28 de julio de 2007
Las salinas de Santa Pola
La carretera nacional N-332, que transcurre por el litoral mediterráneo, ofrece la posibilidad a su paso por Elche y Santa Pola de asombrarse ante las curiosas extensiones de áreas húmedas que constituyen el Parque Natural de Las Salinas de Santa Pola.
Varios kilómetros de lagunas de aguas someras con tonalidades que van del blanco al rosado y al azul pálido de las aguas menos salobres pobladas por bandadas de aves acuáticas que nos obligaron a parar en un vado, en la cuneta, para poder verlas mejor. Y mereció claramente la pena.
El Parque Natural es muy extenso (formaba parte, en el pasado, de la desaparecida albufera de Elche junto con el muy conocido Parque Natural de El Hondo) pero, aún existiendo itinerarios establecidos, su visita es complicada. El Centro de Atención a visitantes, donde se ubica el Museo de la Sal, es pequeño y la lagunilla que se sitúa a su izquierda, poco representativa.
Es cierto que un digno ejemplar de flamenco se pasó un buen rato en el centro de la laguna y que muchas gaviotas, porrones comunes (Aythya ferina) y alguna garceta común (Egretta garcetta) se podían ver con facilidad, pero nada comparable con las vistas de las salinas desde la N-332. Además, las urbanizaciones que rodean la laguna y el Centro desmerecen mucho el conjunto.
La carretera cruza de norte a sur el parque. Es sencillo ver concentraciones de aves desde el coche, pero lo que más llama la atención, quizá, son las grandes acumulaciones de sal que aparecen como montañas blancas a los lados de la carretera y la tonalidad rosada de muchas de las lagunas.
"Salario" viene de sal. En la antiguedad, la sal se consideraba una necesidad más que un mero condimento y las remuneraciones de los trabajadores de, por ejemplo, las primeras civilizaciones mesopotámicas, se podían efectuar con sal. Las salinas aparecen recurrentemente en el litoral español, dadas las especiales características que éste tiene. Sobre todo, por la posibilidad de estar activas todo el año (a diferencia de otras que son estacionales).
Las salinas de Santa Pola son, sin embargo, bastante recientes, del siglo XIX. Mientras que algunas han cerrado, otras se mantienen en uso, dando lugar a las espectaculares formaciones de sal blanca de la carretera. El color rosado que toman algunas de las salinas procede de los microorganismos que las pueblan (aunque los técnicos dedicados a ésto los llamen "impurezas").
Se trata de bacterias halófilas, adaptadas a vivir en ambientes sobresaturados de sal siendo algunos de sus pigmentos (carotenoides y rodopsinas que facilitan la generación de energía) los responsables del rosado de las charcas. Estas bacterias son importantes para el proceso productivo de la sal dado que aumentan la temperatura de las balsas favoreciendo la evaporación y aumentando la concentración salina.
La producción de sal se realiza a través de la circulación del agua marina por un circuito de balsas de forma que, por evaporación (su profundidad suele ser muy reducida) el agua va desapareciendo y la sal concentrándose cada vez más. Se pasa de concentraciones de sal en las balsas de preconcentradores de 30 a 60 gramos de sal por litro a los más de 300 gramos de sal por litro de agua en los cristalizadores, las balsas previas a la recogida de la sal.
Desde 1890 están abiertas las salinas, dando trabajo a una buena parte de la población de Santa Pola y alrededores.
Además de las bacterias halófilas, muchos microorganismos que resisten y se reproducen en aguas muy salobres pueblan estas aguas y facilitan la permanencia de numerosas especies de aves. Las estrellas, por supuesto, son los flamencos. Una población que ha llegado hasta 8000 individuos de Flamenco común(Phoenicopterus ruber) pueblan las salinas de Santa Pola buscando alimento en sus someras aguas.
El flamenco común habita en una gran parte del planeta, existiendo poblaciones importantes en nuestro país (sobre todo la de Fuente de Piedra). Es un ave acuática colonial que se alimenta de microorganismos utilizando un pico adaptado para la filtración del agua, presentando una especie de placas o lamelas que a modo de peine retienen los microinvertebrados de los que se alimenta fundamentalmente.
Un buen número de flamencos se alimentaban en las aguas de las salinas, pudiendolos observar con facilidad. Cuando vuelan, el rosado de sus alas contrasta con sus esbeltas figuras y resultan un espectáculo precioso. Si bien es cierto que los flamencos son la especie de ave que más llama la atención, bien es verdad que tuvimos la oportunidad de ver muy de cerca dos ejemplares de aves no tan habituales y que nos dejaron muy buen sabor de boca.
Un ejemplar adulto de Garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) con plumaje recién salido de época reproductora nos miraba desde las salsolas. No se molestó a salir volando hasta pasado un rato, dándonos la posibilidad de observarlo a placer, de ver los dorados de su plumaje, las plumas que a modo de penacho decoran su cabeza, de su alimonada mirada, de su pico largo y robusto preparado para la caza de crustáceos, anfibios y peces...
Más rápido fue el Martinete (Nycticorax nycticorax) que despegó raúdo de su otero encima de un taray para sobrevolar los arbustos halófilos de la laguna (Salsolas, Limoniums, etc). Con sus ojos, de un rojo profundo, nos estuvo observando un buen rato desde una ubicación más cómoda para él, dejándonos, al igual que la garcilla cangrejera, verlo a placer.
El Martinete es una garza de tamaño mediano y con el cuello muy corto comparado con otras compañeras de familia. Es un ave robusta, de contrastes blancos, negros y grises pálidos y un pico robusto preparado para pescar peces como los fartets que habitan en las aguas de Santa Pola. Como estábamos en plena época de cría (suelen poner los huevos en junio, tras una incubación de 21 días nacen unos pollos que estarán hasta 4 semanas en el nido), pudimos ver al martinete a plena luz, teniendo en cuenta que es una especie de hábitos más bien crepusculares.
En definitiva, y aún sin poder visitar la segunda área protegida por importancia en la Comunidad Valenciana, El Hondo, salimos muy satisfechos de la visita a Las Salinas de Santa Pola.
Aprendimos bastante sobre la industria de la sal en el Museo de la Sal que hace las veces de Centro de Interpretación del Parque Natural (éste Museo está ubicado en un antiguo molino que bastante bien recuperado) y vimos algunas de las aves más impresionantes y escasas de la fauna ibérica.
Lástima de horarios imposibles para visitar El Hondo (El Fondo en valenciano). Otra vez será.