Hoy en día no sólo están aceptados como movimiento artístico sino que son valorados y llegan al público (no como el arte más contemporáneo, que por no llegar no creo que ni comience a caminar). Y gustan. No sólo en las subastas o en medios especializados.
Gustan a la gente. Transmiten, interesan, acercan el arte a los que no les importa o les resulta indiferente.
No siempre fue así. Cuando Renoir presentó en sociedad algunas de sus obras recibió críticas feroces y violentas. "Amasijo de carne en descomposición" denominaron a un precioso torso de mujer desnudo. Qué no dirían del Baile en el Moulin de la Gallette de 1876 que se muestra de forma tan espectacular en el Museo d'Orsay (junto al torso femenino antes mencionado).
Todo comenzó a principios de la década de 1860 en París, en el estudio del pintor Charles Gleyre, que se convirtió en el lugar de encuentro de una serie de jóvenes pintores que iban a marcar un antes y un después en el mundo de la pintura. Primero se inscribió Auguste Renoir en 1861. Claude Monet, Alfred Sisley y Frédéric Bazille (que murió muy joven en la guerra)se le unieron en poco tiempo, todos ellos interesados en la corriente realista. La amistad que mantuvieron durante su vida comenzó en este momento. Bazille conoció en 1863 a Cezanne y éste les presentó a Pissarro, formando un grupo con intereses artísticos comunes.
Desde el primer momento, su intención fue plasmar en sus lienzos las variaciones que la luz provocaba en los objetos (Renoir prefería a las personas). La luminosidad con la que contaban sus obras era sorprendente, como lo fue el revés que se llevaron al presentar sus cuadros en sociedad.
La urraca (1869), de Monet, es prodigioso. Resplandeciente de luz, con una gama de blancos variada y con una escondida urraca como motivo escondido de la obra, este cuadro no fue aceptado en el Salón del Arte de aquel año, como tampoco lo venían siendo las obras de Renoir, Cezanne o Manet.
Manet es el pintor de pintores de esta época. El Louvre guarda sus cuadros previos a su implicación en la nueva corriente artística que protagonizaron Renoir y compañía. Con Olimpia (1863) rompió moldes.
Sólo Emile Zola le supo defender (le dedicó un curioso retrato, agradecido). Olimpia es una prostituta que posa como la Venus de Urbino de Tiziano, pero con más brutalidad, con un contraste inusual que separa la línea del arte clásico que hasta entonces ha realizado.
El Musée d'Orsay guarda un buen número de obras de Édouard Manet. Las salas a él dedicadas (y las que te encuentras en otras colecciones y en pasillos varios) son algunas de las más conmovedoras. Precisamente, acompañando a Olimpia está El Pífano (de 1866, que pedazo de homenaje al Pablo de Valladolid de Velázquez) o El Balcón (de 1869, otro homenaje, esta vez a Goya).
En la planta superior espera el retrato de Berthe Morisot. En realidad, ella estaba ya apoyada en el balcón de verdes enrejados. Morisot era su cuñada y la volvió a pintar en sucesivas ocasiones. El retrato de 1872 con el casi invisible ramo de violetas transmite encanto, pasión... "poema retratado" lo denominó Paul Valéry.A partir del retrato de Morisot, Manet comienza a experimentar como Monet y Renoir.
Pero Berthe Morisot era mucho más que una modelo inteligente. Era una pintora sensible, discípula de Manet, especializada en la pintura al aire libre pero también en retratos e interiores. La cuna, Joven con vestido de baile o La hortensia (más abajo) son las obras más conocidas de esta mujer asombrosa.
Volviendo a finales de la década de 1860, Manet se erige en líder de los artistas mientras los demás van recibiendo algunos encargos que les sirven para superar su penosa situación económica, tal y como escribió Renoir: "No comemos todos los días, pero aún así estoy de buen humor. (...) Monet nos invitaba de vez en cuando a comer. Y entonces nos atiborrábamos de pavo mechado, para el que había vino de Chambertin". Monet y Renoir utilizarán como modelo, en el verano de 1869, un cabaret flotante en la isla de la Grenouillère tomado directamente del natural, interesándose por el cambio de tonalidades en los objetos según la luz incida en ellos o por las atmósferas creadas por el aire alrededor de esos objetos.
Estaba surgiendo el impresionismo. Un cambio de aires en el jurado del Salón de París permitió que en los últimos años de esta década los jóvenes creadores mostraran sus obras en la exposición oficial. Pero en julio de 1870 estalla la Guerra Franco-Prusiana y todos los artistas, en edad militar, son llamados a filas. Monet y Pisarro abandonaron Francia para irse a Londres, Bazille murió, Manet se quedó en París, Cézanne se retiró y Renoir fue destinado al 10º regimiento de Cazadores.
Las consecuencias de la derrota de Napoleón III ante Alemania afectarán también al campo del arte ya que el nuevo jurado del Salón rechazaría sistemáticamente toda innovación, no dudando en criticar e incluso ridiculizar las obras de este grupo de artistas. Su situación económica era cada vez peor, por lo que en 1873 fundaron una asociación de artistas encaminada a exponer sus trabajos al margen de las instituciones oficiales. El marchante Durand-Ruel,se interesó por sus obras y compró sus lienzos, aun a riesgo de perder dinero.
La primera exposición de este grupo se celebró entre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874, exhibiendo sus trabajos un total de 30 artistas entre los que encontramos a Boudin, Pissarro, Guillaumin, Cézanne, Monet, Gautier, Sisley, Renoir, Morisot y Bracquemont.
Manet siempre se negó a participar en estos Salones alternativos; otros se unieron después, como el artista y mecenas Gustave Caillebotte, cuyos Cepilladores de parquet de 1875 llamó poderosamente la atención.
Acudieron unos 3.500 visitantes que, en su mayoría, se rieron de lo allí expuesto. Louis Leroy, el crítico de la revista "Chirivari" aludió peyorativamente a los miembros del grupo llamándoles impresionistas, tomando el título de un cuadro de Monet (Impresión, amanecer) para hacer una irónica burla de la muestra, pero el nombre gustó a los miembros del grupo que desde ese momento se denominaron así.
Al año siguiente los impresionistas volvieron a realizar su segunda exposición, esta vez en la galería de Durand- Ruel. Renoir acudió con quince cuadros, entre otros Torso desnudo al sol. El crítico Albert Wolff escribió en "Le Fígaro": "Cinco o seis locos se han encontrado aquí, obcecados por su aspiración de exponer sus obras. Mucha gente se desternilla de risa por estas chapuzas" catalogando el Torso Desnudo de Renoir como un "amasijo de carnes en descomposición".
La respuesta del pintor ante tan graves críticas será realizar su obra maestra: El Baile en Le Moulin de la Galette (arriba, al principio) presentada en la tercera muestra impresionista, celebrada en 1877 y cuyas ventas fueron escasas.
El merendero al pie de Montmartre sirvió de modelo: los personajes están salpicados de manchas oscuras y claras, el sol vibrante o su sombra hacen mella en sus vestidos y en su piel. La obra confundió a la crítica por la imprecisión de los contornos y la vibración de los colores.
En la década de 1870 Monet se instaló en Argenteuil y todos, incluso Manet se reunieron con él allí. Renoir, Sisley, Caillebotte y Monet pintaron juntos, aunque cada uno con su estilo.
Monet se entregó al cielo y el agua, a los reflejos y efectos fugaces de la luz. Regatas de Argenteuil de 1872, cuadro que dejó en esbozo por voluntad propia, hace sentir el reflejo luminoso del agua, con una imagen doble, de pincelada corta, que permite ver la realidad y su reflejo.
Éstas son las historias que se cuentan en el Musée d'Orsay, la espléndida Estación de Tren convertida en Museo del Impresionismo y visita obligada en París para todos aquellos a los que les guste el arte.
La idea es fascinante. En los años 70-80 se decidió no deshacerse de este edificio histórico (que en su momento supuso una aportación significativa al paisaje de la ciudad frente al Sena, pero que en los años 80 era tildado de feo y querían derribarla) y convertirlo en un museo que, inaugurado en 1986, ya ha recibido a cincuenta millones de visitantes.
Además de los artistas que ya se han mencionado, la lista incluye también a Degás, Pissarro, Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Signac, Seurat...
Las bailarinas de Degás se miran en el reflejo de las manzanas y naranjas de Cézanne, El Ángelus y Las espigadoras de Millet crean el ambiente necesario para quedar hechizados y poder admirar a La madre del artista de Whistler.
La siesta de Van Gogh acompaña a otras obras conocidas del pintor de la oreja cortada y comparte museo con los preciosos paisajes de Pissarro.
El caso es que perderse por los luminosos pasillos del Musée d'Orsay es garantía de encontrar aquellas obras que siempre conociste y descubrir otras que, seguro, te dejarían impresionado, valga el chiste malo.
Por cierto, respecto a la historia de los impresionistas, Renoir volvió a París en 1919 para contemplar como una de sus obras estaba expuesta junto a Las bodas de Canáa del Veronés.