5 de enero de 2008

Tintín en el mundo de Hergé

"Tintín compra en el mercado viejo la maqueta de un galeón antiguo. Resulta ser una réplica del navío que gobernaba el antepasado del capitán Haddock, el caballero de Hadoque, que luchó contra el pirata Rackham el Rojo, que transportaba en su barco un gran tesoro que permanece escondido desde hace siglos."

Así comienza "El Secreto del Unicornio", una de las aventuras más populares (y favorita de muchos) de Tintín, acompañado ya por un inestimable Capitán Haddock.

Sinceramente, creo que la incorporación del Cápitán Archibald Haddock le proporciona a Tintín el contrapunto ideal para las ocurrencias de este reportero (si bien son muy contadas las crónicas que se le conocen) que se mete en mil y un entuertos.

Hasta la aparición de Haddock en "El Cangrejo de las pinzas de oro" era el perro Milú quien le hacía la réplica. Siendo realistas, las posibilidades de Milú están a años luz del enrrabietado Capitán, quien se convierte en un verdadero co-protagonista de las aventuras del jóven belga.

No hay duda de que Tintín es un cómic de aventuras. Tintín recorre el mundo en sus 22 álbumes (24 si contamos "Tintín en el país de los Soviets" y el inacabado "Tintín y el arte alfa"), yendo de la China a Egipto, del Congo a Escocia o de Sudamérica a la mismísima Luna.

Leyendo Tintín nos embarcamos no en uno, sino en muchos mundos diferentes, bien documentados, bien representados mediante historias bien narradas que siempre dejan cabida a la anécdota graciosa (Hernández y Fernández o el profesor Tornasol están para eso) pero enmarcadas en una historia global que ya quisieran para sí muchos guionistas de Hollywood. Bueno la verdad es que sí las han querido para sí: Spielberg y Peter Jackson están preparando una trilogía.

Pero lo más sorprendente de todo es la pervivencia de estas historias que, asombrosamente, están escritas la mayor parte de ellas entre las décadas de los 30 y los 40 del siglo pasado. Y aún resultan fascinantes y aptas para cualquier público.

No han envejecido un ápice. Bueno, alguna quizá sí. "Tintín en el Congo", una de sus primeras obras es vista ahora como un anacronismo: Tintín aparece en plan colonial, tratando a los "negritos" del Congo como encefalogramas planos necesitados de un europeo que les ilumine y cazando animales en una viñeta sí y en otra también.

Pero ello no es sino evidencia de lo que George Remí, Hergé, hacía para cada uno de sus álbumes: documentarse y tratar de representar en sus historias la realidad que tenía delante. De eso, mayormente, va la magnífica exposición que se ha presentado en la Fundación Carlos de Amberes. La exposición, "Tintín en el mundo de Hergé" no es sino la muestra de la amplísima colección de Jordi Tardá.

Este hergeólogo, como él se define, es un coleccionista en fase avanzada de Tintín (y también de los Rolling Stones). Ha conseguido piezas realmente asombrosas, desde figuras de los personajes que estaban en la mesa de trabajo de algunos de los colaboradores de Hergé hasta multitud de pieza y originales firmados por el maestro belga.

La exposición es cronográfica, desde las primeras aventuras de Tintín hasta el álbum inacabado sobre el arte alfa. Resulta esclarecedor lo que ha logrado Jordi Tardá. Ha buscado el origen de cada historia, ha rastreado los libros y las fuentes utlizadas por Hergé para cada álbum y las ha traído (recuerdo, por ejemplo un National Geographic utilizado para "El templo del Sol").

Pero además ha conseguido una colección completísima sobre el mito de Tintín y, sobre todo, sobre su autor, Hergé. Para cada album, Tardá ha conseguido ejemplares de sus primeras ediciones como historietas incluidas en "Le petit vingtieme" ó "Le Soir", ha conseguido ediciones raras o muy buscadas (incluidas las portuguesas: en algunos casos las primeras en ser coloreadas).

Y en todos los casos, la exposición explica el origen y el contexto en el que se mueve cada aventura. Ninguna está hecha al azar o por que sí. Todas tienen un trasfondo histórico que traslada al lector actual la situación que se vivía en el mundo en las décadas de lo 30 y los 40. Por ejemplo:

- "Los cigarros del Faraón" empiezan a aparecer el "Le petit Vingtiéme" el 8 de diciembre de 1932. Era la época en que la noticia de la maldición de la tumba de Tutankamon ocupaba muchas planas de los periódicos sensacionalistas.

- En "El Cetro de Ottokar", la trama está claramente influida por la época. La historia se publicó en Le Petit Vingtième del 4 de agosto de 1938 al 10 de agosto del año siguiente. Los signos que anunciaban la segunda guerra mundial eran numerosos y la Alemania de Hitler preparaba la invasión de Austria, que quedó anexionada convirtiéndose en una provincia mas del tercer Reich. En El cetro de Ottokar Borduria intenta anexionarse al país de Syldavia, con la ayuda de un tal Musstler, (cuyo nombre es una composición de Hitler y Mussolini). Los bordurios pueden identificarse con los nazis en muchísimos aspectos: los nombres, los uniformes, los aviones y por su táctica de infiltración en Syldavia.

- En "La oreja rota" publicada en Le Petit Vingtième a finales de 1935, Hergé incluye alusiones de la actualidad mundial. El conflicto entre San Teodoro y Nuevo Rico por el petróleo está basada en la sangrienta guerra del Gran Chaco, que enfrentó al Paraguay y a Bolivia durante los años treinta y duró tres años causando mas de 100.000 muertos. Hergé es casi absolutamente fiel a la realidad. Convierte "el Gran Chaco" por "el Gran Chapo" y transforma los nombres de dos compañías petrolíferas, pero todo el resto es de una exactitud escrupulosa.

Y sorprendentemente, las historias funcionan. Porque además, están maravillosamente desarrolladas y sus detalles se encuentran en todos los albumes.

Los detalles de los vehículos son sobradamente conocidos (hay colecciones de coches de Tintín). Para realizar, por ejemplo, el diseño del Unicornio con el que he comenzado, Hergé se basó en una precisa documentación de navíos del siglo XVII, en el museo de la Marina de París.

Lo mismo sucede para los aviones, los barcos... e incluso los cohetes, como el del ciclo de la luna, un ejemplo de anticipación más que de ciencia ficción, pues Hergé se documentó entrevistando a algunos de los científicos que ya en aquella época preparaban el viaje de Armstrong y compañia. Delicioso el álbum de "Aterrizaje en la luna" firmado por Hergé... y por Armstrong, Aldrin y Collins.

La exposición tampoco escatima detalles en cuanto al colaboracionismo que Hergé llevó a cabo cuando su Bélgica natal estuvo ocupada por los alemanes, continuando la publicación de Tintines en revistas controladas por el régimen ocupante.

Hergé se convierte en protagonista de la exposición. Su personalidad es compleja pero apasionante... tanto que ha conquistado el corazón de muchos lectores a lo largo del mundo y de las décadas. Algunos de ellos han colaborado en una gaceta que se da con la entrada, incluyendo al alcalde de Madrid, por ejemplo.

Un ejemplo de normalización del cómic como verdadero noveno arte, como motivo de una exposición sobresaliente que, aunque aprovechando un centenario, convierte a uno de los personajes icónicos más imporantes del siglo XX en el embajador que el arte secuencial necesita.

De forma que mucha más gente pueda valorar las que, al menos para mí, son algunas de las obras maestras del cómic protagonizadas por Tintín y si caterva de secundarios, sobre todo las obras dobles:

- "Los cigarros del faraón" y "El loto azul".
- "El Secreto del Unicornio" y "El tesoro de Rackham el Rojo"
- "Las siete bolas de cristal" y "El templo del Sol"


pero también "El asunto Tornasol" o "Las joyas de la Castafiore".

Dignas obras del mejor Hergé. Clásicos indudables y obras maestras del hermano menor de la literatura.