Es un maravilloso día de invierno, con la campiña nevada y el sol brillando en un cielo azul impecable, el que decidimos acercarnos a Down House, el hogar de Charles Darwin. A Darwin le pareció mejor vivir (y trabajar) en un lugar de paz y tranquilidad, con la suficiente privacidad como para no tener que estar a la vista de todos (aunque terminase estando en boca de todos) y por eso buscó un hogar alejado de Londres y lo encontró a 25 km de la City, en el Condado de Kent, en una pequeña villa llamada Downe.
Y hasta allí nos trasladamos, en metro, tren, autobús y a pie, un largo recorrido que merece la pena, no sólo por la visita en sí, sino por el paisaje que rodea al camino.
En Metro hasta la Estación Victoria y allí tomamos un tren hacía Bromley South. Son válidos muchos destinos de la Southeastern (Ashford, Gillingham…) y Bromley South suele ser de las primeras paradas. Algunos van directos y otros paran en un buen número de estaciones intermedias, pero el trayecto no suele superar la media hora.
En Bromley South, saliendo de la estación y a la derecha nos encontramos las paradas del autobús, la segunda es la nuestra, donde para el 146. Dice la información que pasa a los 36 minutos de cada hora, pero el nuestro se hace esperar (pasa a y 49) pero el destino está claro: Downe.
El conductor nos advierte de que pagamos de más al comprar billetes de ida, pero no nos complicamos la vida, demasiado hemos esperado ya¡ El recorrido transcurre tranquilo, entre paisajes de la más típica campiña inglesa… pero nevados: pubs, casas unifamiliares, colegios… nieve por todos lados mientras en el autobús la megafonía informa de las paradas. El trayecto dura apenas 20 minutos y finaliza en el centro de Downe.
Una iglesia con el tradicional cementerio alrededor, dos pubs de nombres encantadores (George & Dragon y The Queen’s Head) ofrecen ricos platos para comer mientras el bus da la vuelta para hacer el sentido contrario. Lo opera la empresa Metrobus. Nosotros nos quedamos fijándonos ya en las huellas que Darwin dejó en Downe: una inscripción (arriba a la izquierda de la foto) en la pared de la Iglesia de St. Mary lo recuerda: “Charles Darwin que vivió y trabajó en Downe durante 40 años”. 40 años trabajando quedamente en una villa apartada, donde la misa del domingo debía ser el escape natural de la vida rural, donde los paseos y el cuidado del jardín le debieron dar más felicidad a Darwin que todos los actos sociales de Londres.
Aquí trabajó durante 40 años… y el fruto de su trabajo cambió la vida de todos. En un momento dado, sus visitas a la Iglesia se limitaron a acompañar a su familia a la puerta de la misma… ¿tanto le cambió la vida a un hombre que en su juventud pensó estudiar para clérigo? ¿Qué sucedió durante esos 40 años en Downe para que Charles Darwin cambiara y la sociedad con él? En su casa tenemos las respuestas.
Paseamos por la villa de Downe. Una estrecha carretera (Luxted Road)nos lleva hasta Down House. El paisaje que nos rodea es bellísimo y la nieve no hace más que reforzar esa imagen. Poco a poco van desapareciendo las casas y queda el campo, los caballos, las arboledas, casas aisladas en fincas de gran tamaño. Pasa algún coche, que evitamos. Algunas señales indican la existencia de caminos, veredas por las que transitar en medio de los campos hasta Down House. Esa es otra opción maravillosa. Los cuervos graznan mientras nos fijamos en los acebos, los álamos y los abetos.
El blanco de la nieve nos deslumbra pero entonces, llegamos. Es una casa grande, de paredes de color pardo claro. Tiene un pequeño aparcamiento a la entrada, donde ya te avisan que de hacer fotos te vayas olvidando… En su web está toda la información necesaria para llegar: http://www.english-heritage.org.uk/daysout/properties/home-of-charles-darwin-down-house/.
La Casa de Darwin fue adquirida por English Heritage gracias al esfuerzo de mucha gente, entre los que destaca el Museo de Historia Natural de Londres (en donde se incluyen algunas vitrinas dedicadas expresamente a Down House).
Los jardines que la rodean están cubiertos de nieve. De hecho, hemos tenido suerte pues la casa ha permanecido cerrada varios días por las intensas nevadas de diciembre. Down House es una casa de estilo georgiano que ha sido rediseñada y modificada en varias ocasiones, unas cuantas de ellas por el mismo Darwin, quien con su mujer, Emma Wedgwood y sus dos hijos se trasladó aquí en 1842.
Durante los siguientes 40 años, Charles Darwin dobló el tamaño de la casa, cambió el uso de varias habitaciones y llegó a tener una gran descendencia: hasta 11 hijos, aunque algunos no sobrevivieron.
A Darwin no le gustaba mucho la casa en sí. Escribió a su primo poco después de su llegada: “Es una casa muy buena, y muy fea y con 18 acres de terreno”. Una de las primeras cosas que cambió fue, precisamente, la entrada, proporcionando con este pórtico de al lado, actual entrada a la Casa Museo, una nueva puerta a Down House.
Y nada más llegar, un pequeño pasillo nos lleva hasta la tienda. O mejor debería decir el llamado “nuevo estudio”, pues para eso fue construida esta habitación, para albergar el nuevo y ampliado estudio de Darwin unos pocos años antes de morir. Y como éste era un hombre de rutinas, no hizo otra cosa que trasladar el antiguo pieza a pieza, estantería a estantería, retrato a retrato, libro a libro. Hoy en día es un acogedora tienda donde unas señoras encantadoras te cobran la entrada y te indican el camino a seguir. Aunque estamos deseando empezar por el piso de abajo, donde se hacía la vida y donde están reconstruidos los ambientes por donde se movía la familia Darwin, nos dirigen al piso de arriba, donde se sitúa una exposición permanente que versa sobre la vida del mayor de los científicos ingleses.
Comienza con un vídeo en el que diferentes personalidades hablan sobre lo que Darwin aún sigue significando y se complementa con salas donde se muestran objetos que le pertenecieron, ejemplares de sus obras, primeras ediciones, muestras tomadas por Darwin alrededor del mundo y un largo etcétera. En esta fotillo sacada de extranjis se puede ver desde su sombrero de copa a unas cajas con escarabajos recogidos en el Viaje del Beagle.
Un viaje maravilloso del que no han dejado de publicarse libros en más de doscientos años y al que también yo mismo dediqué hace mucho tiempo una entrada: http://isla-muir.blogspot.com/2009/01/la-gran-idea-de-charles-rdarwin.html A este viaje están dedicadas no sólo un buen número de paneles y vitrinas (con objetos que Darwin utilizó durante la singladura: su telescopio, su compás, ilustraciones del futuro Diario…) sino que la Casa Museo cuenta con una reproducción fidedigna del camarote que Darwin compartía con Stokes y King en el Beagle. Y de vez en cuando, un fantasmagórico y joven Darwin aparece tomando notas mientras la derrota del Beagle no le provoca un nuevo mareo.
En otras habitaciones se recogen desde objetos familiares a los mismísimos diarios de Darwin, escritos durante el viaje y fuente ineludible de inspiración tanto para él como para muchísimas personas después de él.
La exposición logra aunar en un mismo y único mensaje el Darwin padre y esposo y el científico profesional; reuniendo los libritos y juguetes de sus niños (incluyendo los de su hija mayor, Annie, la que murió con diez años de tuberculosis en 1851 dejando a su padre con una aflicción permanente que le influyó igualmente en su futuro proceder). De hecho, es sobrecogedor ver el meticuloso seguimiento de las temperaturas que Darwin realizó durante la enfermedad de Annie. Y por eso disfrutamos tanto del Darwin investigador como del Darwin que juega con sus hijos aunque sea previo pago.
En otra habitación se sitúa el árbol genealógico de la familia Wedgwood-Darwin (recordemos que su esposa era su prima y que Darwin siempre anduvo preocupado por la salud de sus hijos dada la cercanía familiar entre ellos) a través del cual se puede hacer un seguimiento de la vida futura de cada uno de los hijos de la pareja.
La exposición incluye una sala interactiva donde puedes realizar una serie de juegos mientras aprendes algunas de las ideas que la fértil pluma de Darwin dejó escritas en sus obras. Especialmente divertida es la dedicada a conocer el límite de población que una determinada especie puede hacer soportar en un medio dado. Y entre entretenimiento y entretenimiento nos damos cuenta de que estamos en la habitación donde dormían Charles y Emma y en la que, muy probablemente, falleciera Darwin en 1882. Entonces me acerco a los ventanales y miro al exterior, al maravilloso paisaje que debió ver cada día y no puedo evitar emocionarme.
Aunque la casa se ha restaurado, aunque acogió tras la muerte de Darwin una escuela infantil, aunque no fue conservada hasta 1929 como museo… pero la vista desde la ventana es muy similar a la que hace ya siglo y pico se dejó admirar por los ojos de Darwin.
Por lo demás, en el piso de arriba hay un buen número de fotografías y pinturas de la época (incluyendo ésta curiosa de Darwin sobre su caballo Tommy enfrente de Downe House. En la parte de atrás hay un comentario jocoso del mismo Darwin que dice “Hurrah, no letters today¡”. También hay un sorprendente cuadro de Trajan Hughes denominado Still life with insects on foxgloves, demasiado recargado incluso para mi gusto, pero que fue un regalo que le hicieron al padre de Darwin en pago por sus servicios médicos.
Bajamos raudos por la escalera interior recordando la tabla que utilizaban los niños Darwin para deslizarse por la misma y que se muestra en el piso superior.
Los Darwin fueron unos padres más bien liberales, teniendo en cuenta el encorsetamiento de la sociedad victoriana en la que vivían. Dejaron bastante libres a sus hijos, dejándoles crecer en un ambiente de cariño y fomento del interés que debió ser bastante acertado.
Por cierto, en esta estancia se guarda una de las réplicas del original retrato que John Collier que cuelga en la Sociedad Linneana de Londres (en Burlington House). Curiosamente esta réplica es casi, casi tan buena como la que está en la National Portrait Gallery, que también aprovechamos para visitar y poderla admirar en vivo y en directo. Ambas réplicas son del mismo John Collier y son verdaderamente asombrosas.
Aunque, justo es decirlo, es más emocionante la de la National Portrait en tanto en cuanto está acompañada por sendos retratos de Henry Huxley y de Charles Lyell y en eso, no hay color (http://www.npg.org.uk/collections/search/portrait/mw01728/Charles-Robert-Darwin). En la salita de la planta baja, donde comienza la escalera, hay un armario donde Charles Darwin dejó escondida en 1842 una primera versión de su Origen de las Especies. ¿Porqué?
Pues por si fallecía de forma repentina. Le rogaba a su muy devota esposa que publicase esas ideas, dejándole 400 libras para sufragar los gastos de una publicación que parecía ya tener bastante consolidada y que tardaría otros quince años en publicar. “I have just finished my sketch on my species theory” escribió en la carta en la que le pedía este favor, “If, as I believe that my theory is true & if it be acepted even by one competent judge, it will be a considerable step in science”. Un pequeño paso para él y un gran paso para el hombre vaya. Sólo que no fue un pequeño paso, ni de lejos.
Muchos de los años en los que Darwin vivió en Down House los dedicó a la investigación. Por ejemplo, de los cirrípedos. Años y años dedicados a los cirrípedos hicieron preguntar a uno de los hijos de Darwin, que visitaba la casa de un amigo que dónde guardaba su padre su colección de percebes.
Darwin era un científico profesional, sus rentas le permitían vivir sin tener otra cosa en que pensar salvo su pasión: la ciencia. La ciencia desde cualquier punto de vista: los archipiélagos de coral; la geología sudamericana; la formación de suelo por parte de las lombrices; la expresión del ser humano y los animales; las orquídeas; las palomas, los cirrípedos… y en el fondo flotaba una idea extraída de su experiencia en el Viaje del Beagle, de sus lecturas de Thomas Malthus, de la influencia de Charles Lyell en su forma de ver la vida y el tiempo, de la ayuda de sus amigos y de la multitudinaria correspondencia que recibía…
En el despacho frente a la escalera Darwin pasó muchos años de su vida, los que la enfermedad que posiblemente había contraído en su viaje le dejó, y durante todos esos años calló, por prudencia, por asegurarse definitivamente de que su idea era correcta: la selección natural como artífice del cambio en las especies.
Sobre la chimenea de su Viejo estudio hay tres retratos, de personas de importancia capital para Darwin. En primer lugar el botánico Joseph Hooker, uno de los mejores amigos de Darwin aunque inicialmente no estuviera de acuerdo con su teoría. En segundo lugar el maestro Charles Lyell, el más insigne geólogo de la época quien escribió los Principios de Geología que Darwin leyó gracias al capitán Fitzroy en la vuelta al mundo del Beagle.
Ambos le apoyaron, y le animaron a publicar finalmente sus ideas cuando recibió desde Asia una carta de Alfred Russel Wallace comunicándole que había pensado una teoría muy similar a la suya. Y en tercer lugar, Josiah Wedgwood I, abuelo tanto de Charles como de Emma.
Y es aquí donde Darwin escribió “On the Origin of the Species”, su obra capital y por la que esta casa tiene tan vital importancia. Su sillón, su mesa, su microscopio, frascos con muestras… estar en el Estudio de Darwin es igualmente emocionante. Justo al lado del Estudio se sitúa la Sala de Billar.
Darwin se aficionó al billar en uno de los balnearios en los que se trataba de la enfermedad estomacal que sufría permanentemente (en uno de los cuales también trataron a Annie antes de morir). Por ello, en una de las remodelaciones de la casa, transformó el antiguo comedor en esta Sala de Billar que en la actualidad recoge muchas de las publicaciones satíricas que utilizaron la imagen de Darwin una vez publicada su obra.
Pero también algunas otras realmente llamativas, como la publicada en Vanity Fair el 30 de septiembre de 1871 en su sección “Hombres de hoy en día”. A esta caricatura, más respetuosa que las otras, le acompaña otras de la misma revista, en este caso la de Henry Huxley pero también la del obispo Samuel Wilberforce, tratando de revivir la famosa discusión de la Universidad de Oxford de la que he hablado hace apenas dos entradas: http://isla-muir.blogspot.com/2010/12/maravillas-del-oxford-university-museum.html.
Enfrente de la Sala de Billar está el Comedor de la familia. Aquí se servía la comida a la una en punto. A Darwin, por cierto, le gustaban las frutas exóticas y por ello su amigo Hooker le enviaba plátanos cultivados en los invernaderos de Kew (bueno, al fin y al cabo, Hooker era el director de los
Jardines Botánicos de Kew, actuales Kew Gardens).
Darwin era un hombre de rutinas. Cuando la salud le dejaba, comenzaba el día con pequeño paseo antes del desayuno. Después trabajaba en su estudio hasta mediodía con una pequeña parada a media mañana para tratar temas de la casa con Emma. Antes de comer daba un largo paseo por el llamado Camino de Arena (que se puede visitar), quizá con sus niños para comer en el Comedor a la una en punto de la tarde.
La lectura de los periódicos y la gestión de la ingente correspondencia que recibía le llevaba una buena parte de la tarde hasta que un pequeño paseo a las cuatro y media daba por casi finalizado el día. Sólo faltaba la cena y el reposo en el Cuarto de Dibujo antes de irse a dormir.
Todos los retratos del Comedor, todos ellos familiares, son originales y se identificaron en el inventario que se hizo de la casa en 1882, cuando Darwin falleció. Nuestra visita finaliza en el Cuarto de Dibujo. Es una estancia para el descanso, luminosa y profusamente decorada y sería aquí donde Emma Darwin pasaría una buena parte de su tiempo.
De hecho, en esta sala se mantiene el piano Broadwood de Emma a quien, se dice, el mismo Chopin dio algunas clases de piano cuando pasó por Londres en la década de 1840.
También hay un backgammon que utilizaba la familia para jugar. Pero lo que más nos gusta de la decoración de esta Sala de Dibujo son dos pequeños retratos que están en la pared del fondo. Sí, son Charles Darwin y Emma Wedgwood de jóvenes, apenas un año después de su matrimonio, en 1840. Fueron pintadas por George Richmond, retratando a un Charles Darwin de 31 años y a una Emma Wedgwood de 32. Son retratos encantadores y se han convertido en auténtico icono para todos los aficionados a la ciencia y a la historia.
Hay una evolución de gran calado entre el Darwin recién llegado del Beagle, el recién casado que hizo el listado de cosas positivas y negativas de casarse, el Darwin recién estrenado como científico y con una mínima fama obtenida a través de sus diarios… y el Darwin anciano y habitante de Down House, aquel que dilató la publicación de su más grande idea durante décadas y que sólo la dio a conocer ante la presión de sus amigos y la carta de Wallace.
Este Darwin está enfermo pero su mente sigue igual de viva. Ya no es creyente, sigue acompañando a su devota esposa a la iglesia, pero la deja en la puerta. Le preocupa mucho lo que ella pueda pensar de su teoría, que tan mal recibida es en los círculos eclesiásticos.
Una teoría que da la vuelta al mundo y da al mundo una vuelta. Una teoría que sigue vigente, digna heredera de su creador, el mejor científico de su siglo y una persona fascinante que sigue estando presente hoy en día. Aprovechamos la visita a Londres para recorrer el nuevo Darwin Cocoon del Natural History Museum de Londres, una maravilla en la que poder vivir de muchas maneras y en directo de la validez de la Teoría de la Evolución a través de la Selección Natural, como homenaje a Darwin y a todos los científicos que trabajan en el apasionante mundo de la biodiversidad.
Marchamos de Down House enormemente satisfechos, encantados de haber podido compartir algo de la vida familiar de Charles Darwin, haber mirado con él a través de su microscopio, a través de la ventana de su habitación, casi nos hemos podido sentar en su sillón y hasta le hemos visto tomar notas en su camarote del Beagle.
Y qué mejor celebración del viaje que comer una auténtica comida procedente del libro de recetas de Emma Darwin.
Hemos elegido para comer el George & Dragon y allí, al lado de la chimenea, mientras nieva en el exterior, tomamos un delicioso Pollo al curry con vegetales, arroz hervido y pan de pita en medio de la villa de Downe. Ha sido una excursión inolvidable, un lugar bucólico y una casa museo totalmente restaurada y renovada que no sólo nos deja el pequeño busto de Darwin con el que me hice (:-)) o el marca páginas con el lomo de “On the origins…” sino también la comprensión acerca de la motivación de Darwin al irse a vivir a Downe.
Tal y como le escribió al capitán Fitzroy en 1843 “The little excitement of breaking out of my rutine so generally knocks me up, that I am able to do scarcely anything in London”.
Es decir, que gracias a la tranquilidad y a la cómoda rutina que le proporcionó Down House Darwin pudo cambiar de forma brillante la ciencia tal y como hoy la conocemos.