30 de diciembre de 2007

Tumbas egipcias (II): El Valle de los Reyes

Frente a esta montaña en forma de cuerno (decían los antiguos) se concentra ahora un gran número de gente. En el pasado también, pero con un objetivo bastante diferente.

A esta montaña, los antiguos egipcios la denominaban Qurn (el cuerno) y a los habitantes de la antigua Tebas pudo muy bien recordarles las antiguas pirámides que los faraones de anteriores dinastías habían ordenado construir para sus tumbas.

Después de ver como muchas de aquellas tumbas (mastabas y pirámides) habían sido saqueadas, los faraones del Imperio Nuevo, de las dinastías XVIII a la XX decidieron construir sus tumbas aquí, en el Valle de los Reyes. También aprovecharon para construir algunos de los templos funerarios más importantes de su historia, como el Templo de Hatshepsut en Deir el Bahari. Templos y tumbas se encontraban en este Valle por una razón importante: por aquí se ponía el sol. Por aquí comenzaba el viaje nocturno del Sol hasta amanecer al día siguiente por el oriente, por la Tebas de los vivos y de los templos de oración a los dioses.

Y es que la muerte para los egipcios tenía una gran trascendencia. Suponía un largo viaje para el que el fallecido tenía que preparse conciezudamente. Este viaje se asimilaba al viaje nocturno que el sol realizaba cada noche cuando se ponía por el Oeste, precisamente el punto cardinal donde se sitúa el Valle de los Reyes respecto de la antigua Tebas (actual Luxor).

En muchas de las tumbas del Valle de los Reyes existen indicaciones precisas para este viaje. Cuando vimos la exposición "Las horas oscuras del sol" que sobre el viaje nocturno que el faraón Thutmosis III debía realizar en paralelo al sol. Esta exposición se realizó en el Museo Arqueológico Nacional y poco pudimos imaginar que podríamos visitar su tumba en el propio Valle. En ella se trata la regeneración del faraón difunto mientras acompaña al Dios Sol en su viaje al inframundo.

La foto superior corresponde a la hora 12 del Libro del Amduat, la última hora de la noche, en la que el dios Sol (en la barca solar) se encarna rejuvenecido bajo la forma de una enorme serpiente de más de 60 metros para aparecer en el cielo a la hora del alba bajo la forma de Khepri, el escarabajo y comenzar de nuevo su recorrido diurno.

Todas las tumbas del Valle de los Reyes revelan en sus paredes parajes de los libros que los sacerdotes consideraban más adecuados (como en los Belenes, esto va por modas, el Libro del Amduat fue sustituido por el Libro de las Puertas a partir de Horemheb y éste a su vez por el Libro de las Cavernas en época ramésida) para guiar al espíritu del fallecido en estas horas tan complicadas.

La verdad es que la mayoria de las tumbas están profusamente ilustradas. Son espectaculares y es decir poco. Todo este trabajo no se hacía en un rato. La construcción de la tumba llevaba años y se comenzaba cuando un nuevo faraón era nombrado por los dioses para llevar las riendas del país. Era entonces cuando los habitantes del cercano poblado de Deir El Medina, excavadores profesionales, se dedicaban a construir la tumba bajo la supervisión del arquitecto real (muchas veces también visir) e incluso el propio faraón.

El Valle de los Reyes está situado en un wadi, una depresión producto de lluvias torrenciales y la erosión consiguiente durante el Pleistoceno. Allí, por su cercanía con el río Nilo y por la facilidad de acceso y excavación en algunos de sus puntos, decidieron los faraones de la Dinastía XVIII disponer sus tumbas. Thutmosis I inició esta costumbre que duró muchos siglos, teniendo como excepción el periodo de Amarna en el que Akhenatón la lió un poco.

Cuando el faraón era nombrado se comenzaba la excavación de la tumba, trabajando ocho horas al día durante ocho días (con dos de descanso). Primero los canteros y excavadores; después otros obreros alisaban las paredes que éstos habían abierto. Más tarde los artesanos aplicaban una capa de yeso y esbozaban en color rojo los futuros relieves, dibujos y jeroglíficos que decorarían las salas. Los artistas más destacados pintaban y escribían (en negro ya) las versiones finales. Este proceso duraba mucho tiempo, sobre todo porque las tumbas son amplísimas.

Se dice que, precisamente, la de KV 62 (King Valley 62), la de Tutankhamón, es tan pequeña porque el reinado de este faraón fue muy corto y a los obreros no les dió tiempo a terminar el plan inicial. Si acababan a tiempo la tumba real, los trabajadores de Deir el Medina (de los que se han hallado un gran número de documentos de gran detalle: proclamas de huelgas, cartas de amor, propagandas,distribuciones de trabajo..) se podían dedicar a realizar otras tumbas privadas, como las de los Valles de las Reinas y de los Nobles, cercanos al Valle de los Reyes.

Los faraones de la dinastía XVIII (de Thutmosis I a Horemeb) decidieron situar sus tumbas en lugares de dificil acceso o bien en el plano del suelo. Los ramésidas eligieron accesos más sencillos posíblemente para poder realizar algún rito u ofrenda a posteriori de la muerte. Por eso la mayor parte de tumbas de las dinastías XIX y XX están saqueadas desde la antiguedad y de la XVIII se han hallado algunas (quizá también debido a los escombros acumulados sobre las mismas). Tal fue el caso del hallazgo de la tumba de Tutankhamón en 1922 por Howard Carter que tanta fama dió al Valle.

En la actualidad las tumbas están amenazadas no (posiblemente) por los saqueos sino por la gran afluencia de turistas que se llegan aquí. Por eso, con la entrada sólo se pueden visitar tres tumbas, habiendo dos más (la de Tutankhamón y la de Ramsés VI) que se pagan aparte.

Y por eso nosotros sólo pudimos visitar cinco tumbas de las de Valle, quedándonos con las ganas de ver la de Horemheb o la de Seti I (padre de Ramsés II), que según se dice, es la más bella del Valle de los Reyes. Pero mereció muchísimo la pena, quedamos encandilados con las tumbas que pudimos ver.

La nomenclatura, por cierto, se desarrolla geográficamente de occidente a oriente desde la tumba más cercana a la entrada y se ha ampliado según se han ido añadiendo nuevos descubrimientos. Las únicas tumbas halladas con prácticamente todo el ajuar funerario intocado han sido la de Tutankhamon (KV 62) y la de Yuya y Tuya (KV 46) -padres de Ty, esposa de Amenhotep III-. Una buena (y fascinante) parte de los objetos hallados en estas tumbas los pudimos ver a placer en el Museo Egipcio de El Cairo.

Las Tumbas que sí pudimos ver fueron las siguientes:

Tumba de Ramsés IV (KV 2).

Nada más dejarnos el trenecito en la entrada al propio Valle aparece esta tumba a mano derecha. Se trata de la tumba de Ramsés IV y aprovechamos lo temprano de la hora para verla pácticamente a solas.

La KV2 fue abierta en el pasado, lo que se evidencia nada más entrar al encontrar algunas pintadas de los cristianos coptos: alguna cruz e incluso una figura de un santo aparecen entre las pinturas.

Por ser la primera, nos sorprendió mucho. Desde la entrada, un prolongado corredor con pinturas murales a los lados y en el techo se dirige recto hacia una cámara funeraria cuyo lugar central está ocupado por un gran sarcófago de granito rojo perteneciente al rey.

El sarcófago se puede rodear, asistiendo asombrados a imágenes del Libro de las Cavernas o del Libro de las Puertas con indicaciones de lo que Ramsés IV debía hacer para pasar la vida eterna y renacer cada mañana. En el techo, representaciones de Mut, la Diosa del Cielo, esposa de Amón y madre de Jonsu, las más tempranas de las aparecidas en el Valle de los Reyes.

Por cierto que de esta tumba se han encontado papiros originales con el plano de la tumba (el papiro Harris) pero no está claro si se hizo antes o después de la obra.

Tumba de Tutankhamón (KV 62).

Está prácticamente en el centro de los caminos que dirigen a los turistas hacia el resto de tumbas. Hay que pagar una entrada especial.

Si no hubiera sido el caso más conocido, esta tumba sería de las menos interesantes, sobre todo por su reducido tamaño y su práctica carencia de pinturas (salvo en la propia cámara funeraria).

La entrada es angosta y la bajada bastante pronunciada. Al llegar a la cámara principal sorprenden varias cosas.

En primer lugar,que se ha decidido que el interior de la tumba no sólo albergue uno de los sarcófagos cubiertos de oro de la tumba del faraón, sino que también aloje al propio rey. Éste hecho ha sido noticia en varios medios, por ejemplo en EL PAÍS del 5 de noviembre, http://www.elpais.com/articulo/cultura/Tutankamon/presenta/sociedad/elpepicul/20071105elpepicul_1/Tes, de forma que la momia de Tutankamón se ha ubicado en la cámara previa a la propia cámara funeraria para admiración de los turistas (a los que se obliga a bajar sin cámara de fotos).

Otra cosa que sorprende es lo pequeño del habitáculo de la tumba. Sobre todo por la excepcional cantidad de objetos que Howard Carter halló en la misma en 1922.

Tal y como recogen las fotos de Harry Burton de la época (como la que he incluido un poco más arriba), todos los objetos aparecían apelotonados y desordenados.

Las prisas por enterrar al joven rey (posiblemente en una tumba preparada para algún noble) provocó que la tumba fuera menos espléndida de lo habitual y que la preparación del ajuar funerario fuese tan precaria.

Es cierto que no es tan bonita como el resto de tumbas, pero entiendo que es una vista imprescindible, aunque sólo sea por lo que representa. Las pinturas son bastante llamativas. Son más grandes que las de otras tumbas y por ello más fácilmente reconocibles sus motivos y personajes.

En la Cámara Funeraria aparecen grandes figuras que representan parte de los rituales concernientes con la muerte del faraón. De derecha a izquierda aparecen el Dios Osiris con Tutankámón y su Ka, la Diosa del Cielo Mut recibiendo al jóven faraón en el reino de los dioses y éste caracterizado como el ya fallecido Osiris con los flagelos reales como parte de la llamada "ceremonia de la apertura de la boca".

En la pared Oeste, registro superior, se ven cinco divinidades en una barca solar. Abajo, doce babuinos en cuclillas que representan las doce horas de la noche a través de las cuales el sol viaja hasta alcanzar el amanecer. En el centro, el sarcófago forrado en oro en la caja de cuarzita orginal del faraón.

La visión de los magníficos objetos hallados en la tumba por Carter en el Museo Egipcio de El Cairo es tan absorbente que ni un día daría para ver con detalle todo. Es curioso que la gente se fije más en los objetos de oro (sin duda, lo merecen), pero a mí me llamaron más la atención las mesas, los carros de combate, las gigantescas cajas donde se ubicaban los sarcófagos, los ushetbits, las barcas solares, la caja canópica con las diosas Isis y Selkis o el impresionante Anubis.... tantas cosas por ver y tan poco tiempo para hacerlo¡

Tumba de Thutmosis III (KV 34).

Ésta es una de las tumbas más fascinantes de todo el Valle. El acceso a la misma es complicado. Hay que ascender un buen tramo de escaleras hasta una apertura en lo alto de un farallón calizo. Al llegar a la entrada, un amable egipcio que espera propina te ofrece un trozo de cartón para que pueda utilizarse como abanico, dado que el calor abajo es bastante sofocante.

La bajada también es pronunciada, pero el esfuerzo merece la pena. La estructura de la tumba es complicada disponiendose en varios pisos y cámaras.
Han instalado luz y ventiladores para facilitar la visión del Libro Imydwat o Amduat, el Libro de guía hacia el Inframundo que debía seguir Thutmosis III de camino a la vida eterna.

Lo he descrito un poco más arriba, pero la sensación es inolvidable. La estética es muy, muy diferente de las del resto del Valle, parece estar escrita en un papiro....

En la cámara funeraria espera el sarcófago del rey que, previa propina al vigilante, nos descubrió en su fondo la efigie del propio faraón.

A la entrada de cada tumba hay un panel explicativo, lo que se agradece pues no se permite a los guías acceder al interior de las tumbas.

Supongo que es para tratar de evitar aglomeraciones de turistas y que el anhidrido carbónico que éstos expelen (expelemos) no contribuya a perjudicar los frescos y relieves.

Todas las pinturas están protegidas por paneles de cristal por similares razones.

Sin embargo, especialmente en esta tumba, sí se hecha de menos la guía de alguien experto que ayude a descifrar las horas nocturnas del sol... teníamos que haber llevado el catálogo de la exposición del Museo Arqueológico Nacional.

De la tumba recuerdo vívamente una escena de una de las columnas de la Cámara Funeraria. En ella aparece el gran Faraón Thutmosis III, el faraón guerrero que amplió los límites de Egipto de una forma excepcional.

Pues bien, en la escena, la Diosa Isis transformada en un árbol Sicomoro da de mamar al faraón. Una imagen llamativa y evocadora.

Thutmosis III gobernó de c. 1479 a 1425 aC, siendo uno de los monarcas más importantes y poderoso de los tres mil años de civilización faraónica.

Sus primeros años de reinado hubo de compartirlos con su tía Hatshepsut, quien se hizo coronar como faraón y rey y gobernó muchos años antes de que el jóven Thutmosis accediera al trono.

En el templo de Deir El Bahari, el Templo de Hatshepsut, hay una pequeña capilla dedicada por este gran faraón.

Tumba de Ramsés III (KV 11).

Los exploradores iniciales de esta tumba la llamaron "La tumba de los Arpistas ciegos", pues son éstos las figuras más llamativas de la KV 11.

Esta tumba pertenece al último gran faraón ramésida de la Dinastía XX. Con Ramsés III, que gobernó de c. 1184 a 1153 aC se escribieron las últimas líneas de grandeza del Imperio Nuevo.

Su tumba tiene un acceso muy sencillo y se encuentra en frente de la de Tutankhamón y la de Ramsés VI. Como el tiempo se acababa, tuvimos que recorrerla muy aprisa.

Pudimos ver, efectivamente, a los arpistas ciegos en una camarita lateral del recorrido principal de la tumba, muy recto hasta acabar en una Cámara Funeraria bastante bonita. En general, la tumba es muy elegante.

Después de la Cámara quedan otras cámaras por adaptar para la visita. Recuerdo, sobre todo, muchas tonalidades en blanco en los corredores de esta tumba.

Tumba de Ramsés VI -y Ramsés V- (KV 9).

Para entrar a esta tumba también hay que pagar una entrada aparte. Y la verdad es que lo merece.

Ramses VI fue el quinto faraón de la XX dinastía y gobernó entre 1142 y 1134 aC. Hijo de Ramses III, usurpó el trono a su sobrino Ramses V y fue sucedido por su hijo Ramses VII.

Además, también le usurpó la tumba que Ramsés V tenía preparada, pero no debió darle mucho tiempo pues dejó la Cámara Funeraria a medio terminar.

Y sin embargo, es una Cámara Funearia (y una tumba, en general) verdaderamente espectacular, posiblemente la mejor de las cinco que pudimos visitar. Es posible que al ver las tumbas durante un tiempo tan corto y que muchas de ellas se parezcan, pueda confundir las características de unas y otras. Pero la tumba de Ramsés VI es tan espectacular que eso es difícil.

La tumba está profusamente decorada, con gran colorido e incluye un amplio número de textos religiosos (algunos de ellos únicos). La KV9 ha estado abierta desde la antiguedad y tiene muchos graffittis griegos, romanos y cristianos en sus paredes.


La entrada no tiene escalones, sino que una suave rampa te permite acceder al interior (bueno, y darle una propinilla al guarda si te quieres hacer una foto en la puerta... con él). Las paredes de esta primera zona tienen relieves que han sufrido mucho a lo largo de la historia, pues están piqueteados y dañados. Poco después comienza el espectáculo colorista.

En las paredes aparecen imágenes de muchos de los libros guía para el difunto... el Amduat, el Libro de las Cavernas, el Libro de las Puertas... Paredes y techos están totalmente cubiertos de escenas alucinantes, maravillosas, sobrecogedoras...


Mientras que la tumba de Ramsés III la recuerdo luminosa y con protagonismo del color blanco, en este caso hay mucho más colorido, sobre todo en los techos. Por ejemplo, con estos buitres míticos que sobrevuelan desde el techo las barcas solares que llevan al sol y al faraón en su recorrido nocturno. Efectivamente:

En la imagen el faraón es transportado en la "barca solar" hasta el reino de los muertos, al igual que hace Ra cada día navegando en la "mandyet" de este a oeste y, durante la noche, en la "mesektet" de oeste a este por el reino de los muertos donde domina el caos; de este modo su alma vive eternamente en este continuo periplo. Abajo aparecen personajes del pueblo.

Pero quizá lo que más nos impactó fue la Cámara sepulcral. Ésta es enorme y por lo que nos contaron está inacabada (algunas partes de la cámara son muros sin desbastar si quiera). A pesar de ello, la decoración es tan sublime que la Cámara es difícil de olvidar.

En el centro de la Cámara se encuentra el sarcófago de Ramsés VI. Curiosamente, está hecho pedazos (aunque se ha restaurado junto con el resto de la Tumba para poder cobrar su entrada aparte).

La razón es sencilla pero sorprendente. Los ladrones que ya en la antiguedad robaron en la tumba trataron de aprovechar el granito rojo y el verde de los diferentes sarcófagos del rey.

Ante el enorme tamaño de uno de ellos, los ladrones al intentar romperlo en pedazos (lo cual debió ser un esfuerzo portentoso viendo el grosor de las paredes del sarcófago), una parte quedó en el foso e impidió la salida del resto del material, que quedó allí.

Cuando lo excavaron en 1985 se encontraron incluso algunos ushetbis entre los restos.

De la Cámara fascina el techo, que se repite de otras salas anteriores pero que aquí alcanza un grado de espectacularidad impresionante.

El techo abovedado de la Cámara sepulcral está decorado con dos composiciones que describen el viaje del dios Sol a través de los ciclos del día y de la noche.

En este techo destacan dos figuras enormes y sugerentes: se trata de dos imágenes de la Diosa Mut, una a espalda de la otra, y que engloban cada una de ellas al Libro del Día (arriba) y el Libro de la Noche (abajo).

Al final del Libro del Día, Mut se prepara para comerse el disco solar en el crepúsculo, como primera fase del viaje nocturno del dios Sol a través de su cuerpo.

Pero también otros libros aparecen en esta Cámara. En las paredes se desarrolla El Libro de la Tierra o Libro de Aker.

En definitiva, es una ubicación que abruma ante tanta información y que destaca de otras tumbas por su cuidado colorido y dimensiones.
El sarcófago original hace muchos siglos que dejó de contener la momia del faraón. Los ladrones de tumbas la acuchillaron y destrozaron cuando trataron de hacerse con sus joyas. Y sin embargo, en la actualidad se puede ver, junto con otras momias de grandes faraones en el Museo Egipcio de El Cairo.

La historia del hallazgo de las momias reales en el Valle de los Reyes es una de esas leyendas reales que dejan maravillado a quien las oye.

Éste es el relato que se incluye en el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto: "La historia de este increíble puzzle comienza en la dinastía XXI (1000 a. de C.). En aquel momento Egipto pasaba una época de crisis en la que los saqueos de tumbas estaban a la orden del día.

El Valle de los Reyes de Tebas y otras necrópolis regias de los alrededores eran continuamente amenazadas. Los saqueadores de tumbas buscaban objetos de valor para hacer negocio e intentar salir así de la precaria situación que los ahogaba cada vez más.

Ésta fue la razón por la cual los sacerdotes de Tebas decidieron reagrupar las momias reales de sus gloriosos ancestros en diferentes escondites seguros, a salvo de las manos de los ladrones.

Tras abrir las tumbas, se recuperaron los cuerpos y una parte muy pequeña de sus ajuares. En ocasiones, los sacerdotes llegaron tarde. Algunas de las momias tuvieron que ser vueltas a vendar después de haber sufrido el atropello de los saqueadores. Otras, sencillamente, fueron trasladadas de su lugar de origen hasta un nuevo emplazamiento, más escondido y seguro.

Sobre las tapas de los ataúdes de madera que cubrían los restos de los faraones, se inscribió el relato de lo sucedido, además del nombre del inquilino momificado. Sin embargo, lo que en un principio no debió de suponer más que un simple trámite burocrático, una simple mudanza de momias, debió de convertirse en un verdadero problema para los sacerdotes.

En algunas tapas podemos leer que se han escrito varios nombres reales, tachando unos y escribiendo otros encima, de lo que se deduce que, en un momento dado, los sacerdotes dejaron de ver con claridad quién era quién, no sabiendo a cuál pertenecía cada uno de los cuerpos.

El más importante de los escondites que utilizaron fue el de Deir el Bahari, descubierto en 1881. En aquella ocasión el Servicio de Antigüedades, bajo la dirección de Gaston Maspero, siguió la pista de una famosa familia de ladrones de tumbas, los Abd er Rassul, después de descubrir en el mercado negro de antigüedades de Luxor la presencia de piezas de incalculable valor.

En su interior aparecieron, entre muchas otras, momias cuyas etiquetas se correspondían con Amenhotep I, Tutmosis III, Seti I, Ramsés II, Ramsés III, etcétera, al igual que los cuerpos de importantes reinas. En total, 35 momias entre las que había grandes sacerdotes y cuerpos, hoy todavía sin identificar.

Años más tarde, en 1898, el francés Victor Loret descubrió en el Valle de los Reyes la tumba de Amenhotep II, a la que denominaron KV35. En una de sus habitaciones estaban las momias de reyes como Amenhotep III, Tutmosis IV, Seti II o Siptah, entre otros, así como ataúdes y elementos del enterramiento de algunos de los monarcas descubiertos años antes en Deir el Bahari.

Entre las 17 momias que se descubrieron en esta misma tumba, apareció la que en 2003 la Dra. Joann Fletcher identificó con la reina Nefertiti, la esposa de Amenofis IV, Akhenatón.".

Pero la mejor información que del Valle de los Reyes se puede obterner se encuentra en la página web del Theban Mapping Project http://www.thebanmappingproject.com/ en la que, de un modo maravilloso, se pueden encontrar vídeos, imágenes, planos, dibujos y cualquier material sobre este lugar único que representó el sitio de descanso eterno de tan grandes personajes de la historia.

Un lugar que sigue dando sorpresas: investigadores siguen trabajando en él. Por ejemplo, dilucidando de quién son las momias que han encontrado en la tumba KV63... hay quien dice que puede ser de una de las mujeres de Tutankhamón.