15 de agosto de 2011

Obras maestras del Metropolitan Museum of Art de Nueva York (II): Pintura

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Uno, que ya está muy bregado en esto de los museos después de recorrer el British, el Louvre, el Prado o los Museos Vaticanos, no puede más que mostrar su asombro ante la enormidad, y la calidad, del Museo Metropolitano de Nueva York (http://www.metmuseum.org/). Una recomendación certera para cualquier visita museística es no tratar de verlo todo (pues el “efecto museo” hace su aparición en seguida) y centrarse en algún área concreta o visitar algunas obras seleccionadas previamente.

P1290014Pero también es cierto que el tiempo es limitado y que no sabemos a buen seguro si volveremos a visitar las salas de estos museos en otra ocasión, por lo que nos vemos obligados a hacer un tour de force con el Metropolitan, aprovechar un viernes (que es el día que abren hasta más tarde) y tratar de recorrer el máximo de salas posible sin ser demasiado exhaustivos pero prestando atención a aquellas piezas que hemos seleccionado previamente en la guía del museo (que se puede conseguir en el propio museo o en alguna de las tiendas del mismo que se pueden encontrar, por ejemplo, en Macy’s).

P1280998Por cierto, lo de que el precio de la entrada al museo depende de lo que quiera dar cada uno es un mito. Cuesta unos 20 euros, aunque te beneficia muchísimo más utilizar una tarjeta New York Pass. Con la entrada te dan la chapita que tienes que colgarte en la ropa para identificarte como visitante de ese día (y nosotros aprovechamos la entrada combinada para visitar The Cloisters, como comenté en la entrada anterior, http://isla-muir.blogspot.com/2011/08/cloisters-metropolitan-museum-de-nueva.html).

Así que aquí estamos, listos para recorrer el MET en una muy larga tarde, desde las 15:00 hasta las 21:00 (bueno, cierran antes, sobre las 20:40 ya te están echando). Por supuesto que no es suficiente y que deberíamos dedicarnos a un ámbito concreto, pero de perdidos al río. Lo primero que nos damos cuenta es de que el MET no es un Museo al uso, no sólo tiene vitrinas y paneles. P1280993 También incorpora fachadas de edificios, habitaciones extraídas tal cual de allá donde estuvieran, escenarios… así que lo mismo te puedes encontrar con un templo egipcio como con la verja de la catedral de Valladolid, con varias obras de Vermeer o con el patio de un palacio andaluz.

También nos damos cuenta de que las piezas para ver (en particular, las pinturas) no sólo están en las salas dedicadas a la época o estilo de las mismas sino que pueden aparecer en la la Colección Robert Lehman. De hecho, la práctica totalidad de las salas del museo tienen nombre: el de los donantes privados del mismo.

En fin, como hay tantísimo que ver, recorremos las salas dedicadas a la pintura (que no están segregadas de las demás, sino que las vamos encontrando según paseamos por entre pasillos y salas de todo tipo y condición). Comencemos con la Colección Robert Lehman, por su excepcionalidad.

Colección Robert Lehman

P1280963El apellido de este señor puede quedar asociado, lamentablemente, no a su amable gesto al aportar al MET en 1969 una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo sino al origen de la crisis financiera que estamos viviendo en la actualidad tras la catástrofe de Lheman Brothers en 2008. Entiendo que Robert Lehman, banquero, que falleció ese año, no tiene toda la culpa de lo que pasó después y que nos afecta directamente pero al menos dejó al MET, a través de su Fundación, un legado impactante de más de 3000 obras de arte.

Y el MET, como en todo, se lo curró. Y no sólo se limita a exponer los cuadros en salas al uso, sino que aprovecha el Ala Robert Lehman para reconstruir la que sería la casa del financiero, lujosa y con cierto aire antiguo. Recorriendo estas salas uno se da cuenta del valor del dinero, de lo que se puede hacer con él y del maravilloso gusto del señor Lehman, quien, aficionado a la pintura renacentista italiana, adquirió obras de inusitado valor que pasamos a revisar brevemente. En la foto de arriba, y sobre la reconstrucción de una chimenea de la mansión Lehman se encuentra un Rembrandt y dos Grecos, ahí es nada.

El Rembrandt es muy curioso. Es el Retrato de Gérard de Lairesse, pintado en 1665, momento en el que la sífilis congénita que padecía este pintor y grabador del XVII estaba haciendo estragos en su fisonomía y en su visión, pasando a convertirse con el tiempo en uno de los teóricos del arte más valorados de su tiempo. Lo que puede hacer Rembrandt con sus pinceladas lo pueden hacer pocos pintores.

portrait of gerard de lairesse|rembrandt rembrandt van rijn|mid-1660s|1975.1.140

Y en un contraste asombroso, dos obras del Greco rodeando al Rembrandt. Se trata de un San Jerónimo como erudito y un Cristo llevando la cruz. El San Jerónimo, del que sólo queda su cara desencajada de la típica pose de asceta que se le suele asignar,posa con una capela cardenalicia y un libro, haciendo referencia a la traducción al latín desde el griego que realizó este doctor de la Iglesia. El Cristo en la cruz es una de las primeras versiones (de 1586) de este tema, conocida es la necesidad de El Greco de producir ingentes retratos de personajes religiosos para poder tirar adelante.

P1280965Lehman es un coleccionista con gusto y aprecia, sobre todo, las obras del Renacimiento italiano pero también las obras de artistas flamencos tempranos, españoles del siglo de las luces y franceses del XIX. Por ello, nos quedamos con esta breve selección de obras…

Por ejemplo, estas dos pequeñas obras de Jacometto Veneziano, un miniaturista veneciano del siglo XV del que restan muy pocas obras en el mundo y aquí están presentes el Retrato de una Dama (posiblemente una monja de San Recondo) y el Retrato de Alvise Contarini, obras minuciosas y detalladas en caras y paisajes, que han servido muchas veces como ejemplo para poder asignar a este pintor otras minúsculas obras presumiblemente suyas. P1280966

Entre los flamencos, además de Hans Memling o Gerard David, hay un cuadro que nos gustó especialmente. De Petrus Christus, a la derecha, este San Eligio (santo patrón de los orfebres), de 1449. Fue pintado para la capilla de los plateros y orfebres del templo protestante de Brujas y está cargado de simbolismo, como no podía ser de otra forma (incluyendo una pareja de espectadores diferente a los retratados en el espejito de la mesa).

P1280970Por otro lado tenemos a Jean Hey, un pintor de corte francés de la misma época que pintó en 1490 este Retrato de Margarita de Austria, hija de Maximiliano I, y que formaba parte de un díptico del que se ha perdido la parte dedicada a la Virgen y al Niño. La niña, con 10 años, ya llevaba siete siendo extraoficialmente reina de Francia pues estaba prometida desde los tres a Carlos VIII quien después la repudió.

erasmus of rotterdam|hans holbein the younger|1528–32|1975.1.138

De Hans Holbein nos llega un pequeño retrato de Erasmo de Rotterdam. Pintado sobre 1530, es un típico ejemplo de los retratos tan formidables que realizaba el alemán, quien después sería conocido por ser el pintor de referencia de la Corte de los Tudor. El humanista Erasmo de Rotterdam debió posar para el maestro, y éste le retrató con la debida sensibilidad.

Avanzamos en el tiempo hacia el siglo XVIII para encontrarnos con dos absolutos maestros de la pintura. Por un lado tenemos a nuestro Francisco de Goya y P1280960Lucientes, quien está representado en la Colección Lehman con uno de los retratos que pintó para el Conde de Altamira y su familia, quedando aquí representada la Condesa y su hija. De la luz goyesca hace mención la guía del MET cuando habla de este cuadro que debió ayudar a que Goya se convirtiese en pintor del rey.

P1280961Y muy cerca, el más famoso de los cuadros de la colección, un Retrato de la Princesa de Broglie pintado por el francés Jean-Auguste-Dominique Ingres quien recogió la mirada reservada y tímida pero de porte aristocrático de esta mujer que murió joven, a los 35 años, y cuyo marido conservó siempre este retrato con colgaduras de luto como recuerdo de ella.

P1280962Las características del pintado del vestido o las joyas (que siguen en manos de los descendientes de la princesa) me recuerdan muy vivamente a nuestro Federico de Madrazo y su Condesa de Vilches. Él no está aquí representado, pero sí lo está su hijo, Raimundo de Madrazo, con un precioso óleo dedicado a unos Enmascarados, sugerente y gracioso que debió formar parte de la muestra de lienzos que Raimundo de Madrazo presentó en la exposición de París de 1878, año en el que fue elegido miembro de la Academia Francesa.

P1280964A partir de aquí, la colección Lehman (que a su vez reúne un amplio número de objetos de decoración de todo tipo) da pie a Renoir, a Monet, a Corot, Matisse o a Van Gogh, con quien nos quedamos gracias a esta Madame Roulin y su hija, pintado en 1888 y englobado en los numerosos retratos que Van Gogh realizó a la familia del cartero Joseph Roulin en Arles (el mismo cartero tiene un retrato cerca del MET, en el MOMA). La protagonista del retrato es la pequeña Marcelle, pues su madre aparece difuminada a su lado.

Nos dejamos muchas cosas de la Colección Lehman, pero de más tendremos que prescindir (lamentablemente) en nuestro recorrido por las múltiples salas del Metropolitan Museum of Art. Así que nos centramos en los autores españoles (sobre todo Velázquez), los flamencos y franceses del XIX… vamos, lo que nos gusta.

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Pintura española

P1290045Estaba deseando visitar el MET para mirar cara a cara a Juan de Pareja. En 1650 Velázquez estaba de viaje por Italia para adquirir obras de arte con las que poder decorar el Alcázar de los Austrias por mandato de Felipe IV. En este segundo viaje que hizo al país transalpino, Velázquez ya era considerado un gran maestro y como tal pudo presentar en el mismísimo Panteón este retrato de su criado morisco, Juan de Pareja (1610-1640).

Este sevillano era más que criado, un esclavo, por duro que parezca pues parece que fue durante este mismo viaje cuando Velázquez le concedió carta de libertad (con la condición de quedar a su servicio al menos otros cuatro años). Su servicio: preparar lienzos, pintura… pero no pintar (aunque parece que aprendió por su cuenta). Total, que el 19 de marzo de 1650 se expuso esta fenomenal obra en el Panteón y hubo quien dijo que este cuadro era verdad, no arte. Poco después, Velázquez pintaría su gran obra maestra, el Retrato de Inocencio X que está en la Galería Doria Pamphilj de Roma.

P1290049Velázquez está muy bien representado en el MET, tanto el propio pintor como su taller. Entre los retratos de personajes de la Corte, destaca una copia temprana de un Felipe IV joven (de 1624)de cuerpo entero destinada ubicarse en las dependencias de algún personaje de poder de la época. Se ha dudado mucho sobre su procedencia pero parece que sí es del maestro sevillano.

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De la misma forma, se muestra un pequeño cuadro preparatorio de los retratos ecuestres del Conde-Duque de Olivares, sobre todo el magnífico cuadro del Prado.

En este caso, aunque algunos autores atribuyen la autoría de la obra al yerno de Velázquez, a Juan Bautista Martínez del Mazo, otros críticos aseguran que las características del paisaje y la pincelada suelta del Conde Duque responden al sevillano. Muy cerca se encuentra otra obrita de corte real, la dedicada a la infanta María Teresa de Austria (1638-1683), hija de Felipe IV .

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Es una obra pequeña… porque fue cortada hace muchos años, quedando únicamente la cabeza de la futura esposa de Luis XIV y reina de Francia como muestra del retrato real que debió haber sido.

P1290048Hay otras obras tanto de Velázquez como de su taller en el MET. Me quedaré con otras dos: un Retrato de un hombre joven (presumiblemente el propio Velázquez) y una Cena de Emaús. En el primer caso, ha existido una larga discusión acerca de su autoría pero parece bastante admitida la atribución a Velázquez como así la asimilación a un autorretrato del pintor. Durante mucho tiempo se le ha asociado directamente al probable autorretrato que Velázquez incluyó en su Rendición de Breda… en cualquier caso, es una obra típicamente velazqueña que ha pasado por muchas manos hasta llegar al MET.

P1290050La Cena de Emaús, pintada en 1622, es un ejemplo del primer Velázquez, el sevillano influenciado por Caravaggio a punto de embarcarse en un viaje a Madrid que le cambiaría la vida y le alejaría de los encargos de pintura religiosa que le habían dado de comer hasta el momento (aunque se lo currase innovando y poniéndolos en segundo plano en numerosas ocasiones).

P1290052Cerca de Velázquez se muestran algunas obras de Ribera, de Zurbarán (bonita la Virgen niña de aquí al lado, viviendo según la tradición en el Templo de Jerusalén) y de Murillo pero nosotros nos acercamos a la sala de al lado para disfrutar de dos de las obras más famosas de El Greco, su vista de Toledo y el retrato de un cardenal.

P1290055La Vista de Toledo fue pintada allá por 1597 y está un pelín idealizada. De hecho es el único paisaje que se conoce del pintor cretense y lo hizo, cómo no, del Toledo en el que vivió durante tantos años. Se ha localizado la ubicación desde la que se pintó la panorámica (siendo todavía más conscientes de los cambios en los edificios realizados). Bajo un tormentoso y preocupante cielo, el Tajo circunda un Toledo casi fantasmagórico.

P1290056Otro lienzo muy conocido del Greco que está en el MET es este Retrato de un Cardenal, hasta ahora reconocido como el inquisidor mayor Don Fernando Niño de Guevara, pero ahora hay dudas sobre ello y no se sabe bien si el retratado es este último o bien Don Gaspar de Quiroga o Don Bernardo de Sandoval y Rojas ambos cardenales arzobispos y residentes en Toledo. Y todos ellos, probablemente, con la inflexible autoridad que emana de su semblante.

Hay otras obras del Greco, un Cristo sanando a un ciego y el retrato de un hombre anónimo que bien pudiera ser el propio Domenikos Theotokopoulos ya de edad.

DSCN2499Un poco posterior es uno de los más grandes bodegones de Luis Meléndez que se muestran en los museos del mundo acompañado de una Naturaleza muerta con flores y frutas de Juan Van der Hamen y León (a la derecha) de mediados del 1600.

En ambos casos se trata de composiciones (frutas, flores, guirnaldas, utensilios de cocina…) difíciles de valorar en la actualidad pero muy a la moda de los siglos XVII y XVIII en los que se llevaron a cabo.

En ese mismo siglo XVIII despuntó el otro gran maestro de pintores español, Goya. Del aragonés hay varias obras en el MET, desde uno de los grabados del Sueño de la Razón (que produce monstruos) hasta un probable lienzo de su hijo Javier, Majas en el balcón tradicionalmente atribuido a Goya.

DSCN2491También se destaca en la visita el Retrato de Don Sebastián Martínez y Pérez, pero nosotros nos quedamos con los retratos de dos niños, francamente buenos y que son bien conocidos. Don Manuel Osorio Manrique de Zúñiga era el hijo del Conde de Altamira y Goya le retrató recién nombrado pintor del Rey.

Además del contraste de colores, con ese rojo del vestido de época y la iluminación posterior, destaca la imaginería pictórica tradicional,que aquí Goya recrea incluyendo una urraca atada a un cordel y una jaula con pajarillos, habituales símbolos asociados al alma cristiana desde siglos atrás y a un trío de gatos esperando a zampárselos. DSCN2492El bien y el mal en versión Goya.

Al lado, Pepito Costa y Bonells pintado al estilo ecuestre (recién bajado del caballo) y con un uniforme que recuerda a los de la guerra de la independencia. Pepito era el hijo del médico de Fernando VII y en este lienzo se le identifica con un pequeño soldado, de corte de pelo napoleónico y con rifle y tambor de juguete al lado.

DSCN2454Avanzamos hacia el siglo XIX y allí nos espera Joaquín Sorolla. La verdad es que es un orgullo poder contar con algunos de sus cuadros en el MET… hay un retrato de Clotilde, su mujer, en traje negro; un paisaje toledano bonito (Castillo de San Servando, en Toledo, que formó parte de una exposición multitudinaria de Sorolla en la Hispanic Society en 1909) pero sobre todo uno de sus tradicionales baños.

Este Baño en Jávea, de 1905, es un ejemplo perfecto del preciosismo casi impresionista, de la delicadeza de la pintura del artista valenciano, del contraste de colores y texturas que sólo los más grandes pueden conseguir.

DSCN2564Hay obras del siglo XX español en el MET, nos encontramos con algún Picasso, por ejemplo, pero de poder elegir, me quedo con un Salvador Dalí de gran tamaño, una Crucifixión llamada Corpus Hypercubus que aparece de forma sorprendente en mitad de la nada en el MET, con Gala admirando el Cristo crucificado en la cruz tridimensional de ocho cubos y que representa un digno cierre a la colección de pintura española del Museo Metropolitano de Nueva York.

Pintura de los Países Bajos, flamenca, holandesa, alemana y francesa

Todo un popurrí para incluir pintores de la talla de Rogier Van der Weyden, Memling, Vermeer, Bruegel, Rembrandt o Hans Holbein. Comencemos con el primero de ellos. En las salas dedicadas a la pintura de los Países Bajos destaca una pequeña vitrina donde se mantiene Francesco d’Este, hijo bastardo del Duque de Ferrara y pintado por Rogier Van der Weyden allá por 1460. DSCN2545Lleva un anillo y un martillo, posibles emblemas de oficio y poder (aunque estaba al servicio de los duques de Borgoña en la Corte de Brujas). Lo más curioso del cuadro es, primero, su fondo blanco (muy raro en la pintura de la época) y, además, que está dedicado: “Todo tuyo, el Marqués de Este, Francesco / Nunca más en Corcelles”. Un regalo de amistad, vaya.

Muy cerquita hay dos retratos preciosos de Hans Memling: Tommaso di Folco Portinari y su esposa María Baroncelli. Él era el representante florentino del Banco de los Médici en Brujas y se le conoce sobre todo por los encargos que hizo a artistas de la época, como Hugo Van der Goes o el mismo Memling. DSCN2546En este caso se trataba de un tríptico devocional del que se ha perdido una Virgen y un niño que debían ocupar la parte central.

Petrus Christus, Dieric Bouts, un par de Jan Van Eycks impresionantes… y un precioso Patinir. La penitencia de San Jerónimo, con el bautismo de Cristo y la tentación de San Antonio en un tríptico de Joaquim Patinir, el considerado primer paisajista (aquí), DSCN2536pues las escenas bíblicas y moralizantes que narraba siempre se integran en llamativos escenarios (de hecho, hay quien dice que el paisaje es en esta obra tan amplio que se entrevé la curvatura de la Tierra). En este caso, hay ríos, bosques, el mar, ciudades, monasterios… todo un universo de sencillez y realidad como marco de los temas habituales de la época.

DSCN2542Quizá he debido incluir a Juan de Flandes en la parte de pintura española pues, al igual que El Greco, la mayor parte de su producción se realizó en nuestro país y a las órdenes de Isabel La Católica. De hecho, murió en Palencia en 1519. Pero el caso es que nació en Flandes, como su nombre indica, y que su estilo de pintura, si bien matizado por el gusto español de la época, es puramente flamenco.

Al fin y al cabo, era un inmigrante de los Países Bajos que trató de adaptar su arte a los pedidos de los españoles de posibilidades de entonces. Este Cristo apareciéndose a su madre, de 1496, es una copia de un retablo de Rogier Van der Weyden, pero mejorado en su composición.

Los segadores, de Pieter Bruegel el Viejo, de 1569, es una de las obras más bellas que guard ael MET y no hay visitante que no se pare ante las grandes dimensiones del lienzo. Se cree que Bruegel hizo una serie de los meses del año (bien 6 o bien 12, en función de si ahorró en meses o no). DSCN2513El caso es que sólo han llegado cinco a la actualidad, 3 en Viena, uno en Praga y este Segadores que debe representar los meses de verano. Y lo mejor es que no hay simbolismos religiosos en él, es un cuadro dedicado al paso del tiempo y lo que el ser humano hace durante. Este cuadro, como otros muchos, fue pintado para Niclaes Jongelinck, uno de los patronos más importantes de la época.

Caminamos por las salas flamencas rodeados de Rubens y Van Dyck, pero nuestra mirada se dirige a un Frans Hals muy conocido: Retrato de un Joven y una mujer en una posada, pintado en 1627. Hals era un maestro del retrato y lo hacía a precios populares, por lo que su obra es bastante fecunda. Sin embargo, este caso parece más asociado a una fábula de la frivolidad en la juventud que a un retrato tal cual. En todo caso, las sonrisas de los protagonistas son icono de la historia del arte.

DSCN2514Mientras tanto, un verdadero protagonista de la historia del arte es Rembrandt Van Rijn (aquí y aquí). Más de una docena de obras del pintor de Leiden se ubican en el MET, y es un placer recorrerla. Como no es viable recogerlas todas aquí, me quedo con dos o tres. En primer lugar, por su puesto, uno de sus autorretratos más impresionantes, el de 1660. Aficionado a retratarse cada cierto tiempo, en este caso el pintor transmite el paso del tiempo con una mezcla de dignidad y aplomo.

Otras obras de Rembrandt en las salas del MET incluyen una Flora (posiblemente Saskia, su mujer, o Hendrickje Stoffels, su compañera,de quien también hay un retrato en la sala) basada lejanamente en la Flora de Tiziano que visitó Ámsterdam a mediados del 1600 y poco parecida a la otra Flora de Rembrandt, la de la National Gallery. DSCN2516Esta Flora no es precisamente divina, más bien terrena… y también incluyen un buen número de retratos de personajes de la época: Rembrandt está representado, sobre todo, en su faceta de retratador de la sociedad del Ámsterdam del Siglo de Oro. La excepción es un Aristóteles con un busto de Homero (y con un medallón en el que aparece Alejandro Magno), una imagen oscura pero llena de vida y sabiduría, la que generan los tres protagonistas de esta obra encargada en 1654 por uno de los pocos clientes extranjeros directos de Rembrandt, el siciliano Antonio Ruffo.

Paseamos por entre más obras holandesas y centramos nuestra mirada en Jan Steen, que es un autor del XVII que me viene gustando desde hace unos años y siempre aparece en alguna de las salas de cualquier buen museo que se precie. En el MET está representado por “Alegre compañía en una terraza”.

Y es que Steen siempre se caracteriza por pintar escenas graciosas, de bullicio, de alegría. Y es que él mismo era cervecero (y aparece sentado con una jarra de cerveza en la terraza del cuadro). Por otro lado, el cuadro está cargado de simbolismos relacionados con la fortuna, el sexo, la diversión y la buena vida.

Del holandés Pieter de Hooch se muestra un lienzo denominado “Pagando a la posadera”, un prodigio que se alinea con el más grande de los pintores casi realistas del XVII holandés, Vermeer.

De hecho, su forma de relacionarse con el observador es muy parecida, aprovechando la iluminación como eje a partir del cual narrar una escena elegante y cercana, refinada muestra de la moda de la época, época de la que Johannes Vermeer es el representante más conocido.

Pocos museos del mundo pueden pavonearse, como hace el MET en su guía, de tener que seleccionar tres de las cinco obras con las que cuenta el Museo de Vermeer. Este autor no se prodigó especialmente e igual que sucedió con el Greco fue redescubierto en pleno siglo XIX. En la gran exposición que hizo El Prado sobre él se pudo ver la práctica totalidad de su obra, treinta y tantos lienzos de los que cinco están en el MET.

El más conocido de todos ellos es la Muchacha con el aguamanil o Mujer en la Ventana. Pintado en 1662, es un cuadro pequeño y sencillo y destaca sobre todo por el ambiente idealizado que representa. Una mujer ideal en una casa del siglo XVII igualmente ideal, con una iluminación suave y, por supuesto, con toda la carga simbólica en cada uno de los objetos representados, desde la pureza del aguamanil o lo mundano del joyero.

Cuando visitamos la sala donde se ubica este Vermeer, ésta está llena de gente, de aficionados a la pintura y aprendices que trataban de recoger el espíritu del pintor holandés.

Muy cerca se ubica uno de los pocos retratos de Vermeer, el Retrato de una muchacha de 1665 es una aguda representación de lo que Vermeer trataba de recoger en sus obras: transmitir los sentimientos, pensamientos y emociones de aquel que pudiera aparecer en ellas.

Y sin embargo, no es un retrato o por lo menos no trata de identificar a una persona concreta sino más bien a un gesto, una interpretación, una personalidad, una expresión. La verdad es que es un lienzo sorprendente.

El tercer cuadro de Vermeer que nos encandiló es otro ejemplo de lo anterior. Una Doncella adormecida, de 1656, tiene varios de los componentes antes descritos: hay un personaje que se está durmiendo en una habitación que representa la vida real pero que está idealizada. La obra tiene numerosos elementos simbólicos, como el Cupido del cuadro que está por encima de ella, que da idea de con qué está soñando esta chica.

De hecho, las radiografías realizadas al lienzo descubren la figura de un hombre donde ahora se sitúa la silla y un perro donde ahora se sitúa un espejo. De esta forma el mensaje que transmite el cuadro (una doncella adormecida pensando en su amor) es menos obvio y queda sólo para aquellos que identifican las pistas ha dejado Vermeer en la obra.

Las otras dos que se muestran son una Alegoría de la fe y una Mujer con un laúd que no nos llamaron especialmente la atención.

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Entre los pintores alemanes sólo mencionaré cuatro con sus correspondientes obras: Durero, Holbein, Cranach y, muy posterior, Caspar David Fiedrich. De Durero, o Dürer, hay una Virgen y un niño con Santa Ana, motivo al que no estamos muy acostumbrados en estos lares pero sí en Alemania donde Santa Ana fue muy venerada.

DSCN2531Las figuras son rotundas, casi tridimensionales y muy probablemente influenciadas por la visita de Durero a Italia, donde Bellini le pudo influenciar más de lo que a priori podría parecer. Por cierto, la obra se firmó en 1519, año de la conversión de Durero al Luteranismo por lo que muchos autores ven en esta obra una pista del fervor del converso. 

DSCN2537En contraposición a este Durero nos encontramos una obra de Lucas Cranach el Viejo referida a uno de sus mitos favoritos: El Juicio de Paris, desencadenante de la guerra de Troya, en el que éste decide que Afrodita es mucho más bella que Atenea o Hera, consiguiendo la manzana de oro que les ofrecía la Diosa de la Discordia y ganado el amor de la bella Helena que tanto follón crearía. Lo llamativo de esta obra es que el autor es contemporáneo de Durero y la misma obra posterior a la Virgen, el Niño y Santa Ana de Durero (es de 1528) y sin embargo parece que las novedades en el estilo no iban con Cranach…

DSCN2533Tiempo más tarde destacaría un pintor alemán en la Corte de los Tudor (como se comentó en la Colección Lehman). Se trata de Hans Holbein el Joven, del que se muestran algunos retratos y, lo que es más llamativo, numerosas copias posteriores a sus propias obras, indicando la popularidad que éstas alcanzarían.

La más conocida es el Retrato de un miembro de la familia Wedigh. La colonia de mercaderes alemanes de lady lee margaret wyatt born about 1509|copy after hans holbein the younger english 16th|possibly ca. 1540|14.40.637Londres se convirtió en una de las fuentes económicas más importantes para el artista alemán quien en 1532 hizo este subyugante retrato del joven representante de la familia Wedigh en la capital inglesa.

A este cuadro le acompañan, como digo, numerosas copias de otras obras. Por ejemplo esta Lady Lee (Margaret Wyatt) hermana del poeta Sir Thomas Wyatt y familia a la que Holbein pintó a menudo.

Avanzamos (mucho) en el tiempo para encontrarnos cara a cara con Caspar David Fiedrich, el alemán, nacido en 1774 dejó algunas obras maravillosas de las que el MET mantiene una de las versiones de Dos hombres contemplando la luna (las otras dos están en Berlín), una obra compleja donde aparece el mismo Fiedrich con su amigo August Heinrich contemplando una luna preciosa y vestidos a la antigua usanza, a la de la tradicional forma de vestir de los alemanes, prohibida en los tiempos de las guerras napoleónicas.

Pasamos a revisar un par de autores franceses de las muchas salas dedicadas a Francia en el MET y que lamentablemente tuvimos que recorrer casi corriendo. En primer lugar, George De la Tour. Lo mismo que con El Greco y con Vermeer, De la Tour fue “redescubierto” muchos años después de su desaparición y ahora se le considera un maestro muy especial. El MET cuenta con una de sus obras tradicionales, en las que la oscuridad es vencida por la sutil luminosidad de un pequeño foco así como con una obra costumbrista.

En La Adivina, un joven inocente y con dinero (va vestido a la moda de 1632, cuando probablemente fue pintado) es engañado por unas gitanas quienes, mientras la adivinan el futuro le roban su dinero inadvertidamente.

Es una obra teatral y moralizante (cuidado con el mundo cruel) de un autor del que eran fieles clientes Richelieu, Luis XIII o el Duque de Lorena.

Sin embargo, la Magdalena penitente (una de las cuatro versiones que se conservan del mismo motivo) sí que está más asociada a la producción habitual de De La Tour: una escena iluminada por una vela (también la llaman la Magdalena de las dos velas, pues ésta se refleja en un pequeño espejo).

La vela se consume, como la vida, pero Magdalena no tiene miedo a la muerte, pues sujeta entre sus manos una calavera. El espejo de plata representa el lujo, el lujo de sentir serenidad ante lo inevitable y símbolo, posiblemente, de la conversión religiosa de este personaje.

Hay otros muchos autores franceses en el MET. Nos hace gracia reencontrarnos, por ejemplo, con Jean-Siméon Chardin, con una de sus composiciones más conocidas, la de las Pompas de Jabón y que ya vimos hace unos meses en la exposición que le dedicó el Museo del Prado. En esta exposición se logró poner juntas las tres versiones de esta misma historia, mitad juego infantil recreado con sensibilidad, mitad metáfora de lo grácil y breve que es la vida: como una pompa de jabón.

Termino el mini recorrido francés con Ingres, siempre fantástico, representado por dos obras: un retrato, el de Joseph-Antoine Moltedo, pintado sobre 1810, que identifica a un oficial corso en la Roma de tiempos de Napoleón (era el jefe de correos, un activo inventor y que aparece en el retrato de una manera romántica y clásica, con la meteorología en contra pero seguro de sí mismo); y con una Odalisca en gris, una versión de una de sus más importantes pinturas, la Gran Odalisca del Louvre.

Impresionismo

Pues esto es como el Museo d’Orsay pero incrustado en medio de las múltiples salas del MET. Tal y como decía anteriormente, el Metropolitan es un museo de museos y todos están incluidos en él, desde la arqueología mesopotámica hasta habitaciones de hoteles de lujo franceses. Y de pintura contemporánea no sólo está el MOMA en Nueva York, también hay una excelente colección el el MET. Dado que no me agrada, prescindiré del arte moderno, pero sí señalaré algunas de las obras maravillosas que el impresionismo y las corrientes similares han dejado en sus salas.

Quiero destacar 10 autores entre todos los que pueblan esas salas.

Y comienzo con un espectacular paisaje de Jean-Francoise Millet. Se llama Paraje: Otoño y forma parte de un cuarteto de estaciones que Millet pintó por encargo de 1868 en adelante. El invierno quedó inacabado pero este otoño es sencillamente grandioso (y este tipo de motivos no eran ya habituales en la pintura, frente a tradiciones anteriores al respecto). El verano ya ha pasado, la cosecha ha finalizado y los espigadores se han ido, quedando los campos de Chailly para el pasto de las ovejas.

Pero para espectacular, por tamaño, colorido y ambiente, Muchachas del Pueblo de Gustave Coubert. Él mismo se autodefinía como arrogante y orgulloso y como tal se presentó en el Salón dé París de 1851 presentando obras de gran tamaño retratando escenas de la vida cotidiana. el gran formato solía estar dedicado a hechos históricos y el arrogante Coubert tuvo el acierto de dedicarlo a la vida real.

Las tres hermanas de Coubert pasean por la campiña de Ornans en el invierno de 1851 y Coubert las recrea poniéndolas en el papel protagonista, eliminando aspectos que podían distraer de la verdadera motivación de la obra: unas muchachas de pueblo paseando por el valle con el ganado cerca. El cuadro fue criticado hasta la extenuación.

Y así continuó durante su vida, innovando y rompiendo con el pasado, con las estrecheces mentales de académicos que año a año le ponían verde. Así que en 1864 lo intentó con un desnudo, que fue tildado de indecente como poco. En 1866 volvió a intentarlo con esta Mujer con un loro, sensual, provocativa, real.

De nuevo fue pasto de la crítica, pero también abrió, poco a poco, nuevos temas y mundos para gentes de mira estrecha. Manet, de hecho, comenzó su propia serie al respecto.

Édouard Manet fue uno de los grandes maestros del impresionismo francés y está excepcionalmente representado en el MET. Entre sus obras, destacan las numerosas dedicadas a motivos españoles, que estaban de moda en el París del Segundo Imperio (el famoso Cantante español, hombres vestidos de majos, matadores, etc.) y otras obras que adelantan por donde se va a mover el arte en los años venideros.

Su Mujer con Loro es del mismo año que el de Coubert, pero éste se recatado y tímido y hace más referencia a los sentidos que a la provocación del compañero. La modelo es la misma que la preciosa Olimpia del d’Orsay, Victorine Meurent.

Otra obra llamativa de Manet es En barca, de 1874, que no sólo tiene importancia por su delicadeza o importancia sino porque se realizó en el cónclave que reunió a un buen número de autores impresionistas en aquella época en Argenteuil (toda la historia, aquí).

Allí se encontraban Monet, Renoir, Caillebotte o Sisley… Renoir tiene numerosas obras en el MET de Nueva York. Es difícil quedarse con alguna en concreto. Las guías destacan a la Camarera del restaurante Duval, de 1875, porque refleja la verdadera intención detrás de la fecunda y maravillosa obra de Renoir.

En sus mismas palabras: ”Me gusta pintar cuando parece eterno sin jactarme de ello: una realidad cotidiana, revelada en una esquina de la calle, una criada deteniéndose un momento mientras limpia una cacerola y convirtiéndose en Juno en el Olimpo”. Esta camarera de un restaurante de París posó para Renoir en su estudio con su mismo uniforme y con el gesto y actitud con el que probablemente la vio servir su mesa.

No estaba pintando una diosa, pintaba a una persona. Como pasaría después con Aline Charigot, con quien acabaría casándose y quien aparece en este precioso retrato denominado “En la orilla”. Sin embargo, en este caso, los contornos y la figura están mucho más marcados pues, probablemente, en 1883 Renoir se había visto más influenciado por el arte italiano al visitar este país.

DSCN2464Por cierto, volviendo a Manet, también se exponen en el MET algunas obras de su cuñada, Berthe Morisot, quien rompió los esquemas de la época trabajando activamente como pintora y exponiendo en los salones de pintura tradicionalmente reservados a los hombres.

De sus obras, me quedo con esta Muchacha sentada en un sofá, de 1879, en la que se nota la influencia de su mentor pero también la de los otros artistas de la época, los impresionistas criticados y de mala fama que aportaron una nueva visión del mundo.

Jules Bastien-Lepage tiene una obra encantadora, una Juana de Arco de 1879 realmente emocionante.

Se trata de un cuadro de gran formato que se presta a la imaginación y que difícilmente se olvida. Juana de Arco recibe la revelación divina (entre el paisaje, Santa Catalina, San Miguel y Santa Margarita) que cambiará su sino en un momento en que esta figura histórica estaba siendo reivindicada tras la guerra franco-prusiana por la que se perdió el condado de Lorena en favor de Alemania, de donde era el pintor y la santa.

Otro de los grandes pintores bien representados es Claude Monet. El verdadero espíritu detrás del impresionismo destaca en todas sus facetas, pero sobre todo en la paisajística sabiento extraer en pocas y luminosas pinceladas la verdad de lo que vemos. Es lo que sucede, por ejemplo, en esta Vista de Vétheuil, de 1880.

Pero es quizá Monet el artista en el que más se nota el progreso en la misma técnica que él ayudó a formalizar, contando con paisajes como la serie vistas de Londres de la que Las Casas del Parlamento bajo la niebla, ya de 1903, está en el MET.

Espontaneidad es lo que pretende crear Edgar Degas en sus obras. Y sin embargo, él aseguraba que nunca ningún arte fue menos espontáneo que el suyo. Sus retratos, también cotidianos pero en un sentido todavía más informal que el de Renoir o Manet, parecen extraídos de la realidad (como esta Mujer a lado de un jarrón con flores de 1865).

Sin embargo, Degas es reconocido mundialmente por sus series sobre bailarinas de ballet (produjo hasta 1500 obras al respecto), bien representadas en la colección del MET.DSCN2451 Comenzó a pintarlas hacia 1870. tratando de alejarse del academicismo reinante e incluso de los propios impresionistas (siempre se consideró más “realista” que impresionista). DSCN2440 En estos estudios abordaba el movimiento del cuerpo de una manera única y especial para la que no le bastaba la pintura.

También son conocidas las esculturas dedicadas al tema, fundidas en bronce pero acompañadas de la panoplia de vestimentas y objetos asociados a la práctica del ballet.

Uno de los cuadros más conocidos del Museo Metropolitano de Nueva York es Los jugadores de Cartas, de Paul Cézanne.

Sin embargo, es una excepción en su obra, más orientada a los bodegones, naturalezas muertas, retratos y paisajes que a escenas costumbristas como esta partida de 1890 que le debió gustar tanto que repitió más veces el motivo.

Nos encontraremos también el recorrido con Pissarro, Sisley, Gauguin, Toulouse-Lautrec… pero por ir terminado, me gustaría mencionar muy brevemente a George Seurat y, por supuesto, al señor Vincent Van Gogh.

DSCN2467George Seurat está representado, entre otras, por este pequeño estudio para su obra más conocida, Un domingo en la grande Jatte, en la que el máximo exponente del neo-impresionismo juega con las posibilidades que le dan la pintura y la óptica, jugando con los tonos que de cerca son diferentes pero desde lejos resultan un único color, con las pinceladas saturantes y engrosadas, con el contraste entre colores. Este experimento llegaría a su cénit cuando en la obra definitiva propusiera su conocida técnica puntillista con pequeños y separados puntos de color. Fascinante, la verdad.

Para finalizar, hay que acercarse a la figura de Van Gogh, muy bien representada en el Metropolitan con un conjunto muy amplio de obras. Sin lugar a dudas, mi favorita es el Campo de trigo con cipreses, de 1889.

A Van Goh también le gustaba especialmente esta composición y la repitió más veces. La pintó durante el mes de junio, mientras estaba ingresado en la Clínica de Saint Rémy (toda la historia, aquí). Le comentó a su hermano Theo por carta: “"He hecho un lienzo de cipreses con espigas de trigo, amapolas y un cielo azul, que es como una manta escocesa multicolor”. Los cipreses parece que le tocaron hondo aquel verano (“son tan hermosos de línea y proporción como un  obelisco egipcio” dijo), pues vuelven a aparecer en otro de los cuadros del MET, simplemente denominado Cipreses.

El pintor holandés está presente con varios retratos, algunas pinturas carismáticas (como una de la serie final de Lirios u otra de la serie inicial de sus Zapatos) pero me quedo, para finalizar este recorrido por alguna de las obras del MET de Nueva York (y en la que debo excusar la presencia de la pintura italiana por falta de tiempo y atención) con uno de sus autorretratos más interesantes, realizado en París en 1886 cuando contaba con 32 años. En él experimenta con el neo-impresionismo que acabo de referir con Seurat y nos deja con la misma cara embobada y encantada que la mayor parte de obras del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, una prodigiosa colección de maravillas del mundo.

Próxima parada: la Arqueología.