Pero, indudablemente, si me gustan los equisetos es también por lo que representan. Les pasa lo mismo que a las Cycadaceas, a los Gingkos o a muchos pteridófitos y coníferas. Son, casi, casi, fósiles vivientes.
Los Equisetos aparecieron en el Devónico, alcanzando una densidad importante en el Carbonífero, cuando llegaron a formar auténticas formaciones boscosas. Muchos de los yacimientos actuales de hulla proceden de aquellos bosques de colas de caballo.
De hecho, entre los equisetos del Carbonífero destacaban las Lycophytas de más de 20 metros de altura. Para ser una planta herbácea es un porte digno de tener en cuenta. En nuestro país, la cola de caballo más abundante es Equisetum arvense L., a la que pertenecen las fotografías sacadas en áreas de tojo y brezo cercanas a la costa asturiana.
Del rizoma subterráneo que sostiene a la planta surgen raíces adventicias con las que se extienden por la superficie del suelo.
El tallo, verde y perenne, está dividido, articulado en nudos y entrenudos. Las ramas confluyen en, en ocasiones, largos filamentos de la misma estructura que el tallo. En los nudos surgen las hojas, escamosas y formando una especie de corona.
Al final de las ramas fértiles, en el tope del equiseto, se suele formar el estróbilo, cargado con esporangióforos cuyos esporangios, al madurar la planta, liberarán multitud de esporas, todas iguales.
Pero su ciclo biológico no acaba aquí, de hecho, es muy particular. Las esporas formaran gametofitos (se duda si hermafroditas o de sexos definidos) cuyos espermatozoides fecundarán a los arquegonios femeninos surgiendo el esporofito, la planta que se puede ver a simple vista y de tan especial estructura. Se trata de un ciclo digenético con esporofitos y gametofitos alternos (aunque los esporofitos son más evidentes).
Un género que pertenece a un Órden (Equisetales) y una Clase (Equisetopsida) bastante exclusivos dentro de las pteridófitas. Sin duda, unas plantas hermosísimas y de caracterísitcas muy llamativas.