30 de marzo de 2008

Las primeras flores de la primavera

P1090275No ha sido un año especialmente lluvioso, más bien al contrario. Ni el otoño ni el invierno han traído mucha agua y muchos de los embalses están en porcentajes muy bajos (los del río Segura sobre el 20%). La sequía está aquí, y eso se termina notando en el campo, donde aparecen menos flores y éstas duran menos tiempo.

No obstante, dejadas atrás ya las flores de árboles caducifolios típicos como los de los Prunus o los Pyrus, comienzan a aparecer ya las flores anuales, las del comienzo de la primavera, que poco a poco irán tupiendo el paisaje de diferentes colores.

Esta mañana he dado un paseo por una dehesa de fresnos y encinas antropizada y me he fijado en las primeras flores de este equinoccio vernal de primavera que vivimos éstos días. El término “equinoccio” proviene del latín equi-noctium, es decir, igual que la noche. Ayer, 20 de marzo, la duración de la noche fue igual a la del día: 12 horas.

P1090267La verdad es que el día no ha acompañado. De hecho, al menos aquí a 1000 metros de altitud sobre el nivel del mar, la primavera ha comenzado con nieve y viento. Por eso el número de flores presentes se ha reducido muchísimo, quedando únicamente a la vista algunas de las especies más ubiquistas, como Diplotaxis muralis, pero también alguna otra en la que merece la pena detenerse.

Diplotaxis muralis es el muy común Jaramago, una crucífera habitual en ambientes ruderales, muy frecuente y de características flores amarillas de cuatro sépalos (como todas las crucíferas, vaya) y 4 pétalos. Es un terófito, es decir, durante el invierno sólo sobreviven sus semillas, de las que vuelven a renacer en primavera los jaramagos de prados y cunetas.

400px-Diplotaxis_muralis_Sturm33Su nombre, Diplotaxis, viene del griego "doble orden" y es que en sus frutos en silicua, a modo de vainas alargadas, secos y dehiscentes, mantienen las semillas en dos hileras y cubiertas con valvas.

Son plantas cosmopolitas, de amplia distribución. Florece generalmente a partir de marzo e incluso hasta septiembre, siendo siempre anuales y desapareciendo en invierno.

Pero sobre todo llaman la atención los narcisos, que desde fechas muy tempranas están comenzando a aparecer por entre los fresnos y en los pastizales, tanto en los más antropizados como en los de montaña. Destaca, entre todos ellos (en la foto de entrada), el narciso más habitual en las zonas de montaña, Narcissus bulbocodium, comúnmente llamado Trompeta de medusa.

P1090278 La palidez del amarillo de sus pétalos lo ubicaría en la subespecie Narcissus bulbocodium ssp graellsi si bien algunos autores lo elevan al rango de especie, Narcissus graellsi. En cualquier caso, se trata de una planta vivaz de la familia de las Amarilidáceas. Una hierbecilla bulbosa con su característica flor en forma de embudo y de corona ancha que aparece a veces por centenares en los pastos de montaña, como es nuestro caso.

Narcissus bulbocodium no parece ser un endemismo ibérico pues se distribuye por todos los países de la cuenca occidental del Mediterráneo. No puedo evitar incluir la definición de Narcissus bulbocodium que da una de las guías emblemáticas de la Flora europea, la de Oleg Polunin:

Narcissus bulbocodium L. Flores solitarias, de color amarillo como el de la mantequilla, erectas o inclinadas, con vistosa corona en forma de trompetilla más larga que los tépalos estrechamente triangulares del mismo color. Perianto de longitud variable, de hasta 3 cm. con tubo de aprox. 1 cm y medio, ocasionalmente de color amarillo limón pálido; espata que parcialmente rodea al tubo. Hojas en número de 2-4, muy estrechas, semicilíndricas, acanaladas; tallos florales de 5-30 cm. Habita en rocas y lugares abiertos, prados en montañas, brezales. Florece entre febrero y marzo. 

P1090226Otro de los narcisos que he tenido la ocasión de encontrar, más bonito aún que el N. bulbodium, es el Narciso de roca (Narcissus rupicola), un precioso narciso heliófilo que también habita en suelos arenosos y que se encuentra en casi todas las montañas ibéricas silíceas del Sistema Central español.

Ésta vez sí que se trata de un endemismo ibérico de un género, Narcissus que se ha diversificado mucho en nuestro territorio. Suele encontrarse en pequeñas oquedades y repisas, sin ser nunca abundante.

Sus preciosas flores amarillas aparecen en grupos habitualmente, aprovechando cualquier hueco entre piedras, dando una nota de color en paisajes habitualmente cuarcíticos.

P1090280La verdad es que, a la espera de más lluvias o, al menos, de tener una primavera más avanzada, son los amarillos de éstos narcisos los que ponen la nota de color en estos pastizales adehesados que todavía sufren los grises y verdes cenizas de un invierno soleado pero con pocas lluvias.

Pero el renacimiento está cercano. Las flores no son las únicas que lo notan: muchos árboles comienzan ya sus ciclos reproductivos, como este Sauce negro o Bardaguera (Salix atrocinerea) cuyas flores unisexuales, distribuidas en amentos erectos y en plantas diferentes, aparecen antes que las hojas.

  En ellos me fijaré otro día.

16 de marzo de 2008

La Biblioteca de Castilla-La Mancha

El Alcázar de Toledo, de malhadada fama por su protagonismo durante la guerra civil española, sirve ahora para otros fines, mucho más pacíficos.

Es la sede de la Biblioteca de Castilla La Mancha, la más importante de la Comunidad. Fue una decisión política bastante hábil, en mi opinión.

Desde 1998 la antigua fortaleza militar, palacio, cárcel, Academia de Infanteria y Museo se ha convertido en Biblioteca. Sin embargo, la próxima inauguración del Museo del Ejército recién trasladado desde Madrid va a suponer otro cambio más, éste muy profundo, en el Alcázar de Toledo.

La Biblioteca ocupa la planta superior y los cuatro torreones del Alcázar. Un detalle curioso: la Biblioteca se encuentra en la planta superior del alcázar, en la sexta. Y sin embargo no hay seis plantas; el que lo definió contó con los sótanos y plantas subterráneas. Un buen número de manchegos cruza sus puertas a diario para consultar uno de los mejores fondos bibliográficos de España. Además, el servicio que presta la Biblioteca es de un muy buen nivel de calidad, con compromisos al usuario bastante ambiciosos.

La joya de la biblioteca es la Colección Borbón-Lorenzana, que con 379 incunables, 101.140 libros impresos entre los siglos XVI al XIX y unos 1.000 manuscritos de los siglos XI al XIX.

El cardenal Lorenzana fue una de las personalidades más importantes de la historia de la ciudad y dejó su huella en esta institución.

De hecho, recorriendo su interior se pueden encontrar antiguas salas de biblioteca en las que se guardan precisamente esos incunables (como la de la fotografía). En otros casos, se han aprovechado estanterías del seglo XVIII para albergar la gran colección de libros específicos sobre Castilla La Mancha que se pueden consultar pero no prestar.

Nada tienen que ver estas salas antiguas con la amplísima y llamativa Sala General de Lectura, la principal. A los lados, los escudos de Castilla-La Mancha; en el piso superior más incunables y libros de acceso restringido. En el piso principal, tan iluminado, numerosos usuarios disfrutan de unas instalaciones espectaculares.

Otro elemento destacado son los Torreones. Los dos que flanquean la fachada norte se han utilizado, uno para hemeroteca y otro para los procesos internos de catalogación de fondos y control de adquisiciones.

Los de la fachada sur se destinan, uno a zona de encuentro y cafetería y otro para sala de reuniones y de exposiciones temporales. Precisamente a la cafetería acudimos, pudiendo disfrutar no sólo de cosas ricas sino de otro de los grandes atractivos de la Biblioteca: sus vistas.

Las vistas de la llamada Ciudad de las tres culturas son sobrecogedoras y proporcionan un marco perfecto para dar por finalizada la jornada no sin antes visitar la mediateca, la sala infantil, la sala de castilla la mancha y tantas otras oportunidades de profundizar en lo mucho que han cambiado las Bibliotecas desde que, al menos en mi caso, de niño las visitaba.

Basta con acercarse a su web: http://www.jccm.es/biblioclm/ y dejarse llevar por tanta información de interés.

8 de marzo de 2008

Myotragus balearicus

El Dodo, la Vaca Marina de Steller, la Paloma Migratoria Americana, el Lobo de Tasmania... ejemplos clásicos y emblemáticos de especies extinguidas en los últimos siglos por el hombre.

En casi todos los casos, la historia de cada una de estas especies extintas se mezcla con leyendas o anécdotas. Más muerto que un dodo, dice el refrán inglés. Y con razón. De algunas de estas especies se guardan no sólo algunos restos perdidos en Museos; existen fotografías o incluso vídeos: sobre el Tilacino o lobo de Tasmania por ejemplo en Fogonazos (http://fogonazos.blogspot.com/2007/04/el-ltimo-tilacino.html). Para fotografías o dibujos, por ej. http://textosrobados.blogspot.com/2008/01/animales-que-fueron-extinguidos-por-el.html.

Pero no todos los animales extinguidos por el hombre lo han sido en los últimos siglos. Existen teorías bastante bien refutadas de la desaparición a gran escala de mamíferos gigantes americanos (como el Perezoso Gigante) influidas directamente por la aparición del ser humano. El gran pájaro Moa de Nueva Zelanda sería otro ejemplo.

Curiosamente, tenemos un ejemplo muy cerca que no se suele mencionar, incluso por parte de científicos o periodistas especializados españoles. Se trata de la Cabra-rata balear (Myotragus balearicus). Existen esqueletos completos de esta cabra que se extingúió pocos miles de años antes de nuestra era. Al menos uno en el Museo Arqueológico Nacional y otro, el de la foto adjunta, en el Museo de Mallorca.

Éste Museo mezcla lo antiguo con lo moderno, entiendo que debido a aportaciones puntuales de recursos económicos. Sin duda alguna, lo mejor del Museo son las figuras de guerreros Talayóticos en bronce, de gran tamaño y espléndidamente mostradas. Y sin embargo, de la Cabra balear casi no se hace mención, a pesar de ser un representante endémico de la fauna balear extinta.

Aprovechándome de Wikipedia, Myotragus balearicus (en griego, "cabra-rata de las Baleares") es una especie de la subfamilia Caprinae que habitaba en las islas de Mallorca y Menorca hasta su extinción hace unos 5000 años. Aunque siempre se la ha descrito como una extraña cabra, los últimos análisis genéticos realizados en la Universidad Pompeu Fabra indican que Myotragus estaba más estrechamente emparentado con las ovejas.

Esta pequeña cabra, de visión estereoscópica (ambos ojos miraban hacia delante) y eminentemente ramoneadora, campaba a sus anchas por las Islas, dado que aparentemente no contaba con depredadores de gran porte que las amenzaran (quizá algún ave de presa). De pequeño tamaño (sobre 50 centímetros como máximo), Myotragus compartió las Islas con otros mamíferos gigantes para lo que ahora conocemos: el lirón gigante Hypnomis y una musaraña gigante (Nesiotites). Se menciona también el conejo gigante menorquín, que desapareció durante el Mesiniense, cuando el Mediterráneo se secó y Myotragus accedió a esta isla.

Wikipedia lo cuenta de forma ejemplar: Los caracteres únicos de Myotragus balearicus son consecuencia de un prolongado proceso de evolución en condiciones de insularidad. En este tipo de aislamiento, los ungulados tienden a hacerse más pequeños (roedores y lagomorfos, por el contrario, aumentan de tamaño, como le ocurrió a Hypnomis, el lirón gigante que compartía hábitat con Myotragus) y perder facultades de reacción frente a unos depredadores que son escasos o simplemente no existen.

Un claro ejemplo de esto son la pérdida de capacidad para correr a gran velocidad de las patas, la visión estereoscópica (útil para calcular distancias, pero no para descubrir enemigos al acecho) y la reducción proporcional del cerebro.

Aún existe cierta controversia respecto de las caúsas últimas de extinción de la Cabra rata balear. La tésis antrópica es la que más adeptos tiene. Los primeros pobladores de las Islas Baleares serían los portadores de la cultura pre-talayótica (3000-1400 adC). En estas fechas se suele situar la extinción de la cabra balear y de los lirones y musarañas gigantes.

Los pre-talayoticos tenían una cultura neolítica, aunque seguían viviendo en cuevas. En éstas se han encontrado enormes cantidades de restos óseos de animales, especialmente Myotragus, con señales evidentes de haber sido descuartizados y consumidos por humanos. (ejemplos de ello, en la fotografía superior, restos de Myotragus hallados en Cuevas de la Cultura Pre-talayótica).

Hay indicios de que muchos de estas cabras fueron mantenidos en las cuevas cierto tiempo así como evidencias de recortes y cicatrizaciones en sus cuernos, lo que se relaciona con un intento de domesticación avocado al fracaso pues en las cuevas sólo hay restos de ejemplares adultos (no consiguieron su reproducción).

La caza abusiva, el fracaso de la domesticación y la introducción de otros animales domésticos como cabras y ovejas (competencia y aclaramiento de bosques para su alimentación) o perros y cerdos que las depredasen serían las causas que llevaron probablemente a esta cabra enana ramoneadora a la extinción.

Científicos de la Universidad de las Islas han llegado a la conclusión recientemente de que un cambio climático localizado en el ámbito meditaerráneo provocó el inicio del fin, siendo el hombre del neolítico quien dió la puntilla en sus últimos años a esta curiosa especie que viene a unirse al club de los perjudicados por la presencia del ser humano.

1 de marzo de 2008

El siglo XIX en el Prado

Este retrato de la Condesa de Vilches de Federico de Madrazo permanecía latente en mi memoria desde hace mucho, desde aquellos tiempos en los que el Casón del Buen Retiro, uno de los restos del antiguo Palacio de los Austrias, albergaba las obras que del siglo XIX mantenía el Museo del Prado.

Luego, cerraron por obras el Casón. Y lo que se suponía que ibn a ser unos cuantos meses se transformó en una paciencia de años. Años para volver a ver y disfrutar obras que quitan literalmente el hipo. Ésta es una de ellas. Los azules tornasolados del vestido y la sensual mirada de la modelo marcaron indeleblemente algunos momentos de mi adolescencia.

¿Cómo podía trasladarse al lienzo la realidad de una manera tan fidedigna? Yo ya había descubierto a Velázquez, convertido en pasión, pero los pintores del XIX (que en mi limitada opinión superaban a Goya) me dejaron anonadado. En particular, un genio que aún dicta mis gustos pictóricos: Sorolla.

En el Casón se daban cita Sorolla, los Madrazo, Fortuny... muchos de sus cuadros no tenían para mi explicación...¿a santo de qué tanta pintura de motivación histórica? ¿Por qué muchos de ellos parecían dar marcha atrás en los gustos pictóricos de la época? ¿Qué relación tenían los Madrazo con Fortuny y otros pintores? ¿Por qué hacían cuadros de gran formato?


Pues he tenido que esperar muchos años para resolver, siquiera parcialmente, estas preguntas. Y es que el Prado se ha renovado por completo. No todo es bueno. Como visitantes habituales del Museo y oyentes de "Una obra. Un artista", nos hemos quedado compuestos y sin novia, que se dice. Las largas colas de acceso y la burocratización del mismo nos han impedido el paso ya demasiadas veces.

Por lo menos el interior está logrado (aunque hayan reducido las tiendas al mínimo). Las exposiciones de apertura están bien, aunque me decepcíonó un poco las "Fábulas de Velázquez", sobre todo después del interés que siempre le he demostrado al sevillano.


Y sin embargo, la exposición de "El Siglo XIX en el Prado" ha superado con creces mis expectativas. La verdad es que me gusta la ampliación del Prado. Independientemente del material con el que han hecho el suelo (que ya tiene desperfectos) me gusta la sala de entrada con las musas. Me encanta como ha quedado el claustro antiguo de los Jerónimos (deberían dejar siempre allí las esculturas de Leoni de los primeros Austrias).

La exposición del siglo XIX está en una ubicación inmejorable. Muchas de las obras son de gran porte, como el impresionante "Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga" de Antonio Gisbert que pone la cara a la Exposición. Es un cuadro gigantesco, dentro de la moda de la época de representar hechos importantes de la historia (española o universal), habitualmente como argumento para presentarse a los variados certámenes de pintura existentes en el mundo y darse a conocer. No es el caso de este Fusilamiento de Torrijos.


Esta obra fue encargada en 1886 directamente por el Gobierno liberal de Sagasta durante la regencia de la reina María Cristina de Austria como ejemplo de la defensa de las libertades para las futuras generaciones. Y es que el liberal José María Torrijos (1791-1831), acompañado por sus compañeros, fue fusilado por las tropas de Fernando VII en las playas de Málaga cuando se dirigía a España a través de Gibraltar para luchar contra el absolutismo del Borbón.

Como parte de la exposición podemos encontrarnos con algunos de esos mismos personajes, como la propia reina María Cristina, pintada con un gusto excepcional por el gran Vicente López (impresionante también su retrato de Francisco de Goya).


La última esposa de Fernando VII y madre de Isabel II, regente gobernadora durante la minoria de edad de su hija y fuente de cotilleos varios, aparece pintada de forma tan suave y delicada que logra transmitir dulzura, asentimiento, delicadeza... al fin y al cabo es un retrato de bodas.

La parte más imponente de la exposición es la de la pintura histórica. En ella se encuentran muchos de los cuadros que han marcado a las últimas generaciones de españoles, pues aparecen reiteradamente en los libros de texto escolares.


Tal es el caso de la Muerte de Lucrecia, de la Muerte de Viriato o de los Amantes de Teruel. Hay algunos que son formidables. Doña Juana La Loca de Francisco Pradilla es un referente claro.

Juana La Loca acompaña e féretro de su esposo Felipe I el Hermoso en su traslado de Burgos a Granada. La reina viuda se localiza en el centro de un paisaje inhóspito ajena a la multitud que la observa y a las inclemencias del tiempo. Pradilla se convirtió en el gran maestro de la pintura de historia del siglo XIX en España con obras tan sublimes como ésta.


No fue el único. Otros muchos pintores, también excepcionales, se animaron a representar momentos históricos importantes como forma de presentarse en sociedad o como evidencia de sus avances. Hay algunos espectaculares, como La leyenda del Rey Monje de José Casado del Alisal, una obra un tanto macabra.

Se la conoce tradicionalmente como "La campana de Huesca" y está inspirado en una leyenda del siglo XII. Ramiro II, rey de Aragón, llamado el "rey Monje" por haber pasado su juventud en un monasterio, ordenó cortar las cabezas de varios nobles rebeldes y las puso en círculo, con la del arzobispo colgando en el centro como si de un badajo se tratara.

Esta campana proclamaría la obediencia debida al monarca. Y con esta obra, Casado del Alisal recibiría el honor se situarse como gran maestro de la pintura.

Y es que la pintura de historia permitía lucirse mucho, el pintor Eduardo Rosales también lo sabía y pintó algunas de las obras más hermosas de esta temática, como "Doña Isabel la Católica dictando su testamento", para algunos la obra cumbre de esta tendencia pictórica, o la "Presentación de Don Juan de Austria al emperador Carlos V en Yuste", obra de pequeño tamaño hecha para clientes privados, inaugurando una nueva vía de negocio en´éste ámbito.

Los Madrazo eran una famlia de artistas. El hijo de Federico, Raimundo de Madrazo, continuó la impresionante carrera de su padre pintando algunos retratos realmente asombrosos. Uno de los más conocidos es el de Ramón de Errazu, amigo del pintor y coleccionista de arte, de cuerpor entero y transmitiendo aún curiosidad desde su mirada de finales del XIX.

Sorprende al visitante el elevado número de obras de diferentes autores en los que aparece, de una u otra forma, la famosa actriz del siglo XIX María Guerrero, que daría nombre al teatro madrileño de la Princesa a su muerte. Raimundo de Madrazo la pinta como "Doña Inés", vestida con el hábito de las calatravas en plena representación de la obra de Zorrilla, un papel que representó un antes y un después en la vida de la actriz.

24 años tenía María Guerrero cuando la pintó Madrazo. Era una niña cuando la pintó Emilio Sala, amigo de su padre, introduciéndola en un ambiente erudito y despertando su interés por ser retratada. En la exposición también aparece pintada por Sorolla, en este caso como Finea, protagonista de "La Dama Boba" de Lope de Vega con un evidente recuerdo a Velázquez.

Raimundo de Madrazo era cuñado de Mariano Fortuny, uno de los más preciosistas pintores del XIX y que, lamentablemente, murió muy joven. Sus obras son una primorosa colección de apuntes sueltos que resultan coloridas escenas inolvidables.

El Viejo desnudo al sol o cualquiera de sus paisajes orientalizantes son bellisimos, como lo es su última obra, "Los hijos del pintor en el salón japonés", pintada para regalarsela a su suegro, Federico de Madrazo e inacabada debido a su repentina muerte. La evidente influencia de la estética japonesa, muy de moda en los ambientes artísticos de la época no oculta esa libertad técnica y visual que caracerizó a Fortuny.

Otros muchos autores se dan cita en la exposición (que luego pasará a formar parte, por fin, de los fondos expuestos del Prado), desde los preciosos paisajes de Carlos de Haes a las vistas del Guadarrama de Aureliano de Beruete. Pero es Joaquín Sorolla y Bastida quien cierra la exposición con algunas de sus obras más famosas.

Sorolla es el pintor de la luz. Tiene tantos cuadros inolvidables, tantas obras maestras que no podría recordarlas todas. Su Casa Museo es un must have de los recorridos turísticos por Madrid. Hay obras suyas en muchos museos y colecciones y siempre merece la pena echarles una ojeada. Repetida en muchas obras aparece su pasión por la playa y la luz del mar Mediterráneo.

Tres niños desnudos juegan en la orilla de una playa de Jávea. Como es habitual, en "Chicos en la playa", Sorolla se recrea en el movimiento de las olas, los destellos de la luz en el mar y en los cuerpos mojados y los reflejos de éstos en el agua, con amplias piceladas turquesas, azules, violetas, malvas.. que se funden en una visión intensa y bellísima de la realidad transformada en lienzo.

En un lienzo como el que utilizó Sorolla para denunciar hechos y situaciones de profunda injusticia de su época. Realismo social, se denominó. Aún dicen que el pescado es caro es una de las obras tempranas de Sorolla y está inspirada en las novelas de Blasco Ibáñez.

En el interior de una bodega de una barca de pesca, dos resignados pescadores atienden a un marinero herido en un accidente laboral, que se diría ahora.

Sorolla es para mí uno de los más grandes pintores españoles y estamos a la espera de la llegada a Madrid de la exposición de las obras que pintó para la Hispanic Society of America, de tourné por nuestro país mientras rehabilitan su ubicación permante en EEUU.

Es posible que dicha exposición esté a la altura de ésta del Prado, que deja muy claro a qué elevadísimo nivel se movían los artistas españoles en el siglo XIX.