30 de enero de 2011

11 cosas (más) que hacer en Londres

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1. Visitar la Casa de Charles Dickens

Está  muy cerca de la estación de metro de Russell Square y pasa por ser la mejor recopilación de objetos de Charles Dickens expuestos en la que fue una de sus residencias en Londres (véase, http://www.dickensmuseum.com/). La verdad es que nuestras expectativas eran muy altas y quizá por ello la visita resultó ser algo desangelada.

En primer lugar, la tienda tiene muy pocas cosas (al contrario de lo que se dice en otros lados en internet). Al llegar te ponen un documental de casi una hora en inglés sin subtítulos (entiendo que no pueda ser de otra manera) pero del que se sacan pocas conclusiones…

La casa atesora un buen número de cosas, pero están dispuestas casi sin orden, muchas veces unas encima de otras… le falta un poco de gusto al mostrarlo.

Pero aún así es de rigor admitir la simpatía con la que te atienden y el esfuerzo que una iniciativa privada como ésta hace por recuperar la memoria del gran escritor inglés del XIX.

Así que lo único bonito de la visita a 48, Doughty Street es ver algunos detalles materiales de la vida de Charles Dickens y conocer algunos aspectos curiosos de su vida. Y algunos, ciertamente emocionantes, sí señor.

P1240542 P1240587 P1240543  Por ejemplo, una reja de la cárcel de Marshalsea donde Dickens y su familia pasaron unos meses por las deudas contraídas por su padre. El primer retrato del autor. El anillo de compromiso de la primera mujer de Dickens o la aldaba de la casa en la que éste vivió de niño.

Por supuesto, hay manuscritos, sobre todo de cartas. También hay una importante colección de ediciones variadas de sus libros. Y algunos de los originales de las ilustraciones que los caracterizaron (si bien es verdad que menos de los esperados). Hay retratos curiosos (como el de RW Buss en el que aparece rodeado de un buen número de sus personajes).

Sus habitaciones, el comedor, la sala de estar o el baño han recuperado muebles de la época, pero también se expone algún mueble que perteneció al autor. Quizá lo más interesante de la Casa es el seguimiento que hace de la vida sentimental de Dickens y sus daños colaterales.

P1240570 Además de las primeras novietas de Charles, en la casa es reiterada la mención a su esposa Catherine y a la hermana de ésta, Mary Hogarth y por razones bien diferentes. Charles Dickens fue una de las primeras personalidades en separarse de su mujer en la encorsetada sociedad victoriana. Los retratos de Catherine de joven la muestran como una joven guapa y agradable. Se casó con ella en 1836 y se vinieron a vivir a esta casa al año siguiente. Aquí nacieron dos de sus diez hijos.

Y aquí también murió la hermana pequeña de Catherine, Mary Hogarth, a la que Dickens y la familia estaban muy unidos. De hecho, su pequeña habitación está reconstruida y en ella se cuenta la historia de como falleció repentinamente, así como las historias de las mujeres con las que Dickens tuvo relación una vez separado de su esposa.

P1240586 Bustos, reconstrucciones de su despacho, las ventanas de otra de sus casas… Dickens abandonó para mejor esta casa del barrio de Holborn pues pronto sus escritos (aquí desarrollo Los papeles póstumos del Club Pickwick, Oliver Twist y Nicholas Nickleby).

Pagaba 80 libras al año. Nosotros sólo pagamos 7 por entrar y recorrer sus pasillos y habitaciones,que estuvieron a punto de desaparecer en 1923 cuando el edificio fue salvado de la demolición por la Hermandad Dickens. Hoy en día, te puedes tomar algo en un pequeño café que hay al lado de la mini tienda mientras ves las diferentes ediciones de David Copperfield o su tintero favorito.

2. Buscar gente famosa en la National Portrait Gallery

Catherine Parr, attributed to Master John, circa 1545 - NPG  - © National Portrait Gallery, LondonPor la misma época se puso en marcha un proyecto típicamente británico y del que deberían aprender el resto de países: el reconocimiento de sus personalidades más famosas. De hecho, algo así se intentó por aquí con el Panteón de hombres ilustres pero poco más.

En Londres está la National Portrait Galley (http://www.npg.org.uk/) una maravilla estructurada por épocas en la que uno es capaz de mirar cara a cara a Enrique VIII y a Sir Thomas More, a Lady Mary y a Catherine Parr (a la derecha), a Isabel I y a Sir Francis Drake, a William Shakespeare y a Jane Austen (abajo, derecha), a Charles Dickens (a la izquierda)y a Charles Darwin, a Elizabeth Cleghorn Gaskell (née Stevenson), by George Richmond, 1851 - NPG  - © National Portrait Gallery, LondonElizabeth Gaskell (abajo, izquierda) y a Isaac Newton, a Nelson y a Wellington, a las hermanas Brönte y a Lytton Strachey.

Recorrer sus salas buscando genios o locos, buscando reyes y músicos, científicos y escritores es uno de esos placeres que sólo puede deparar la capital inglesa. Además, si estás interesado en una época concreta, lo tienes perfecto¡ Que nos lo digan a nosotros, que nos pasamos mucho tiempo en las salas Tudor y en las victorianas. Al final, comienzan los retratos contemporáneos y la fotografía comienza a sacar la cabeza…

P12405933. Horrorizarse en la Casa Museo de John Soane

(Escribo esto mientras en Egipto miles de ciudadanos están tratando de echar a Mubarak de su sillón. Y como parte de la revuelta no se les ocurre otra cosa que destrozar momias reales y objetos del Museo de El Cairo, el más maravilloso de cuantos he visitado. Entiendo la reiterada solicitud de Egipto para que le devuelvan sus objetos antaño robados, pero ¿a este precio? Desde luego, no.)

Pero de ahí a tener que aguantar ver el mismísimo sarcófago de Seti I encerrado en el interior de uno de los más horripilantes museos en los que hemos estado (http://www.soane.org/).

John Soane fue el típico coleccionista del XIX como en España lo fueron Lázaro Galdiano o el Marqués de Cerralbo. Sus casas museo se caracterizan por estar abarrotadas, pero la de Soane se lleva la palma, ¡y por mucho! Su museo recoge todo lo que coleccionó entre 1780 y 1837 y es tan abrumador que no te deja respirar. Es cierto que tiene piezas preciosas (bronces y mármoles romanos, una jarra etrusca sombrosa, pinturas de Canaletto o William Hogarth –un par de series interesantísimas, ushebtis egipcios, una pieza del Erectéion de Atenas…) pero todas ellas están mezcladas unas con otras, en una paisaje atiborrado, desquiciante, cansino. No me extraña que para entrar unas personas de cara avinagrada te “requisen” tus cosas para meterlas en una bolsa (no vayas a dar a algo y tirarlo) y que para pasar tengas que dejar salir, como en el metro.

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Ir, si te gusta la arqueología, hay que ir. Están también en Holborn, en Lincoln Inn Fields. Pero tu pobre alma se esconde bajo tus pies cuando ves el sarcófago de Seti I, de uno de los más grandes faraones de la antigüedad, escondido en el sótano de una casa de pesadilla.

4. Visitar el anfiteatro romano de Londres…

P1240619 Como se nota donde hay dinero.Y en la City, lo hay, vaya si lo hay. Y por eso cuando los arqueólogos del Museo de Londres encontraron en 1988 los restos del arcaico anfiteatro romano de Londinium justo debajo del barrio financiero, cuando se pensó en exponerlo se dedicaron los recursos suficientes.

P1240612 Y por eso, los exiguos restos del anfiteatro, incluyendo parte de la arena y de los pilares de piedra (el resto debía ser de madera) están aquí soberbiamente representados y ambientados. En la parte de fuera se muestran en vitrinas algunas de las piezas halladas aquí (no sólo romanas, también anteriores y posteriores).

5. Y las preciosas obras de arte de la Guildhall Gallery y de la National Gallery of London

P1240607Y por cierto que aquí es la Galería de Arte Guildhall (http://www.cityoflondon.gov.uk/Corporation/LGNL_Services/Leisure_and_culture/Museums_and_galleries/Guildhall_Art_Gallery/), la que muestra las obras de arte que los organismos públicos que rigen la City tienen en su poder.

La Ghirlandata by Dante Gabriel Rossetti

 

Hay desde retratos del siglo XVI a grandes pinturas bélicas. Nosotros nos quedamos con la obra más representativa de la Galería, la llamada La Ghirlandata de Dante Gabriel Rossetti, pintada en 1873 pero también dos obritas preciosas de John Everett Millais acerca de cómo soportaba las misas su hija pequeña en “Mi primer sermón” y “Mi segundo sermón”. My First Sermon by Sir John Everett MillaisMy second sermon by Sir John Everett Millais

 

 

 

Pero si hay un lugar en el que la pintura es la referencia en Londres, sin lugar a dudas, esa es la National Gallery. La verdad es que hay tantas obras que admirar, tantos pasillos que recorrer que cuando vamos, nos limitamos a ver las obras maestras corriendo de sala en sala. Entre ellas, me quedo con  (http://www.nationalgallery.org.uk/) La Venus del Espejo de Velázquez, Los embajadores de Holbein, El matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck, La virgen de las rocas de Da Vinci, La joven con el clavicordio de Vermeer, Venus y Marte de Boticelli, Los girasoles de Van Gogh, el autorretrata de Rembrandt a los 34 años o la fenomenal Isabel de Porcel de Goya.

6. Conducir un autobús y un metro en el Museo del Transporte de Londres

P1240728 Éste sí que es un museo donde te puedes divertir enormemente. Y aprender muchísimo. La historia del transporte de Londres no es sino la historia de la industrialización y del progreso en la sociedad inglesa de los siglos XVIII al XXI. La visita comienza cogiendo un ascensor que, literalmente, te lleva atrás en el tiempo.

Desde los primeros transportes a caballo hasta los más modernos trenes, de todo hay en el London Transport Museum (http://www.ltmuseum.co.uk/), situado justo al lado de Covent Garden.

P1240660 En este lugar se aprenden cosas muy llamativas. Desde la puesta en marcha en 1829 del primer Omnibus en Londres P1240669(por George Shillibeer, una especie de autobús iniciático con caballos que enseguida dio lugar a una feroz competencia), los primeros tranvías a caballo, los barcos a vapor que cruzaban el Támesis o el peculiar proyecto del canal bajo el Támesis para ser recorrido por tren. Curiosos los anuncios que ponían en venta los tranvías / omnibus / barcos de vapor una vez éstos dejaban de ser rentables.

Hubo un momento en que Londres se tuvo que decidir entre horadar las calles para poner transporte subterráneo o, como en Nueva York, alzar puentes para que los trenes recorrieran la ciudad por las alturas.

 P1240681P1240702 Ganó el metro y otro de los atractivos del Museo es ver desde los primeros proyectos (con locomotoras soltando humo en los túneles) hasta el metro de hoy en día, del que puedes hacer una conducción virtual. Las partes dedicadas a la construcción del metro y a los primeros viajes del mismo son asombrosas.

P1240705 La decisión de aprobar tarifas baratas de viaje para los trabajadores es otra de las pistas que hay sobre la evolución de la sociedad del XIX, los llamados Trenes parlamentarios de primer ahora de la mañana cambiaron la vida a mucha gente.Autobuses, trenes, metros, carruajes… muchos de ellos con maniquíes, con holografías, con vídeos e incluso con las declaraciones en directo de los conductores de cada época y de cada vehículo.

El transporte público de pasajeros cambió la vida de nuestras sociedades y de ello da fe este excepcional Museo del Transporte de Londres.

7. Visitar el nuevo Darwin Cocoon

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Y ya que hablamos de cambiar la vida, el científico más importante del siglo XIX en Londres fue Charles Darwin, sin lugar a dudas. A él le he dedicado numerosas entradas por lo que no me voy a extender más. Pero sí lo suficiente como para subrayar la importancia que tiene la apertura del nuevo Darwin Centre en el Museo de Historia Natural de Londres, en South Kensigton (http://www.nhm.ac.uk/).

P1230777 Este Centro tiene varios objetivos simultáneos. En primer lugar, está ubicado en una estructura muy especial, el Cocoon, en el que una atmósfera especial mantiene perfectamente las colecciones de plantas e insectos del Museo.

P1230780Pero además aprovecha para hacer todo un homenaje a los investigadores que trabajan aquí mientras se transmite un mensaje integrado de respeto al medio natural, de la importancia de la ciencia y de los avances que ha tenido la misma, en un entorno en el que lo más llamativo son las novedosas técnicas que utilizan para hacer llegar estos mensajes al público. Los investigadores, animados en vídeos interactivos, te guían a través de su trabajo y te proponen algunos juegos realmente divertidos e interesantes. Darwin estaría muy orgulloso.

Por cierto, que me traje el último libro no publicado en España de Richard Fortey, Dry Storeroom No 1, que trata precisamente de la historia interna del Museo de Historia Natural.

8. Exposiciones temporales del Museo Británico

P1240762 Y ya que hablamos de grandes Museos no podemos olvidar el Museo Británico (http://www.britishmuseum.org/). Éste de aquí al lado es uno de los anuncios que poblaban el Tube de Londres acerca de la gran exposición que ahora mismo está en el British Museum, la dedicada al Libro egipcio de los Muertos y el Viaje a través de la Otra Vida.

Es una exposición no sólo fascinante o magnífica, es que es una de las mejores que he tenido la oportunidad de ver. El papiro de Ani es uno de los más famosos Libros de los Muertos que se han hallado en el mundo y está aquí, en el British Museum.

Pero es que además han aprovechado para traerse otros muchos papiros nunca antes expuestos, con dibujos fantásticos, con interpretaciones en vídeo resultonas, con momias, sarcófagos, ushebtis y amuletos deliciosos. Y un papiro final de decenas de metros que te encandila necesariamente.http://bit.ly/f0IgEgWeighing of the heart by Anubis, detail from the Book of the Dead of Ani. Egypt, c. 1275 BC http://www.britishmuseum.org/whats_on/future_exhibitions/book_of_the_dead.aspx

9. El callejón Diagon

P1240601 En realidad se trata del Leadenhall Market, un mercado tradicional del siglo XIV (aunque se cree que desde época romana ya estaba aquí un mercado). La estructura actual recuerda a las cubiertas galerías de Milán o de Bruselas, con hierro forjado y vidrio dando lugar a un lugar precioso para pasear (siempre que no sea fin de semana y la City esté cerrada, claro). Y si ahora este mercado es conocido es porque sirvió de inspiración al conocido Callejón Diagon donde Harry Potter, Hermione y compañía se compran las varitas mágicas y cualquier otro producto similar en las novelas de J.K. Rowling.

10. Londres en Navidad

P1230834 Y después de ver tanto Museo qué menos que pasear por un Londres iluminado, ajetreado, ruidoso y decorado, perfecto para hacer compras navideñas. Pero también por los mercadillos de los parques, por ejemplo el tradicional de Hyde Park Corner, con múltiples atracciones, comidas y alimentos varios, vino especiado caliente y un lago helado en el que cisnes y gaviotas patinan casi profesionalmente.

También puedes ir a Harrod’s y disfrutar la Navidad… de otra manera. Pero para eso yo prefiero ir al Convent Garden y vivir en directo el ambiente festivo en uno de los más encantadores lugares de Londres, el más bullicioso y en el que solo falta que Eliza Doolitle te venda unas flores por Navidad.

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11. Ver un musical

¡Cómo vas a ir a Londres y no ver un musical en directo¡ La variedad es enorme, hay mucho para elegir, pero prefiero terminar como comencé, con el maestro Charles Dickens, musicalizado gracias a !OLIVER¡ (http://www.oliverthemusical.com/).

Para sacar las entradas baratas lo mejor es ir a la zona de Leicester Square, se sacan a precios imbatibles…

16 de enero de 2011

El Palacio de Hampton Court

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Ya lo avisa la estación de tren de Hampton Court: éste es el hogar de Enrique VIII y a él están dedicadas la mayoría de exposiciones, rutas e incluso escenas en vivo que se ofrecen en el Palacio de Hampton Court (http://www.hrp.org.uk/hamptoncourtpalace/). A quien le guste la época de los Tudor, ésta es su visita, sin lugar a dudas. A pesar de ello, hace un par de siglos, en época georgiana hubo intención de derruirlo y construir un nuevo palacio para los nuevos reyes.

Menos mal que se les acabó el dinero a media obra y sólo echaron abajo la mitad del complejo, entre ellos los aposentos reales de Enrique VIII y Catalina de Aragón.

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Y por eso el Palacio de Hampton Court parece tener dos almas: la de época Tudor (siglo XVI), en la parte principal, la fachada del Oeste; y la habitual de los palacios del siglo XVII, en la parte trasera, la fachada del Este, que recuerda a La Granja o a un pequeño Versalles y que fue construida por Sir Christopher Wren para Guillermo III. Y esa variedad (aún sintiendo lástima por lo desaparecido) enriquece la visita al Palacio y te obliga a dedicarle prácticamente un día para verlo con detalle.

P1240253 Para llegar a Hampton Court es necesario coger un tren de los South West Trains en Waterloo (suelen salir a las 06 y a las 36) y en apenas media hora (con diez paradas, P1240257Wimbledon incluido) te pones en la estación de Hampton Court,  muy cerca del Palacio una vez cruzado el río Támesis. Al pasar, unas cuantas fochas y unas parejas de porrones comunes nadan en las heladas aguas del mes de diciembre.

Cruzamos a través del puente en dirección al Palacio. El acceso actual a Hampton Court es a través de la carretera pero en su momento era el Támesis el que acercaba a los visitantes al complejo palaciego. Nos reciben las impresionantes figuras del unicornio y el león de la Puerta del Trofeo, que es posterior a la época de Enrique VIII pero que causa un gran impacto visual. La huella de Sir Christopher Wren ya empieza a ser visible. Al fin y al cabo no sólo construyó la nueva ala de la fachada Este sino que también remodeló y reconstruyó la parte Tudor (por ejemplo, esta puerta).P1240262

Pasada la puerta justo a la izquierda se sitúa una de las más grandes tiendas del Palacio (donde comprar las figuras de tela de Enrique VIII y todas sus esposas a 7,95 libras cada una) así como la entrada. Y, al fondo, después de un pequeño trecho se llega a la fachada principal, la Oeste, que data de la época en la que el Cardenal Wolsey mandó construir el palacio en principio para sí mismo para luego regalárselo al rey con el fin de volver a congraciarse con él.

P1240270 Y esta es la historia que subyace bajo los muros de Hampton Court, la de un rey absolutista y casi feudal del siglo XVI cuyas acciones influían sobre todos sus súbditos en general, pero en particular sobre los que tenía más cerca. Y entre ellos estaba su primer ministro, el Cardenal Wolsey y su mujer, Catalina de Aragón. A esta relación a tres está dedicada uno de los recorridos más interesantes de los que se pueden hacer en el palacio, el de la juventud del rey Enrique VIII.

P1240281 Entramos atravesando el foso admirando las esculturas de animales heráldicos que pueblan el puente de acceso al edificio principal (que en su momento tenía dos pisos más que fueron retirados en el siglo XVIII por su inestabilidad).

En la fachada aparece tanto el escudo heráldico de Enrique VII como sendos medallones de terracota de los emperadores romanos Tiberio y Nerón. Esta colección de medallones se completa en el interior con Adriano, Trajano e incluso Vitelio. Los críticos de la época hacían comentarios al respecto de éste último, al asociar su licenciosa forma de vida con la del Cardenal Wolsey, al que se acusaba de todo en la época en la que mantenía el poder, precisamente la época en la que edifico el Palacio de Hampton Court.

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Una época en la que Enrique VIII era uno de los reyes mejor formados de Europa, casado con la viuda de su hermano Arturo, que murió muy joven.

En el Patio Base es donde se sitúa el inicio de la ruta dedicada a la juventud de Enrique VIII, una exposición que juega continuamente con la ubicación de tres sillas en cada una de las salas que ésta ocupa. Cada silla representa a uno de los protagonistas de la historia: Enrique, Wolsey y Catalina y como se fueron alejando entre sí por diferentes razones.

P1240325 La exposición se dispone en las que se creen las habitaciones del propio Wolsey, que más tarde fueron ocupadas por Lady Mary, por Catalina Parr (la última mujer de Enrique) y por Isabel I.  Pronto te das cuenta de que Hampton Court debía ser un entramado de salas unidas unas a otras y escaleras de caracol que comunicaban los pisos. Era el palacio donde Wolsey, dedicado a promover su fama y la de su señor, pensaba tener su residencia.

P1240313Estas cámaras han sufrido muchas variaciones a lo largo de los años, pero aún guardan algunas huellas del paso de aquellos que las habitaron. Véanse, por ejemplo, los techos en los que Wolsey, típico político manipulador, decoró con sus símbolos. Los visitantes al Palacio tendrían que mirar para arriba para ver sus pilares cruzados (símbolo de su poder como Cardenal), sus dos llaves cruzadas (identificación de sus poderes como Arzobispo de York) y su Emblema, el Grifo, que lleva un mensaje inscrito: “Lord, be my judge”.

Ésta es la copia francesa del original de Holbein “The fields of the Cloth of Gold” –El Campo del Paño de Oro- (está en Versalles). En Hampton Court se puede valorar otra copia que habla directamente de la magnificencia de las monarquías de la época. Es el 7 de junio de 1520 y en el llamado Campo del Paño de oro, en Guisnes, Francia, se reúnen Francisco I, el rey francés, y Enrique VIII, acompañado del Cardenal Wolsey y de todo su séquito.

P1240326El dragón en el cielo representa los fuegos artificiales que dieron lustre a un encuentro ya de por sí lustroso: palacios grandilocuentes construidos en pocos días, fuentes que daban vino de forma permanente, juegos, torneos y lances de caballería para entretener a los hombres (y presididos por las reinas, arriba, a la derecha). Se están jugando el futuro de Europa y todos deben estar a la altura. Para Wolsey es un momento especialmente importante, también para Catalina (en el retrato de al lado).

Pero el tiempo lo cambia todo. Catalina de Aragón da a luz a seis hijos de los que la mayoría mueren nada más nacer. Sólo les sobrevivirá la princesa María Tudor, pero no es un hombre. Y Enrique VIII necesita un heredero varón para poder posicionarse como es debido en Europa y continuar con la dinastía.

P1240327 Se le ocurre, después de 20 años de matrimonio, divorciarse de Catalina para poder tener hijos. ¿Y con quien mejor que con una de sus damas de compañía, Ana Bolena (en el retrato de la derecha), que parece que puede darle un heredero? Sin embargo, el Papa no está por la labor y Wolsey fracasa irremediablemente en su intento por negociar el divorcio.

Y esto causa su caída en desgracia. Trata de acercarse de nuevo al rey devolviéndole el mismísimo Palacio de Hampton Court. Trata también de congraciarse con Ana Bolena, que ahora dispone de poder. De hecho, le entrega peces sacados de los estanques de Palacio (eran más que necesarios para tener una fuente segura de pescado en viernes), dispone habitaciones en palacio para ella y su familia…

P1240305 Pero tiene todas las de perder, su posición (y con ella la de la iglesia católica) ya no es la que era y su historia termina falleciendo de camino a su juicio. Atrás quedó el impresionante Palacio que Wolsey había tomado como arriendo durante 99 años (y que había pertenecido en el pasado a la Orden de los Caballeros Hospitalarios). Las pequeñas chimeneas de época Tudor son algunas de las pocas cosas que quedan originales en los apartamentos del Cardenal.

P1240341 A partir de su muerte, Enrique VIII se hizo personalmente cargo del Palacio. Volvemos a salir al Patio Base y en la confluencia con el siguiente Patio, el del Reloj, surge una escalera a la derecha. Se trata del antiguo acceso a las habitaciones de Ana Bolena y hoy en día sirve de inicio para el recorrido dedicado a los Apartamentos de Enrique VIII y, en particular, al Gran Salón.

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Justo antes de entrar, al lado de la Bodega de la que obtendrían los vinos a servir en el Gran Salón, se han dispuesto sendas esculturas de curiosa historia. Se trata de los únicos animales portadores de estandartes reales originales que han sobrevivido del Palacio de Enrique VIII y que fueron hallados en un pub de Surrey, donde desconocían su importancia. Los que se muestran actualmente son copias o están realizados en los últimos siglos.

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Entramos entonces en el Gran Salón y, la verdad sea dicha, es portentoso. Es la sala más grande del Palacio, de 32 metros de largo y más de 18 metros de altura. Se empezó a construir en 1532 por orden del rey y tenía sobre todo dos funciones: servir de comedor común para los 600 miembros de la Corte (que lo utilizaban en dos turnos, dos veces al día) y como entrada a los aposentos oficiales (digna de asombro).

P1240345El techo, las paredes, los ventanales… todo está decorado con colgaduras, escudos de armas, cabezas de ciervos disecadas, astas, cabezas humanas pintadas, insignias… Cuando finalmente Ana Bolena cayó en desgracia (posiblemente una trampa; la sobrevivió su única hija, la futura Isabel I) fueron eliminados sus emblemas y símbolos de todas partes.

Sin embargo, por olvido o por la razón que fuere permanecen sus iniciales en una de las columnas del Salón. Pintado de azul, rojo y dorado el Salón debió engrandecer la Corte a la que estaba dedicado. En el centro se disponía una gran hoguera para calentar a los asistentes (en el techo una rejilla dejaba escapar el humo).

De las paredes colgaban la serie de tapices de la Historia del patriarca Abraham, realizado en Bruselas en 1540 con hilos de plata y oro auténticos.

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Los ventanales del Gran Salón muestran las armas, lemas e insignias de Enrique VIII y del Cardenal Wolsey además de los nombres y linaje de de las seis esposas del rey. La ascendencia de todas ellas se remonta al rey Eduardo I. Mucho tiempo después el Gran Salón sirvió también de teatro y aquí mismo el rey Jorge I asistió en 1718 a la representación de Hamlet. Curiosamente, la siguiente obra en representarse fue “Enrique VIII o la Caída de Wolsey”.

P1240355Y de teatro seguimos hablando. Con la entrada, al principio de la visita, nos hacen entrega de un curioso Programa Diario de representaciones en las que actores dan vida a los personajes de la historia. Nos perdemos la acusación de adulterio a la quinta esposa del rey, Catalina Howard, pero sí asistimos a la audiencia real. De hecho es una sorpresa, abandonamos el Gran Salón hacia la Gran Cámara de Vigilancia cuando se empiezan a oír voces: “The King¡ The king¡”. P1240356Y así asistimos a una representación realmente graciosa, atractiva y con unos actores espléndidos, mención expresa del propio Enrique VIII quien finalmente nos da pie a que hablemos con él y nos identifiquemos como parte del cortejo de Lady Mary.

La verdad es que reímos y aprendemos y en cierto sentido sentimos un poquito de envidia por lo bien que está montado todo esto. El espectáculo es todavía más divertido cuando a cada clase de chavales que se acercan el rey les pide que canten y las damas de la Corte les obligan a marchar mirando al rey mientas lo hacen, no dándole la espalda. La verdad es que pasamos un buen rato.

P1240360La Gran Cámara de Vigilancia fue donde en 1541 se hizo la declaración a la Corte de la infidelidad de Catalina Howard, cuyo personal fue despedido en el acto. Para llegar a este momento, Enrique VIII ha se había divorciado de Catalina de Aragón, había decapitado a Ana Bolena, se había casado con Jane Seymour (quien le dio su único hijo, futuro Eduardo VI y quien murió poco después del parto aquí mismo, en Hampton Court), había enviudado y se había vuelto a casar con una de las Damas de compañía de la reina, Katharine Howard, cuya infidelidad con Thomas Culpeper (evidenciada gracias a la única carta de amor que se conserva, aunque no aquí) y su vida anterior llevaron a la muerte por decapitación. A la hora de morir declaró: “I die a Queen, but I would rather die the wife of Culpeper".

Pues bien, la galería de acceso a la Cámara de Vigilancia es por la que corrió Katharine Howard para suplicar clemencia al rey,que oraba en la Capilla Real. De nada le sirvió, siendo ajusticiada en febrero de 1542. Dicen las guías que su fantasma lloriquea y grita en estas estancias (de hecho hay grabaciones para entrar en ambiente en algunas habitaciones), lo que desluce un poco una historia apasionante.

P1240380En esta galería, y en la siguiente, hay obras verdaderamente llamativas. Están, por ejemplo, los retratos del Emperador Carlos V y de Francisco I de Francia. Pero también una gran obra titulada “La familia de Enrique VIII”, de autor desconocido, en la que aparece el rey en el Palacio de Whitehall rodeado de su familia.

Pero la verdad es que tiene un fondo curioso. El cuadro se pintó en 1545 cuando el rey ya estaba casado con su última mujer, Kateryn Parr y sin embargo no es ella quien aparece junto al rey, sino su esposa favorita, P1240374Jane Seymour, muerta tiempo atrás junto a su hijo, Eduardo VI y sus dos hermanas, la princesa María y la princesa Isabel. El bufón loco del rey, Will Somer, aparece con su mono en una de las puertas traseras mientras que en la otra aparece una dama asustada. Me gustaría saber quien es.

La Sala donde el rey se casó con Kateryn Parr se puede ver (pero está vacía) así como aquella que servía para la reunión del Consejo, actualmente habilitada con un curioso escenario para conocer a los miembros del mismo: Sir Edward Seymour, Sir William Paget…

The Chapel RoyalY justo al lado está el acceso a la Capilla Real, una de las más bellas construcciones del Palacio. Se entra desde el palco que servía de oratorio al rey (en época Tudor estaba separado en dos partes, una para el rey y otra para la reina). El techo abovedado es lo mejor de la capilla y es de época de Enrique VIII y sus azules y dorados aún resaltan y conmueven. También hay opción de visitar la parte de abajo, la que todavía ejerce como bancos para aquellos que quieren asistir a un servicio religioso (450 años lleva dándose misa en este lugar).

P1240384 Nosotros salimos a uno de los patios más grandes del Palacio, el Patio del Reloj. En origen era el patio interior de la Casa del Cardenal Wolsey (las armas del Cardenal aparecen en un relieve) pero ahora se conoce más por el reloj astronómico de Enrique VIII, hecho en 1540 por Nicholas Oursian, relojero real.

El reloj indica la hora, el día, el mes, los días de año transcurridos y las fases de la luna. Curiosamente, en el reloj el sol da vueltas alrededor de la Tierra pues cuando fue construido ni Galileo ni Copérnico habían descubierto nada raro aún al respecto.

Existen unos cuantos patios y claustros en el Palacio de Hampton Court, pero ya son de época posterior, de la reconstrucción de Sir Christopher Wren. Como, por ahora, esa época no nos atrae demasiado, dejamos atrás los recorridos dedicados las habitaciones de los reyes Guillermo III y su esposa María. En su lugar, decidimos completar la visita de la época Tudor con sus Cocinas.

Las Cocinas de los Tudor son las mayores cocinas del siglo XVI conservadas en Europa. La visita está caracterizada como si se estuviera preparando un festín, un gran banquete para la festividad de San Juan Bautista en 1542 y por ello en todas las habitaciones hay alimentos de diferente tipo y en distintos momentos de preparación. Y tiene su gracia, la verdad.

P1240388  El Cardenal Wolsey disponía de un personal doméstico de, aproximadamente, 600 personas. Una vez que el rey se hizo con Hampton Court ascendió a 1200 personas dicho personal. Y había que darles de comer. Muchos años después, cuando se estableció que todos ellos recibieran un sueldo, P1240397 las grandes cocinas que les daban de comer tendieron a desaparecer, pero mientras tanto la Corte real necesitaba comer (dos comidas al día, al mediodía y a las cuatro de la tarde) y para eso hacían falta los más de tres mil metros cuadrados de Cocinas Tudor que tan bien fueron restauradas en 1991.

El Consejo del Paño Verde era el responsable de administrar las cocinas y de llevar las cuentas y el control de los suministros. Sus dependencias se situaban justo por encima del Patio de las Cocinas enfrente de la llamada Puerta Seymour.

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Y a partir de aquí se recorren tanto las salas de preparación de los alimentos recién comprados (carnicería, pasteles, pescado…) como los almacenes y las propias Salas de Cocinar. Había unas cuantas oficinas dedicadas específicamente a las especias, los dulces, las pastas o las tartas. Nos recuerdan en la visita que las típicas tartas inglesas de carne, riñones o hígado no son sino otra forma de presentar estos platos. De hecho, la tarta en sí no se debe comer (según el protocolo, claro está).

P1240402 La sección que más nos gusta es el Patio del Pescado, un patio largo y estrecho en donde se gestionaba el pescado, tan necesitado por razones religiosas (los viernes, la Cuaresma e incluso también los miércoles a veces). Los peces de mar venían en toneles rellenos de algas mientras que los de agua dulce se extraían directamente de los estanques del propio Palacio, como ya comenté.

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Una vez pasado el Patio del Pescado se accede directamente a las grandes cocinas donde está encendido un fuego portentoso en el que se cocinaría la carne.

En estas cocinas trabajaban casi 30 personas y algunas de las piezas que aquí se presentan son originales. De hecho, la tercera gran cocina es la más antigua y data de la época del Cardenal Wolsey, de 1514. Es la que tiene el fuego encendido.P1240412 P1240413

De las cocinas se pasa a la sala de servir y los cuartos de aderezar, pequeñas estancias en las que se daba el último toque a los platos que rápidamente debían ser servidos en el Gran Salón o en la Gran Cámara de Vigilancia. En un banquete había un gran número de platos (quizá hasta 10) por lo que el tráfico de sirvientes y la labor de los cocineros debería ser realmente intensa.

P1240425 Las bodegas, final de la visita, están muy cerca de las cocinas. Las hizo Enrique VIII sobre las antiguas. Los barriles son de roble con aros de sauce según dicta la tradición de la época. Pero no sólo de vino vivían los Tudor: una pequeña bodega de cerveza se situaba cerca.

Hampton Court Palace King's table real ale

De hecho, en la tienda de la bodega se venden cervezas hechas como en la época del rey. Y claro que nos hicimos con alguna. (Hay tiendas en varias partes del Palacio, casi todas particularizadas para un aspecto relacionado con el mismo. La que más nos gustó es la dedicada al propio Enrique VIII -donde nos hicimos con un Henry Bear- pero también la de la cocina o la de los jardines).

P1240431 Hablando de jardines, para comer nada mejor que visitar el Tiltyard Café, donde tomar una rica soup of the day y el plato que más nos apetezca. (El Tiltyard por cierto, era la antigua zona de justas y torneos caballerescos).

El Tiltyard Café es la entrada a los impresionantes Jardines del Palacio de Hampton Court, otro de los punto fuertes de la visita. 24 hectáreas de jardines que encierran varias sorpresas al que los recorre. Por ejemplo, las pistas de tenis (hay que tener en cuenta que en su momento Hampton Court era un palacio con todos los lujos posibles, desde baños y chimeneas en todas las estancias –incluido un cómodo baño común- hasta esta pista de tenis) que, por cierto, no pudimos ver al estar cerradas.

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P1240441 Nuestra primera parada es The Maze, el Laberinto, cuyos intrincados senderos recorren 800 metros en un área en la que sólo hay 1350 metros cuadrados. Es el único superviviente de hasta cuatro laberintos que decoraban los jardines de Hampton Court. Estos laberintos son posteriores a la época de los Tudor, el primer Maze data de 1702.

Aunque los caballeros hospitalarios ya tenían cultivos en esta zona fue Wolsey el primero en disponer de jardines (que podía ver desde sus ventanas) y Enrique VIII el que aprobó la estructura de los jardines tal y como hoy se representan: un jardín privado en la parte sur, un coto de caza en la este, zonas de recreo en la norte y el Tiltyard en el oeste.

P1240449 Paseamos a gusto por los jardines de la zona este, que fueron radicalmente transformados por Sir Christopher Wren y que podrían pasar perfectamente por una postal de La Granja o de Versalles. Los tejos, podados de forma preciosista, datan en su mayor parte de 1707 (aunque el diseño actual es del XIX o el XX) y más allá está el Gran Canal o Agua Larga, construido en 1660 y por el que nadaban unos cuantos cisnes (y barnaclas, que comían en sus orillas).

P1240455 Al frente, una estatua parisina dedicada a Las Tres Gracias. Algunos de los árboles, por cierto, estaban absolutamente cargados de muérdago, lo que no sé si es un buen síntoma de su salud.

Recorremos este antiguo parterre de Guillermo III y nos acercamos a las reproducciones que se han realizado de los jardines de otras épocas. En los jardines del sur, los que dan al Támesis, siempre ha habido jardines, pero la reconstrucción de los bellos jardines de Guillermo III merece un premio. Sobre todo, la verja ornamental de hierro fabricada por Jean Tijou en el siglo XVII y la llamada Enramada de la Reina María, que le dan un encanto muy especial a esta parte de los jardines.

P1240458 La fachada este del Palacio de Hampton Court no tiene nada que ver con la época que hemos recorrido paso a paso (por cierto, hay un pequeño jardín de época Tudor reconstruido a su lado).

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Así que volvemos sobre nuestros pasos a recorrer de nuevo la Capilla Real, las estancias de Enrique VIII, los Patios del Reloj y Base y no podemos evitar (al menos yo) tararear la magnífica banda sonora que Trevor Morris elaboró para las cuatro temporadas de “Los Tudor”.

Y es precisamente aquí, donde nació Eduardo VI y murió su madre, Jane Seymour, donde transcurre uno de esos temas que te pone la piel de gallina y que te hace viajar al siglo XVI a la misma velocidad que lo hace el magnífico Palacio de Hampton Court, una de las visitas más interesantes que hacer en los alrededores de Londres.