Rembrandt sonríe, socarrón. Se ha autorretratado con frecuencia, desde muy joven, pero ésta es posiblemente la última vez. Ha vivido mucho, y padecido mucho. El año anterior falleció su hijo, Titus, sus tres compañeras en la vida tampoco están ya. Saskia, su mujer, murió hace tiempo. Heindrickje Stofeels, antigua criada con la que ha convivido sin casarse, también. Ha pasado por épocas prósperas y por enormes bancarrotas.
Y sin embargo, Rembrandt nos sonríe, pícaro, desde 1669, en esta obra de trazo grueso, rápido, de aspecto inacabado. Sólo de aspecto, pues como dijo el pintor holandés "una pintura está terminada cuando el maestro ha conseguido sus objetivos".
Pero además, aquí el holandés se retrata como Zeuxis, pintor griego de la antigüedad que murió de risa en 398 a.C, cuenta Plinio, cuando trataba de pintar a una anciana que hacía de modelo para una Afrodita de encargo. Rembrandt lo ha pasado mal, pero aún tiene ganas de reírse de sí mismo.
Este retrato cierra la exposición que sobre la temática historiográfica de Rembrandt expone ahora el Museo del Prado. Desde luego representa un contraste impresionante con la delicada obra que lo abre, otro autorretrato, esta vez con el pintor joven, pero también con ganas de divertirse: posa al estilo oriental con 25 años, en 1631.
En esta época ya se encuentra en Amsterdam e incluso tiene aprendices. Rubens es su camino a seguir. Ha pintado obras que conciertan las buenas críticas. Ha recogido lo mejor de Caravaggio y de sus maestros holandeses y se ha hecho un nombre.
Y además, ha conseguido algo casi prodigioso, el dominio de la luz. Rembrandt ha aprendido a utilizar los claroscuros, a poner un punto de luz iluminadora que surge en el foco de atención preferente para irse apagando poco a poco en el resto de la escena.
El resultado es singular. Y sorprendente. En ocasiones, emociona. Véase por ejemplo, este "Simeón en el templo", de 1631, ubicado en el Museo Mauritshuis de La Haya, junto a su famosa "Lección de anatomía".
La luz que irradia desde el niño alumbra el resto de la escena dejando en la penumbra un buen número de cosas. Así son las primeras obras de Rembrandt, muchas de pequeño tamaño; muchas de temática histórica o bíblica.
La búsqueda del sentimiento de las figuras y no de la presencia física de las mismas es algo típico en su pintura de ésta época.
A partir de aquí, el éxito es abrumador y viene de la mano de su socio Hendrick Uylenburgh quien le buscaba los clientes e incluso le buscó mujer: su propia sobrina Saskia, con quien Rembrandt contrajo matrimonio en 1634.
A partir de aquí suceden años felices en la vida de Rembrandt. De acuerdo con el Catálogo de la Exposición, "Desde su llegada a Ámsterdam hasta 1645, Rembrandt vivió sus años de mayor éxito. Gracias a sus grabados, sus obras alcanzaron una gran difusión por toda Europa. (Rembrandt supervisaba y retocaba muchos de los grabados que se hacían de sus obras, personalizándolos a diferencia del resto de pintores).
El apoyo de Constatijn Huygens le sirvió para conseguir encargos de la corte de Frederik Hendrik de Orange y Amalia van Solms en La Haya, y encontró clientes entre la alta burguesía de Ámsterdam. En 1639 adquirió una elegante y costosa casa en la Sint Antonisbreestraat de Ámsterdam. En 1642 terminó de pintar La ronda de noche (Ámsterdam, Rijksmueum), y ese mismo año murió su esposa Saskia."
De esta época es el magnífico "Banquete de Baltasar" de 1636 y emblema de la exposición. Intensidad, dramatismo, proximidad. Atrás quedaron las obras en las que las figuras, pequeñas, se perdían en el escenario que Rembrandt había elegido como fondo. De estas reducidas escenas salía la luz que iluminaba la parte fundamental del cuadro. Ahora, todo es espectacular. Durante el sitio de la ciudad por el general persa Ciro, el rey de Babilonia, Baltasar reunió a todos sus nobles y sirvió el vino en la vajilla procedente del saqueo de Jerusalén. Durante el banquete apareció una mano misteriosa que escribió un texto indescifrable en la pared referente a la división de su reino. Esa noche murió Baltasar. (de www.artehistoria.com)
Los personajes están sorprendidos, la mujer de rojo deja caer el contenido de la copa en su vestido mientras Baltasar se vuelve anonadado y Rembrandt se luce, también en idiomas, pues incluye el texto en hebreo antiguo gracias a un rabino vecino. Hay otras muchas obras de este estilo. Nos llamó la atención igualmente "El banquete nupcial de Sansón", de 1638.
De www.artehistoria.com, de nuevo: Sansón era un israelita famoso por su fuerza que se casó con una filistea a pesar de ser este pueblo enemigo acérrimo de los israelitas.
En su boda planteó un acertijo a los invitados: "Del que come se extrajo carne y del fuerte se extrajo dulzura". Los asistentes al banquete tenían una semana para resolver el acertijo por lo que decidieron utilizar a la esposa de Sansón para averiguar la respuesta. La solución era el león que había matado Sansón en cuyo interior había encontrado un rico panal de miel. Al verse engañado por su mujer, el israelita mató a 30 filisteos.
Rembrandt elige para su composición el momento del banquete, con Sansón a la derecha, rodeado de invitados que le interrogan para conseguir pistas; a su lado encontramos a su esposa con algunos comensales reclinados sobre la mesa, según la costumbre oriental. La mirada de la mujer filistea, directa al espectador, es emocionante. Pero Sansón le siguió dando material a Rembrandt. Por ejemplo, en "Sansón cegado por los filisteos"de 1636.
En el capítulo anterior, Sansón mató a treinta filisteos, y abandonó a su mujer que fue dada por su padre como esposa a un filisteo. Enterado de ello, Sansón que pretendía recuperar a su esposa, incendió los campos de los filisteos, utilizando para ello, trescientas zorras, atadas por sus colas, que portaban antorchas encendidas.
Los filisteos responden matando, a la mujer de Sansón y a su suegro, lo que inicia una cruel cacería por parte de Sansón (...). Dalila fue la tercera dama que lo condujo por la senda de los problemas, y también era filistea. Dalila era cómplice de los miembros de su pueblo y su propósito era conocer el secreto de la fuerza de Sansón. El nazareo, al principio, temió ser engañado y mintió, pero luego, seducido por la hermosa mujer, le confesó que en su larga cabellera radicaba su poder, ya que sus votos como nazareo le impedían cortárselo, y Dios le quitaría como castigo, su fuerza, si lo hiciera.
El final es de todos conocido y Rembrandt lo reproduce con violencia y energía, Sansón cierra las manos agarrotadas por el dolor de ser cegado por los filisteos, mientras Dalila huye con su cabecera.
Desde luego, hemos pasado de escenarios tan encantadores como la huida a Egipto (en el que es la fogata que enciende la familia la que proporciona la luz; fogata ridícula comparada con el penumbroso escenario que los rodea) a espectaculares obras de tamaño natural y con figuras de poderío físico que transmiten todo menos sensibilidad.
A partir de 1642, todo se desmorona. Saskia muere y Rembrandt entra en bancarrota por la compra de una casa de dimensiones extraordinarias. Aunque encuentra cariño en la niñera de su hijo Titus, Geertje Dircks, sólo es momentáneo, pues ésta le denuncia posteriormente.
Es entonces cuando se observa una transformación radical en el estilo de Rembrandt. Las expresiones extrovertidas y el dinamismo de las composiciones desaparecen de sus cuadros, y los sustituyen la quietud y la concentración psicológica. El vigor físico característico de los personajes de Rembrandt en años anteriores se transforma ahora en vigor de espíritu. En muchas zonas de los cuadros las gruesas pinceladas, más que definir las formas, las sugieren.
Y eso es lo que le pasa a esta Betsabé de 1654, del Louvre. La modelo, probablemente, sería su sirvienta Heindrickje Stofeels, quien se convertirá en la compañía de Rembrandt en los años finales de la vida del holandés. Momento en el que nos encontrábamos al comienzo de esta entrada, dedicada a una muestra excepcional y emocionante, la dedicada por el Prado a este gran artista del siglo XVII tan poco representado en los museos de nuestro país.