Las Médulas. De acuerdo con el historiador romano Floro, los astures descubrieron los recursos y las riquezas de sus tierras realizando a la luz de las candelas kilométricas galerías subterráneas para cederselas luego a otros, esto es, a Roma.
Las Médulas es un paisaje evocador. No es difícil imaginar a los astures y cántabros autóctonos, de procedencia y carácter céltico, ponerse a disposición de los romanos como clientes y trabajar duramente para convertir los montes de Las Médulas en el espectáculo que es hoy. Tras largas jornadas de trabajo de mina, las galerías subterráneas practicadas en el interior de los montes se dejaban llenar, tímidamente primero, por agua hasta desestabilizar el sustrato inferior de la galería. A continuación, una masa de agua a una presión enorme se dejaba caer por las galerías, haciéndolas explosionar y, con ellas, tirando abajo los montes en un asombroso procedimiento ingenieril del siglo I d.C. A esta técnica, muy apropiadamente, Plinio El Viejo la denominó Ruina Montium. ¿Y qué buscaban aquí los romanos realizando estos ingentes esfuerzos?
Oro. Oro, metal fundamental para el Imperio Romano. El Emperador Augusto renovó el sistema monetario del Imperio, creando el aúreo de oro y formalizándolo como la moneda más poderosa del sistema, seguida por el denario de plata (1 aúreo equivalía a 25 denarios). Para afianzar tal sistema, Roma necesitaba mucho oro, y no sólo para joyas o decoración, como se hacía hasta el momento, sino para crear moneda.
Fueron muchas las minas de oro en el Imperio, desde Egipto a Gran Bretaña, desde la Dacia hasta Hispania numerosos yacimientos de oro se sucedieron en el tiempo hasta que el Imperio perdió su estabilidad.
Las Médulas fue uno de los yacimientos más productivos. Y eso que hay que mover una ingente cantidad de tierra para encontrar las pequeñas pepitas de oro que terminarían transformandose en moneda. Como el Ruina Montium se basaba en el agua, de algún sitio tenían que traerla.
No se han hallado acuedúctos por la zona pero sí una inmensa red de canales (corrugi), de los que se puede ver alguno por la zona, por ejemplo en Peña Escribida) que facilitaban el viaje del agua desde distancias kilométricas (en algún caso, superiores a 100 Km). Esta red de canales contaba con depósitos intermedios en los que se podía acumular el agua antes de que la galería estuviera preparada para asumir el enorme caudal que habría de someterla.
La visita a Las Médulas hace posible evocar este inmenso trabajo y, lo que en su momento debió convertirse en un desastre medioambiental de proporciones épicas es ahora un paisaje cultural impresionante.
Además de la vista desde el Mirador de Orellán, son recomendables los paseos por alguna de las frías galerías subterráneas que, abandonadas en su momento, invitan a recomponer la teoría del Ruina Montium desde su interior. Además, algunas espectaculares aperturas en los montes, como La Encantada (en la foto) o La Cuevona dan fe de la magnitud de los trabajos asociados a la mina de Oro de Las Médulas.
Significativamente, el proceder ingenieril romano que tan buenos resultados dió para la extracción de Oro en Las Médulas se terminó olvidando por las generaciones posteriores. La edad media significó un paso atrás en muchos sentidos y la tecnología fue uno de ellos. Los habitantes de la zona ignoraron durante siglos el origen de tan particular paisaje en medio del Reino de León.
Y, sin embargo, los romanos dejaron entre otras una huella indeleble de su presencia en Las Médulas. Los castaños (Castanea sativa) forman aquí auténticos bosques. Pero lo que más sorprende son los ejemplares centenarios de este árbol que, aunque introducido por los romanos desde tierras asiáticas, se ha convertido en parte del cortejo arbustivo de los bosques caducifolios sobre suelos ácidos.
En la época de nuestra visita, a finales de junio, los amentos florales de los castaños (incluso de los más longevos) poblaban sus copas, proporcionando una tonalidad verde amarillenta emocionante que contrastaba con los colorados y picudos restos de los montes medulianos transformados en el paisaje evocador que constituyen hoy Las Médulas.