31 de julio de 2007

L'Alcudia: cerámica ibérica y hallazgo de la Dama de Elche

Se ha erigido un aparatoso decorado en el lugar donde fue hallada el 4 de agosto de 1897 la Dama de Elche, en el Yacimiento de L'Alcudia. Es éste un yacimiento humilde pero con bastantes posibilidades.

Sólo hay que dar un paseo por el Museo con el que cuenta el propio yacimiento (independiente del Museo Arqueológico de Elche o del MARQ) y uno cae enseguida en la labor realizada hasta ahora y en las sorpresas que puede deparar el futuro en un lugar en el que se han hallado restos prehistóricos, íberos, romanos, visigóticos y medievales de cierta importancia.

Sin lugar a dudas, el reclamo del yacimiento es el hallazgo de la famosa Dama de Elche que realizó fortuitamente un agricultor adolescente cuando finalizaba el siglo XIX. Existen versiones que tratan de hacer ver que la Dama de Elche no es más que una muy cuidada imitación que realizaría un artesano de la zona aprovechando la estancia en Elche de Pierre Paris, arqueólogo frances que negoció su compra para el Louvre.

En la actualidad se la considera un busto íbero realizado, posiblemente,entre los siglos III al V a.C. El análisis de la pigmentación que aún cubre alguna parte junto con el análisis comparativo de alguna de las joyas y fíbulas que decoran a la Dama (que difícilmente podrían reproducir tan exactamente los artesanos estafadores de moda en aquella época) son algunas de las más evidentes pruebas a su favor. Es muy posible que la Dama de Elche sirviera como reservorio donde ubicar las cenizas de algún difunto, alguna reliquia o un objeto sagrado (dado el agujero practicado en su espalda).

A pesar de lo estrambótico del templete de homenaje, en la visita a L'Alcudia uno no puede más que sentirse emocionado ante el significado que representa el área arqueológica: nos encontramos ante una de las más importantes ciudades íberas de la Contestanía, antecesora de la ciudad romana Illici Augusta Colonia Julia, la futura Elche que se construiría un poquito más al norte heredaría su nombre.

El yacimiento cuenta con un foro, algunas domus, un aljibe, unas termas y otras estructuras entre las que destacan los restos de una basílica paleocristiana (construida sobre un templo íbero reconstruido al lado).

Pero algunas de las cosas más sorprendentes se ubican en el Museo cercano al yacimiento. Una de ellas, la reproducción de un Calamón (Porphyrio porphyrio) entre la decoración de uno de los mosaicos romanos de los que dispone el Museo. Se trata de un mosaico de los habitualmente dedicados a motivos acuáticos y de fauna.

En una esquina se sitúa un ave, muy posiblemente un calamón, que de acuerdo con las últimas teorías quizá fuese domesticada en época romana. Ello hace más sorprendente la situación de peligro de extinción que esta especie vivió en los años 60-70, situación que afortunadamente parece haber superado.

El Museo cuenta con una buena colección de piezas neolíticas, ibéricas y romanas. Entre las ibéricas están piezas muy conocidas como el torso del guerrero con el peto en forma de cabeza de lobo.

Pero son quizá las cerámicas decoradas en estilo elche-archena las que más nos entusiasmaron.

Contestania es el nombre que dan los autores antiguos (Estrabón, Plinio en su Historia Natural, Ptolomeo) a la región sureste de la península ibérica (equivalente al Alicante actual) donde vivía la tribu ibera contestana, cuya cultura está muy influida por la cercanía a la costa y la facilidad que ello suponía para el comercio con fenicios y griegos.

Entre las manifestaciones artísiticas más sobresalientes de los contestanos, además de la Dama de Elche, se encuentran los motivos decorativos de sus cerámicas que han dado nombre incluso a un estilo, el de Elche-Archena (antes llamado de Archena a secas) que incluye abarrotadas escenas, especialmente zoomorfas, que apabullan al observador entretejiendo las figuras con motivos geométricos y vegetales. Es asimismo habitual la presencia de figuras humanas en estas cerámicas (al lado, una figura femenina monta a pelo sobre un caballo). En el Museo de L'Alcudia hay una buena representación de todo ello.

La cerámica ibérica, según el arqueólogo Ruiz Molinos, pasa por seis fases en función de la época en la que fue realizada. Muchas de las cerámicas del Museo de L'Alcudia pertenecerían a la etapa Ibérico IV (350/300- 175/150 a.C.) o Ibérico pleno-tardío, etapa en la que aparece el estilo Elche-Archena.

Entre las más sorprendentes, el impresionante kalathos llamado de "la tonta del bote", nombre procede de los rostros que aparecen bajo las asas de este enorme vaso ibérico y cuya imagen, después de un curioso juicio por sus derechos, es en este momento el logotipo del Museo.

Este vaso presenta una riquísima decoración simbólica, por lo que pudo tener un uso cultural o ritual.




En realidad, llaman la atención todas las vasijas y jarras ibéricas con este tipo de decoración. Algunas de ellas son realmente fascinantes. Por ejemplo, el vaso en el que aparece una figura humana envuelta en un manto con capucha sujetando las riendas de un caballo ensillado que camina detrás de él.

Según la documentación, esta escena responde bien a un tema de la vida cotidiana o bien una escena de tipo funerario, en el que un ibero conduce el caballo de un difunto cuya alma, en forma de pájaro con las alas extendidas, les sigue.


En cualquier caso, es una imagen muy poderosa y muy relacionada con el resto de imágenes zoomorfas tan abundantes en esta estética ibérica.




El ave con las alas extendidas es uno de esas imágenes y, además, una de las más extendidas. Posiblemente se trate de un ave rapaz (un águila, por ejemplo).

El que el pico no se corresponda con estas aves más bien se puede deber al simbolismo que busca el dibujo.


Además de estas aves, en las cerámicas aparecen jabalíes, peces, conejos o liebres, caballos, toros, cabras y un largo etc de fauna que, acompañados por la decoración típicamente vegetal de zarcillos y hojas de hiedra, representan la significación que los pueblos ibéricos le concedían a la naturaleza que les rodeaba.


Pero son los lobos los verdaderos protagonistas de estas cerámicas. El lobo representa un verdadero icono religioso o social para los iberos. Aparecen lobos en sus escudos, en algunas lápidas funerarias, en las grandes esculturas tan representativas de la época... y por supuesto, en la decoración de las cerámicas de Elche-Archena.


Aquí el lobo, interepretado como el "carnicero", aparece siempre en actitud fiera y desafiante, con las fauces abiertas, como figura completa o en protomo, siendo "domado" o cazado por el hombre o manifestando su poder y gran presencia apareciendo como figura que ocupa mayor espacio en muchas de las cerámicas del Museo de L'Alcudia.


Estos carniceros, al igual que las aves con alas extendidas, son muy representativos del estilo Elche-Archena y fueron pintados utilizando pigmentos basados en óxidos de hierro, manganeso y aluminio.


Una de las cosas más curiosas que se pueden observar en los amplios fondos del museo es, precisamente, la evolución de esta cerámica ibérica. Tras la conquista por parte de Roma y la consiguiente romanización de los pueblos indígenas de la península, la decoración ibérica va desapareciendo poco a poco.

Aún se pueden hallar vasos y platos del siglo I a.C con alguna decoración que recuerda a la ibérica pero que paulatinamente se irá basando en figuras geométricas y vegetales no quedando rastro siquiera de carniceros, aves o jabalíes.

Al final de época romana no hay huella de los estilos iniciales de época íbérica, ni de su abarrotado y barroco imaginario.

Pero, a decir verdad, al final de época romana tampoco queda rastro de las bondades de la civilización que el Imperio trasladó a todas sus colonias. Desaparecen las terras sigilatas y cualquier otra obra procedente del comercio. La estrutura social decáe en un acelerado proceso desintegrador que finalizará en la edad media y el feudalismo.

Ejemplo paradigmático de este final tan descorazonador, ya visto en otras partes pero no por ello más sorprendentes, son las numerosas jarras visigodas construidas a nivel local (casi familiar), por los propios habitantes de cada villa o pueblo a donde el comercio y la civilización tiempo ha que dejaron de pasar. El paso de las generaciones provocó el olvido de las técnicas y de las modas, de las formas y de las estructuras sociales.

Todo se vino abajo. No hay más que comparar las cerámicas ibéricas, las cerámicas romanas y estas pobres y humildes jarras visigodas para darse cuenta.

Sí, eso pasó también en L'Alcudia. Qué lugar tan fascinante.

28 de julio de 2007

Las salinas de Santa Pola


La carretera nacional N-332, que transcurre por el litoral mediterráneo, ofrece la posibilidad a su paso por Elche y Santa Pola de asombrarse ante las curiosas extensiones de áreas húmedas que constituyen el Parque Natural de Las Salinas de Santa Pola.

Varios kilómetros de lagunas de aguas someras con tonalidades que van del blanco al rosado y al azul pálido de las aguas menos salobres pobladas por bandadas de aves acuáticas que nos obligaron a parar en un vado, en la cuneta, para poder verlas mejor. Y mereció claramente la pena.

El Parque Natural es muy extenso (formaba parte, en el pasado, de la desaparecida albufera de Elche junto con el muy conocido Parque Natural de El Hondo) pero, aún existiendo itinerarios establecidos, su visita es complicada. El Centro de Atención a visitantes, donde se ubica el Museo de la Sal, es pequeño y la lagunilla que se sitúa a su izquierda, poco representativa.

Es cierto que un digno ejemplar de flamenco se pasó un buen rato en el centro de la laguna y que muchas gaviotas, porrones comunes (Aythya ferina) y alguna garceta común (Egretta garcetta) se podían ver con facilidad, pero nada comparable con las vistas de las salinas desde la N-332. Además, las urbanizaciones que rodean la laguna y el Centro desmerecen mucho el conjunto.

La carretera cruza de norte a sur el parque. Es sencillo ver concentraciones de aves desde el coche, pero lo que más llama la atención, quizá, son las grandes acumulaciones de sal que aparecen como montañas blancas a los lados de la carretera y la tonalidad rosada de muchas de las lagunas.


"Salario" viene de sal. En la antiguedad, la sal se consideraba una necesidad más que un mero condimento y las remuneraciones de los trabajadores de, por ejemplo, las primeras civilizaciones mesopotámicas, se podían efectuar con sal. Las salinas aparecen recurrentemente en el litoral español, dadas las especiales características que éste tiene. Sobre todo, por la posibilidad de estar activas todo el año (a diferencia de otras que son estacionales).

Las salinas de Santa Pola son, sin embargo, bastante recientes, del siglo XIX. Mientras que algunas han cerrado, otras se mantienen en uso, dando lugar a las espectaculares formaciones de sal blanca de la carretera. El color rosado que toman algunas de las salinas procede de los microorganismos que las pueblan (aunque los técnicos dedicados a ésto los llamen "impurezas").

Se trata de bacterias halófilas, adaptadas a vivir en ambientes sobresaturados de sal siendo algunos de sus pigmentos (carotenoides y rodopsinas que facilitan la generación de energía) los responsables del rosado de las charcas. Estas bacterias son importantes para el proceso productivo de la sal dado que aumentan la temperatura de las balsas favoreciendo la evaporación y aumentando la concentración salina.

La producción de sal se realiza a través de la circulación del agua marina por un circuito de balsas de forma que, por evaporación (su profundidad suele ser muy reducida) el agua va desapareciendo y la sal concentrándose cada vez más. Se pasa de concentraciones de sal en las balsas de preconcentradores de 30 a 60 gramos de sal por litro a los más de 300 gramos de sal por litro de agua en los cristalizadores, las balsas previas a la recogida de la sal.

Desde 1890 están abiertas las salinas, dando trabajo a una buena parte de la población de Santa Pola y alrededores.

Además de las bacterias halófilas, muchos microorganismos que resisten y se reproducen en aguas muy salobres pueblan estas aguas y facilitan la permanencia de numerosas especies de aves. Las estrellas, por supuesto, son los flamencos. Una población que ha llegado hasta 8000 individuos de Flamenco común(Phoenicopterus ruber) pueblan las salinas de Santa Pola buscando alimento en sus someras aguas.

El flamenco común habita en una gran parte del planeta, existiendo poblaciones importantes en nuestro país (sobre todo la de Fuente de Piedra). Es un ave acuática colonial que se alimenta de microorganismos utilizando un pico adaptado para la filtración del agua, presentando una especie de placas o lamelas que a modo de peine retienen los microinvertebrados de los que se alimenta fundamentalmente.

Un buen número de flamencos se alimentaban en las aguas de las salinas, pudiendolos observar con facilidad. Cuando vuelan, el rosado de sus alas contrasta con sus esbeltas figuras y resultan un espectáculo precioso. Si bien es cierto que los flamencos son la especie de ave que más llama la atención, bien es verdad que tuvimos la oportunidad de ver muy de cerca dos ejemplares de aves no tan habituales y que nos dejaron muy buen sabor de boca.

Un ejemplar adulto de Garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) con plumaje recién salido de época reproductora nos miraba desde las salsolas. No se molestó a salir volando hasta pasado un rato, dándonos la posibilidad de observarlo a placer, de ver los dorados de su plumaje, las plumas que a modo de penacho decoran su cabeza, de su alimonada mirada, de su pico largo y robusto preparado para la caza de crustáceos, anfibios y peces...

Más rápido fue el Martinete (Nycticorax nycticorax) que despegó raúdo de su otero encima de un taray para sobrevolar los arbustos halófilos de la laguna (Salsolas, Limoniums, etc). Con sus ojos, de un rojo profundo, nos estuvo observando un buen rato desde una ubicación más cómoda para él, dejándonos, al igual que la garcilla cangrejera, verlo a placer.

El Martinete es una garza de tamaño mediano y con el cuello muy corto comparado con otras compañeras de familia. Es un ave robusta, de contrastes blancos, negros y grises pálidos y un pico robusto preparado para pescar peces como los fartets que habitan en las aguas de Santa Pola. Como estábamos en plena época de cría (suelen poner los huevos en junio, tras una incubación de 21 días nacen unos pollos que estarán hasta 4 semanas en el nido), pudimos ver al martinete a plena luz, teniendo en cuenta que es una especie de hábitos más bien crepusculares.

En definitiva, y aún sin poder visitar la segunda área protegida por importancia en la Comunidad Valenciana, El Hondo, salimos muy satisfechos de la visita a Las Salinas de Santa Pola.

Aprendimos bastante sobre la industria de la sal en el Museo de la Sal que hace las veces de Centro de Interpretación del Parque Natural (éste Museo está ubicado en un antiguo molino que bastante bien recuperado) y vimos algunas de las aves más impresionantes y escasas de la fauna ibérica.

Lástima de horarios imposibles para visitar El Hondo (El Fondo en valenciano). Otra vez será.

18 de julio de 2007

Asirios en Alicante y hobbits en A Coruña

Dos exposiciones me han interesado estos días, cada una en una punta de España, ambas de interés pero con cierta carga sentimental por mi parte. En el MARQ se presenta la exposición "Arte e Imperio", los tesoros del imperio asirio que guarda el British Museum accesibles en Alicante

Por otro lado, Caixa Galicia se ha traido a España en exclusiva la exposición sobre la trilogía de "El Señor de los Anillos" y la presenta en dos sedes, A Coruña y Santiago. Sólo he podido ver la primera, lástima.

El MARQ es para mi uno de los mejores museos arqueológicos de España sin lugar a dudas. Después de ver la pobreza de museos como el de Huelva (con Tartessos al lado) uno se queda de piedra al ver los recursos (económicos y museísticos) del MARQ de Alicante.

Ahora se traen algunas de las mejores piezas asirias del British. Y les ha quedado francamente bien. Son tres salas (más alguna cosa al final en la biblioteca y los pasillos) que no tienen desperdicio. Hombre, no están los gargantuescos toros alados pero lo que hay despierta el interés por uno de los imperios más fascinantes de la historia humana.

A veces pongo en duda lo que la razón me pide a gritos: qué hacen los restos del friso del Partenon en Londres. A qué viene mantener el resultado de siglos de esquilmaciones en museos del siglo XXI. Pero luego me fijo en la situación del Irak actual y me alegro de poder tener esos tesoros en el British Museum.

La leona y el africano o la mujer en la ventana, pequeñas miniaturas halladas en la ciudad asiria de Nimrud son nada más que detalles de lo que el Imperio Asirio ofreció al mundo antes de desaparecer. Un Imperio fuerte en el que se hallaban , como resultado de la herencia sumeria, muestras de dominio de las ciencias (medicina, astronomía, matemáticas...), de dominio de la estrategia militar y un ejemplo de la transformación de las tierras cercanas al Tigris y al Eúfrates.

En los palacios asirios, además de estos pequeños marfiles de origen fenicio procedentes de incursiones cuya crueldad se narra incluso en la Biblia, destacan los innumerables bajorrelieves de los muros de los palacios reales.

Los Palacios de Nínive, Nimrud o Assur estaban cubiertos de imponentes relieves que nos trasladan a los siglos XI al VII a.C. Junto con las traducciones de las múltiples tablillas con escritura cuneiforme, estos paneles en piedra han ayudado a reconstruir un imperio de dominación de los vecinos y de heroicas gestas de sus reyes, entre los que destacan Sennaquerib, Assharaddon o Assurbanipal.

Éstos magnificos paneles decoraban las paredes de los Palacios proporcionando la imagen de poder y soberbia que aquellos impresionantes jerarcas querían trasladar. En muchos de ellos, el rey aparece cazando leones o toros, asediando ciudades o incendiándolas. De este mundo quedé hechizado al leer las novelas de Nicholas Guild "El asirio" y su continuación, "La estrella de sangre", que seguro que no pasan a la historia de la literatura, pero merecen una mención por la elaborada recreación de este mundo fascinante que en el siglo XIX volvió a poner en actualidad A.H. Layard, un inglés que llegaría a ser embajador en nuestro país y que recuperó un sinnúmero de piezas trasladándolas al Museo Británico. Aún así, sorprende ver cómo entre las joyas de su mujer existe un bello collar realizado a partir de sellos cilíndricos asirios.

Y mientras en Alicante revive una civilización fascinante y olvidada, en la otra punta de España, en A Coruña, un mundo imaginario pero igual de fascinante y evocador muestra algunos de sus secretos. Tras la excepcional recreación de Peter Jackson de la trilogía del Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, llega el momento de ver la exposición basada en las películas.

Dos impresionantes Argonath reciben al visitante situados frente a una reproducción a escala 1:1 de la parte superior de Bárbol, el ent pastor de árboles.

Y a partír de ahí, toda la maravilla de la saga se muestra con un cuidado soberbio. Multitud de objetos de las películas, vestuario original, armas de los personajes, reproducciones, maquetas, vídeos y alguna cosa interactiva completan una exposición que emociona a los aficionados a la saga de LOTR.

Emociona, sin duda, ver la malla de mithril que Bilbo regala a Frodo para que se proteja, justo al lado de la espada Dardo y del vestuario del mismo Frodo. En esa misma sala, un gigantesco Troll de las Cavernas mira al frente, donde se sitúa una reproducción de la barca en donde Boromir es enviado por el río Lórien tras morir defendiendo a los hobbits Merry y Pippin. Además, una maqueta de la Comarca destrozada (de la visión de Frodo en el espejo de Galadriel) completa esta primera sala que continúa, cual ruleta rusa, vertiginosamente.

El vestuario de Aragorn, Gandalf el Blanco, Saruman o la armadura del Rey Theoden. Una silla de montar de Édoras, los papeles de la biblioteca de Minas Tirith, las mochilas de Frodo y Sam, la espada Andúril y los restos de su precursora, Nársil, pies de hobbits, un Uruk Ai (Lurk) imponente, las coronas de los reyes de los hombres y de los espectros del anillo, todos los anillos de la serie, el libro de Bilbo, el traje de luto de Arwen, la Torre de Orthanc en Isengard.... e incluso el Palantir de Saruman.

Todo para recrear un mundo mágico y sorprendente que desde luego deja boquiabiertos a los fans de la trilogía de Tolkien y Jackson, pero que probablemente no interese demasiado a los que no la valoran de igual forma.

A todo ello ayudan preciosas acuarelas de autores que trataron de plasmar en papel las ideas de Tolkien y ayudar a Peter Jackson a llevar a cabo su trilogía. Destacan, por supuesto, las de Alan Lee, el ilustrador original de las ediciones de El Señor de los Anillos.

Y es que el libro tiene multitud de lectores encantados, pero las películas han ampliado hasta casi el infinito el número de aficionados y adoradores de una saga literaria y fílmica que sí que pasará a la historia de ambos tipos de arte, la literatura y el cine.

La exposición, al menos la parte de A Coruña, finaliza con una sala en la que se muestra el Anillo Único, con las letras en élfico moviendose por las paredes, una maqueta de la Torre de Barad-Dur y un verdaderamente impresionante Sauron que despide la exposición dejando un sabor de boca realmente bueno.

Un único pero: mira que traducir incorrectamente el Abismo de Helm (Helm's deep) por el absurdo "El Valle de Helm"....

16 de julio de 2007

El Palmeral de Elche

Cuando se habla del Palmeral de Elche se suele pensar en un espacio acotado donde las palmeras conforman una especie de parque público donde pasear. Algo de eso hay. Pero poco.

El Palmeral de Elche es un espectacular paisaje cultural. En realidad, el palmeral ocupa prácticamente todo el término municipal ilicitano, si bien reducido a los parques públicos, huertos privados y otros lugares emblemáticos.

En la larga historia del palmeral tienen cabida los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos y, por supuesto, los árabes. La existencia de tantas palmeras concentradas en una extensión tan amplia se debe a la interacción de todas estas civilizaciones. La Palmera (Phoenix dactilifera) fue posiblemente introducida por los fenicios, los cartagineses o los griegos en la península ibérica como fuente de alimento para las futuras visitas que estos pueblos hiciesen con motivos comerciales a nuestras costas. Las poblaciones autóctonas se aprovecharon así mismo de ellas, gestionándolas de una forma que prácticamente ha pervivido hasta la actualidad.

Precisamente, se han hallado algunos restos de vajillas íberas en el cercano yacimiento de L'Alcudia en las que entre los entramados y figuras características de estos pueblos aparecen expresamente dibujadas palmeras datileras como las que pueblan Elche. Los romanos supieron ver los beneficios de éste cultivo y lo desarrollaron aún más, pero fueron los árabes quienes dieron el espaldarazo definitivo al cultivo y asentamiento de la palmera en Elche.

Aplicando las prácticas agrícolas características de zonas desérticas (y tratando a su vez de recuperar de alguna manera el paisaje de sus orígenes africanos), los almohades (o los almorávides, ahora no lo tengo claro) trataron el terreno como si de un oasis se tratara transformando los campos de palmeras en cultivos en los que éstas crecían a los lados de superficies cuadradas en cuyo interior crecían otros cultivos (granados, algarrobos...). Para regar estos huertos (horts, en valenciano) se practicaron acequias que traían el agua desde los ríos cercanos y fomentaban el crecimiento de las palmeras y el resto de cultivos.

Los cristianos continuaron con estas prácticas hasta la actualidad, si bien durante los siglos XIX y XX muchas de los horts de palmeras estuvieron en peligro de desaparecer por la urbanización de Elche. Uno de aquellos horts, quizá el más famoso, es el Huerto del Cura, llamado así en homenaje a uno de sus primeros propietarios, el Cura Castaño.

El Huerto del Cura, hoy en día, es un espectacular jardín botánico en el que multitud de especies de palmera, pero también de cactáceas, cycadáceas, yuccas o ficus se reparten de forma equilibrada, formando un paisaje asombroso. Muchas de sus palmeras están dedicadas a personajes que se han destacado en pro de Elche.

En su interior se conserva la palmera más espectacular del Palmeral de Elche: la Palmera Imperial. El Cura Castaño se significó por la defensa de este Hort ante la especulación urbanística del XIX.

Ante el cuidado con el que detentaba su huerto y jardín, numerosas personalidades se acercaban a visitarlo, quedando asombradas ante la visión de la Palmera Imperial, una palmera datilera que conservaba sus hijuelos, sus 7 hijuelos vegetativos de 2 toneladas cada uno, una excepcionalidad que supo valorar en visita privada la Emperatriz Elisabeth de Austria (si, Sissi) en 1894 y a quien Castaño dedicó su fenomenal árbol. Esta palmera, de 170 años de antiguedad requiere de algunas ayudas que impidan venirse abajo a la palmera original o a alguno de sus hijuelos y es el reclamo más importante del Huerto del Cura.

En realidad, todo Elche está plagado de Palmeras. El Museo del Palmeral, en un Hort antíguo recuperado para tal fin, el Hort de San Plácido, es una delicia, con información muy justa pero bien estructurada y divulgativa. Todo sobre el uso de la Palmera, su historia, la gestión pasada y actual están en este bello museo ilicitano sobre una especie que es símbolo de la ciudad: la palmera datilera.

La Palmera datilera (Phoenix dactilifera) es una palmera dioica de la familia de las Araceas, de tronco único o ramificado en su base y que alcanza los 20 metros de altura. Su tronco (llamado "estipe") no es de madera como tal, sino que está compuesto por los restos de las hojas viejas que se entrelazan formando una estructura rígida que puede crecer a lo alto pero no a lo ancho.

La savia de las palmeras no circula por la periferia del tronco sino por su médula, lo que las hace resistentes al fuego, siendo capaces de rebrotar de sus cenizas, de ahí el posible origen de su nombre científico procedente del griego "Phoenix".

Sus hojas son pinnadas, de 6 a 7 m de longitud, con folíolos de unos 45 cm de longitud, de color verde glauco. Sólo las palmeras hembras producen dátiles, son los machos los encargados de polinizar a las hembras bien a través del viento, bien de forma manual (procedimiento conocido en Elche como entaconado). Frutos oblongo-ovoides, de 3 a 9 cm de longitud, de color naranja, con pulpa carnosa y dulce: los dátiles, alimento fundamental en el norte de África y en los países árabes en general.

Los dátiles son el principal beneficio que obtiene el hombre de la gestión de la palmera datilera. Pero en Elche también se aprovechan las hojas para hacer palmas blancas. Se trata de atar las hojas de las palmeras con otras hojas antiguas de forma que las del centro queden vivas pero imposibilitadas para realizar la fotosíntesis. Tiempo después, estas hojas de palmera albinas y flexibles son tratadas en húmedo por artesanas locales dando lugar a preciosos entrelazados con formas sorprendentes, así como a las habituales palmas blancas de las celebraciones cristianas.

En Elche existe la mayor concentración de palmeras de toda Europa, entre 200.000 y 300.000 ejemplares de Phoenix dactilifera. Su paisaje está permanentemente salpicado de palmeras. Su singularidad y su belleza paisajística le hizo merecedor en Noviembre de 2000 de la distinción de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Aunque se esté avisado de todo ello, este paisaje cultural sorprende.














8 de julio de 2007

La enfermedad del erizo tambaleante

Siendo el Erizo europeo (Erinaceus europeaeus) un mamífero predominantemente nocturno, nos sorprendió mucho encontrar una cría de erizo de poco más de un año vagar cerca de nuestra casa. Desde el principio notamos que se comportaba de forma extraña.

Sí que se hacía una bola cuando le cogíamos, pero parecía demasiado atontado o despistado. Llegada la noche, comenzó a andar por nuestro jardín supongo que buscando invertebrados con los que cenar (representan más del 50% de su dieta) pero a la mañana siguiente lo encontramos dormido en la toma de agua, donde había caído. Sospechando una posible enfermedad, investigamos en internet y encontramos algo muy curioso: la enfermedad del erizo tambaleante.

En otras partes del mundo los erizos son animales de compañía como los gatos o los perros. Hay múltiples recomendaciones en páginas especializadas sobre el trato a los erizos. Como siempre, hay mucho copia y pega entre webs, particularmente en el caso de las enfermedades de los erizos. Curiosamente, uno de los síntomas que obligan a llevar al veterinario a un erizo es cuando éste ande tambaleándose. Recién despertado, nuestro pequeño erizo caminaba como atolondrado, pudiendo cumplir dicho alarmante diagnóstico.

Al día siguiente apareció muerto. Pudiera haber sufrido esta enfermedad, que viene a ser como la esclerosis múltiple humana. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que paraliza gradualmente los miembros de los erizos hasta acabar con ellos. En ingles, sus siglas son SHW (Wobbly Hedgehog Syndrome) y hay páginas web dedicadas expresamente a la enfermedad. En una de ellas, www.angelfire.com/wa2/comemeetmyfamily/wobblyhs1.html, se recogen recomendaciones y ánimo a los propietarios de erizos enfermos.

En líneas generales, los erizos no se suelen ver amenazados por el hombre salvo en dos ocasiones. En primer lugar, como víctimas de atropellamientos. Es muy habitual encontrar cadáveres de erizos en las cunetas de las carreteras, habiéndose encontrado 1,7 erizos por kilómetro cuadrado en provincias como León. El número de individuos atropellados suele servir como índice de abundancia relativa, pero hay que tomarlo con prudencia.

En segundo lugar, y a una escala mucho mayor, como víctimas del cambio climático en el que el hombre tiene una más que posible incidencia directa. Este invierno saltó la noticia a algunos medios de prensa: la falsa primavera que se estaba estaba viviendo en muchos sitios del planeta (a nosotros nos pilló en Cornalvo) afectó profundamente a poblaciones de osos, tejones o erizos en Rusia, que despertaron de su letargo invernal (los erizos suelen hibernar desde noviembre a marzo) para no encontrar el alimento necesario para sobrevivir. Los osos son capaces de volver a su sueño reparador; no así los erizos, cuya incapacidad para volver a hibernar causó una gran mortandad de éstos en Rusia cuando volvieron las bajísimas temperaturas características de la zona.

Hemos vuelvo a ver erizos cerca de casa, algunos de gran porte posiblemente en busca de babosas o grillos. Hay quien les persegue por consumir ensu dieta huevos de aves de interés cinegético, pero no es lo habitual. Los erizos tienen la suerte de resultar simpáticos y entrañables. Para bien.

1 de julio de 2007

Ruina montium

Las Médulas. De acuerdo con el historiador romano Floro, los astures descubrieron los recursos y las riquezas de sus tierras realizando a la luz de las candelas kilométricas galerías subterráneas para cederselas luego a otros, esto es, a Roma.

Las Médulas es un paisaje evocador. No es difícil imaginar a los astures y cántabros autóctonos, de procedencia y carácter céltico, ponerse a disposición de los romanos como clientes y trabajar duramente para convertir los montes de Las Médulas en el espectáculo que es hoy. Tras largas jornadas de trabajo de mina, las galerías subterráneas practicadas en el interior de los montes se dejaban llenar, tímidamente primero, por agua hasta desestabilizar el sustrato inferior de la galería. A continuación, una masa de agua a una presión enorme se dejaba caer por las galerías, haciéndolas explosionar y, con ellas, tirando abajo los montes en un asombroso procedimiento ingenieril del siglo I d.C. A esta técnica, muy apropiadamente, Plinio El Viejo la denominó Ruina Montium. ¿Y qué buscaban aquí los romanos realizando estos ingentes esfuerzos?

Oro. Oro, metal fundamental para el Imperio Romano. El Emperador Augusto renovó el sistema monetario del Imperio, creando el aúreo de oro y formalizándolo como la moneda más poderosa del sistema, seguida por el denario de plata (1 aúreo equivalía a 25 denarios). Para afianzar tal sistema, Roma necesitaba mucho oro, y no sólo para joyas o decoración, como se hacía hasta el momento, sino para crear moneda.

Fueron muchas las minas de oro en el Imperio, desde Egipto a Gran Bretaña, desde la Dacia hasta Hispania numerosos yacimientos de oro se sucedieron en el tiempo hasta que el Imperio perdió su estabilidad.

Las Médulas fue uno de los yacimientos más productivos. Y eso que hay que mover una ingente cantidad de tierra para encontrar las pequeñas pepitas de oro que terminarían transformandose en moneda. Como el Ruina Montium se basaba en el agua, de algún sitio tenían que traerla.

No se han hallado acuedúctos por la zona pero sí una inmensa red de canales (corrugi), de los que se puede ver alguno por la zona, por ejemplo en Peña Escribida) que facilitaban el viaje del agua desde distancias kilométricas (en algún caso, superiores a 100 Km). Esta red de canales contaba con depósitos intermedios en los que se podía acumular el agua antes de que la galería estuviera preparada para asumir el enorme caudal que habría de someterla.

La visita a Las Médulas hace posible evocar este inmenso trabajo y, lo que en su momento debió convertirse en un desastre medioambiental de proporciones épicas es ahora un paisaje cultural impresionante.

Además de la vista desde el Mirador de Orellán, son recomendables los paseos por alguna de las frías galerías subterráneas que, abandonadas en su momento, invitan a recomponer la teoría del Ruina Montium desde su interior. Además, algunas espectaculares aperturas en los montes, como La Encantada (en la foto) o La Cuevona dan fe de la magnitud de los trabajos asociados a la mina de Oro de Las Médulas.

Significativamente, el proceder ingenieril romano que tan buenos resultados dió para la extracción de Oro en Las Médulas se terminó olvidando por las generaciones posteriores. La edad media significó un paso atrás en muchos sentidos y la tecnología fue uno de ellos. Los habitantes de la zona ignoraron durante siglos el origen de tan particular paisaje en medio del Reino de León.

Y, sin embargo, los romanos dejaron entre otras una huella indeleble de su presencia en Las Médulas. Los castaños (Castanea sativa) forman aquí auténticos bosques. Pero lo que más sorprende son los ejemplares centenarios de este árbol que, aunque introducido por los romanos desde tierras asiáticas, se ha convertido en parte del cortejo arbustivo de los bosques caducifolios sobre suelos ácidos.

En la época de nuestra visita, a finales de junio, los amentos florales de los castaños (incluso de los más longevos) poblaban sus copas, proporcionando una tonalidad verde amarillenta emocionante que contrastaba con los colorados y picudos restos de los montes medulianos transformados en el paisaje evocador que constituyen hoy Las Médulas.