15 de junio de 2011

El Parque Nacional del Volcán de Pacaya

11062011267 Acabo de bajar del Volcán de Pacaya, en Guatemala. Este Volcán da nombre a uno de los Parque Nacionales más conocidos del país centroamericano y, además, más sencillos de visitar.

Está cerca de la capital y de Antigua Guatemala, por lo que atrae a muchos visitantes de todas las nacionalidades.

Sin embargo, me cuenta Karina (la guía comunitaria oficial que nos acompaña) que las visitas se han reducido mucho en los últimos tiempos y que ahora sólo hacen una salida al día cuando antes podía llegar a hacer dos o incluso tres.

11062011208 Ella lo achaca a la gran erupción que sufrió la zona en mayo de 2010. Yo más bien lo achaco a la crisis. Para ser guía comunitaria, nuestra Karina tuvo que acoquinar 200 Quetzales, pasar una capacitación de 100 horas, conseguir 4 cartas de recomendación y desplazarse a Ciudad de Guatemala para el papeleo. Poco más. Es muy agradable y sonriente pero su conocimiento del parque se queda en lo meramente anecdótico.

No conoce ni las especies más representativas del Parque Nacional (ni siquiera las tres o cuatro mencionadas en los carteles que aparecen en la ruta) y cuenta poco respecto del tipo de volcán que visitamos. No es una crítica a su esfuerzo ni a sus ganas por hacerlo bien (de hecho, toda su familia vive del volcán, pues los cuatro hermanos son guías) y sí lo es a los gestores de este Parque, que hacen muy poco por aportar algo más que una visita memorable por lo paisajístico.

11062011201 Y es que el Volcán de Pacaya ofrece unas vistas realmente espectaculares. La erupción que comentaba Karina, la del 27 de mayo de 2010, no sólo acabó con la vida de dos personas (entre ellas el periodista Aníbal Archila, al que repetidamente advirtieron del peligro y quien, siempre según Karina, dijo que el reportaje que allí hiciera atraería mucha gente a Guatemala; murió de un golpe procedente de una enorme piedra expulsada por el volcán) sino que cubrió de ceniza y de piedra pómez (poma, la llaman aquí) la práctica totalidad del parque.

La perspectiva debió ser desoladora, desaparecieron laderas completas de vegetación, murieron numerosos animales, quedaron arrasados todos los cultivos de las gentes de la zona y las poblaciones cercanas tuvieron que ser (momentáneamente) evacuadas. A Karina le dolió “que le salieran de allí” pues ella se quería quedar, quería ayudar o dirigirse al volcán al que sube todos los días para ver un espectáculo tan llamativo. “Incluso vimos dos tucanes muertos. Nunca vi uno vivo y así los pude ver. También algún gato de monte. Y muchos caballos, murieron caballos y se enterraron allí donde quedaron muertos” me cuenta la chica.

DSC01143El camino que recorremos está cubierto de restos de lava y de ceniza. Parece que días después de la erupción acometió la tormenta tropical Ágatha que, por una vez, trajo algo de bueno (y mucho malo, como siempre): contribuyó a apagar los incendios que aún arrasaban la flora del Parque Nacional.

De los 37 volcanes que hay en Guatemala sólo hay 3 activos: el Volcán de Fuego, el Santiaguillo y éste Volcán de Pacaya. Y esa es una de las razones por las que atrae a la gente. También por la facilidad en su acceso y recorrido. El sendero turístico más habitual lleva alrededor de una hora y media de camino (que no llega al cono, se queda un poco antes del tope) más otra hora y media de vuelta. El ascenso es de esfuerzo medio, si bien hay tramos especialmente difíciles (complementados con otros sencillos). En cualquier caso, merece la pena. Por cierto, antes de entrar hay que pagar la entrada: actualmente es de 50 quetzales.

11062011203 En el punto de comienzo de la ruta se agrupan a tu alrededor numerosos niños ofreciendo palos para facilitar tu subida. También chavales y hombres con caballos que ofrecen sus taxis naturales (sic) a todos los turistas que, como me cuenta Karina, dicen que vienen al Pacaya para disfrutar no para sufrir la subida (es lo que le dicen los españoles). Ellos se lo pierden, por lo menos la plata se la llevan los de los caballos, que están muy necesitados por las pérdidas habidas por el efecto combinado de la erupción y la crisis.

11062011210 La guía comunitaria está obligada a mantener a los de los caballos (que nos siguen todo el camino por si sus servicios son necesarios) a una distancia prudente que ni ellos ni los graciosos perros que les acompañan cumplen. No tenemos oportunidad de ver fauna en todo el camino salvo estos perros y caballos en muchos casos asilvestrados.

Dice Karina, hablando de la Barba Amarilla (Botrops asper), una de las serpientes más venenosas de América, que antes eran más frecuentes pero que después de la erupción ya no se suelen ver. No sólo la erupción debe influir: las condiciones de vida de los chavales que nos rodean no son buenas, aparentemente. Y el efecto del hombre sobre las tierras que ocupa es muy potente en esta zona.

11062011291Tanto que una de las primeras paradas nos da dos pistas fundamentales. Nos rodean numerosos cultivos de maíz, frijoles (negros) y café. Son todas plantaciones nuevas, pues las antiguas desaparecieron con la erupción de mayo de 2010.

El paisaje es un verde maizal que entronca directamente con el color también verde de una central geotérmica que aprovecha la energía natural procedente del volcán. Esta planta da electricidad a más de 200.000 personas, proporcionando energía incluso al cercano El Salvador. Me cuenta Karina que produce hasta 25 MW y que aprovecha también el vapor que genera la actividad del volcán a más de 2 kilómetros de profundidad.

11062011205 El comienzo del recorrido es un poco complicado, la pendiente es importante y está cementada, lo cual no favorece tener un paso firme cuando hay mucha humedad en el ambiente. Tanta vegetación cerca digamos que es un indicador directo del grado de humedad alcanzado. En el camino van a apareciendo diversas especies de árboles y arbustos. La ascensión se inicia a 1900 metros y en ese momento la superficie de suelo está casi completamente cubierta de vegetación. A un lado y a otro del camino aparecen grandes agujeros en la tierra: protección para las riadas que pueden provocar las lluvias torrenciales en esta zona.

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Muy de vez en cuando sorprende encontrar un pequeño cartel alusivo a alguna especie pero son los menos (de hecho, en la propia salida se identifica un Aguacate; más tarde aparecen desde Agaves de los que sacar el tequila hasta manzanos, pero nada bien organizado).

Sin embargo sí son frecuentes los grandes carteles informativos a lo largo de un recorrido que no se hace demasiado largo (algunos de estos carteles hacen mención, incluso, a las medidas de seguridad a tomar en caso de necesidad; al fin y al cabo, el volcán de Pacaya está activo aún).

11062011211Uno de esos paneles anuncia la aparición del Cerro de la Hoja de Queso. Se trata de una zona de recarga hídrica, una pequeña colina desde la que se distribuye agua de forma natural a la cercana Laguna de Calderas. Sin embargo, antes que eso llama la atención el nombre, Hoja de Queso, que se corresponde con un arbusto muy abundante durante todo el recorrido, desde los 2000 metros para arriba. La Hoja de Queso (Roldana jurgensenii) tiene muchas aplicaciones directas y es bien apreciada por los lugareños dado que su suave tacto y características la llevan a ser utilizada tanto como envoltorio de quesos de la zona (de ahí su nombre; los mantiene frescos) e incluso como sustituto de servilletas o papel higiénico.

11062011214Hay mucha hoja de queso en los lados del camino, que se mezcla con otras especies como la más que probable especie del género Fucsia con sus características flores rojizas o púrpuras, también muy abundante, así como ricos y diversos estratos herbáceo y arbustivo; aunque posiblemente la erupción de 2010 haya contribuido a cierta homogeneización de sus comunidades tras la desaparición de muchos individuos por las duras condiciones de la misma. El suelo está más tapizado del negro de la ceniza y la piedra pómez que del verde de los musgos y hierbas, dando lugar a la proliferación de especies adaptadas a estas duras condiciones y a la selección de otras con menos posibilidades. Otro arbustillo frecuente (foto de arriba) es una Mimosa, Mimmosa albidia.

11062011290Muy cerca se sitúa un mirador hacia la Laguna de Calderas. Ésta ocupa un antiguo cráter (de los varios que aparecen en la zona) y su extensión es bastante amplia, alrededor de 32 hectáreas. Aunque los carteles informativos se empeñan en indicar que su profundidad máxima está en torno a 30 metros, Karina nos dice que su profundidad real no se conoce con exactitud y puede llegar a tener hasta 100 metros. No sé a quien creer.

En cualquiera de los casos, las oscuras aguas de la Laguna de Calderas, en las que se bañan las gentes de la zona, son frías y potables, pues surten de agua a 21 comunidades cercanas al Volcán de Pacaya. 11062011223Entre la fauna que puebla la Laguna sólo hay identificadas 5 especies de peces y dos de ellas son introducidas: se trata de la Pepesca (Astyanax sp.), el Pescadito (Poecilispes sp), el Pupo (Molinesia sp) y el Escamudo (Profundulos sp). Las introducidas son las tradicionales carpas y percas americanas (Micropterus salmoides). No sin cierta inocencia Karina añade que “también hay peces, caracoles y cangrejos”.

Continuamos caminando por un espléndido bosque húmedo subtropical templado. Nos rodea una importante población arbórea de crecimiento reciente (debido a la elevada tasa de mortalidad asociada a las erupciones y paliada por la riqueza del suelo volcánico en la que se asienta).

11062011228Entre los árboles, hay tres que destacan de forma especial entre los demás. El primero es el Árbol del Hormigo (Platymiscium dimorphandrum), un espléndido árbol que puede llegar a tener hasta 35 metros de altura y del que se destaca con especial ánimo que es la fuente de madera para la fabricación de la tradicional Marimba guatemalteca, un instrumento musical típico del país.

Este árbol caducifolio, extendido por Centroamérica y parte de Sudamérica está en peligro de desaparición. Su nombre, por cierto, viene de la especial relación que guarda con las hormigas que viven y se alimentan en él, probablemente a partir del micelio que cultivan entre sus ramas.

Otra especie arbórea que aparece en este bosque húmedo es el Cedro del Pacaya (Cedrela pacayana), de nuevo en la cuerda floja de la conservación, dada su extensiva explotación por parte de los pobladores de la zona. Mucho más frecuentes, los robles o encinos (Quercus sp.) resisten estoicamente las sacudidas y erupciones del Pacaya, contando con algunos ejemplares especialmente longevos. 11062011237

Uno en especial, que dicen de más de 300 años preside la zona denominada “Descanso del Roble” donde un par de mujeres nos ofrecen comer unas riquísimas naranjas de piel verde, peladas con una práctica llamativa, tanto como los condimentos con los que las ofrecen: sal o pepitas (con sabor a canela).

Aquí y allá (nos cuentan que mucho más en la vertiente sur) aparecen varias especies de coníferas, en particular el Pino Colorado (Pinus oocarpa), el Pino Triste (Pinus pseudostrobus) o el ciprés Cupressus lusitanica. A ellos se le añaden otros grandes árboles de esta Selva de Montaña por la que estamos caminando como el Canak (Chiranthrodendron sp) o la Anona (Annona sp) o el Aliso de la zona (Alnus jurulensis).

11062011282 No todas las especies han sobrevivido a la última erupción. Según Karina, ni orquídeas ni bromeliáceas han vuelto a dejarse ver. Con un poco de suerte, volverán, pues los suelos son fértiles, permeables y ricos en potasio y el ambiente húmedo y cálido. No lo tengo tan claro con las especies animales. De las 28 especies de mamíferos, es más que probable que los más grandes hayan desaparecido: coyotes (Canis latrans), gatos de monte (Urocyon cinereoargentus), puerpoespines (Coendu mexicanus) y armadillos (Dasypus novenoncintus) ni están ni se les espera. Al menos roedores y murciélagos tienen una oportunidad, igual que ranas y salamandras (los anfibios más habituales de las 127 especies de la herpetofauna guatemalteca presentes en Pacaya) o las más de 150 especies de aves presentes en el Parque.

 11062011239 El Volcán Pacaya no es el único de la zona. El Volcán de Fuego, el Volcán de Agua y el Volcán Acatenango acompañan al Pacaya en la vecindad de los volcanes, un espectáculo poderoso bajo el que sobreviven numerosas poblaciones.

Según wikipedia: “El volcán de Pacaya es parte del Arco Volcánico Centroamericano, una cadena de volcanes situada a lo largo de la costa del Pacífico de Centroamérica, que se formó por la subducción de la Placa de Cocos debajo de la Placa del Caribe. Yace en la orilla de una considerable caldera formada en el era del Pleistoceno que contiene el lago de Amatitlán. La caldera se formó como resultado de al menos noventa grandes explosiones a lo largo de 300.000 años, generando un total de 70 km³ de magma.”

11062011243 Según vamos ascendiendo la cubierta vegetal va dando paso al desierto. Los claros comienzan a hacerse mayores que los retazos de bosque, pero mucho más influidos quizá por el desastre de mayo de 2010 que por la natural sucesión de comunidades sociovegetales dependientes de la altitud o el suelo. Esto es especialmente doloroso en el llamado “Descanso de las epífitas”, en el que si algo falta son precisamente, las plantas aéreas que crecen sobre otros árboles.

11062011245Y entonces desaparece la vegetación y sólo queda ante ti la enormidad del Volcán de Pacaya. La lava desmenuzada y los restos de ceniza y piedra pómez cubren toda la vista, que es especialmente hermosa. Un pequeño valle con una rala vegetación antecede a la gloriosa visión del Volcán, aún activo.

El Pacaya es un volcán de tipo estromboliano, que combina erupciones explosivas con periodos de calma de duración variable. La presión generada por los vapores del propio magma provocan explosiones piroclásticas de gran potencia, que pueden incluir bombas además de las tradicionales cenizas y lapilli (piedra pómez).

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La visión del Volcán de Pacaya es singular. Hay un puesto a 2350 metros (el cono, partido en dos en la última erupción, está a 2552 metros) que vende baratijas 11062011256de gran calidad realizadas con material del volcán. Se trata de pendientes, collares, pulseras, etc. realizadas con plata y lava y vendidas por un tipo muy agradable y atento. A 10$ la pareja de pendientes.

11062011258Poco más allá, Karina nos muestra una serie de aperturas y agujeros por los que se nota el calor del gas que se expulsa de forma continua por parte del Pacaya. Pasamos por debajo de ellos como han hecho cientos de turistas antes que nosotros y muchas otras gentes antes aún. Se siente calor en su interior, un calor seco y sofocante que empareja bien con el negro iridiscente de muchos de los gránulos de lapilli que se esparcen por el suelo.

11062011263 Nos despedimos del volcán con unos Marshmallows. Y es que es muy típico comprar unas tradicionales esponjitas de colores (los marshmallows) y calentarlos hasta que se derriten en el palo donde los has clavado. 11062011253

¿Y con qué se derriten?

Pues con el mismo calor que utiliza la central geotérmica de más abajo, en el mismo sustrato que enriquece la vida que crece en el Parque Nacional, en las suaves condiciones que inesperadamente pueden provocar el mayor de los desastres y con las manos de una chiquilla encantadora y valiente, Karina, que nos guía con su sonrisa de oro por un paisaje que más que marciano es totalmente terráqueo.

El paisaje volcánico del Pacaya.

4 de junio de 2011

Maravillas del Muséum National d’Histoire Naturelle de París

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Ésta es la Gran Galería de la Evolución, la respuesta del Museo Nacional de Historia Natural de París (http://www.mnhn.fr/) los nuevos aires expositivos de otros museos del mundo. Pero si el visitante lo que quiere es perderse un rato por ambientes que recuerden más al Museo Egipcio de El Cairo que al Darwin Cocoon del Museo londinense pues también lo tiene fácil.

Es cuestión de cambiar de edificio, volver a pagar la entrada (estos franceses son unos caras, te hacen pagar una y otra vez la entrada aunque sean diferentes módulos del mismo museo) y encontrase cara a cara con la Galería de Anatomía Comparada o la de Paleontología, donde la inmensa colección de esqueletos y órganos nublará la vista hasta de los más interesados.

P1260281Ambos edificios se encuentran en un escenario idílico: el Jardin des Plantes de París, el jardín botánico de la capital francesa, un lugar precioso en el que el arbolado, los invernaderos, las estatuas, los parterres y hasta un pequeño zoo se convierten en un lugar perfecto para pasear. De hecho, tiene más pinta de ser un parque público grande y amplio que un jardín botánico puro y duro.

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Así que recorremos los caminos del Jardin des Plantes en un fenomenal día de primavera.

No nos paramos ni en el laberinto ni en los invernaderos (en otra ocasión) pues nos dirigimos directamente a las salas del Museo de Historia Natural, cuyos horarios son netamente europeos. Primera parada: la Galería de Anatomía y Paleontología, que cierra las 17:00. En la entrada nos reciben reproducciones de dinosaurios y animales extintos, incluyendo un fósil viviente, la Wollemia, P1260277una araucariácea australiana. Sin embargo, reciben más atención las enormes figuras del Mamut o del Estegosaurio que se encuentran a los lados.

El edificio donde se encuentra la Galería de Anatomía se abrió al público en 1898 con motivo de la Exposición Universal de 1900. Y pasear por su interior logra trasladarnos, precisamente, a la sutil frontera entre los siglos XIX y XX: piedra, vigas metálicas, suelo de madera, vitrinas de vidrio por todos lados.

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P1260282 El Museo es en sí mismo parte de la colección: la arquitectura exterior e interior refleja el espíritu de su época y de grandes nombres de científicos franceses: Saint Hilaire, Bonnier, Cuvier, Buffon

Así que asistimos a una exposición museográfica del siglo XIX en pleno siglo XXI. Dice el folleto que te entregan a modo de mapa que “la Galería se visita como una biblioteca de objetos” y no le falta razón. Se muestran del orden de 1000 esqueletos montados, muchos de ellos procedentes de las colecciones que naturalistas franceses de prestigio donaron al museo (como los de la antigua Galería Cuvier), así como de lo que las misiones de expedición por el mundo traían a París. P1260331 Precisamente, nos agrada mucho encontrar entre las vitrinas (en este caso, las del área de Paleontología) algunas piezas de la colección personal de Lamarck.

Paseamos entre los esqueletos, aunque ya tengo decidida mi primera visita. Están todos superpuestos unos y otros en un ambiente absolutamente abarrotado. Y es quizá por esa misma razón por la que el esqueleto de la Vaca Marina de Steller (Hydrodamalis gigas) me sorprende tanto. Es enorme, muy grande y sobresale entre los demás esqueletos por su tamaño y volumen.P1260284

Existen otros esqueletos de animales desaparecidos recientemente por la acción del hombre, desde el tradicional lobo marsupial o el Quagga hasta un asno sirio extinto en el siglo XIX pero es la Vaca Marina de Steller la visita obligada en este caso. También se muestran otras piezas por su valor en la historia: desde el rinoceronte de la colección zoológica que mantenía Luis XV en el Palacio de Versalles hasta los esqueletos de algunos animales momificados en el antiguo Egipto (en particular, un gran toro Apis).

P1260283Por supuesto también se muestran esqueletos de interés científico (en particular, los holotipos, ejemplares que sirven como referencia en la descripción de una especie.

En este caso se muestran los del Equidna de Pico Largo, la Ballena Austral o la Ballena jorobada descritos todos ellos en el siglo XIX y la última, en particular, en 1823 por el mismísimo George Cuvier. Hay también esqueletos de especies llamativas o emblemáticas como el Okapi, el celacanto o el narval.

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¿Y porqué tal Parada de esqueletos? Por la importancia que tuvo la anatomía comparada en el siglo XVIII. El estudio comparativo de la forma y estructura de los órganos animales (por cierto, respecto de los órganos, ya se muestra un número muy elevado de ellos en las vitrinas laterales) fue uno de los P1260335hitos de la ciencia francesa del siglo de oro, dedicándose muchos de sus científicos a fijar los criterios taxonómicos que permitieran presentar una clasificación coherente de los grupos zoológicos. Y de ahí la necesidad de realizar tales comparativas.

Si subimos por las escaleras que parten del vestíbulo principal o de las centrales podemos acceder al primer piso, la planta dedicada a la Paleontología y que cuenta con la más que habitual copia de esqueleto de Diplodocus como representante de todos los fósiles expuestos, que son muchos.

P1260297 De nuevo aparece George Cuvier como el científico francés más mencionado en este ala del Museo de Historia Natural de París. La paleontología de los vertebrados fue desarrollada por él a principios del siglo XIX, cuando estudió los fósiles de las canteras de yesos del cercano Montmartre y los comparó con los huesos de los vecinos del piso inferior.

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600 millones de años nos contemplan y lo hacen a través de los vacíos ojos de un buen número de especies fósiles. Más de 2,7 millones de fósiles de todo el mundo conforman la colección de este museo, dicen que la más grande del mundo.

Las colecciones fósiles de vertebrados de Cuvier y compañía se complementarios a mediados del XIX con la colección de fósiles de invertebrados de Alcide de Orbigny, lo que contribuyó a darle el prestigio que disfrutas la colección hoy en día. Entre los fósiles más notables, me quedo con un par de la Era Secundaria y con algunos ejemplos del Cuaternario. P1260300En primer lugar, el impresionante Sarcosuchus imperator. Aparece en un buen número de documentales sobre dinosaurios y en persona es tan impresionante como su recreación digital. Vivió hace 110 millones de años en el Cretácico inferior y este magnífico ejemplar fue hallado en el desierto de Ténere en Nigeria.

P1260324Como su nombre indica, Sarcosuchus es el “Emperador” de los cocodrilos. Los 10 metros que podía llegar a medir más las 4 toneladas de peso que debía ocupar lo hacían verdaderamente sorprendente.

La especial forma de la punta del cráneo llama la atención: posiblemente se trate de una nariz termosensible y capaz de detectar olores en cualquier lado. Lagartos, tortugas y dinosaurios herbívoros debían estar entre las presas más habituales de sus más de 100 dientes.

P1260303 El otro protagonista que nos gustó de la Era Secudaria es el Mosasaurio de Maastrich (Mosasaurus hoffmani). Es del Cretácico Superior, de hace 68 millones de años. Fue hallado en 1780 en Maastrich y fue precisamente Cuvier quien vio detrás de aquellas imponentes mandíbulas de más de un metro la pista de un lagarto. Y aquí que está el Mosasaurio, que podía llegar a tener más de 12 metros de largo, posando para la misma posterioridad que Cuvier, ambos alineados en un único objetivo: darse a conocer.

P1260313Plesiosaurios, Ictiosurios, Iguanodontes… algún cast y algún esqueleto original acompañan al Mosasaurio y al Sarcosuchus. Pero es en el Cuaternario donde nos sorprende algún gigantesco Megatherium americano, los grandes perezosos de la Patagonia están bien representados.

Pero sin lugar a dudas, yo me quedo con la vitrina dedicada a los carnívoros contemporáneos del hombre en su vida en las Cavernas. Y ahí están varios ejemplares de Oso Cavernario (Ursus spalaeus), de León de las cavernas, de Hiena de las Cavernas y de lobo. Todos ellos compartiendo espacio en la vitrina y vida junto al hombre del Paleolítico. Casi todos los esqueletos proceden de la colección del Barón Edmón de Rosthchild que parece que era muy aficionado a este tema. Fueron hallados todos ellos en Francia a caballo entre los siglos XIX y XX.

P1260320 Algunos ejemplares de Aepyornis, la gran ave del Cuaternario sirven para presentar otro fósil muy llamativo,el de Thalassocnus natans. Se trataba de un herbívoro semiacuático (como los actuales hipopótamos) del Mioceno peruano, hace 6 millones de años, y está preparado en actitud de nadar (aunque pueda no parecerlo).

Los fósiles de invertebrados, por los que tuve que pasar de largo, están en la parte superior de este ala dedicada a la paleontología. Y con una visita a la tienda nos despedimos de las Galerías clásicas para visitar rápidamente el edificio dedicado a la Gran Galería de la Evolución. P1260355 Ésta es la estrella indiscutible del Museo de Historia Natural de París y está en un edificio situado jardínes abajo del de la Galería de Anatomía, pasando de largo por los dedicados a las colecciones mineralógicas.

El nuevo edificio alberga la Gran Parada de animales disecados. De hecho, los ejemplares de esta Gran Galería de la Evolución proceden de las enormes colecciones históricas de las galerías de zoología del antiguo museo del siglo XIX… sólo que expuestas en el siglo XXI. Mayor espectacularidad, más amplitud, menos abarrotamiento, información actualizada y llamadas de atención constantes acerca del valor de la vida. Así es esta parte del Museo.

La diversidad de los seres vivos tanto en el medio marino como en el terrestre ocupa dos pisos enteros del museo. En este caso se tira no sólo de animales naturalizados sino también de numerosas copias y reproducciones de gran calidad.

De las llanuras abisales a la Sabana Africana y de los arrecifes coralinos a las selvas tropicales de América, se trasladan a París ambientes y faunas, fotografías, escenas y mucha información.

 

Esta escenografía se complementa con algunos esqueletos (alguno de ballena de cierto porte) y se comienza ya a tomar nota de la importancia de conceptos científicos asociados a la evolución de las especies así como a conceptos sociales asociados a la importancia de mantener criterios sostenibles en la interacción del hombre con el medio.

P1260356De ahí que aparezcan señalados proyectos tan interesantes como la reintroducción del Oryx de Arabia en Omán y Arabia Saudí, una vez extinguidos todos los ejemplares salvajes en 1972. En ese momento se recogieron los últimos de todos ellos, se facilitó la reproducción en zoos y se reintegraron a sus medios, que ya les echaban de menos. Pero si hay una sala verdaderamente llamativa es la dedicada a las Especies amenazadas y Especies Extinguidas. Primero hay que decir que se ve prácticamente a oscuras. Es cierto que algunos ejemplares deben ser tan longevos o tan delicados que la luz se torna en agradable oscuridad, que, por otro lado, le concede una sensación que no tendría en otro caso.

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Además del tradicional dodo de Mauricio, el Quagga o el Tilacino hallamos algunos ejemplares de importancia histórica, últimos mensajes al mundo de especies como –abajo a la derecha- el antílope Hipotrago Azul africano (Hippotragus leucophaeus), el Ciervo de Schomburck o el Emú Negro australiano.

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Galápagos de islas deshabitadas, celacantos y numerosas especies en peligro de extinción a lo largo del mundo (como nuestro Quebrantahuesos) comparten espacio con estos tesoros apolillados.

Una manera digna de finalizar nuestra visita por este área novedosa expositivamente del Museo de Historia Natural de París. El hombre como domesticador, como transformador del paisaje, como causante de extinciones. Pero también como científico, como conservador, como estudioso, como aficionado. De hecho, al salir a la preciosa tarde primaveral parisina ya nos esperan con sus eternas miradas de piedra Cuvier o Buffon en el Jardin des Plantes para asegurarnos que siempre van a estar allí.

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