30 de diciembre de 2007

Tumbas egipcias (II): El Valle de los Reyes

Frente a esta montaña en forma de cuerno (decían los antiguos) se concentra ahora un gran número de gente. En el pasado también, pero con un objetivo bastante diferente.

A esta montaña, los antiguos egipcios la denominaban Qurn (el cuerno) y a los habitantes de la antigua Tebas pudo muy bien recordarles las antiguas pirámides que los faraones de anteriores dinastías habían ordenado construir para sus tumbas.

Después de ver como muchas de aquellas tumbas (mastabas y pirámides) habían sido saqueadas, los faraones del Imperio Nuevo, de las dinastías XVIII a la XX decidieron construir sus tumbas aquí, en el Valle de los Reyes. También aprovecharon para construir algunos de los templos funerarios más importantes de su historia, como el Templo de Hatshepsut en Deir el Bahari. Templos y tumbas se encontraban en este Valle por una razón importante: por aquí se ponía el sol. Por aquí comenzaba el viaje nocturno del Sol hasta amanecer al día siguiente por el oriente, por la Tebas de los vivos y de los templos de oración a los dioses.

Y es que la muerte para los egipcios tenía una gran trascendencia. Suponía un largo viaje para el que el fallecido tenía que preparse conciezudamente. Este viaje se asimilaba al viaje nocturno que el sol realizaba cada noche cuando se ponía por el Oeste, precisamente el punto cardinal donde se sitúa el Valle de los Reyes respecto de la antigua Tebas (actual Luxor).

En muchas de las tumbas del Valle de los Reyes existen indicaciones precisas para este viaje. Cuando vimos la exposición "Las horas oscuras del sol" que sobre el viaje nocturno que el faraón Thutmosis III debía realizar en paralelo al sol. Esta exposición se realizó en el Museo Arqueológico Nacional y poco pudimos imaginar que podríamos visitar su tumba en el propio Valle. En ella se trata la regeneración del faraón difunto mientras acompaña al Dios Sol en su viaje al inframundo.

La foto superior corresponde a la hora 12 del Libro del Amduat, la última hora de la noche, en la que el dios Sol (en la barca solar) se encarna rejuvenecido bajo la forma de una enorme serpiente de más de 60 metros para aparecer en el cielo a la hora del alba bajo la forma de Khepri, el escarabajo y comenzar de nuevo su recorrido diurno.

Todas las tumbas del Valle de los Reyes revelan en sus paredes parajes de los libros que los sacerdotes consideraban más adecuados (como en los Belenes, esto va por modas, el Libro del Amduat fue sustituido por el Libro de las Puertas a partir de Horemheb y éste a su vez por el Libro de las Cavernas en época ramésida) para guiar al espíritu del fallecido en estas horas tan complicadas.

La verdad es que la mayoria de las tumbas están profusamente ilustradas. Son espectaculares y es decir poco. Todo este trabajo no se hacía en un rato. La construcción de la tumba llevaba años y se comenzaba cuando un nuevo faraón era nombrado por los dioses para llevar las riendas del país. Era entonces cuando los habitantes del cercano poblado de Deir El Medina, excavadores profesionales, se dedicaban a construir la tumba bajo la supervisión del arquitecto real (muchas veces también visir) e incluso el propio faraón.

El Valle de los Reyes está situado en un wadi, una depresión producto de lluvias torrenciales y la erosión consiguiente durante el Pleistoceno. Allí, por su cercanía con el río Nilo y por la facilidad de acceso y excavación en algunos de sus puntos, decidieron los faraones de la Dinastía XVIII disponer sus tumbas. Thutmosis I inició esta costumbre que duró muchos siglos, teniendo como excepción el periodo de Amarna en el que Akhenatón la lió un poco.

Cuando el faraón era nombrado se comenzaba la excavación de la tumba, trabajando ocho horas al día durante ocho días (con dos de descanso). Primero los canteros y excavadores; después otros obreros alisaban las paredes que éstos habían abierto. Más tarde los artesanos aplicaban una capa de yeso y esbozaban en color rojo los futuros relieves, dibujos y jeroglíficos que decorarían las salas. Los artistas más destacados pintaban y escribían (en negro ya) las versiones finales. Este proceso duraba mucho tiempo, sobre todo porque las tumbas son amplísimas.

Se dice que, precisamente, la de KV 62 (King Valley 62), la de Tutankhamón, es tan pequeña porque el reinado de este faraón fue muy corto y a los obreros no les dió tiempo a terminar el plan inicial. Si acababan a tiempo la tumba real, los trabajadores de Deir el Medina (de los que se han hallado un gran número de documentos de gran detalle: proclamas de huelgas, cartas de amor, propagandas,distribuciones de trabajo..) se podían dedicar a realizar otras tumbas privadas, como las de los Valles de las Reinas y de los Nobles, cercanos al Valle de los Reyes.

Los faraones de la dinastía XVIII (de Thutmosis I a Horemeb) decidieron situar sus tumbas en lugares de dificil acceso o bien en el plano del suelo. Los ramésidas eligieron accesos más sencillos posíblemente para poder realizar algún rito u ofrenda a posteriori de la muerte. Por eso la mayor parte de tumbas de las dinastías XIX y XX están saqueadas desde la antiguedad y de la XVIII se han hallado algunas (quizá también debido a los escombros acumulados sobre las mismas). Tal fue el caso del hallazgo de la tumba de Tutankhamón en 1922 por Howard Carter que tanta fama dió al Valle.

En la actualidad las tumbas están amenazadas no (posiblemente) por los saqueos sino por la gran afluencia de turistas que se llegan aquí. Por eso, con la entrada sólo se pueden visitar tres tumbas, habiendo dos más (la de Tutankhamón y la de Ramsés VI) que se pagan aparte.

Y por eso nosotros sólo pudimos visitar cinco tumbas de las de Valle, quedándonos con las ganas de ver la de Horemheb o la de Seti I (padre de Ramsés II), que según se dice, es la más bella del Valle de los Reyes. Pero mereció muchísimo la pena, quedamos encandilados con las tumbas que pudimos ver.

La nomenclatura, por cierto, se desarrolla geográficamente de occidente a oriente desde la tumba más cercana a la entrada y se ha ampliado según se han ido añadiendo nuevos descubrimientos. Las únicas tumbas halladas con prácticamente todo el ajuar funerario intocado han sido la de Tutankhamon (KV 62) y la de Yuya y Tuya (KV 46) -padres de Ty, esposa de Amenhotep III-. Una buena (y fascinante) parte de los objetos hallados en estas tumbas los pudimos ver a placer en el Museo Egipcio de El Cairo.

Las Tumbas que sí pudimos ver fueron las siguientes:

Tumba de Ramsés IV (KV 2).

Nada más dejarnos el trenecito en la entrada al propio Valle aparece esta tumba a mano derecha. Se trata de la tumba de Ramsés IV y aprovechamos lo temprano de la hora para verla pácticamente a solas.

La KV2 fue abierta en el pasado, lo que se evidencia nada más entrar al encontrar algunas pintadas de los cristianos coptos: alguna cruz e incluso una figura de un santo aparecen entre las pinturas.

Por ser la primera, nos sorprendió mucho. Desde la entrada, un prolongado corredor con pinturas murales a los lados y en el techo se dirige recto hacia una cámara funeraria cuyo lugar central está ocupado por un gran sarcófago de granito rojo perteneciente al rey.

El sarcófago se puede rodear, asistiendo asombrados a imágenes del Libro de las Cavernas o del Libro de las Puertas con indicaciones de lo que Ramsés IV debía hacer para pasar la vida eterna y renacer cada mañana. En el techo, representaciones de Mut, la Diosa del Cielo, esposa de Amón y madre de Jonsu, las más tempranas de las aparecidas en el Valle de los Reyes.

Por cierto que de esta tumba se han encontado papiros originales con el plano de la tumba (el papiro Harris) pero no está claro si se hizo antes o después de la obra.

Tumba de Tutankhamón (KV 62).

Está prácticamente en el centro de los caminos que dirigen a los turistas hacia el resto de tumbas. Hay que pagar una entrada especial.

Si no hubiera sido el caso más conocido, esta tumba sería de las menos interesantes, sobre todo por su reducido tamaño y su práctica carencia de pinturas (salvo en la propia cámara funeraria).

La entrada es angosta y la bajada bastante pronunciada. Al llegar a la cámara principal sorprenden varias cosas.

En primer lugar,que se ha decidido que el interior de la tumba no sólo albergue uno de los sarcófagos cubiertos de oro de la tumba del faraón, sino que también aloje al propio rey. Éste hecho ha sido noticia en varios medios, por ejemplo en EL PAÍS del 5 de noviembre, http://www.elpais.com/articulo/cultura/Tutankamon/presenta/sociedad/elpepicul/20071105elpepicul_1/Tes, de forma que la momia de Tutankamón se ha ubicado en la cámara previa a la propia cámara funeraria para admiración de los turistas (a los que se obliga a bajar sin cámara de fotos).

Otra cosa que sorprende es lo pequeño del habitáculo de la tumba. Sobre todo por la excepcional cantidad de objetos que Howard Carter halló en la misma en 1922.

Tal y como recogen las fotos de Harry Burton de la época (como la que he incluido un poco más arriba), todos los objetos aparecían apelotonados y desordenados.

Las prisas por enterrar al joven rey (posiblemente en una tumba preparada para algún noble) provocó que la tumba fuera menos espléndida de lo habitual y que la preparación del ajuar funerario fuese tan precaria.

Es cierto que no es tan bonita como el resto de tumbas, pero entiendo que es una vista imprescindible, aunque sólo sea por lo que representa. Las pinturas son bastante llamativas. Son más grandes que las de otras tumbas y por ello más fácilmente reconocibles sus motivos y personajes.

En la Cámara Funeraria aparecen grandes figuras que representan parte de los rituales concernientes con la muerte del faraón. De derecha a izquierda aparecen el Dios Osiris con Tutankámón y su Ka, la Diosa del Cielo Mut recibiendo al jóven faraón en el reino de los dioses y éste caracterizado como el ya fallecido Osiris con los flagelos reales como parte de la llamada "ceremonia de la apertura de la boca".

En la pared Oeste, registro superior, se ven cinco divinidades en una barca solar. Abajo, doce babuinos en cuclillas que representan las doce horas de la noche a través de las cuales el sol viaja hasta alcanzar el amanecer. En el centro, el sarcófago forrado en oro en la caja de cuarzita orginal del faraón.

La visión de los magníficos objetos hallados en la tumba por Carter en el Museo Egipcio de El Cairo es tan absorbente que ni un día daría para ver con detalle todo. Es curioso que la gente se fije más en los objetos de oro (sin duda, lo merecen), pero a mí me llamaron más la atención las mesas, los carros de combate, las gigantescas cajas donde se ubicaban los sarcófagos, los ushetbits, las barcas solares, la caja canópica con las diosas Isis y Selkis o el impresionante Anubis.... tantas cosas por ver y tan poco tiempo para hacerlo¡

Tumba de Thutmosis III (KV 34).

Ésta es una de las tumbas más fascinantes de todo el Valle. El acceso a la misma es complicado. Hay que ascender un buen tramo de escaleras hasta una apertura en lo alto de un farallón calizo. Al llegar a la entrada, un amable egipcio que espera propina te ofrece un trozo de cartón para que pueda utilizarse como abanico, dado que el calor abajo es bastante sofocante.

La bajada también es pronunciada, pero el esfuerzo merece la pena. La estructura de la tumba es complicada disponiendose en varios pisos y cámaras.
Han instalado luz y ventiladores para facilitar la visión del Libro Imydwat o Amduat, el Libro de guía hacia el Inframundo que debía seguir Thutmosis III de camino a la vida eterna.

Lo he descrito un poco más arriba, pero la sensación es inolvidable. La estética es muy, muy diferente de las del resto del Valle, parece estar escrita en un papiro....

En la cámara funeraria espera el sarcófago del rey que, previa propina al vigilante, nos descubrió en su fondo la efigie del propio faraón.

A la entrada de cada tumba hay un panel explicativo, lo que se agradece pues no se permite a los guías acceder al interior de las tumbas.

Supongo que es para tratar de evitar aglomeraciones de turistas y que el anhidrido carbónico que éstos expelen (expelemos) no contribuya a perjudicar los frescos y relieves.

Todas las pinturas están protegidas por paneles de cristal por similares razones.

Sin embargo, especialmente en esta tumba, sí se hecha de menos la guía de alguien experto que ayude a descifrar las horas nocturnas del sol... teníamos que haber llevado el catálogo de la exposición del Museo Arqueológico Nacional.

De la tumba recuerdo vívamente una escena de una de las columnas de la Cámara Funeraria. En ella aparece el gran Faraón Thutmosis III, el faraón guerrero que amplió los límites de Egipto de una forma excepcional.

Pues bien, en la escena, la Diosa Isis transformada en un árbol Sicomoro da de mamar al faraón. Una imagen llamativa y evocadora.

Thutmosis III gobernó de c. 1479 a 1425 aC, siendo uno de los monarcas más importantes y poderoso de los tres mil años de civilización faraónica.

Sus primeros años de reinado hubo de compartirlos con su tía Hatshepsut, quien se hizo coronar como faraón y rey y gobernó muchos años antes de que el jóven Thutmosis accediera al trono.

En el templo de Deir El Bahari, el Templo de Hatshepsut, hay una pequeña capilla dedicada por este gran faraón.

Tumba de Ramsés III (KV 11).

Los exploradores iniciales de esta tumba la llamaron "La tumba de los Arpistas ciegos", pues son éstos las figuras más llamativas de la KV 11.

Esta tumba pertenece al último gran faraón ramésida de la Dinastía XX. Con Ramsés III, que gobernó de c. 1184 a 1153 aC se escribieron las últimas líneas de grandeza del Imperio Nuevo.

Su tumba tiene un acceso muy sencillo y se encuentra en frente de la de Tutankhamón y la de Ramsés VI. Como el tiempo se acababa, tuvimos que recorrerla muy aprisa.

Pudimos ver, efectivamente, a los arpistas ciegos en una camarita lateral del recorrido principal de la tumba, muy recto hasta acabar en una Cámara Funeraria bastante bonita. En general, la tumba es muy elegante.

Después de la Cámara quedan otras cámaras por adaptar para la visita. Recuerdo, sobre todo, muchas tonalidades en blanco en los corredores de esta tumba.

Tumba de Ramsés VI -y Ramsés V- (KV 9).

Para entrar a esta tumba también hay que pagar una entrada aparte. Y la verdad es que lo merece.

Ramses VI fue el quinto faraón de la XX dinastía y gobernó entre 1142 y 1134 aC. Hijo de Ramses III, usurpó el trono a su sobrino Ramses V y fue sucedido por su hijo Ramses VII.

Además, también le usurpó la tumba que Ramsés V tenía preparada, pero no debió darle mucho tiempo pues dejó la Cámara Funeraria a medio terminar.

Y sin embargo, es una Cámara Funearia (y una tumba, en general) verdaderamente espectacular, posiblemente la mejor de las cinco que pudimos visitar. Es posible que al ver las tumbas durante un tiempo tan corto y que muchas de ellas se parezcan, pueda confundir las características de unas y otras. Pero la tumba de Ramsés VI es tan espectacular que eso es difícil.

La tumba está profusamente decorada, con gran colorido e incluye un amplio número de textos religiosos (algunos de ellos únicos). La KV9 ha estado abierta desde la antiguedad y tiene muchos graffittis griegos, romanos y cristianos en sus paredes.


La entrada no tiene escalones, sino que una suave rampa te permite acceder al interior (bueno, y darle una propinilla al guarda si te quieres hacer una foto en la puerta... con él). Las paredes de esta primera zona tienen relieves que han sufrido mucho a lo largo de la historia, pues están piqueteados y dañados. Poco después comienza el espectáculo colorista.

En las paredes aparecen imágenes de muchos de los libros guía para el difunto... el Amduat, el Libro de las Cavernas, el Libro de las Puertas... Paredes y techos están totalmente cubiertos de escenas alucinantes, maravillosas, sobrecogedoras...


Mientras que la tumba de Ramsés III la recuerdo luminosa y con protagonismo del color blanco, en este caso hay mucho más colorido, sobre todo en los techos. Por ejemplo, con estos buitres míticos que sobrevuelan desde el techo las barcas solares que llevan al sol y al faraón en su recorrido nocturno. Efectivamente:

En la imagen el faraón es transportado en la "barca solar" hasta el reino de los muertos, al igual que hace Ra cada día navegando en la "mandyet" de este a oeste y, durante la noche, en la "mesektet" de oeste a este por el reino de los muertos donde domina el caos; de este modo su alma vive eternamente en este continuo periplo. Abajo aparecen personajes del pueblo.

Pero quizá lo que más nos impactó fue la Cámara sepulcral. Ésta es enorme y por lo que nos contaron está inacabada (algunas partes de la cámara son muros sin desbastar si quiera). A pesar de ello, la decoración es tan sublime que la Cámara es difícil de olvidar.

En el centro de la Cámara se encuentra el sarcófago de Ramsés VI. Curiosamente, está hecho pedazos (aunque se ha restaurado junto con el resto de la Tumba para poder cobrar su entrada aparte).

La razón es sencilla pero sorprendente. Los ladrones que ya en la antiguedad robaron en la tumba trataron de aprovechar el granito rojo y el verde de los diferentes sarcófagos del rey.

Ante el enorme tamaño de uno de ellos, los ladrones al intentar romperlo en pedazos (lo cual debió ser un esfuerzo portentoso viendo el grosor de las paredes del sarcófago), una parte quedó en el foso e impidió la salida del resto del material, que quedó allí.

Cuando lo excavaron en 1985 se encontraron incluso algunos ushetbis entre los restos.

De la Cámara fascina el techo, que se repite de otras salas anteriores pero que aquí alcanza un grado de espectacularidad impresionante.

El techo abovedado de la Cámara sepulcral está decorado con dos composiciones que describen el viaje del dios Sol a través de los ciclos del día y de la noche.

En este techo destacan dos figuras enormes y sugerentes: se trata de dos imágenes de la Diosa Mut, una a espalda de la otra, y que engloban cada una de ellas al Libro del Día (arriba) y el Libro de la Noche (abajo).

Al final del Libro del Día, Mut se prepara para comerse el disco solar en el crepúsculo, como primera fase del viaje nocturno del dios Sol a través de su cuerpo.

Pero también otros libros aparecen en esta Cámara. En las paredes se desarrolla El Libro de la Tierra o Libro de Aker.

En definitiva, es una ubicación que abruma ante tanta información y que destaca de otras tumbas por su cuidado colorido y dimensiones.
El sarcófago original hace muchos siglos que dejó de contener la momia del faraón. Los ladrones de tumbas la acuchillaron y destrozaron cuando trataron de hacerse con sus joyas. Y sin embargo, en la actualidad se puede ver, junto con otras momias de grandes faraones en el Museo Egipcio de El Cairo.

La historia del hallazgo de las momias reales en el Valle de los Reyes es una de esas leyendas reales que dejan maravillado a quien las oye.

Éste es el relato que se incluye en el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto: "La historia de este increíble puzzle comienza en la dinastía XXI (1000 a. de C.). En aquel momento Egipto pasaba una época de crisis en la que los saqueos de tumbas estaban a la orden del día.

El Valle de los Reyes de Tebas y otras necrópolis regias de los alrededores eran continuamente amenazadas. Los saqueadores de tumbas buscaban objetos de valor para hacer negocio e intentar salir así de la precaria situación que los ahogaba cada vez más.

Ésta fue la razón por la cual los sacerdotes de Tebas decidieron reagrupar las momias reales de sus gloriosos ancestros en diferentes escondites seguros, a salvo de las manos de los ladrones.

Tras abrir las tumbas, se recuperaron los cuerpos y una parte muy pequeña de sus ajuares. En ocasiones, los sacerdotes llegaron tarde. Algunas de las momias tuvieron que ser vueltas a vendar después de haber sufrido el atropello de los saqueadores. Otras, sencillamente, fueron trasladadas de su lugar de origen hasta un nuevo emplazamiento, más escondido y seguro.

Sobre las tapas de los ataúdes de madera que cubrían los restos de los faraones, se inscribió el relato de lo sucedido, además del nombre del inquilino momificado. Sin embargo, lo que en un principio no debió de suponer más que un simple trámite burocrático, una simple mudanza de momias, debió de convertirse en un verdadero problema para los sacerdotes.

En algunas tapas podemos leer que se han escrito varios nombres reales, tachando unos y escribiendo otros encima, de lo que se deduce que, en un momento dado, los sacerdotes dejaron de ver con claridad quién era quién, no sabiendo a cuál pertenecía cada uno de los cuerpos.

El más importante de los escondites que utilizaron fue el de Deir el Bahari, descubierto en 1881. En aquella ocasión el Servicio de Antigüedades, bajo la dirección de Gaston Maspero, siguió la pista de una famosa familia de ladrones de tumbas, los Abd er Rassul, después de descubrir en el mercado negro de antigüedades de Luxor la presencia de piezas de incalculable valor.

En su interior aparecieron, entre muchas otras, momias cuyas etiquetas se correspondían con Amenhotep I, Tutmosis III, Seti I, Ramsés II, Ramsés III, etcétera, al igual que los cuerpos de importantes reinas. En total, 35 momias entre las que había grandes sacerdotes y cuerpos, hoy todavía sin identificar.

Años más tarde, en 1898, el francés Victor Loret descubrió en el Valle de los Reyes la tumba de Amenhotep II, a la que denominaron KV35. En una de sus habitaciones estaban las momias de reyes como Amenhotep III, Tutmosis IV, Seti II o Siptah, entre otros, así como ataúdes y elementos del enterramiento de algunos de los monarcas descubiertos años antes en Deir el Bahari.

Entre las 17 momias que se descubrieron en esta misma tumba, apareció la que en 2003 la Dra. Joann Fletcher identificó con la reina Nefertiti, la esposa de Amenofis IV, Akhenatón.".

Pero la mejor información que del Valle de los Reyes se puede obterner se encuentra en la página web del Theban Mapping Project http://www.thebanmappingproject.com/ en la que, de un modo maravilloso, se pueden encontrar vídeos, imágenes, planos, dibujos y cualquier material sobre este lugar único que representó el sitio de descanso eterno de tan grandes personajes de la historia.

Un lugar que sigue dando sorpresas: investigadores siguen trabajando en él. Por ejemplo, dilucidando de quién son las momias que han encontrado en la tumba KV63... hay quien dice que puede ser de una de las mujeres de Tutankhamón.

26 de diciembre de 2007

Tumbas egipcias (I): Pirámides y mastabas

La sociedad del antiguo Egipto tenía a la muerte, y a los presumibles procesos que sucederían a posteriori de la misma, como pieza fundamental en su forma de relacionarse con el mundo. Gran parte de la religiosidad egipcia se basaba en las implicaciones que la muerte, y la preparación para la misma, supondrían a cada persona.

Si esto era así para el más común de los mortales, cuánto no sería para los grandes jerarcas de los antiguos imperios. De hecho, gracias a esta especial relación con el mundo de los muertos por parte de los nobles egipcios podemos conocer tan bien aquella civilización.

Algunas de las grandes visitas incluidas en cualquier circuito turístico por el país incluyen algunas de las más famosas tumbas del Imperio Egipcio: las pirámides y las tumbas reales del Valle de los Reyes.

Aunque puedan parecer cosas muy diferentes, estructural y espiritualmente, pirámides y tumbas subterráneas coinciden en un mismo propósito: albergar el cuerpo de la persona fallecida (de cierto nivel, por supuesto) y facilitarle, desde diferentes puntos de vista, el proceso de muerte después de la vida. Además, ambas coinciden en ponérselo difícil a los posibles ladrones que quisieran mancillar el sueño eterno de las momias reales y nobles.

Sin embargo, en épocas tempranas los enterramientos no eran tan suntuarios. Al menos, externamente. Los arquitectos encargados de dar forma a las últimas residencias de los personajes de alcurnia en el antiguo Egipto optaron por las Mastabas, como la de Mereru-ka que es la de la foto de al lado y que pudimos visitar.

Las mastabas son tumbas subterráneas cubiertas por grandes estructuras rectangulares de adobe, a modo de banco (de ahí viene su nombre en árabe) y, como será tradición de ahí en adelante, ubicadas por donde atardece, por donde se pone el sol como metáfora perfecta del viaje que el recién fallecido habría de pasar.

El caso de la Mastaba de Mereru-ka es indicativo de lo que estas estructuras contenían. Mereru-ka (2343 a. C.-2323 a. C.) fue Visir y gobernador de Menfis durante la VI dinastía llegando a casarse con la hija del faraón Teti.

De ahí posiblemente la calidad de los relieves y pinturas del interior de su tumba, cuyo estado es muy bueno, tanto en colorido como en conservación (aunque hay habitaciones que han perdido la parte superior). La tumba es enorme (casi 1000 metros cuadrados) y hay zonas dedicadas a Mereruka y otras a su mujer, la princesa Uatet-ket-hor, hija de Teti.

Pero lo más fascinante, además de poder observar una estatua del propio Visir en una de las estancias principales, o de advertir puertas falsas y trampas para los ladrones, es poder asistir a escenas cotidianas del antiguo Egipto plasmadas para la eternidad en sus pareces. Numerosas escenas de caza (con especies de aves perfectamente definidas, como abubillas, garzas o martines pescadores), escenas de ocio del propio Mereruka, su mujer y sus hijos, escenas de pesca, de ganadería, etc.

La mastaba de Mereruka está muy cerca de la pirámide de Pepi, sucesor de Teti en el trono faraónico de la VI dinastía. Pero, por supuesto, está muy cerca de la gran Pirámide de Saqqara, el emblema de la zona.

El arquitecto Imhotep, encargado por el faraón Djoser (o Zóser, o Dyeser, depende de donde aparezca escrito), decidió hacer una variación al tema de las mastabas. Superponiendo a una mastaba inicial otras tantas estructuras (hasta un total de 6), la tumba de Djoser terminó convirtiéndose en la primera pirámide de la historia, ahora vulgarmente conocida como la Pirámide escalonada.

En realidad, la pirámide escalonada se encuentra en una necrópolis mucho más amplia que planteó desde un principio Imhotep. La pirámide por sí misma es espectacular, enorme. Pero también lo es el paisaje que la circunda (palmerales y desierto) y el resto de pirámides que, en la lejanía, se pueden observar. Algunas de ellas son las pirámides de Dashur, las del faraón Snefru, en las que aparecen por vez primera los textos de las pirámides inscritos en sus piedras. La pirámide roja y la romboidal son las más conocidas.

Imhotep hizo un trabajo importantísimo en Saqqara. No sólo creó y desarrolló el concepto de pirámide, sino que “inventó”, allá por el c. 2650 aC, la edificación de columnas. El corredor principal de acceso del templo que sirve de entrada a la Necrópolis de Saqqara está hecho con columnas.

Curiosamente, Imhotep no debió sentirse muy seguro de dicha configuración, por lo que unió las columnas con muretes a las paredes adyacentes, a las pilastras, creando un efecto muy curioso: imitó a haces de papiros, costumbre que se mantendría muchos años en la construcción de templos egipcios.

La necrópolis de Saqqara es enorme. El arqueólogo francés Jean-Philippe Lauer (1902-2001) dedicó 75 años de su vida para restaurarlo y recomponer en lo posible su estado inicial, la configuración que el gran rey Djoser debió requerir a su arquitecto real Imhotep. Ni él (por fallecer, pobre) ni nosotros pudimos (por falta de tiempo) pudimos visitar el nuevo Museo de Imhotep abierto al lado del complejo funerario. Imhotep llegó a ser divinizado por los propios egipcios en el Imperio Nuevo, finalizando su dilatada carrera divina como el mismísimo Esculapio griego.

De Djoser, uno de los faraones fundamentales de la III dinastía, se halló en la parte norte de la Pirámide, en una pequeña cámara llamada serdab, una estatua en bastante buenas condiciones que se puede ver nada más entrar en el Museo Egipcio de El Cairo, cerca de la Paleta de Narmer.

Esta estatua tiene un gran tamaño y en ella el faraón aparece sentado. En el pedestal aparece grabado su nombre de la época: Necherjet, "cuerpo divino". Es a partir del Imperi Nuevo cuando el gran rey de la dinastía III pasó a denominarse Djoser.

Los faraones que siguieron a Djoser también optaron por la realización de pirámides, llegando a un nivel de especialización asombroso las de los faraones Keops (Khufu), Kefren (Jafra) y Micerinos (Menkaura). La imagen de las pirámides de estos faraones, única maravilla del mundo antiguo aún en pie, son el mejor reclamo turístico con el que cuenta el país.

La verdad es que al llegar a la explanada de las pirámides se unen dos sensaciones diferentes. Por un lado, la espectacularidad del conjunto monumental es indudable. Sin embargo, la cercanía de Guizah, ciudad-barrio dormitorio de El Cairo y la aglomeración de público deslucen un poco la visita.

Pero sólo un poco, la verdad. Las pirámides son impresionantes. Realmente faltan palabras para expresar la grandiosidad de las tres obras, más aún cuando el sol las ilumina.

Cuánto no sería el brillo entonces cuando estaban recubiertas de piedra caliza blanca pulimentada… De hecho, este revestimiento, como suele ser habitual, forma parte ahora de muchos de los edificios de El Cairo.

Fueron los turcos otomanos quienes más se aprovecharon de los restos que cayeron de las pirámides tras un terremoto en la edad media. Sin embargo, la pirámide de Kefrén, la mediana, aún guarda en su cúspide parte de éste revestimiento, pero sin el fulgor que debería proporcionarle.

La pirámide de Keops es la más grande, pero desde algunas perspectivas no lo parece. Los bloques inferiores son enormes. Sorprendentemente hay un pequeño camino que permite a los turistas acceder a cierta altura de la pirámide. No hay que olvidar que, de acuerdo con las indicaciones de carteles y vigilantes (como la que había en Saqqara) está prohibido ascender a las pirámides. No dejamos, pues, escapar la posibilidad de poder tocar los inmensos bloques de piedra. Más de un millón de bloques se calcula que tiene la gran pirámide, cuya altura casi tocaba los 150 metros.

El acceso actual no es el original. Tampoco suele serlo en el resto de pirámides, de hecho se aprovechan las entradas de ladrones que trataron de conseguir los supuestos tesoros que las pirámides, tumbas al fin y al cabo, debían guardar. La gran pirámide es la tumba de Keops y fue construida para mayor gloria del faraón allá por el 2570 aC, que se dice pronto. Hay numerosas teorías que tratan de explicar la construcción de las pirámides, pareciéndome las más acertadas las basadas en rampas.

De acuerdo con la wikipedia, " (...) su nombre original era “El Horizonte luminoso de Jufu". Si Keops ordenó erigir la Gran Pirámide, no lo hizo con esclavos, como se había pensado durante mucho tiempo, sino con trabajadores altamente cualificados, comandados por capataces de considerables conocimientos en geometría, estereotomía (arte de cortar la piedra), astronomía, etc. Por ello, es probable que no haya sido la construcción de la pirámide la causa del descrédito del reinado de Jufu, sino las medidas administrativas y religiosas adoptadas por este rey, que influyeron muy negativamente en la tradición egipcia posterior, empeorando con el paso de los siglos la imagen de Jufu. (...) "

En cualquier caso, Keops fue deificado y venerado sobre todo en el Egipto tardío. En este artículo de EL PAÍS de Zahi Hawass se recrean los últimos momentos del faraón. La verdad es que es muy curioso: http://www.elpais.com/articulo/reportajes/ultima/piedra/Gran/Piramide/elpepusocdmg/20070902elpdmgrep_8/Tes

En el lado Sur de la Gran pirámide se ha construido un pequeño gran museo que contiene uno de los más impresionantes tesoros que se han hallado en la zona. No hablo de oro ni de metales preciosos: hablo de una de las barcas solares del faraón Keops que fueron enterradas en la zona de la necrópolis para que el faraón pudiera hacer el viaje nocturno que implicaba su muerte y resurrección.

La barca solar fue hallada en 1954 y se tardó casi 15 años en reconstruirla. Existe otra barca de la que hace poco National Geographic publicó fotos pero que no se ha sacado del foso donde duerme por precaución.

El museo es moderno y la barca se exhibe con todos los honores. La verdad es que te deja asombrado el tamaño de la misma, la conservación de sus piezas, la meticulosidad del trabajo realizado hace tantos miles de años, preservado además en madera (lo que no suele ser habitual). La obligación de ponerte babuchas al entrar (supongo que para evitar contaminar el ambiente con algo que perjudique a la Barca) es un complemento curioso a la visita. La tienda tenía muy buena pinta también (a diferencia del resto de tiendas del país).

La visita al interior de la Gran Pirámide es difícil, ya que sólo se puede pasar dos veces al día y cuesta encontrar entradas. Así que nos dirigimos a la pirámide de Kefrén, uno de los hijos de Keops que quiso emular a su padre construyendo otra pirámide gargantuesca allá por 2520 aC.

Jafra (en egipcio) o Kefrén (en griego), fue el cuarto faraón de la IV dinastía, reinando de c. 2547 a 2521 aC. La entrada al interior de su pirámide ha sido restaurada recientemente, por lo que su acceso, sin cámara de fotos, está facilitado.

La entrada es un poco angustiante. Una bajada de mucha pendiente te introduce en un mundo pelín asfixiante, bastante caluroso y poco iluminado. Has de ir agachado gran parte del tiempo y compartiendo el camino con otros turistas que suben y bajan. Los pasillos son estrechos y tras la abrupta bajada hay un trecho recto más amplio que, tras otra subida de cierto nivel nos llevó hasta la Cámara Funeraria de Kefrén.

Tuvimos mucha suerte pues la pudimos ver prácticamente solos. Ciertamente, me emocioné al llegar a la Cámara Funeraria del Faraón. Y no sólo por el sarcófago de granito negro, vacío desde hace años, sino por la pintada que el, llamémosle, aventurero y arqueólogo aficionado (otros le llamarían ladrón no sin cierta razón) Giovanni Belzoni hizo en el siglo XIX cuando accedió por primera vez a ella.

“Scoperta da G. Belzoni. 2 mar. 1818” escribió en grandes caracteres en negro este tipo tan interesante, del que no puedo evitar coger los datos principales de la wikipedia:

Giovanni Battista Belzoni (1778-1823) nace en Padua (Italia), de carácter aventurero, es un ilustre y singular personaje de la incipiente egiptología del siglo XIX.

Viaja a Londres de joven, donde actúa en pequeñas ferias y circos. Estudia ingeniería e idea una rueda hidráulica que, según sus cálculos, era cuatro veces más eficiente que las contemporáneas. Para exponer su invento viajó a Egipto, montándola en palacio del Pachá Mehmet Ali. La demostración fue un fracaso total.

En Egipto conoció al cónsul general británico, Henry Salt, y se aventura a transportar un gran coloso de piedra, desde Luxor a Alejandría, para su embarque con destino a Londres. Observando el lucrativo negocio que suponía la obtención de antigüedades decide dedicarse a ello. Era una actividad sin escrúpulos, imperando en la época la ley del más fuerte.

Belzoni descubrió y expolió numerosas tumbas en el Valle de los Reyes, como las de Ay, Ramsés I y Sethy I.

Consiguió entrar en la pirámide de Jafra, pero solo encontró unos huesos de vaca, restos de comida de los saqueadores, y una inscripción en árabe: El maestro Mohammed Ahmed, lapicida, lo abrió; y el maestro Othman estuvo presente en la apertura y el rey Alij Mohammed estuvo presente desde el principio y cuando se volvió a cerrar. Belzoni dejó escrito, con grandes letras:

Scoperta da G. Belzoni 2 mar. 1818

Belzoni también escribió un libro de viajes relatando sus aventuras en Egipto. Éste aventurero logró entrar por primera vez en la pirámide de Kefrén, en el Templo de Abu Simbel y en la Tumba Real de Seti I, además de llevarse a Londres numerosas piezas clave de la egiptología. Desde luego, es un personaje interesantísimo.

El caso es que, emocionados, volvimos a recorrer el camino andado (y sí, tuvimos tiempo de hacer alguna foto en el interior de la pirámide, aunque sólo fueran las de bajísima calidad de la cámara del móvil). La sensación es muy grata y supone un privilegio haber podido acceder. Mucha gente que lo hace posiblemente no valore dónde ha estado.

El caso es que la pirámide de Kefrén está ubicada en un complejo funerario al que pertenece la gran Esfinge, última parada en la visita a Gizah.

Hoy por hoy es evidentemente espectacular. Más lo debía ser en el pasado, cuando estaban pintados de rojo su cara y el cuerpo de león y de franjas amarillas y azules el nemes con el que se cubre la cabeza de la esfinge.

Ésta se cree que representa al propio Kefrén como guardián de su propio complejo funerario. Es cierto que es enorme. No sólo la cabeza de la esfinge, sino todo su cuerpo, las garras son grandísimas, de un porte excepcional. La cola, que sube hasta la parte posterior del cuerpo, es un detalle que suele pasar desapercibido.

La esfinge forma parte de un Templo más general, que casi no pudimos ver porque ya cerraban y porque la afluencia de público era tal que casi impedía ver nada. Me quedé con un par de cosas: una cavidad casi a la entrada del Templo (en la que la gente tira ahora billetes y monedas por una razón que se me escapa) en la que fue hallada la estatua del propio rey Kefrén protegido por Horus (justo detrás del nemes) en diorita que preside una de las salas más importantes del Museo Egipcio de El Cairo.

El otro detalle que me pareció curioso es el presunto antiguo embarcadero real, a la entrada del Templo, que actualmente está parcialmente inundada y cubierta de algas. Éste es uno de los síntomas que algunos arqueólogos están aprovechando para reclamar atención para la esfinge, que podría correr el riesgo de desaparecer.

En su momento, la arena que la cubrió durante miles de años la protegió de la erosión. Ahora sufre los rigores de la erosión, de las aguas subterráneas y de las mismas restauraciones que durante siglos se le han realizado con no muy buenos resultados. Es cierto que otros arqueólogos, como Zahi Hawass no se muestran tan preocupados por el tema.

En definitiva, estas pirámides, junto a la de Micerinos (Menkaure) y las pirámides subsidiarias de las esposas reales que conforman todo el complejo funerario son uno de los espectáculos más importantes del mundo.

Pasados los siglos, los faraones decidieron cambiar de ubicación y de modo la forma en la que pasarían la eternidad de la muerte. Tebas sustituyó a Menfis como capital del Alto y Bajo Egipto (las pirámides se sitúan cerca de la antigua Menfis, de la que casi no queda nada salvo el colosal Ramsés II del reducido museo donde éste se exhibe). En esta nueva localización, en la parte oriental de Tebas, se construyeron un buen número de tumbas reales de los faraones del Imperio Nuevo. En este caso, tumbas subterráneas, pero situadas bajo una gran montaña con forma de... pirámide, para ascender lo más rápidamente posible hacia el sol.

Se trata de El Valle de los Reyes, en Luxor.

22 de diciembre de 2007

El Nilo

El río Nilo. Uno de los ríos más grandes del mundo. Uno de los ríos más emblemáticos del mundo. En la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini en Piazza Navonna (Roma) el Nilo se sitúa en lugar preponderante junto con el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata (por cierto, la fuente está coronada por un obelisco egipcio de época romana, teniendo a Domiciano como protagonista).


El Nilo es el segundo río más grande del mundo (sólo superado por el Amazonas) y navegar por él se convierte en una experiencia inolvidable. Y no sólo por la calidad del barco en el que lo hacemos, el Nile Festival, sino por los paisajes, las gentes, las aves, las escenas cotidianas, los barcos que lo surcan, la ingente marea de turistas que lo ocupan...


Pero también por el olor y el color de sus aguas, la vegetación de sus riberas, los restos arqueológicos que se entreveen en las cercanías, el tacto de la arena de las áreas de desembarco, el aspecto gargantuésco de la presa de Assuan que cercenó la libertad del gran río.


Hay que pensar que el Nilo es fuente de vida. Ésto es un tópico, cierto. Pero cuando se habla de ríos como el Nilo (quizá también del Tigris o el Éufrates), la significación de fuente de vida pasa a convertirse en fuente de civilización, la fuente originaria de la vida organizada en la pequeña historia del ser humano.


En resumen, navegar por el Nilo es una experiencia por sí misma. Pero una experiencia enriquecida por un trasfondo cultural y natural excepcional.


Una de las primeras cosas en las que se fija uno es en lo enormemente ancho que es el río. Anchura que facilita el gran tráfico que soporta. Ése es otro de los detalles en los que cae uno cuando comienza a navegar por él. Numerosísimos barcos recorren el río, llevando a las masas de turistas (nosotros somos unos más de ellos) en recorridos llenos de encanto, habitualmente entre Luxor y Assuan. Los barcos son enormes, hoteles de lujo navegantes que permiten transportar a un número ingente de viajeros.


Otra cosa es que esos viajeros dejen riqueza en el país. Sería un debate interesante, sobre todo al asistir a escenas de pobreza ciertamente preocupantes. Es cierto que Egipto no parece sufrir la pobreza rigurosa de otros países árabes, pero también lo es que hay zonas en las que sorprendentemente no parecen haber llegado los supuestos beneficios del turismo de masas.


En cualquier caso, el Nilo es protagonista y sendero por el que guiarse, en la historia y en la propio viaje. Algunos egipcios se acercan en sus barcas a ofrecer sus productos a los turistas. Llegan a tirar chilabas, manteles o cualquier prenda desde la superficie hasta alturas importantes con tal de buscar algunos euros. Aquí el regateo es más curioso, si cabe.


Pero sin lugar a dudas, es el paisaje de las riberas del Nilo el que permanece en la retina mucho tiempo después de abandonarlo. No se puede hablar, desde luego de bosques de galería. Pero sí de una comunidad arbórea en la que la palmera datilera es la protagonista casi absoluta.


Curiosamente, ningún guía nos supo decir el nombre de las especies de árboles que acompañaban a las palmeras en las riberas o en cualquier otra zona de Egipto. Oímos hablar del Sicomoro, vimos árboles muy parecidos a acacias y a algarrobos, pero nadie nos sacó de dudas. Compramos algunas cosillas talladas en madera (cocodrilos, nubios...). Llamativo, sin duda, el desconocimiento general de la flora egipcia, hasta de lo más comun.


Sobre todo pensando en la importancia que dos especies de plantas tuvieron para los antiguos egipcios: el papiro (Scirpus lacustris) -planta que representaba el Bajo Egipto, es decir, la zona entre el Cairo (Menfis, para ser exactos) y el Delta- y el Loto Azul o Loto Egipcio (Nymphaea caerulea) -que representaba al Alto Egipto, desde el Cairo actual hasta Nubia-.


Del papiro hace mucho ya que se dejó de tener noticias en el Nilo hasta, por lo menos, la zona más al Sur, pasado el Lago Nasser. Aún quedan numerosas tiendas y talleres dedicados a la decoración basada en papiros, pero de la especie, ni una. Del Loto se puede decir algo similar.


En la entrada del Museo Egipcio de El Cairo los pudimos observar, por fin, en un estanque realizado ad hoc.


Duele más cuanto la mayor parte de las columnas de las salas hipóstilas de los grandes Templos del Antiguo Egipto están coronadas por flores de Loto o papiros,más o menos entreabiertos cuanto más cerca del camino principal del Templo, que era por donde el río Nilo debería pasar en esas representaciones de la tierra, del día y la noche, que eran los Templos de millones de años. El Loto y el papiro aparecen en numerosos relieves de los templos, como el de la foto adjunta, del Templo de Dendera. Símbolos de las dos partes del país (la Tierra Negra y la Tierra Roja) en la que se dividía el antiguo Egipto.


Pues si de éstos símbolos no queda rastro, lo mismo se puede decir del Cocodrilo del Nilo (Cocodrylus niloticus). Según lo que comentaban los propios egipcios, sólo se pueden observar cocodrilos Lago Nasser abajo, hacia Sudán. Del resto del Nilo han desaparecido, aunque comentan que algunas crías sedejan ver cerca de la presa de Assuan.


De hecho, en algunos poblados guardan algunos para que el turista de turno (por ejemplo, nosotros) se haga las fotos correspondientes con las crías de cocodrilo de no más de un año.


Desde luego, es sorprendente recordar lo hipotéticamente sencillo que fue observar cocodrilos o caimanes en Costa Rica y la desaparición absoluta del cocodrilo del Nilo de la parte más poblada de su curso. Al igual que pasaba con el loto y el papiro, el cocodrilo era más que un símbolo en el antiguo Egipto. De hecho, templos como el de Kom Ombo estaban dedicados a él. O, para ser más exactos, al Dios Sobek. Figuras humanizadas o del propio cocodrilo decoran muchas de las columnas y paredes de este Templo, muy cercano al propio río.


Sin embargo, sí son más habituales las aves. Cerca de Assuán tuvimos la oportunidad de navegar por la Reserva natural de la Isla Elefantina, donde observamos numerosas aves, si bien a lo largo de la singladura ya habíamos visto, al menos, las más frecuentes.


Quizá la Garza Gris (Ardea cinerea), una subespecie de la Garza Real de nuestros ríos, es la que más nos llamó la atención. Numerosas garzas grises se apostaban entre la vegatación riparia, oteando y cazando incluso, hecho que pudimos observar en alguna ocasión.


Otra especie que se dejó ver muy a menudo fue el Martín pescador pío (Ceryle rudis), sólo o en pareja. Nuestro martín pescador es difícil de ver, por lo que nos sorprendió la abundancia y facilidad con la que se avistaban estos martines pescadores blanquinegros, bastante ruidosos y estridentes. Les pudimos ver tanto en Luxor como en Assuan y en el Lago Nasser.


En general tuvimos suerte con la avifauna. Además de la garza real y los martines pescadores pudimos observar cormoranes, garcillas bueyeras, garcetas, avocetas, algún avetoro o cigüeñuelas como las de la foto de abajo.



No hubo suerte con anfibios o reptiles. Tampoco tuvimos demasiado tiempo para observar fauna. Nuestro viaje, como es natural, estaba centrado en la visita a templos y tumbas. La fauna es, en todo caso, algo accesorio en este tipo de viajes.


Es curioso leer en casi cualquier guía del país que éste no destaca demasiado por su fauna o flora debido a la gran superficie que ocupa el desierto. Nos costó mucho encontrar una guía que, a decir verdad, es un mero brochure bastante cutre. Tanto, como que no incluye ni nombres científicos de las especies que reúne. Regateamos un poco en el mercadillo de Kom Ombo y por lo menos nos hicimos con ella.


El hecho de considerar al Nilo un paisaje cultural implica que el factor humano es esencial a la hora de hacer un acercamiento al río. Y no sólo me refiero a la historia de las antiguas crecidas anuales que permitieron el florecimiento de una de las civilizaciones más impresionantes de la historia humana.

En la actualidad, son los pobladores de las riberas los que más llaman la atención (al menos, muchas de sus actividades) al turista que navega el Nilo.


Numerosas barcas de pesca, por ejemplo, aparecen por el camino. En algún caso, sorprende la técnica utilizada por el pescador. En la foto adjunta, un egipcio da, nunca mejor dicho, palos al agua con fuerza para acabar posiblemente con algún pez de gran porte (quiero creer).



En otros casos, los pescadores echan al río sus redes, seguramente para dejarlas a la deriva y recogerlas más tarde. Curiosamente siempre les vimos en el momento de echarlas, nunca recogiéndolas, por lo que no pudimos calibrar el tamaño de las capturas ni el tipo de las mismas.

En algunas partes del Nilo y sus canales sorprende que lo egipcios sigan pescando a la antigua usanza.

Sorprende, en cualquier caso, asistir a uno de los cinco rezos que los musulmanes están obligados a realizar a lo largo del día en la propia barca de pesca. A este hecho sí tuvimos la oportunidad de asistir. Pero para embarcaciones con encanto, sin duda, las falucas que recorren el río, especialmente en la parte de Assuán.


Estas barcas a vela (pero que posiblemente también tengan motor) están dedicadas al transporte de turistas pero también al transporte interno. Son muy numerosas y sus velas picudas aportan el componente que le falta al río para convertirse en inolvidable La verdad es que el viaje en faluca es una de las experiencias que ningún viajero po el Nilo debe perderse.


Sobre todo cuando el timonel de la misma tiene la gracia y el desparpajo que quien nos tocó. Bien es cierto que lo que buscan son las propinas con las que complementar su reducido pecunio, pero hay quien lo hace mejor y quien lo hace peor. En este caso, nos cantaron (y bailaron) un tema pegadizo que, vete tú a saber qué significaba. Pero consiguieron multitud de sonrisas y, claro, que les comprasemos unos cuantos collares y reproducciones de cocodrilos en madera.


La presencia del hombre no sólo ha cambiado el sentir del río. Ha cambiado, definitivamente, su curso. La gran presa de Assuan, como antes la presa de los ingleses, ha cambiado radicalmente el sistema biótico del Nilo. Quizá el país cuente ahora con electricidad suficiente pero a cambio los campos de cultivo no reciben el limo que les proporcionaban las crecidas anuales.. los campos de cultivo y los sistemas bióticos que de él dependían.



Además, la acumulación de agua evaporada ha provocado el llamado "mal de la sal" que perjudica a los monumentos. Y a esto se añade la bilarciosis, una esquistosomasis ocasionada por un parásito (un platelminto) y que está afectando en gran número a los egipcios.




En cualquier caso, recorrer el Nilo es una experiencia tan subyugante que será dificil que lo podamos olvidar en nuestra vida