31 de agosto de 2009

11 cosas que hacer en Estambul

P1140755Estambul es animado, bullicioso, colorido, divertido. Es apasionante para recorrerlo y navegarlo, es sorprendente tanto en lo turístico como en lo histórico. Es una ciudad. O dos. Mejor tres ciudades complementarias, en donde quedan ligado el toque a la oración, los encantadores charlatanes de los bazares, el sol de varios mares, la modernidad de su transporte público y el peso de la historia a cada paso. Bizancio, Constantinopla, Istanbul. 3 mundos en uno, dos continentes en uno… y tanto por hacer¡

1. Cruzar el Puente Gálata

P1140623 Eminönü, éste es el lugar que hay que ver y sentir, uno de los corazones de Estambul. Aquí está el puerto sobre el Cuerno de Oro donde se pueden coger los ferries a Asia y al Bósforo; aquí está una de las paradas principales del Tranvía; también el mejor de los bazares estambulitas, el bazar egipcio o de las especias; dos inmensas y preciosas mezquitas, la mezquita nueva (Yeni Cami) y la Mezquita de Rüstem Pasha; al lado, en Sirkezi, la antigua Estación del Orient Express; un pequeño bazar subterráneo, un montón de tiendas… y el comienzo del Puente Gálata. Y se me ocurren pocas cosas más divertidas que cruzar el Puente (por arriba o por abajo) casi a cualquier hora del día.

P1140621 Por arriba, el perfil del puente está totalmente cubierto por pescadores de caña, cientos de ellos tientan la suerte para ver qué les concede el Cuerno de Oro.

Y sus deseos se ven cubiertos más que de sobra: sus anzuelos, a veces varios por caña, suelen volver siempre ocupados por uno varios desdichados pececillos que agonizan en las cubetas que de ven en cuando llenan los pescadores. Un camarero de calle lleva tés turcos a los que los piden; otro lleva en su bandeja tortas dulces a ver si vende alguna.

P1140746 Mientras el tranvía pasa a tu lado, las gaviotas te sobrevuelan y algunos turcos mayores te ofrecen sus básculas en plena calle para que te peses a cambio de 25 kurus. Se oyen los bocinazos de los barcos que cruzan por debajo el puente, el azul del mar es penetrante, igual que la llamada a la oración desde Yeni Cami.

P1160369 Por debajo, el puente aglutina tal cantidad de restaurantes que los camareros se ven obligados (no creo que les cueste) a ir a la caza del turista ofreciéndote sus servicios y maravillosos productos. Parece obligado comer aquí y, a fe nuestra de que la comida es muy buena, sobre todo cuando puedes ver el Mar de Mármara desde tu mesa mientras saboreas los pescados y mariscos extraídos del mismo. De vez en cuando, una caña se eleva con 3 ó 4 nerviosos movimientos de pececillos que irán a la cubeta de uno de los pescadores de arriba.

2. Hacer la travesía por el Bósforo

P1140635 Y es en Eminönü donde se cogen los ferries hacia Asia, pero también donde se toman los barcos que te hacen un recorrido por el Bósforo, el brazo de mar que une el Mar de Mármara con el Mar Negro. Los hay que llegan hasta el mismísimo Mar Negro y otros que hacen recorridos menores. Nosotros tomamos uno intermedio, hasta el segundo de los puentes que unen Europa con Asia, el Puente de Fatih Sultán Mehmet.

P1160395 Nos tocó en un barco más bien local. Siempre sorprende pasear por Estambul y oír castellano por todas partes, pero no en este caso, parecíamos ser los únicos turistas extranjeros del pasaje. Hay que tener suerte para coger un buen sitio, nosotros lo tuvimos a la vuelta, una vez que todo el mundo se movió por cubierta. Si quieres té, te lo ofrecen y puedes tomarlo mientras tus ojos se posan en las orillas de Estambul.

En la orilla europea; en el Palacio de Dolmabahçe, en las mezquitas, en las casas señoriales de veraneo, en los gigantescos cruceros atracados o en la gran Fortaleza de Europa construida por Mehmet II para ahogar a la antigua Constantinopla bizantina.

En la orilla asiática; en la Torre de Leandro, en el puerto de Üsküdar o en la Fortaleza de Asia, construida con las mismas intenciones que la europea, pero en un intento de conquista fallido anterior.

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Y siempre el sol del atardecer reflejándose en las aguas mientras gaviotas y cormoranes trataban de pescar algo que echarse al buche. Cruzar bajo el gran Puente del Bósforo, de un kilómetro de longitud, es toda una experiencia.

3. Subir a la Torre Gálata

P1140657 Y cruzando el Puente de Gálata, y consiguientemente el Cuerno de Oro, llegas hasta el barrio de Beyoglu, paralelo al de Galatasaray, el mismo que identifica el equipo de fútbol. Allí espera la Torre Gálata, después de un ascenso duro entre callejuelas encantadoras y rodeados de antiguas casas y tiendas con vistas a la calle: fruterías, tiendas de discos, de cerámica, antigüedades, restaurantes o bares con narguiles a tu disposición. Y de repente, la cónica cúpula de la Torre genovesa aparece entre los ventanales.

68 metros de altura (menos mal que la subida es en ascensor) como último vestigio de una muralla defensiva construida en 1348 por los genoveses, esa es la Torre Gálata. En su último piso un restaurante donde te cobran más que lo que te ofrecen se complementa con un pequeño pasillo por donde se puede admirar Estambul en toda su magnífica presencia, 360º de una de las ciudades más bonitas del mundo.

Antigua prisión y atalaya, la torre sirve para admirar Estambul o para tirarse de ella, como hizo aquel famoso excéntrico con alas que logró alcanzar Asia en el siglo XIX.

4. Pasear por Istiklâl Caddesi

P1140670 Finalizado el callejeo por Tünel se llega a la calle más vanguardista de Estambul, la más populosa, la de las tiendas de marca y las embajadas, la de las compras y los cines, en un recorrido imprescindible que se puede hacer a pie o en el Tranvía nostálgico que traquetea entre las calles que cruzan perpendiculares a la gran avenida peatonal. O ambas cosas, como hicimos nosotros, una a la ida y otra a la vuelta.

El tranvía nostálgico pasea entre sedes diplomáticas de la típica arquitectura del siglo XIX y en las callejuelas los restaurantes, bares y puestos de flores regalan la vista. Hasta una tienda de cómics en Yeni Carsy Caddesi, que sale a la altura del metro Beyoglu… mientras paseas puedes tomar el típico helado turco de singular consistencia elástica y poco sabor y cuya compra requiere de un simbólico espectáculo a cargo del heladero, ataviado con su tradicional chaleco.

P1140714 Mercados de souvenirs con gusto, tiendas de libros y plantas, alguna iglesia católica (San Antonio, por ejemplo) y cerca el famoso Hotel Pera Palace (donde escribió Ágatha Christie la novela de Poirot Asesinato en el Orient Express), ahora en restauración. Y sí, volvimos en tranvía fascinados ante el espectáculo de la calle, con parejas besándose mientras algunas mujeres totalmente cubiertas de negro eran fotografiadas por sus maridos, mientras tiendas llamadas “MADRID / BARCELONA” comparten espacio con el antiguo Çiçek Pasaji, otrora mercado de las flores y ahora abigarrado y barroco lugar para fumar narguile y tomar té.

P1140667 El tranvía entre la gran plaza Taksim y Tünel te lleva poco más de 10 minutos, pero merece la pena. Su jeton es particular y diferente al del tranvía moderno, como así lo es el del funicular de Tünel que te lleva en un plisplas a Karakoy de vuelta a la realidad del Puente de Gálata.

5. Regatear en el Mercado de las Especias y en el Gran Bazar

P1140599 El Gran Bazar, el Kapali Çarsi, es el mercado más conocido de Estambul y efectivamente es impresionante y digno de perderse en él. Y sin embargo, a nosotros nos gustó mucho más el Bazar Egipcio o Mercado de las Especias.

Desde luego, te ganan los colores y los olores. Combinados de colores más variados que la paleta de colores de este blog, colores que conllevan deliciosos olores a queso, a especias, a pescado, a dulces, a frutos secos… y no sólo la vista y el olfato se recrean en el ambiente.

El sonido dela gente recorriendo los pasillos techados… pero también el de las calles exteriores, más mercadillo que bazar, en una mezcla de colores, sonidos y olores inolvidable. Y si a eso le añades la charlatanería de los vendedores, que tienen la capacidad de identificar tu lugar de origen con sólo mirarlo, el divertimento aumenta.

P1160841 Luego llega el momento del regateo, en el que poco duchos somos los españoles y los turcos suelen ganar por la mano.

Lo mismo sucede en el Gran Bazar, un gigantesco laberinto de tiendas a cual más llamativa, con entradas espléndidas y encanto máximo.

6. Comer algo en la calle

P1140712 En Estambul puedes comer casi cualquier cosa por la calle. Vendedores individuales con carrito, vendedores con un mero banquete y tiendas de curioso contenido. De todo hay y casi todo bueno. Los más comunes son los vendedores de mazorcas de maíz tostadas o cocidas, a  lira turca la segunda y lira y media la primera. La verdad es que su aspecto es más apetecible que su sabor al final. Estos suelen tener carritos y el calor que deben sufrir, ahora que es verano, debe ser de órdago.

P1160839 También con carrito aparecen los vendedores de tortas y bollería variada. Los precios son ´más que asequibles y los productos están sabrosos y tiernos. Son también muy abundantes y en cualquier esquina hay un carrito rojo con bollos. También son muy habituales los vendedores de mejillones con limón, pero estos ya dejaron el carrito en casa, venden en la calle poniendo los mejillones en una caja y el limón (para mejorar el sabor y para limpiarse después) te lo dan al comprarlos.

P1160506 Siempre cerca del mar se disponen vendedores de pescado frito, con sus típicos gorros y chalecos turcos, viviendo en una permanente humareda de olor característico, guardando el pescado frito entre dos panes. A veces, cuando se profesionalizan, complementan el pescado con kebabs, hamburguesas y perritos, que venden con las patatas fritas en el interior del pan….

He mencionado al kebab. Hay tantas variedades que se me pierde y no sólo por ser de pollo o cordero (el cerdo está vetado por razones obvias), sino porque algunos son en pincho, otros con pan, otros en plato… en fin, que ricos sí que están.

P1140663 Y luego está el omnipresente servidor de té turco que, llevando una bandeja con asas, sortea el tráfico y a los viandantes para llevar los encantadores vasitos de té anaranjado a aquel que se lo pide. Pero nuestras favoritas son las fruterías y tiendas de zumos, quienes te venden un vaso de zumo de naranja exprimido delante de ti por 1-2 liras turcas (depende del barrio) o bien una rodaja de piña lista para comer, envuelta en plástico y cortada con cuidado para quedarte con las hojas y la carne de la piña, que hay que comer como su de un polo se tratase.

Otra opción es sentarse a saborear una riquísima sopa de lentejas en un restaurante en la calle y jugar al backgammon mientras te traen un té de manzana de postre.

7. Recorrer Sultanahmet y visitar el Museo Arqueológico

P1140525Hay cuatro paradas seguidas del tranvía (Beyazit, Çemberlitas, Sultanahmet y Gülhane) en las que se concentran la mayor parte de hitos monumentales de Estambul. Pero sobre todo, Sultanahmet, la plaza construida por el Sultán Ahmet I en la zona del Hipódromo, en la que se concentran Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Palacio de Topkapi, la Cisterna Yerebatan o el mismo Hipódromo. Es la zona más encantadora de toda Estambul y la históricamente más valiosa. En pocos sitios del mundo (Roma, quizá) encuentras tal concentración de maravillas de la historia.

P1160177 De todas ellas ya he comentado algo, en la parte del Estambul Bizantino y en la del Estambul Otomano pero falta por mencionar el Museo Arqueológico de Estambul, integrado dentro del complejo del Palacio de Topkapi y cuya entrada está enfrente de la Sublime Puerta.

A los sarcófagos de porfirio de los emperadores bizantinos que hay en la entrada pronto de les unen otras obras maestras, bien del propio museo o bien de los museos adyacentes, el del Antiguo Oriente y del Islam.

P1160217 Desde luego, son la tablilla con el Tratado de Qadesh hitita, el impresionante Sarcófago de Alejandro y la cabeza de la serpiente de la Columna Serpentina del Hipódromo las piezas más llamativas de todas, además de los inimitables azulejos azules de Iznik, la antigua Nicea, de una belleza realmente única.

Una visita de ensueño a un complejo museístico bastante apañado. Lástima que no nos diera tiempo a visitar ni el Museo de los Mosaicos Romanos ni el del Orient Express.

8. Baño Turco

Hay numerosos baños turcos históricos en la ciudad de Estambul. Algunos están ubicados en antiguos palacios y otros eran en sí mismos antiguos baños. Nosotros pudimos disfrutar casi todos los días del baño turco del propio hotel, por lo que no hicimos uso de los de fuera.

DSCN1617 Y aún así, la sensación es espléndida. Tumbarse sobre el zócalo de mármol caliente del baño mientras te echan agua a diferentes temperaturas es una sensación deliciosa. Quien le iba a decir a los romanos que serían los turcos, muchos años después, quien heredarían su pasión por los baños. Sólo les falta el Frigidarium para ser verdaderas termas romanas.

Todo comienza en la Sala de vapor, donde de relajas aspirando el vapor de agua que a duras penas sale de las tuberías inferiores. Después pasas al baño turco donde si hay suerte te toca un nicho propio, donde te enjabonas y enjuagas con aguas de diferentes temperaturas que salen de un mismo grifo, cayendo en una escudilla de bronce que utilizas únicamente tú.

El consabido masaje tendría lugar en el zócalo caliente, donde se encuentra uno en la gloria.. vestido únicamente con las tradicionales toallitas rojas y blancas, eso sí.

9. San Salvador de Chora

P1140570 Aunque he sido parco en palabras (ya fui suficientemente expresivo) en la parte de Sultanhamet, no he podido evitar incluir como punto esencial de la visita la encantadora iglesia – mezquita – museo de San Salvador de Chora, Kariye Camii, una de las experiencias más encantadoras de visitar Estambul.

Aunque su historia ya está explicada en la entrada para el Estambul bizantino, me gusta recordar como recorrimos el nártex y el exonártex buscando las escenas bíblicas que los evangelios apócrifos recogen, de admirar el fresco con la Anastasis o resurrección de Adán y Eva en el Juicio Final, de conmovernos ante los mosaicos dorados y brillantes de San Pedro o de la mismísima Dormición de la Virgen después de haber asistido a su vida en capítulos.

P1140545 El exterior también es portentoso y está situado en un barrio tranquilo y soleado al lado de las Murallas de Teodosio El Grande. Desde luego, al menos por mi parte, espero que Jesucristo le agradezca a Teodoro Metochites el ofrecimiento tan maravilloso que le hizo con San Salvador en las Afueras.

10. Utilizar el transporte público

Si algo nos ha gustado de Estambul ha sido utilizar el transporte público. No hemos sacado ningún tipo de abono, y eso ha pesado, pero no nos hemos quedado cortos. Tranvía, sobre todo, pero también funicular, ferry, ferrocarril de cercanías, metro, taxi, dolmus, tranvía nostálgico… Y todo mediante los famosos jetones, pequeñas monedas que sirven como billete y sin las cuales no puedes utilizarlo.

P1160837 El tranvía, que no sólo es  moderno, es el medio de transporte por excelencia para los turistas. Recorre toda la parte histórica y más allá y las paradas de Laleli-Üniversite, Beyazit, Çemberlitas, Sultanahmet, Gülhane, Sirkezi, Eminönü y Karaköy te permiten acceder fácilmente a todos los hitos importantes de Estambul. Es muy, muy frecuente, aunque muchas veces el grado de ocupación es enorme. Otra cosa es que vayas oyendo castellano en todo el camino, eso también pasa. Por cierto, a veces a los turcos les da por darse bofetadas en medio del recorrido, pero las más de las veces ves cómo los mayores directamente piden a los jóvenes que les dejen sentarse en el asiento.

El funicular y el tranvía nostálgico están expresamente dedicados a los turistas, si bien el funicular es más que necesario para cualquier turco que quiera subir de Karaköy a Tünel. Los jetones son un pelín más pequeños.

P1160749 El ferrocarril de Cercanías es un poquito más antiguo, por no decir que es una antigualla en toda regla. Lo cogimos en Kumkapi, el barrio pesquero turístico por excelencia y la verdad es que nos pareció destartalado y viejo. Pero claro, como te lleva por la costa viendo El Serrallo y te deja en la mismísima estación de Sirkezi, la Estación del Orient Express, pues eso ayuda a olvidar como has llegado allí.

Los taxis (taksis, la x no existe en turco) son correctos; algunos llevan taxímetro y otros has de apalabrar el coste antes de subir. De los Dolmus ya hablé en la primera entrada dedicada a Turquía, fascinantes, divertidos e inesperados.

P1160827 Pero sin duda es la experiencia de coger un autobús acuático, un ferry hacia Asia, lo que más encanto le da al transporte público estambuliota.

Por 1,5 liras turcas puedes coger un barco, cruzar el Cuerno de Oro, maravillarte ante el paisaje y cruzar a Asia viendo el mar desde la barandilla.

11. Cruzar a Asia

P1160813 Lo digo de antemano: Üsküdar no nos gustó. Por supuesto, si merece la pena cruzar a Asia es para ver atardecer en el lado europeo, para observar una vista preciosa de la ciudad o para estar cerca de la Torre de Leandro (aquel mítico griego que cruzó a nado el Helesponto, los Dardanelos, para ver a su amada Hero) que, instalada en un islote a 200 metros de la orilla es también llamada la “Torre de la Doncella” por otra supuesta leyenda: un profeta soñó con una serpiente picando a su hija y la encerró allí a la pobre.

P1160800 La Torre es una excelente excusa para sentarse en el paseo de Üsküdar a holgazanear bajo el sol, comiendo una mazorca de maíz tostada viendo como las gaviotas y los barcos pasan por el Bósforo y enriquecen el ya de por sí maravilloso perfil de una de las ciudades más bellas del mundo, Estambul.

28 de agosto de 2009

Istanbul (Estambul otomano)

P1160828 Es la madrugada del 29 de mayo de 1453. Los turcos otomanos toman Constantinopla. El Imperio Bizantino, lo poco que quedaba de él, desaparece en las arenas de la historia bajo los cañonazos de los otomanos, comandados por el joven sultán Mehmet II, quien siempre soñó con esta hazaña. No fue fácil, desde luego, llevaban muchos años detrás de la conquista, habían rodeado la ciudad haciéndose con los territorios cercanos, la habían cercado incluso en el Bósforo, donde construyeron sendas fortalezas, la de Europa y la de Asia para controlar lo que entraba y lo que salía de Constantinopla.

Mehmet II se rodeó de un ejército bien equipado. Baste decir que llevaban consigo un cañón de casi nueve metros de largo y veinte centímetros de grosor que disparaba balas de hasta 600 gramos.Los jenízaros, la tropa de élite del Sultán, entraron en la ciudad saqueándola con el resto de asaltantes como ya hicieran los cruzados un par de cientos de años antes.

Un puente de barcos cruzó el Cuerno de Oro para facilitar el acceso otomano. Mehmet consiguió para sí el título de Conquistador, que le acompañaría el resto de su vida. Cuando Bellini lo pintó a mediados del siglo XV, retrató al motivador del cambio de Era, el que dio por terminada la Edad Media y nos metió a base de bombardas en la Edad Moderna.

Cuando uno se pone delante del lujoso caftán de seda del Sultán, en el Palacio de Topkapi (Topkapı Sarayı en turco), perfectamente conservado, le llegan las reminiscencias de una época fascinante cuyo declive no sucedería hasta finales del Siglo XIX, la época del Imperio Otomano.

Por cierto que era tradición imperial que, a la muerte del Sultán, sus prendas fueran cuidadosamente dobladas y guardadas en bolsas selladas, lo que ha permitido que un buen número de prendas llevadas por los protagonistas de esta historia permanezcan en envidiable estado. Algo así como las momias de los faraones de la DB320 de Deir el Bahari en 1881, pero en versión turca.

But I digress..., para lo que estoy escribiendo, Mehmet II todavía no está muerto, está en Constantinopla, a la que ha nombrado nueva capital del Imperio, después de Sögüt, Bursa y Edirne. Durante mucho tiempo la ciudad continuaría llamándose Konstantiniye, si bien con el tiempo se comenzó a conocer como Istanbul, una deformación de la expresión griega "ir a la ciudad".

Mehmet II decidió reconstruir y repoblar esa misma ciudad (liberando a algunos griegos para que le ayudaran). Dicen que lo primero que hizo fue ir a arrodillarse a Santa Sofía y pedir humildemente su transformación en mezquita (uno de los cuatro alminares de Hagia Sofya es de ésta época). Y luego revisó el estado de los palacios bizantinos, que debió encontrar en muy mal estado.

P1160607 Así que decidió que la capital de su Imperio no podía estar sin un Palacio de cierto nivel y mandó construir el que sería el símbolo de la ciudad en adelante, el Palacio de Topkapi, extendido en el montañoso y boscoso promontorio llamado El Serrallo que marca el punto de encuentro entre el Cuerno de Oro, el Mar de Mármara y el Estrecho del Bósforo.

Aunque las obras finalizaron entre 1459 y 1465, el Conquistador mandó allí a vivir a sus mujeres en 1458. Aunque inicialmente se consideró una residencia temporal, con los años terminó convirtiéndose en el símbolo mismo del poder de los sultanes. Mehmet II murió en 1481, muy posiblemente envenenado por su médico (a sueldo de sus tradicionales enemigos, los venecianos). Aún así, las semillas que plantó florecieron de una manera espectacular y la mejor huella fue el Palacio que ordenó poner en marcha.

P1160689 El Palacio de Topkapi no es un único edificio al estilo de otros Palacios europeos, en realidad está concebido como una serie de pabellones reunidos en torno a cuatro grandes patios queriendo ofrecer una especie de versión en piedra de las antiguas tiendas nómadas otomanas. Es muy grande, parece una ciudad en pequeñito.

En su interior hay muchas cosas por ver, la mayor parte de ellas incluyen de regalo una cola de decenas de personas a la espera. Por ello, no pudimos acercarnos a las partes del Tesoro ni a la de las reliquias de Mahoma (que, por otro lado, nos importaban poco). Y sin embargo, en las que más nos apetecían no había casi nadie: vestimentas, retratos de los sultanes y el Harén.

La visita comienza en el primer patio, por la llamada Puerta Imperial, construida en 1478. Al lado se encuentra la Fuente de Ahmet III, una fuente rococó del siglo XVIII de gran belleza (una poesía inscrita en sus paredes la compara con las fuentes del paraíso). Llegar aquí es un lujo, dado que se debe rodear Santa Sofía y una pequeña mezquita, por un camino encantador.

P1160547 La Puerta Imperial permite el acceso al primer patio donde se encuentra la inmensa Iglesia bizantina de Santa Irene del siglo VI que sirvió muchos años de arsenal, que nunca fue declarada mezquita y que guarda algunos vestigios de iglesias pretéritas y.. que está cerrada al público actualmente. Lástima.

Cerca está la Ceca, antigua Casa de la Moneda y que hoy sirve de Museo de la Ciudad. Enfrente están las taquillas para comprar las entradas, en medio de un jardín arbolado que te conduce directamente a Orta Kapi, la Puerta de la Acogida, aquella que sólo el Sultán podía atravesar a caballo (los visires descabalgaban y entraban andando) y que contaba con espacio para guardias, verdugos y detenidos.

"Y fue así como cruzamos puertas por las que no siquiera los grandes visires podían entrar sin permiso. Como si fuera un niño que penetrara en un cuento, no me atrevía a levantar la mirada del suelo para no enfrentarme a las maravillas y a los monstruos que surgirían ante mi. Ni siquiera pude mirar la Sala de Audiencias. No obstante, la mirada se me fue por un momento y pude ver los muros del Harén, un plátano vulgar, en nada distinto a otros árboles y un hombre alto, vestido con un brillante caftán de raso azul."

Esta es la sensación que tiene el protagonista de "Me llamo Rojo", Negro, del escritor turco Orhan Pamuk al pasar por esta misma Puerta, que fue construida durante la época de Mehmet II pero cuyas torres octogonales pertenecen al sultanato de Solimán el Magnífico. Nuestra sensación al pasar por la Puerta de la Acogida no puede ser necesariamente la misma.

P1160555 Y no sólo por los tornos de seguridad o la tienda que allí se encuentra, sino que mientras nosotros estábamos rodeados de cientos de turistas (algunas de ellas cubiertas totalmente de negro), aquellos que pasaban al Palacio de la Puerta del Cañón, como le denominaban, guardaban un respeto absoluto a su soberano, lejano y fuera casi del mundo de los mortales, hasta tal punto que en Topkapi el silencio era absoluto por mandato del propio sultán. Fue, precisamente, Solimán el Magnífico, quien participó de la creación del lenguaje de signos al imponerlo en su corte.

El patio que se abre al pasar por la Puerta de la Acogida tiene también mucho encanto e incluye dos de las estancias más importantes de la visita: el Dîvân (lugar de reunión del llamado Consejo Privado) y el Harén, además de las cocinas, donde trabajaban más de un millar de personas y que, ras un incendio en 1754 se complementaron con las llamativas chimeneas con las que hoy se conocen. Hay una exposición con objetos de cerámica y cristal en su interior.

P1160573 El Dîvân es la primera parada en este patio. Allí los visires del complejo imperial se reunían, siendo escuchados / espiados a través de las verjas de oro de una ventana por el propio Sultán, que podía aparecer cuando lo creía oportuno y, por supuesto, decidir sobre la vida de aquellos visires cuyo encumbramiento político solía frecuentemente conllevar una muerte poco apacible y dispuesta por su propio, y adorado, Sultán. De hecho, los hombres de estado que eran ejecutados (habitualmente estrangulados) dejaban la vida precisamente en este patio. También parece necesario decir que era aquí donde igualmente se celebraban las ceremonias de entronización y los funerales de estado.

P1160579 El Gran Visir y otros seis o siete visires se sentaban en los divanes del Dîvân los domingos, lunes y martes, atendiendo las grandes decisiones de estado en un edificio que sería sustituido en el futuro por la cercana Sublime Puerta. Antes de la reunión, los visires realizaban sus oraciones en la cercana Santa Sofía mientras el Gran Visir lo hacía en su propia casa. Cuando el Gran Visir llegaba, se le hacía una ceremonia de bienvenida a Palacio y el realizaba un saludo especial en la Puerta de la Acogida dirigiéndose al Sultán todopoderoso.

Aquel tiempo ya pasó. En 1876 tuvo lugar la última reunión en el dîvân mientras el magnífico poder de los sultanes se desvanecía en el tiempo. Poder que ejercía sobre sus súbditos con libertad absoluta. Tal era su derecho, como tal era su herencia. Y las personas enclaustradas entre los muros del Harén así podían confirmarlo.

P1160616 Entrar en el Harén si genera una sensación extraña, motivada por la leyenda y los mitos asumidos por tantos años de historias, pero también motivada por el dolor que parecen comunicar sus pequeñas pero espectaculares estancias.

De hecho, es la parte del Palacio que más nos gustó y es que guarda numerosos secretos que te van explicando según pasas las habitaciones.

P1160635 Las paredes están decoradas con los preciosos diseños florales (sobre todo de tulipanes y margaritas) que más tarde vimos tan repetidos por las tiendas y bazares de toda Turquía.

En el Harén residían las concubinas y sirvientas del Sultán, custodiadas por los eunucos, siendo el Gran Eunuco Negro el último responsable de su cuidado y supervisión. Las chicas que allí vivían pertenecían a cada sultán. Cuando éste moría o le hacían desaparecer, ellas también lo hacían, renovándose el harén con el cambio en el sultanato. El llamado Palacio Viejo o de las Lágrimas, Eski Saray, se convertía en su tumba en vida.

En el harén habitaban dos categorías de mujeres, las sirvientas o cariyeler (que no tenían contacto con el sultán) y las privilegiadas (gedikiler, seleccionadas por su hermosura o talento). Si el Sultán elegía a alguna de éstas como concubina, se la denominaba Gözde (en la vista), se le asignaban unas estancias privadas y se le preparaba la cita con el Sultán. Si tras la primera noche todo iba bien, se convertía en concubina real (Odalisca / Ikbal).

P1160683 Si el Sultán tenía de ella un hijo primogénito se convertía en Birincie kadin y si el hijo sucedía al padre en el trono, ella pasaba a ser valide sultan, la primera dama del Harén.

En ocasiones, la Sultana Madre tuvo un poder superior incluso al del Sultán. Sólo hay que echar una ojeada a la aberrante biografía del Sultán Ibrahim I El Loco (http://es.wikipedia.org/wiki/Ibrahim_I) para darse cuenta de la situación que comenzó a vivir el Imperio Otomano cuando desaparecieron las grandes figuras como Mehmet II o Solimán El Magnífico.

P1160649 El harén daba para mucho y las intrigas cortesanas se hicieron protagonistas del devenir del Imperio, ascendiendo y quitando sultanes, decapitando o estrangulando visires y eunucos jefes.

P1160654 La zona llamada de La Valide en el Harén, reservada a la Gran Sultana, es una de las más espectaculares.

Las habitaciones son mucho mayores que las del resto de concubinas y odaliscas y el lujo se palpa en todas las paredes.

Las habitaciones de la Sultana Madre tenían conexión directa con las del Sultán. Y es que la Valide Sultana, que dirigía el Harén y en muchos casos el destino del Imperio, era una figura destacada. Unos maniquíes muy cucos nos dan idea en estos aposentos de su importancia.

P1160663 Sin embargo, el baño, que esperábamos también espectacular, es mucho más grande de lo habitual pero mucho más sobrio de lo que el lujo otomano podría producir. Sus grifos, eso sí, son muy llamativos.

Muchos de los visires estaban literalmente fuera de la realidad. Muchos sultanes cumplieron a raja tala la llamada Ley del Fratricidio, por la que hacían eliminar al resto de su familia para evitar rebeliones y disputas por su trono. Mehmet III hizo asesinar a sus 19 hermanos, 20 hermanas y todas las concubinas embarazadas de su padre, delicadamente estrangulados todos con pañuelos.

P1160679 Como esta Ley parecía abominable incluso en el siglo XV fue sustituida por otra costumbre de similar, al de encerrar en una Jaula Dorada, al resto de la familia. Como se podrá comprender, estar encerrados de por vida en las habitaciones el Harén con el miedo perpetuo a ser asesinados convirtió a algunos de los sultanes que de aquí salían en locos o peleles inestables sin experiencia previa en cuyas manos el Imperio Otomano se fue a pique. Eso sí, poco a poco.

Entre los sultanes cuerdos que sobrevivieron con salud mental en la Jaula Dorada destacan Suleiman Ii (http://es.wikipedia.org/wiki/Suleiman_II), Mahmud I (http://es.wikipedia.org/wiki/Mahmud_I) Abdul Hamid I (http://es.wikipedia.org/wiki/Abdul_Hamid_I). Entre los menos afortunados (para ellos y para el resto de los seres vivientes cercanos) destacaron Mustafá I (http://es.wikipedia.org/wiki/Mustafa_I) u Osman III (el que odiaba a las mujeres y llevaba suelas de hierro para que oyeran sus pasos y desaparecieran http://es.wikipedia.org/wiki/Osman_III).

P1160666 Pero estábamos en el Harén. Tiene hasta 400 habitaciones y patios, algunos muy pequeños, otros enormes. El Salón más grande es el Salón Imperial, construido en el siglo XVI y que servía tanto para Sala de Recepción del Sultán como para salón de entretenimiento del Harén.

El trono de la Sala lo ocupaba el Sultán, mientras que en la galería se sentaban las esposas y la Gran Sultana. El Salón Imperial del Harén, que daba acceso a las habitaciones privadas del Sultán, es la ubicación donde realmente sientes el ambiente del imperio otomano, donde es fácil imaginar al Sultán, escudo del mundo, dirigir su mirada a aquellos a quien recibía, silenciosos esperando su permiso para hablar, rodeado de su cuerpo de guardia.. que lo mismo estaba confabulando contra él.

Selim III recibe a la corteLa misma sensación se percibe delante de la Puerta de la Felicidad, fuera del Harén ya, que comunica el segundo y el tercer patio. También llamada Puerta de los Eunucos Blancos, bajo su soportal se ubicaba el cuerpo del Sultán cuando éste fallecía. Es fácil dejar volar la imaginación y de repente la ensoñación se hace realidad en el cuadro de Konstantin Kapidagi, donde aparece Selim III (http://es.wikipedia.org/wiki/Selim_IIIpresidiendo un desfile de oficiales de alto rango.

Enfrente del Sultán está el gran muftí, la máxima dignidad religiosa del Imperio. A los lados, el gran Visir (primer ministro, "pié del sultán" se llamaba) y el Jefe de la Guardia. P1160583Detrás, los eunucos, los negros (los guardianes del Harén) y los blancos (los custodios de la Puerta de la Felicidad). Y en el medio, Selim III quien fue depuesto y asesinado por el Jefe de los Eunucos Negros después de una revolución protagonizada por los jenízaros, el cuerpo de guardia del Sultán y quienes en muchos casos tenían el poder real. El gran muftí decretó la destitución del Sultán, obligándole a volver a la Jaula Dorada. Cuando trató de volver es cuando fue asesinado

P1160631 Las habitaciones de los eunucos negros se pueden ver en el Harén, donde vivían. De hecho, muchos de los eunucos, al igual que el resto de sirvientes del Sultán tenían una forma de acceso un poco especial: un sistema de leva según el cual uno de cada cuarenta jóvenes cristianos (a excepción de los hijos únicos) eran esclavizados y educados en el Islam y en la obediencia al Sultán. Muchos eunucos, en particular los negros, eran robados de sus pueblos de origen, como así lo eran las chicas destinadas al Harén.

P1160623 Pero de aquellos que entraban al servicio del Sultán y eran educados para él saldrían los puestos de confianza del Gran Hombre: de cocineros a jenízaros, de escribientes incluso a visires. Aunque, como ya se dijo, ser visir no es que resultara especialmente bueno.

En el Tercer Patio de Topkapi (llamado Enderún) destacan, además de la exposición del tesoro, de los retratos y de las reliquias, la Sala de audiencias (donde el Sultán atendía a los embajadores y representantes del extranjero) y la Biblioteca del Sultán Ahmet III.

Sobre todo esta última, construida en 1719 para el uso de los jenízaros y del personal del Enderún, en particular de los pajes, en cuyas escuelas ahora se muestra el gran Tesoro del Imperio.

P1160603 La decoración interior es delicada y bellísima, con los habituales azulejos de Iznik y los motivos florales y de tulipanes tan encantadores, procedentes del siglo XVI-XVII.

La biblioteca contenía sobre todo libros sobre teología, sobre la ley islámica y temas similares, tanto en turco como en persa o en árabe.

Más de 3000 libros se podían consultar en sus iluminadas habitaciones. Una bellísima fuente (una de las primeras fotos de esta entrada) cierra esta visita.

P1160697 En el último patio, el paisaje te reconforta, la vista del cuerno de oro desde el Pabellón de Iftar, construido por el Sultán Ibrahim I, es inolvidable, como sí se lo debía parecer al Sultán, que esperaba aquí, bajo la cúpula de cobre dorado la llegada del fin del ayuno en época del Ramadán.

En 1853, el Sultán Abdülmecit I decidió que había llegado la hora de jubilar Topkapi y marchó al Palacio de Dolmabahçe, más moderno y funcional. Fue Atatürk quien lo convirtió en museo a partir de 1924.

P1160698Volviendo hacia atrás en el tiempo, los sultanes otomanos hicieron todo lo posible por afianzarse en el poder.

A partir del sultanato de Solimán el Magnífico se autoproclamaron también califas por derecho divino, los dirigentes religiosos de la comunidad islámica.

Y algunas de las mezquitas más famosas e importantes de Istanbul fueron erigidas por orden de los califas sultanes. Tal es el caso de la Mezquita más impresionante de toda la ciudad, la llamada Mezquita Azul o Mezquita del Sultán Ahmet.

P1140331 De hecho, Estambul está lleno de mezquitas, como cualquier otra ciudad musulmana. Un buen número de ellas fueron diseñadas por el más famoso arquitecto islámico, Sinán, que vivió en época de Solimán el Magnífico, a tiempo de levantar la que sería una de las mezquitas más fascinantes de Istanbul, la Mezquita de Suleymaniye, la mezquita de Solimán.

Sinán fue magníficamente prolijo, según wikipedia, "a Sinan se le atribuye una inmensa labor constructiva en su larga vida, siendo probablemente el arquitecto más prolífico de la historia. Se le atribuye el diseño de: 81 mezquitas, 50 oratorios, 62 escuelas, 19 mausuleos, 32 conjuntos palaciales, 24 hospitales, 17 edificios de postas, 6 mercados, 33 baños públicos, 7 acueductos, 8 puentes y 338 edificios no identificados.". La mezquita de Solimán está cerrada por restauración, pero pudimos ver otras de Sinán, por ejemplo en el lado asiático de Istanbul, en Üskudar.

P1160525 Pero sin duda, la reina de las mezquitas es la Mezquita Azul del Sultán Ahmet, frente a Santa Sofía. Luce orgullosa sus seis alminares, un atrevimiento para la época (tenía los mismos que la de la Meca) que el Sultán resolvió poniendo un séptimo minarete a la de la Meca. La visión de la Mezquita Azul resiste el encantamiento de Santa Sofía, es mucho más espectacular e impresionante. Y la visita merece la pena.

Como dicen las guías de viaje, "como manda la tradición islámica, hay que entrar descalzos y cubiertos con un pañuelo. No se puede entrar con pantalones cortos ni con los hombros al descubierto. Allí mismo ofrecen 'kits' para las personas que no reunen la vestimenta adecuada.". Ya lo avisa una indicación en leds rojos a la entrada: "BE TOLERANT TO BE TOLERATED".

P1140298 Esto es común en todas las mezquitas turcas, las chicas no deben llevar los hombros al descubierto y está mal visto que, hombres o mujeres, lleven pantalones cortos.

A la entrada de cualquier mezquita siempre se encuentran una fuentes donde los musulmanes realizan sus abluciones, 5 al día de acuerdo con las 5 llamadas a la oración. Aquí, lavan sus pies como final del ritual religioso que comenzó con la llamada al rezo del almuédano (que ahora es por megafonía, claro).

P1140319 Las abluciones, que siempre siguen un orden concreto (mano derecha, mano izquierda, brazo derecho, etc.) al igual que la prohibición de comer cerdo fueron introducidos por Mahoma, su profeta favorito y al cual rinden honores, homenajes, rezos y oraciones.

Jesucristo para ellos también es un profeta, uno de los muchos que tienen. El caso es que entramos descalzos pero protegidos por gasas en la Mezquita Azul y quedamos maravillados.

En primer lugar, la habitual iluminación de estos lugares, con cientos de lámparas dispuestas en círculos. Entre ellas, aunque no se ven, se sitúan huevos de avestruz, que tienen algún componente que aleja a las arañas y evita que éstas hagan telas.

Y es que las arañas son sagradas para los musulmanes pues en una ocasión fueron las telas de araña las que evitaron que los enemigos de Mahoma, que se había escondido en una cueva camino de Medina desde la Meca, entraran a matarle.

P1140297 Todo iluminado, y todo cubierto de moquetas y alfombras mullidas y cómodas y suaves al tacto (de los pies). Muchos turistas se mueven en la mezquita azul a pesar de que es viernes, el día más importante para los musulmanes y cuando se realizan los rezos principales (que duran como una hora). Tal y como nos contaron, en un país laico como Turquía ya no es tan habitual ver gente rezando en la calle las 5 oraciones del día ni fieles acercándose a las mezquitas salvo, quizá, los viernes.

P1140293 La Mezquita Azul debe su nombre a los azulejos azules de Iznik (la antigua Nicea) que decoran su interior, fabricados en la época de mayor esplendor en la producción de Iznik.

Sin embargo, el paso del tiempo ha pasado factura y muchos han perdido la brillantez y el color, otros muchos han sido sustituidos.. aún quedan, sin embargo, algunos azulejos originales que conservan parte del esplendor de antaño, por encima de una de las grandes columnas de la mezquita, llamada de pata de elefante por razones obvias.

P1140295 Originalmente, más de 250 ventanas permitían la entrada de luz al interior de la mezquita, cuyas cúpulas y semicúpulas están decoradas con diseños de fascinantes y ondulantes arabescos. El Mihrab (nicho u hornacina que han de mirar los que oran, pues se orienta a la Meca) y el Minbar (el púlpito desde el que el Imam da el sermón) están construidos con delicadeza y tallado su mármol.

Pero si hay algo que nos gustó fue la vista exterior y, sobre todo, la vista desde el patio interior, con las inmensas cúpulas brillando bajo los rayos del sol.

La mezquita fue construida durante el reinado del decimocuarto sultán otomano, Ahmet I, entre 1603-1617 y le fue encargada al discípulo del arquitecto Mimar Sinan, Mehmet Aga. Tardaron en construirla siete años, entre 1609 y 1616.

Y la mezquita no la construyeron aislada: la hicieron acompañar de una madersa, escuela coránica, un asilo, un centro comercial de artesanía, un kervansaray, un caravasar, una fuente y un "külliye", complejo socio-religioso. El sultán Ahmet, que da nombre a la Mezquita pero también a la plaza donde se encuentra (y hasta a la parada del tranvía) está enterrado en el "külliye".

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El lugar elegido para la construcción de la mezquita fue, precisamente, el antiguo hipódromo, dado que el Palacio de Topkapi estaba muy cerca. Para ello, tuvieron que expropiar un buen número de palacios de la zona y destruir algunas partes del hipódromo como su tribuna. Aún dicen que si se excavara debajo de Sultahamet en encontrarían numerosos restos del gran edificio romano.

P1160626 La Mezquita Azul, aún espectacular, es una de tantos edificios religiosos del Istanbul otomano, Imperio que se mantuvo durante muchos siglos ampliando cada vez más territorios, llegando desde Viena hasta Egipto y desde Belgrado hasta Argelia, un imperio que pervivió desde 1299 a 1923 momento en el que Atatürk, al que le ofrecieron ser el próximo Sultán, decidió que otros aires eran más que necesarios en Turquía.

Al fin y al cabo, habían perdido poco a poco territorios, poder y prestigio. Como les ha pasado a todos los imperios de la historia.