve desde la peña es precioso en cualquier época. Encinares adehesados se mezclan con formaciones arbóreas y cultivos antropicos como olivares y pinares resineros. Algunos melojares se atisban en las zonas de mayor umbría. En la subida a las pinturas, en ladera de solana, habitan algunos madroños de porte casi arbóreo junto con algunos mirtos y brezos, en una curiosa unión de elementos vegetales típicamente termofilos y algunos taxones de climas menos mediterráneos. Lo sorprendente es que solo un 4% de estos bosques son autóctonos, un resultado muy pobre, si.

En Peña Escrita se localizan 104 figuras repartidas en 8 paneles. Predominan las figuras humanas, solas o en pareja, además de algunas formas animales, soles y elementos menos distinguibles.

Hay figuras humanas masculinas y femeninas. Entre las primeras, algunas con falos muy evidentes. Entre las segundas, hay algunas figuras femeninas de parto que resultan ser las mas llamativas.

Uno de los paneles mas impresionantes es el llamado "Pared de las paridoras" en el que aparecen numerosas figuras femeninas agachadas, en posición de dar a luz. También hay figuras de hombres y mujeres aislados, símbolos solares y elementos ramiformes.

En total, 27 figuras que, apretadas, representan una espectacular muestra de arte probablemente de la edad de bronce.

Aparecen también figuras tectiformes, de difícil interpretación. En algún caso, cuando las líneas verticales van hacia abajo se pueden interpretar como humildes peines. En otros casos las lineas verticales se dirigen hacia arriba, interpretandose como animales muertos en una escena mas amplia.

Estas paredes pintadas pudieron servir como espacios en los que realizar rituales religiosos, funerarios o de fertilidad. Los simbolos solares, las mujeres de parto o las formas posiblemente parecidas a espigas refrendan esta teoría.

Las pinturas de Peña Escrita no son las unicas de la zona. Existe una ruta por esta parte de Ciudad Real en la que se visitan numerosos yacimientos de arte rupestre similares pero en peor estado de conservación. Uno de ellos es de "La Batanera", en el espacio llamado de las lastras, cerca de Peña Escrita, a 780 metros de altura y enmarcada en un paisaje encantador con una cascada del rio Cerceda como elemento protagonista.

Este yacimiento esta rodeado por un bosque ripario de alisos, algo inhabitual en La Mancha. Las figuras se encuentran dispersas en tres conjuntos alejados entre si.

Dos figuras antropomorfas femeninas con el sexo muy marcado llaman inmediatamente la atención. Son las mejor conservadas. El resto, apenas visibles, se pueden identificar gracias a los paneles. Destaca sobre todo una representacion posiblemente solar de cuatro circulos concentricos que forman parte de una escena con figuras antropomorfas.

Estas pinturas esquematicas, habituales del periodo calcolitico de transición hacia la edad del bronce, son una de las maifestaciones mas hermosas de arte prehistórico de la peninsula, siendo declaradas Monumento Nacional protegido en 1924, tal y como recuerda un curioso aviso en el yacimiento de "Las Bataneras".


19 de septiembre de 2007

La danza de las libélulas

Acaba el verano, pero todavia se pueden observar libélulas en algunas charcas y remansos de ríos que ni la evaporación y ni las altas temperaturas han logrado hacer desaparecer. Y curiosamente, algunas de estas libélulas están enfrascadas en plena actividad reproductiva, lo que aumenta su interés.


Las libélulas me han apasionado siempre. De niño, capturaba sus larvas para intentar verlas surgir de sus cuerpos gastados y asistir a un momento único en el mundo natural. Más tarde, me aficioné a realizarles fotos en momentos de cierta dificultad, en particular, cuando realizan la "rueda de apareamiento".


Estos últimos días, en uno de esos pocos charcos de agua que quedan en La Mancha tras el mes de agosto, pude asistir a una verdadera reunión de libélulas de diferentes especies. Y muchas de ellas estaban en la fase anterior a la famosa rueda (pudiera ser también la posterior). Estaban en "posición en tandem", el macho agarraba a la hembra por el cuello con las abrazaderas que tienen en alguno de los últimos segmentos de su cuerpo.


Esta danza tan especial forma parte del ciclo vital de las libélulas y es un espectáculo. Al menos, para todos aquellos que se emocionen con lo que la naturaleza muestra.


Las libélulas son insectos depredadores con una habilidad ciertamente sorprendente para realizar vuelos rápidos y ágiles, siendo capaces incluso de volar hacia atrás. Sus cuatro alas están separadas, lo que facilita la rapidez de vuelo y la maniobrabilidad de las libelulas en el aire.


Están especializadas en la caza de otros insectos. Algunas se posan como aves de presa en juncos o piedras y esperan a que aparezca una mosca despistada. Otras vuelan contínuamente persiguiendo presas a una velocidad fuera de lo normal.

Las libélulas pertenecen al Orden de los Odonatos y se pueden diferenciar dos tipos incluso a simple vista. Uno son las libélulas verdaderas, los anisópteros. Éstos suelen ser insectos de gran porte, con ojos grandes que llegan incluso a tocarse en la parte posterior de la cabeza.

Sus alas, de diferente tamaño (por eso se llaman anisópteros), suelen estar siempre extendidas aún cuando están en reposo. Estas libélulas suelen cazar de dos formas diferentes. Bien desde posaderos de caza habituales (serían las libélulas "flecha") o bien actuando con algunas aves de presa, manteniéndose en el aire durante largos periodos, volando hacia arriba y abajo o persiguiendo las presas a gran velocidad (serían las libélulas "cernícalo").

El otro tipo de libélulas son las del SubOrden Zygoptera, los conocidos Caballitos del Diablo. Estas libelulas son más pequeñas y sus cuerpos mucho más finos.

Sus ojos están bien separados y sus alas, iguales entre si, suelen estar plegadas cuando se encuentran en reposo. Su vuelo es más débil y pausado y su aspecto general más esbelto y delicado que el de sus primas más grandes.

En lo que coinciden ambos tipos de libélulas en en su ciclo vital, de lo más curioso. Consta de dos fases bien diferenciadas, aunque sólo sea por el medio preferente en el que habita cada una de ellas, el agua y el aire, respectivamente.

En la primera, una ninfa pasa unos cuantos meses en el agua alimentándose de crustáceos, insectos y gusanos. Una pieza que tienen plegada debajo de la cabeza, el Labio o Máscara, les sirve para agarrar las presas. Al final del abdomen suelen tener tres pequeños picos que sobresalen.

Los caballitos del diablo pasan un año en su fase de ninfa acuática. Los anisópteros son más sufridos, pues algunas de sus especies pueden requerir hasta 5 cinco años en esta fase (sobre todo en áreas frías). Algunas larvas son asombrosamente grandes, como la de la Libélula Emperador.

Llegado el momento, la larva asciende por un junco o una rama y la libélula adulta surge dejando una cutícula ninfal fantasmagórica. Es muy habitual encontrar estas cáscaras de larva ancladas aún a las hojas de junco que les sirvieron de camino hacia tierra firme.

La clasificación de las libélulas suele basarse en la venación de sus alas siendo interesante la aparición, al final del ala anterior del pterostigma, una mancha alar que también sirve para estos fines.

El caso es que estos últimos días de verano me pasé por el Ojailén, riachuelo manchego muy estacional, donde un buen número de libélulas sobrevolaban las pocas manchas de agua que le quedaban.

La mayoría eran anisópteros, si bien algún caballito del diablo del Género Coneagrion (en la foto superior) se posaba en las ramas que surgían del agua.

Entre los anisópteros eran mayoría las libélulas de las especies Crocthemis erythraea (la libélula posada roja de la foto superior), Orthetrum sp. (la libélula azul de la foto de aquí al lado) y Sympetrum sp, precisamente las que estaban en pleno proceso reproductivo. Todas ellas pertenecen a la Familia Libellulidae, una amplia familia de libélulas "flecha" que se posan a menudo sobre ramas o piedras para descansar el cuerpo de forma horizontal. En días calurosos, como el de la visita, pueden mantener las alas bajas para dar sombra al tórax (como la Crocthemis de más arriba).

De vez en cuando, por la charca aparecía la Libélula Emperador (Anax imperator). Se trata de una libélula de la Familia Aeshnidae, libélulas "cernícalo" muy grandes cuya rapidez impidió, en las repetidas ocasiones que lo intenté, hacerle una foto en condiciones.

Más suerte tuve hace unos años, cuando pude hacer fotos a una hembra que disponía sus huevos en el fango sumergiendo la parte posterior de su enorme abdomen.

Sin embargo, las más conspicuas entre las libélulas de la charca estival eran las del género Sympetrum, la mayor parte de ellas volando en la posición "en tandem".

Las libélulas tienen al final de su abdomen unas estructuras (cuya longitud y tamaño dependen de cada especie) vulgarmente llamadas abrazaderas. Cuando llega el momento del apareamiento, el macho traslada su esperma de su zona genital a una zona genital accesoria donde los guarda temporalmente.

Una vez elegida la hembra, la agarra por la parte posterior de la cabeza con las abrazaderas, de forma que se mantienen volando en tándem largo tiempo. En un momento dado, la pareja se posa y la hembra curva el extremo de su abdomen para recoger el esperma dispuesto en la zona genital accesoria del macho. Es lo que se llama "rueda de apareamiento". Una vez finalizada la transferencia del esperma, la pareja puede separarse o mantenerse unida en tándem más tiempo, incluso hasta que ponen los huevos.

En ocasiones, los huevos se ponen en el cieno del fondo de las charcas. En otros casos, sobre hojas de la vegetación de ribera. Sympetrum es un género muy extendido en la península ibérica. Muchas de sus especies son migradoras, siendo las hembras de diferente color que los machos, que suelen vestir una tonalidad rojiza no metálica muy llamativa.

A ver si hay suerte en el futuro y puedo ampliar algo más de la vida de las libélulas, fascinante y emocionante a partes iguales para todos aquellos que amamos el medio natural. Incluso aquel que se encuentra a las altas temperaturas de final de verano en La Mancha.

14 de septiembre de 2007

Equisetos

Siempre he sentido una especial debilidad por los equisetos. Quizá es porque aparecen más frecuentemente en zonas de clima más húmedo que el mediterráneo continental del centro de la península. Quizá por su rareza aquí, el encontrarlos en cada visita que hago a la Cornisa Cantábrica se convierte en una especie de objetivo a cumplir.

Pero, indudablemente, si me gustan los equisetos es también por lo que representan. Les pasa lo mismo que a las Cycadaceas, a los Gingkos o a muchos pteridófitos y coníferas. Son, casi, casi, fósiles vivientes.

Los Equisetos aparecieron en el Devónico, alcanzando una densidad importante en el Carbonífero, cuando llegaron a formar auténticas formaciones boscosas. Muchos de los yacimientos actuales de hulla proceden de aquellos bosques de colas de caballo.

De hecho, entre los equisetos del Carbonífero destacaban las Lycophytas de más de 20 metros de altura. Para ser una planta herbácea es un porte digno de tener en cuenta. En nuestro país, la cola de caballo más abundante es Equisetum arvense L., a la que pertenecen las fotografías sacadas en áreas de tojo y brezo cercanas a la costa asturiana.

Del rizoma subterráneo que sostiene a la planta surgen raíces adventicias con las que se extienden por la superficie del suelo.

El tallo, verde y perenne, está dividido, articulado en nudos y entrenudos. Las ramas confluyen en, en ocasiones, largos filamentos de la misma estructura que el tallo. En los nudos surgen las hojas, escamosas y formando una especie de corona.

Al final de las ramas fértiles, en el tope del equiseto, se suele formar el estróbilo, cargado con esporangióforos cuyos esporangios, al madurar la planta, liberarán multitud de esporas, todas iguales.

Pero su ciclo biológico no acaba aquí, de hecho, es muy particular. Las esporas formaran gametofitos (se duda si hermafroditas o de sexos definidos) cuyos espermatozoides fecundarán a los arquegonios femeninos surgiendo el esporofito, la planta que se puede ver a simple vista y de tan especial estructura. Se trata de un ciclo digenético con esporofitos y gametofitos alternos (aunque los esporofitos son más evidentes).

Un género que pertenece a un Órden (Equisetales) y una Clase (Equisetopsida) bastante exclusivos dentro de las pteridófitas. Sin duda, unas plantas hermosísimas y de caracterísitcas muy llamativas.

11 de septiembre de 2007

Prerrománico en Asturias

Edificios pequeños, de compleja distribución interna, emplazados habitualmente en entornos naturales de gran belleza paisajística, modestos pero evocadores.

Evocadores de una época particularmente convulsa. Hace siglos que el Imperio Romano decayó, los visigodos pasaron por la península y ahora los musulmanes se están extendiendo por todos los rincones. ¿Todos? No, un pequeño reino resiste ahora y siempre al invasor. Es el Reino de Asturias, que permanecería dos siglos como entidad política antes de terminar desapareciendo integrado en el Reino de León.

Figuras como Pelayo son la referencia a tener en cuenta. Otros Reyes astures, menos conocidos, dejaron su impronta no sólo en la leyenda sino en el terreno. Reyes como Ramiro I (842-850), cuya iniciativa arquitectónica fraguó en la construcción de estas preciosas edificaciones asturianas.

Se trata de edificios que utilizan un estilo nuevo, el Prerrománico, que recoge algunos conceptos del pasado romano y visigodo con las tendencias musulmanas y carolingias del momento, la Edad Media. Cientos de construcciones se levantaron en este primer reino cristiano peninsular. Ahora nos quedan unas poquitas, algunas de las cuales han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. Las más representativas, y cercanas a Oviedo, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.

San Miguel de Lillo es una iglesia pequeñita. No está completa, ya en el siglo X u XI se vino abajo parte de su estructura y sólo se conserva un tercio. Y sin embargo conserva un encanto que ya quisieran muchos templos de tamaño mayor.

Cumpliría el papel de Iglesia que Ramiro I planificó en 848, año de su fundación, como parte de un complejo del que formaría parte también el antiguo Palacio que se convertiría en Santa María del Naranco, a pocos pasos.

Para acceder al interior es preciso realizar la visita guiada. Una vez dentro, el encanto del exterior se reafirma. Fragmentos de pinturas murales en los elevados techos, algunas ventanas originales, relieves decorativos en las basas de las columnas con formas del tetramorfos (toros, ángeles -el león y el águila no se pueden observar debido a restauraciones incorrectas-...), pero sobre todo, las decoraciones escultóricas de las jambas del pórtico de entrada.

Utilizando como modelo un díptico consultar bizantino (del Cósul Aerobindus, de 506 d.C) del que se guarda copia en el Museo de San Petersburgo, en ambas jambas (muy similares) aparecen escenas circenses en la parte media rodeadas por representaciones del Cónsul interviniendo en los juegos.

Sorprende la aparición de estas escenas recogidas de un mundo romano ya desaparecido en una iglesia prerrománica del norte de la península.

Muy cerca, Santa María del Naranco, verdadero icono del prerrománico asturiano. También del llamado periodo Ramirense (segunda época del prerrománico después de la de Alfonso II y antes de la de Alfonso III previa al Románico propiamente dicho).

Santa María del Naranco era un Palacio o, al menos, una Casa de campo que sería transformada en Iglesia posiblemente tras la ruina de San Miguel de Lillo. Una pequeña escalera exterior permite el acceso al piso superior, desde cuyos miradores se pueden ver preciosas vistas de la ciudad de Oviedo.

Éste piso superior es la verdadera estancia palaciega. Posible muestra del poder real, en la fachada oriental del edificio se conserva (ahora una copia) un ara en la que se describe la fundación del complejo por parte de Ramiro I.

En el interior, una decoración escultórica subyugante: animales mitológicos, caballeros medievales, medallones bizantinos... todo ello en un escenario sugestivo. La planta baja cuenta con tres estancias, alguna de ellas posibles almacenes o baños.

Esta planta recuerda a la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, otro de los ejemplos emblemáticos del prerrománico asturiano. La Cámara Santa es del primer periodo del prerrománico y formaba parte de un pequeño edificio encargado por Alfonso II El Casto.

Tiene dos partes, una pequeña cripta, la de Santa Leocadia, que guarda algunas de las tumbas que formaban parte de la misma y, en el piso superior, la Cámara Santa propiamente dicha.

En esta Cámara se guardan algunas de las piezas más importantes del arte prerrománico como son las famosas Cruces de los Ángeles, emblema de Oviedo, y la de la Victoria, emblema del Principado de Asturias. Ambas son ejemplos de orfebrería delicada y espectacular.

Tanto la Cámara como las cruces sufrieron atentados durante el siglo XX, volándose la Cámara en la revolución de octubre dle 34 y robando un energúmeno las cruces en el 77 y destrozándolas para vender su piedras preciosas (que no lo son tanto).

Estas cruces, emparentadas con modelos visigóticos como las coronas del Tesoro de Guarrazar que se pueden ver en el Arqueológico Nacional, están datadas basándose en las inscripciones de los Reyes que las ordenaron construir (Alfonso II en 808 y Alfonso III en 908). La capa de oro que recubre las cruces de madera originales, como las piedras, se incluyeron para dignificar ambos símbolos que, espero, no vuelvan a sufrir atrocidades como las que ya han pasado.

Como estas visitas nos metieron el gusanillo del prerrománico, para nuestro deleite decidimos parar en Pola de Lena para ver la Iglesia de Santa Cristina de Lena.

Es ésta otra iglesita enmarcada en un paisaje de verdor perenne que sin quererlo provoca que el visitante se de un paseo por la Edad Media. Mejor aún, por lo mejor de la Edad Media.

Se sitúa sobre un cerro que domina el valle. Robledales y pastizales protegen un monumento del que, curiosamente, no se guarda demasiada documentación. Su adscripción al periodo ramirense se realiza por su parecido a las preciosas iglesias del monte Naranco de Oviedo. La iglesia presenta una armonía infrecuente en las construcciones de esta época. El entorno ayuda, desde luego, a tan positiva valoración.

Pero es que, además, su interior es visitable. Un halo de luz llega desde la ventana de la parte posterior y lo ilumina, en una medio penumbra sugerente.

En medio de la nave, separando un presbiterio que se eleva más de un metro por encima del lugar donde se situaban los fieles, permanece todavía en pie una triple arquería de piedra trabajada que separa a los fieles del oficiante. Una tribuna en alto, dedicada a los pudientes y un altar central con labrados refinados enriquecen el conjunto.

Hay muchas más iglesias prerrománicas en Asturias. Muchas de ellas, situadas en entornos tan evocadores como los que hemos visitado.


9 de septiembre de 2007

Polaris

Polaris es el nombre que se le ha concedido a la llamada estrella alfa de la constelación de la Osa Menor. La configuración en constelaciones no tiene nada que ver con la naturaleza o distancias entre si de las estrellas que forman parte de cada una de ellas. Tiene que ver con la decisión de, en este caso, los antiguos griegos cuando asociaron imágenes de su mitología a lo que ellos creían reconocer en el cielo de noche.

Es el caso de las famosas constelaciones de la Osa Mayor y la Osa Menor, siempre visibles desde el Hemisferio Norte.

La Osa Mayor, el gran carro, es una de las constelaciones de observación más sencilla. No tanto le ocurre a la Osa Menor y sin embargo una de sus estrellas, Polaris, ha sido la estrella más importante para muchas personas ya que, al menos actualmente, es la Estrella Polar.

Para encontrar la Estrella Polar hay que fijarse en las dos estrellas que cierran el carro de la Osa Mayor, Dubhe y Merak. Prolongando 3 ó 4 veces la dirección de la línea que une estas dos estrellas hacia arriba encontraremos la estrella alfa de la Osa Menor, la estrella inicial del mango del pequeño carro.

De esta forma, localizaremos a la Estrella Polar, aquella estrella que no se mueve durante la noche mientras el resto del firmamento gira alrededor de la Tierra. Aunque en verdad esto no es cierto.

Es la Tierra, con su movimiento de rotación de 24 horas la que se mueve y focaliza las partes del firmamento visibles durante la noche. El eje de giro de nuestro planeta coincide con el Norte geográfico y con nuestra estrella Polaris, la Polar que sirvió de guía a tantos navegantes durante siglos.

Curiosamente, debido a la presión de los equinoccios, los polos celestes se desplazan con relación a las estrellas, por lo que la Estrella Polar cambia con el tiempo. En tiempos de los romanos, por ejemplo, no existía una estrella de referencia para la navegación.

De todo ésto y de muchas más cosas trata la sesión que vimos ayer en el Planetario de Madrid, "El Cielo de una noche de verano", una sesión en directo en la que un astrónomo explica, en la oscuridad placentera de la Sala de Proyección, las estrellas que se pueden observar en una noche de verano sin la contaminación lumínica provocada por las ciudades.

En el cielo de verano destaca nada más ponerse el Sol el "Triangulo de verano", un gran triángulo formado por las estrellas Vega (de la constelación de la Lira), Deneb (de la del Cisne) y Altair (de la del Águila). Además, el verano es ideal para contemplar la Vía Láctea, la galaxia a la que pertenecemos junto con otras 200.000 millones de estrellas más, que aparece como una gran mancha blanquecina en la oscuridad de la noche estival.

Y no puedo terminar sin acordarme de una de mis personajes femeninos favoritos de los cómics, Lorna Dane aka Polaris, la hija de Magneto y una de las mujeres-X más interesantes (siempre dependiendo del guionista que la desarrolle, claro está).

Esta portada de Billy Tan en la que aparecen Kaos y Polaris, del nº 478 de The Uncanny X-Men, en el comienzo de la Saga de Auge y Caída del Imperio Shi'ar, de Ed Brubaker, es una de las mejores que he visto en mucho tiempo.

La llegada de este guionista a la vida de La Patrulla-X ha sido bienvenida por todos, al igual que la de Mike Carey a la colección hermana X-MEN.

A ver si puedo hablar de ello otro día.

6 de septiembre de 2007

Visita al MUJA

Ésta es la reproducción de un esqueleto de un Terópodo, posiblemente Deinonychus, ubicado en la Sala del Jurásico de, precisamente, el Museo del Jurásico de Asturias (MUJA).

El significado de terópodo es "pié de bestia", lo que cuadra de forma bastante explícita con los dinosaurios carnívoros a los que define. Este grupo de saurisquios apareció a finales del Triásico y se extinguió en su mayoría en el Cretácico. Sobrevivió un pequeño grupo: las aves actuales.


Se trata de dinosaurios de una agilidad extraordinaria, dotados de fuertes garras en manos y pies y que debieron representar la cumbre de la cadena ecológica de la Era Secundaria, al menos en el ámbito terrestre. Presentan adaptaciones interesantes para tal fin:

- Las comentadas garras en pies y manos, fuertes y afiladas. (La garra más grande es la del Megaraptor o Garra Gigante, de 30 cm de largo).

- Una cola rígida que les servía para contrarestar el peso de la parte anterior del cuerpo,ejerciendo casi de timón para equilibrar el movimiento.

- Visión frontal, una especilización específica para cazar de forma más efectiva.

- Cuello con una notable curvatura en "S", para situar la cabeza por encima de los hombros y mejorar la visibilidad sobre las presas.

- El segundo dedo del pie no tocaba el suelo (es, precisamente, el portador de la garra inferior), el primero nunca. Aspectos que, entre otros como el íleo largo, posibilitan que sus zancadas fueran muy grandes.

- Articulación intramandibular que les permitía, como a las actuales serpientes, abrir ampliamente la boca.

Estos detalles, mucho mejor explicados, se exponen en el propio MUJA delante de la réplica de Deinonychus. El Museo del Jurásico Asturiano no es sólo una espléndida colección de reproducciones de piezas paleontológicas famosas o llamativas. Tampoco es una atracción especialmente dedicada a los niños. Ni un museo dedicado a la exposición rigurosa de colecciones. Y sin embargo es todo ello.

Es un Museo espectacular. Está situado en Colunga (Asturias) aprovechando el "tirón" de la abundancia de yacimientos del Jurásico que se hallan en su costa. Yacimientos especialmente de icnitas fósiles, pero también de interesantes piezas que se shan encontrado y se siguen encontrando por los paleontólogos dedicados a ello.

Sorprende, para empezar, la forma y estructura del propio museo. Es la planta de una huella tridáctila, típica de terópodos y ornitópodos, tan frecuente en los yacimientos cercanos. Esta huella está dividida en Eras, mostrando en cada una de ellas algunas caracterísiticas de los dinosaurios y los hábitats en los que éstos vivieron.

Antes de la entrada, hay numerosas reproducciones de dinosaurios de algunos grupos. Un Diploducus (Sauropodomorfo), un Allosaurus (Terópodo), un Camptosaurus (Ornitópodo) y un Dacentrurus (un Tireóforo, en la foto). Las reproducciones son espectaculares y aparte de aprovecharse para hacer fotos también sirven de introducción para lo que se va a ver en el interior del museo.

Y es que en el interior, aunque no falta algún dinosaurio "completo", la mayor parte de la exposición se basa en réplicas de esqueletos de los mismos. Por eso los dinosaurios de la parte exterior dan una imagen más cercana a lo que el aficionado medio espera.

El interior del museo es impresionante. Una construcción en madera que, aprovechando los claroscuros de la iluminación provoca una sensación de entrada en algo único, hecho para sorprender. Y la verdad es que no defrauda.

La planta con forma de huella tridáctila divide cada dedo en una Era. Después de una breve introducción al premesozoico (con estromatolitos incluidos), comienza el asombro con la Sala del Triásico, periodo en el que aparecieron los dinosaurios hace 250 millones de años.

La disposición de las salas suele ser similar. La reproducción de una escena, individuo o situación a gran escala, con elementos réplicas de esqueletos y una imagen de fondo con el probable escenario real. Alrededor, otras piezas y los detalles de cada Era o apartado.

En el caso del Triásico, una reproducción del yacimiento alemán de Trossingen en el que numerosos Plateosaurus, un prosaurópodo antiguo y bien conocido, quedaron atrapados en una trampa de barro. En derredor, muestras acerca de la biológia de los dinosaurios y la tipología de fósiles que se pueden hallar de los mismos (icnitas, coprolitos, gastrolitos, etc.). Además, utilizando una réplica de un Lystrosaurus, se muestra cómo el hallazgo de fósiles contribuyó a la explicación de la teoría de la deriva continental.

La sala se complementa con idealizaciones del aspecto de los dinosaurios que imaginaron los primeros investigadores del XIX (destaca la del Iguanodon, claro) y una comparativa entre Herrerasaurus -que dan lugar a los dinosaurios y en último caso a las aves actuales- y Prestosuchus -otra línea que daría lugar a los cocodrilos-.

La Sala del Jurásico, la época de esplendor de este tipo de animales entre 200 y 140 millones de años, comienza con un impresionante panel de las huellas de la Playa de la Griega, en Colunga, tal y como un Saurópodo del Jurásico debió dejarlas. Un Saurópodo, posiblemente un Camarasaurus, cuya réplica esquelética protagoniza este segundo pié de la huella, al menos desde el piso inferior, ya que el superior es el dedicado propiamente a la clasificación y relaciones de parentesco entre los linajes de dinosaurios.

En esta sala se dedican paneles y reproducciones de piezas famosas a cada grupo de dinosaurios, explicando los rasgos más característicos de cada familia. A esta sala pertenecen las deficiones y las fotos del inicio de esta entrada, las de Deinonychus. Además, se expone un enorme Brachiosaurus, para explicar los aspectos anatómicos fundamentales de los Saurópodos así como réplicas de cráneos de Triceratops (entre los Marginocéfalos) o Anquilosaurus (para los Tireóforos).

Réplicas de fósiles marinos del yacimiento de Holzmalden (impresionantes el crinoideo y el ictiosaurio) dan paso a la Sala del Cretácico.

De camino, hay un apartado dedicado al comportamiento de los dinosaurios. El del cuidado de los pollos es particularmente interesante, como el de comunicación mediante sonidos y colores o pigmentaciones. La recreación de patrones pigmentarios asociados a posibles mensajes comportamentales en Chasmosaurus, si bien es un ejercicio de imaginación parece tener trazas de verosimilitud.

En la Sala del Cretácico, la recreación de una escena de cortejo de Tyrannosaurus sorprende sustancialmente. El MUJA es el único museo europeo en mostrar un ejemplo de comportamiento sexual tan impresionante e inesperado.



Esta Sala se ve acompañada por espacios expositivos dedicados al tránsito hacia las aves actuales de algunos Terópodos y otros a aquellos grupos animales que desaparecieron hace 65 millones de años con el fin del Cretácico y la Era Secundaria o Mesozoico.

Las teorias más aceptadas siguen siendo las del meteorito complementadas con las de la ingente y localizada cantidad de erupciones volcánicas. Existen otras, algunas realmente chocantes, que se exponen incluso con hilaridad.


Existe una sala dedicada al postmesozoico, Terciario y Cuaternario, con menciones al Hombre de Atapuerca e incluso con la reproducción de un cráneo de Oso Cavernario. El protagonismo de esta sala se lo lleva, sin embargo, un pequeño precursor del caballo encontrado en Llamaquique, es Cantabrotherium truyolsi.

En la planta baja del Museo se ubica el apartado dedicado al Jurásico asturiano. Tiene dos partes bien diferenciadas. La primera está dedicada a las Formaciones geológicas a distinguir en la propia costa asturiana en función de la época del Jurásico a la que se refieren (GIjón, Rodiles, etc). Aquí se presentan numerosas piezas de interés geológico relacionadas con cada época además de algunos fósiles representativos de las mismas.

La segunda parte es la más interesante, al menos para nosotros. La mejor colección de fósiles del Jurásico en España lo tiene el MUJA, cuyo origen son los impresionantes yacimientos de la costa cercana. Existen numerosos fósiles, pero la estrella es la colección de icnitas fósiles.

Destaca una de Saurópodo en la que se ha fosilizado incluso la huella de la piel del animal. Pero la que más nos impactó fue el fósil de huellas de pterosaurios, los reptiles voladores que no dinosaurios, que conquistaron los cielos jurásicos.

Se trata de un bloque de arenisca en cuya base se conservan contramoldes de huellas de manos y pies de pterosaurios, algunas de las cuales han conservado impresiones de la piel, de las membranas interdigitales e incluso huellas de los picos y dientes.

Las huellas de las manos son tridáctilas y las de los pies, de cuatro dedos. Este bloque permitió proponer una teoría acerca de las posibilidades de natación o, al menos flotación, de estos reptiles alados al quedar estas huellas fósiles imprimadas en el fango de una laguna donde podrían estar solazandose o pescando.

En definitiva, la visita al MUJA no es sólo recomendable para niños, sino también para el aficionado e incluso el profesional dedicado a la paleontología. Todos ellos encontrarán la razón de la visita a lo largo de la misma.