El Nilo es el segundo río más grande del mundo (sólo superado por el Amazonas) y navegar por él se convierte en una experiencia inolvidable. Y no sólo por la calidad del barco en el que lo hacemos, el Nile Festival, sino por los paisajes, las gentes, las aves, las escenas cotidianas, los barcos que lo surcan, la ingente marea de turistas que lo ocupan...
Pero también por el olor y el color de sus aguas, la vegetación de sus riberas, los restos arqueológicos que se entreveen en las cercanías, el tacto de la arena de las áreas de desembarco, el aspecto gargantuésco de la presa de Assuan que cercenó la libertad del gran río.
En resumen, navegar por el Nilo es una experiencia por sí misma. Pero una experiencia enriquecida por un trasfondo cultural y natural excepcional.
Una de las primeras cosas en las que se fija uno es en lo enormemente ancho que es el río. Anchura que facilita el gran tráfico que soporta. Ése es otro de los detalles en los que cae uno cuando comienza a navegar por él. Numerosísimos barcos recorren el río, llevando a las masas de turistas (nosotros somos unos más de ellos) en recorridos llenos de encanto, habitualmente entre Luxor y Assuan. Los barcos son enormes, hoteles de lujo navegantes que permiten transportar a un número ingente de viajeros.
En cualquier caso, el Nilo es protagonista y sendero por el que guiarse, en la historia y en la propio viaje. Algunos egipcios se acercan en sus barcas a ofrecer sus productos a los turistas. Llegan a tirar chilabas, manteles o cualquier prenda desde la superficie hasta alturas importantes con tal de buscar algunos euros. Aquí el regateo es más curioso, si cabe.
Curiosamente, ningún guía nos supo decir el nombre de las especies de árboles que acompañaban a las palmeras en las riberas o en cualquier otra zona de Egipto. Oímos hablar del Sicomoro, vimos árboles muy parecidos a acacias y a algarrobos, pero nadie nos sacó de dudas. Compramos algunas cosillas talladas en madera (cocodrilos, nubios...). Llamativo, sin duda, el desconocimiento general de la flora egipcia, hasta de lo más comun.
Del papiro hace mucho ya que se dejó de tener noticias en el Nilo hasta, por lo menos, la zona más al Sur, pasado el Lago Nasser. Aún quedan numerosas tiendas y talleres dedicados a la decoración basada en papiros, pero de la especie, ni una. Del Loto se puede decir algo similar.
En la entrada del Museo Egipcio de El Cairo los pudimos observar, por fin, en un estanque realizado ad hoc.
De hecho, en algunos poblados guardan algunos para que el turista de turno (por ejemplo, nosotros) se haga las fotos correspondientes con las crías de cocodrilo de no más de un año.
Desde luego, es sorprendente recordar lo hipotéticamente sencillo que fue observar cocodrilos o caimanes en Costa Rica y la desaparición absoluta del cocodrilo del Nilo de la parte más poblada de su curso. Al igual que pasaba con el loto y el papiro, el cocodrilo era más que un símbolo en el antiguo Egipto. De hecho, templos como el de Kom Ombo estaban dedicados a él. O, para ser más exactos, al Dios Sobek. Figuras humanizadas o del propio cocodrilo decoran muchas de las columnas y paredes de este Templo, muy cercano al propio río.
Quizá la Garza Gris (Ardea cinerea), una subespecie de la Garza Real de nuestros ríos, es la que más nos llamó la atención. Numerosas garzas grises se apostaban entre la vegatación riparia, oteando y cazando incluso, hecho que pudimos observar en alguna ocasión.
En general tuvimos suerte con la avifauna. Además de la garza real y los martines pescadores pudimos observar cormoranes, garcillas bueyeras, garcetas, avocetas, algún avetoro o cigüeñuelas como las de la foto de abajo.
No hubo suerte con anfibios o reptiles. Tampoco tuvimos demasiado tiempo para observar fauna. Nuestro viaje, como es natural, estaba centrado en la visita a templos y tumbas. La fauna es, en todo caso, algo accesorio en este tipo de viajes.
Es curioso leer en casi cualquier guía del país que éste no destaca demasiado por su fauna o flora debido a la gran superficie que ocupa el desierto. Nos costó mucho encontrar una guía que, a decir verdad, es un mero brochure bastante cutre. Tanto, como que no incluye ni nombres científicos de las especies que reúne. Regateamos un poco en el mercadillo de Kom Ombo y por lo menos nos hicimos con ella.
En la actualidad, son los pobladores de las riberas los que más llaman la atención (al menos, muchas de sus actividades) al turista que navega el Nilo.
Numerosas barcas de pesca, por ejemplo, aparecen por el camino. En algún caso, sorprende la técnica utilizada por el pescador. En la foto adjunta, un egipcio da, nunca mejor dicho, palos al agua con fuerza para acabar posiblemente con algún pez de gran porte (quiero creer).
En otros casos, los pescadores echan al río sus redes, seguramente para dejarlas a la deriva y recogerlas más tarde. Curiosamente siempre les vimos en el momento de echarlas, nunca recogiéndolas, por lo que no pudimos calibrar el tamaño de las capturas ni el tipo de las mismas.
En algunas partes del Nilo y sus canales sorprende que lo egipcios sigan pescando a la antigua usanza.
Sorprende, en cualquier caso, asistir a uno de los cinco rezos que los musulmanes están obligados a realizar a lo largo del día en la propia barca de pesca. A este hecho sí tuvimos la oportunidad de asistir. Pero para embarcaciones con encanto, sin duda, las falucas que recorren el río, especialmente en la parte de Assuán.
Sobre todo cuando el timonel de la misma tiene la gracia y el desparpajo que quien nos tocó. Bien es cierto que lo que buscan son las propinas con las que complementar su reducido pecunio, pero hay quien lo hace mejor y quien lo hace peor. En este caso, nos cantaron (y bailaron) un tema pegadizo que, vete tú a saber qué significaba. Pero consiguieron multitud de sonrisas y, claro, que les comprasemos unos cuantos collares y reproducciones de cocodrilos en madera.
La presencia del hombre no sólo ha cambiado el sentir del río. Ha cambiado, definitivamente, su curso. La gran presa de Assuan, como antes la presa de los ingleses, ha cambiado radicalmente el sistema biótico del Nilo. Quizá el país cuente ahora con electricidad suficiente pero a cambio los campos de cultivo no reciben el limo que les proporcionaban las crecidas anuales.. los campos de cultivo y los sistemas bióticos que de él dependían.
En cualquier caso, recorrer el Nilo es una experiencia tan subyugante que será dificil que lo podamos olvidar en nuestra vida