15 de junio de 2011

El Parque Nacional del Volcán de Pacaya

11062011267 Acabo de bajar del Volcán de Pacaya, en Guatemala. Este Volcán da nombre a uno de los Parque Nacionales más conocidos del país centroamericano y, además, más sencillos de visitar.

Está cerca de la capital y de Antigua Guatemala, por lo que atrae a muchos visitantes de todas las nacionalidades.

Sin embargo, me cuenta Karina (la guía comunitaria oficial que nos acompaña) que las visitas se han reducido mucho en los últimos tiempos y que ahora sólo hacen una salida al día cuando antes podía llegar a hacer dos o incluso tres.

11062011208 Ella lo achaca a la gran erupción que sufrió la zona en mayo de 2010. Yo más bien lo achaco a la crisis. Para ser guía comunitaria, nuestra Karina tuvo que acoquinar 200 Quetzales, pasar una capacitación de 100 horas, conseguir 4 cartas de recomendación y desplazarse a Ciudad de Guatemala para el papeleo. Poco más. Es muy agradable y sonriente pero su conocimiento del parque se queda en lo meramente anecdótico.

No conoce ni las especies más representativas del Parque Nacional (ni siquiera las tres o cuatro mencionadas en los carteles que aparecen en la ruta) y cuenta poco respecto del tipo de volcán que visitamos. No es una crítica a su esfuerzo ni a sus ganas por hacerlo bien (de hecho, toda su familia vive del volcán, pues los cuatro hermanos son guías) y sí lo es a los gestores de este Parque, que hacen muy poco por aportar algo más que una visita memorable por lo paisajístico.

11062011201 Y es que el Volcán de Pacaya ofrece unas vistas realmente espectaculares. La erupción que comentaba Karina, la del 27 de mayo de 2010, no sólo acabó con la vida de dos personas (entre ellas el periodista Aníbal Archila, al que repetidamente advirtieron del peligro y quien, siempre según Karina, dijo que el reportaje que allí hiciera atraería mucha gente a Guatemala; murió de un golpe procedente de una enorme piedra expulsada por el volcán) sino que cubrió de ceniza y de piedra pómez (poma, la llaman aquí) la práctica totalidad del parque.

La perspectiva debió ser desoladora, desaparecieron laderas completas de vegetación, murieron numerosos animales, quedaron arrasados todos los cultivos de las gentes de la zona y las poblaciones cercanas tuvieron que ser (momentáneamente) evacuadas. A Karina le dolió “que le salieran de allí” pues ella se quería quedar, quería ayudar o dirigirse al volcán al que sube todos los días para ver un espectáculo tan llamativo. “Incluso vimos dos tucanes muertos. Nunca vi uno vivo y así los pude ver. También algún gato de monte. Y muchos caballos, murieron caballos y se enterraron allí donde quedaron muertos” me cuenta la chica.

DSC01143El camino que recorremos está cubierto de restos de lava y de ceniza. Parece que días después de la erupción acometió la tormenta tropical Ágatha que, por una vez, trajo algo de bueno (y mucho malo, como siempre): contribuyó a apagar los incendios que aún arrasaban la flora del Parque Nacional.

De los 37 volcanes que hay en Guatemala sólo hay 3 activos: el Volcán de Fuego, el Santiaguillo y éste Volcán de Pacaya. Y esa es una de las razones por las que atrae a la gente. También por la facilidad en su acceso y recorrido. El sendero turístico más habitual lleva alrededor de una hora y media de camino (que no llega al cono, se queda un poco antes del tope) más otra hora y media de vuelta. El ascenso es de esfuerzo medio, si bien hay tramos especialmente difíciles (complementados con otros sencillos). En cualquier caso, merece la pena. Por cierto, antes de entrar hay que pagar la entrada: actualmente es de 50 quetzales.

11062011203 En el punto de comienzo de la ruta se agrupan a tu alrededor numerosos niños ofreciendo palos para facilitar tu subida. También chavales y hombres con caballos que ofrecen sus taxis naturales (sic) a todos los turistas que, como me cuenta Karina, dicen que vienen al Pacaya para disfrutar no para sufrir la subida (es lo que le dicen los españoles). Ellos se lo pierden, por lo menos la plata se la llevan los de los caballos, que están muy necesitados por las pérdidas habidas por el efecto combinado de la erupción y la crisis.

11062011210 La guía comunitaria está obligada a mantener a los de los caballos (que nos siguen todo el camino por si sus servicios son necesarios) a una distancia prudente que ni ellos ni los graciosos perros que les acompañan cumplen. No tenemos oportunidad de ver fauna en todo el camino salvo estos perros y caballos en muchos casos asilvestrados.

Dice Karina, hablando de la Barba Amarilla (Botrops asper), una de las serpientes más venenosas de América, que antes eran más frecuentes pero que después de la erupción ya no se suelen ver. No sólo la erupción debe influir: las condiciones de vida de los chavales que nos rodean no son buenas, aparentemente. Y el efecto del hombre sobre las tierras que ocupa es muy potente en esta zona.

11062011291Tanto que una de las primeras paradas nos da dos pistas fundamentales. Nos rodean numerosos cultivos de maíz, frijoles (negros) y café. Son todas plantaciones nuevas, pues las antiguas desaparecieron con la erupción de mayo de 2010.

El paisaje es un verde maizal que entronca directamente con el color también verde de una central geotérmica que aprovecha la energía natural procedente del volcán. Esta planta da electricidad a más de 200.000 personas, proporcionando energía incluso al cercano El Salvador. Me cuenta Karina que produce hasta 25 MW y que aprovecha también el vapor que genera la actividad del volcán a más de 2 kilómetros de profundidad.

11062011205 El comienzo del recorrido es un poco complicado, la pendiente es importante y está cementada, lo cual no favorece tener un paso firme cuando hay mucha humedad en el ambiente. Tanta vegetación cerca digamos que es un indicador directo del grado de humedad alcanzado. En el camino van a apareciendo diversas especies de árboles y arbustos. La ascensión se inicia a 1900 metros y en ese momento la superficie de suelo está casi completamente cubierta de vegetación. A un lado y a otro del camino aparecen grandes agujeros en la tierra: protección para las riadas que pueden provocar las lluvias torrenciales en esta zona.

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Muy de vez en cuando sorprende encontrar un pequeño cartel alusivo a alguna especie pero son los menos (de hecho, en la propia salida se identifica un Aguacate; más tarde aparecen desde Agaves de los que sacar el tequila hasta manzanos, pero nada bien organizado).

Sin embargo sí son frecuentes los grandes carteles informativos a lo largo de un recorrido que no se hace demasiado largo (algunos de estos carteles hacen mención, incluso, a las medidas de seguridad a tomar en caso de necesidad; al fin y al cabo, el volcán de Pacaya está activo aún).

11062011211Uno de esos paneles anuncia la aparición del Cerro de la Hoja de Queso. Se trata de una zona de recarga hídrica, una pequeña colina desde la que se distribuye agua de forma natural a la cercana Laguna de Calderas. Sin embargo, antes que eso llama la atención el nombre, Hoja de Queso, que se corresponde con un arbusto muy abundante durante todo el recorrido, desde los 2000 metros para arriba. La Hoja de Queso (Roldana jurgensenii) tiene muchas aplicaciones directas y es bien apreciada por los lugareños dado que su suave tacto y características la llevan a ser utilizada tanto como envoltorio de quesos de la zona (de ahí su nombre; los mantiene frescos) e incluso como sustituto de servilletas o papel higiénico.

11062011214Hay mucha hoja de queso en los lados del camino, que se mezcla con otras especies como la más que probable especie del género Fucsia con sus características flores rojizas o púrpuras, también muy abundante, así como ricos y diversos estratos herbáceo y arbustivo; aunque posiblemente la erupción de 2010 haya contribuido a cierta homogeneización de sus comunidades tras la desaparición de muchos individuos por las duras condiciones de la misma. El suelo está más tapizado del negro de la ceniza y la piedra pómez que del verde de los musgos y hierbas, dando lugar a la proliferación de especies adaptadas a estas duras condiciones y a la selección de otras con menos posibilidades. Otro arbustillo frecuente (foto de arriba) es una Mimosa, Mimmosa albidia.

11062011290Muy cerca se sitúa un mirador hacia la Laguna de Calderas. Ésta ocupa un antiguo cráter (de los varios que aparecen en la zona) y su extensión es bastante amplia, alrededor de 32 hectáreas. Aunque los carteles informativos se empeñan en indicar que su profundidad máxima está en torno a 30 metros, Karina nos dice que su profundidad real no se conoce con exactitud y puede llegar a tener hasta 100 metros. No sé a quien creer.

En cualquiera de los casos, las oscuras aguas de la Laguna de Calderas, en las que se bañan las gentes de la zona, son frías y potables, pues surten de agua a 21 comunidades cercanas al Volcán de Pacaya. 11062011223Entre la fauna que puebla la Laguna sólo hay identificadas 5 especies de peces y dos de ellas son introducidas: se trata de la Pepesca (Astyanax sp.), el Pescadito (Poecilispes sp), el Pupo (Molinesia sp) y el Escamudo (Profundulos sp). Las introducidas son las tradicionales carpas y percas americanas (Micropterus salmoides). No sin cierta inocencia Karina añade que “también hay peces, caracoles y cangrejos”.

Continuamos caminando por un espléndido bosque húmedo subtropical templado. Nos rodea una importante población arbórea de crecimiento reciente (debido a la elevada tasa de mortalidad asociada a las erupciones y paliada por la riqueza del suelo volcánico en la que se asienta).

11062011228Entre los árboles, hay tres que destacan de forma especial entre los demás. El primero es el Árbol del Hormigo (Platymiscium dimorphandrum), un espléndido árbol que puede llegar a tener hasta 35 metros de altura y del que se destaca con especial ánimo que es la fuente de madera para la fabricación de la tradicional Marimba guatemalteca, un instrumento musical típico del país.

Este árbol caducifolio, extendido por Centroamérica y parte de Sudamérica está en peligro de desaparición. Su nombre, por cierto, viene de la especial relación que guarda con las hormigas que viven y se alimentan en él, probablemente a partir del micelio que cultivan entre sus ramas.

Otra especie arbórea que aparece en este bosque húmedo es el Cedro del Pacaya (Cedrela pacayana), de nuevo en la cuerda floja de la conservación, dada su extensiva explotación por parte de los pobladores de la zona. Mucho más frecuentes, los robles o encinos (Quercus sp.) resisten estoicamente las sacudidas y erupciones del Pacaya, contando con algunos ejemplares especialmente longevos. 11062011237

Uno en especial, que dicen de más de 300 años preside la zona denominada “Descanso del Roble” donde un par de mujeres nos ofrecen comer unas riquísimas naranjas de piel verde, peladas con una práctica llamativa, tanto como los condimentos con los que las ofrecen: sal o pepitas (con sabor a canela).

Aquí y allá (nos cuentan que mucho más en la vertiente sur) aparecen varias especies de coníferas, en particular el Pino Colorado (Pinus oocarpa), el Pino Triste (Pinus pseudostrobus) o el ciprés Cupressus lusitanica. A ellos se le añaden otros grandes árboles de esta Selva de Montaña por la que estamos caminando como el Canak (Chiranthrodendron sp) o la Anona (Annona sp) o el Aliso de la zona (Alnus jurulensis).

11062011282 No todas las especies han sobrevivido a la última erupción. Según Karina, ni orquídeas ni bromeliáceas han vuelto a dejarse ver. Con un poco de suerte, volverán, pues los suelos son fértiles, permeables y ricos en potasio y el ambiente húmedo y cálido. No lo tengo tan claro con las especies animales. De las 28 especies de mamíferos, es más que probable que los más grandes hayan desaparecido: coyotes (Canis latrans), gatos de monte (Urocyon cinereoargentus), puerpoespines (Coendu mexicanus) y armadillos (Dasypus novenoncintus) ni están ni se les espera. Al menos roedores y murciélagos tienen una oportunidad, igual que ranas y salamandras (los anfibios más habituales de las 127 especies de la herpetofauna guatemalteca presentes en Pacaya) o las más de 150 especies de aves presentes en el Parque.

 11062011239 El Volcán Pacaya no es el único de la zona. El Volcán de Fuego, el Volcán de Agua y el Volcán Acatenango acompañan al Pacaya en la vecindad de los volcanes, un espectáculo poderoso bajo el que sobreviven numerosas poblaciones.

Según wikipedia: “El volcán de Pacaya es parte del Arco Volcánico Centroamericano, una cadena de volcanes situada a lo largo de la costa del Pacífico de Centroamérica, que se formó por la subducción de la Placa de Cocos debajo de la Placa del Caribe. Yace en la orilla de una considerable caldera formada en el era del Pleistoceno que contiene el lago de Amatitlán. La caldera se formó como resultado de al menos noventa grandes explosiones a lo largo de 300.000 años, generando un total de 70 km³ de magma.”

11062011243 Según vamos ascendiendo la cubierta vegetal va dando paso al desierto. Los claros comienzan a hacerse mayores que los retazos de bosque, pero mucho más influidos quizá por el desastre de mayo de 2010 que por la natural sucesión de comunidades sociovegetales dependientes de la altitud o el suelo. Esto es especialmente doloroso en el llamado “Descanso de las epífitas”, en el que si algo falta son precisamente, las plantas aéreas que crecen sobre otros árboles.

11062011245Y entonces desaparece la vegetación y sólo queda ante ti la enormidad del Volcán de Pacaya. La lava desmenuzada y los restos de ceniza y piedra pómez cubren toda la vista, que es especialmente hermosa. Un pequeño valle con una rala vegetación antecede a la gloriosa visión del Volcán, aún activo.

El Pacaya es un volcán de tipo estromboliano, que combina erupciones explosivas con periodos de calma de duración variable. La presión generada por los vapores del propio magma provocan explosiones piroclásticas de gran potencia, que pueden incluir bombas además de las tradicionales cenizas y lapilli (piedra pómez).

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La visión del Volcán de Pacaya es singular. Hay un puesto a 2350 metros (el cono, partido en dos en la última erupción, está a 2552 metros) que vende baratijas 11062011256de gran calidad realizadas con material del volcán. Se trata de pendientes, collares, pulseras, etc. realizadas con plata y lava y vendidas por un tipo muy agradable y atento. A 10$ la pareja de pendientes.

11062011258Poco más allá, Karina nos muestra una serie de aperturas y agujeros por los que se nota el calor del gas que se expulsa de forma continua por parte del Pacaya. Pasamos por debajo de ellos como han hecho cientos de turistas antes que nosotros y muchas otras gentes antes aún. Se siente calor en su interior, un calor seco y sofocante que empareja bien con el negro iridiscente de muchos de los gránulos de lapilli que se esparcen por el suelo.

11062011263 Nos despedimos del volcán con unos Marshmallows. Y es que es muy típico comprar unas tradicionales esponjitas de colores (los marshmallows) y calentarlos hasta que se derriten en el palo donde los has clavado. 11062011253

¿Y con qué se derriten?

Pues con el mismo calor que utiliza la central geotérmica de más abajo, en el mismo sustrato que enriquece la vida que crece en el Parque Nacional, en las suaves condiciones que inesperadamente pueden provocar el mayor de los desastres y con las manos de una chiquilla encantadora y valiente, Karina, que nos guía con su sonrisa de oro por un paisaje que más que marciano es totalmente terráqueo.

El paisaje volcánico del Pacaya.