Evocadores de una época particularmente convulsa. Hace siglos que el Imperio Romano decayó, los visigodos pasaron por la península y ahora los musulmanes se están extendiendo por todos los rincones. ¿Todos? No, un pequeño reino resiste ahora y siempre al invasor. Es el Reino de Asturias, que permanecería dos siglos como entidad política antes de terminar desapareciendo integrado en el Reino de León.
Figuras como Pelayo son la referencia a tener en cuenta. Otros Reyes astures, menos conocidos, dejaron su impronta no sólo en la leyenda sino en el terreno. Reyes como Ramiro I (842-850), cuya iniciativa arquitectónica fraguó en la construcción de estas preciosas edificaciones asturianas.
Se trata de edificios que utilizan un estilo nuevo, el Prerrománico, que recoge algunos conceptos del pasado romano y visigodo con las tendencias musulmanas y carolingias del momento, la Edad Media. Cientos de construcciones se levantaron en este primer reino cristiano peninsular. Ahora nos quedan unas poquitas, algunas de las cuales han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. Las más representativas, y cercanas a Oviedo, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.
San Miguel de Lillo es una iglesia pequeñita. No está completa, ya en el siglo X u XI se vino abajo parte de su estructura y sólo se conserva un tercio. Y sin embargo conserva un encanto que ya quisieran muchos templos de tamaño mayor.
Cumpliría el papel de Iglesia que Ramiro I planificó en 848, año de su fundación, como parte de un complejo del que formaría parte también el antiguo Palacio que se convertiría en Santa María del Naranco, a pocos pasos.
Para acceder al interior es preciso realizar la visita guiada. Una vez dentro, el encanto del exterior se reafirma. Fragmentos de pinturas murales en los elevados techos, algunas ventanas originales, relieves decorativos en las basas de las columnas con formas del tetramorfos (toros, ángeles -el león y el águila no se pueden observar debido a restauraciones incorrectas-...), pero sobre todo, las decoraciones escultóricas de las jambas del pórtico de entrada.
Utilizando como modelo un díptico consultar bizantino (del Cósul Aerobindus, de 506 d.C) del que se guarda copia en el Museo de San Petersburgo, en ambas jambas (muy similares) aparecen escenas circenses en la parte media rodeadas por representaciones del Cónsul interviniendo en los juegos.
Sorprende la aparición de estas escenas recogidas de un mundo romano ya desaparecido en una iglesia prerrománica del norte de la península.
Muy cerca, Santa María del Naranco, verdadero icono del prerrománico asturiano. También del llamado periodo Ramirense (segunda época del prerrománico después de la de Alfonso II y antes de la de Alfonso III previa al Románico propiamente dicho).
Santa María del Naranco era un Palacio o, al menos, una Casa de campo que sería transformada en Iglesia posiblemente tras la ruina de San Miguel de Lillo. Una pequeña escalera exterior permite el acceso al piso superior, desde cuyos miradores se pueden ver preciosas vistas de la ciudad de Oviedo.
Éste piso superior es la verdadera estancia palaciega. Posible muestra del poder real, en la fachada oriental del edificio se conserva (ahora una copia) un ara en la que se describe la fundación del complejo por parte de Ramiro I.
En el interior, una decoración escultórica subyugante: animales mitológicos, caballeros medievales, medallones bizantinos... todo ello en un escenario sugestivo. La planta baja cuenta con tres estancias, alguna de ellas posibles almacenes o baños.
Esta planta recuerda a la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, otro de los ejemplos emblemáticos del prerrománico asturiano. La Cámara Santa es del primer periodo del prerrománico y formaba parte de un pequeño edificio encargado por Alfonso II El Casto.
Tiene dos partes, una pequeña cripta, la de Santa Leocadia, que guarda algunas de las tumbas que formaban parte de la misma y, en el piso superior, la Cámara Santa propiamente dicha.
En esta Cámara se guardan algunas de las piezas más importantes del arte prerrománico como son las famosas Cruces de los Ángeles, emblema de Oviedo, y la de la Victoria, emblema del Principado de Asturias. Ambas son ejemplos de orfebrería delicada y espectacular.
Tanto la Cámara como las cruces sufrieron atentados durante el siglo XX, volándose la Cámara en la revolución de octubre dle 34 y robando un energúmeno las cruces en el 77 y destrozándolas para vender su piedras preciosas (que no lo son tanto).
Estas cruces, emparentadas con modelos visigóticos como las coronas del Tesoro de Guarrazar que se pueden ver en el Arqueológico Nacional, están datadas basándose en las inscripciones de los Reyes que las ordenaron construir (Alfonso II en 808 y Alfonso III en 908). La capa de oro que recubre las cruces de madera originales, como las piedras, se incluyeron para dignificar ambos símbolos que, espero, no vuelvan a sufrir atrocidades como las que ya han pasado.
Como estas visitas nos metieron el gusanillo del prerrománico, para nuestro deleite decidimos parar en Pola de Lena para ver la Iglesia de Santa Cristina de Lena.
Es ésta otra iglesita enmarcada en un paisaje de verdor perenne que sin quererlo provoca que el visitante se de un paseo por la Edad Media. Mejor aún, por lo mejor de la Edad Media.
Se sitúa sobre un cerro que domina el valle. Robledales y pastizales protegen un monumento del que, curiosamente, no se guarda demasiada documentación. Su adscripción al periodo ramirense se realiza por su parecido a las preciosas iglesias del monte Naranco de Oviedo. La iglesia presenta una armonía infrecuente en las construcciones de esta época. El entorno ayuda, desde luego, a tan positiva valoración.
Pero es que, además, su interior es visitable. Un halo de luz llega desde la ventana de la parte posterior y lo ilumina, en una medio penumbra sugerente.
En medio de la nave, separando un presbiterio que se eleva más de un metro por encima del lugar donde se situaban los fieles, permanece todavía en pie una triple arquería de piedra trabajada que separa a los fieles del oficiante. Una tribuna en alto, dedicada a los pudientes y un altar central con labrados refinados enriquecen el conjunto.
Hay muchas más iglesias prerrománicas en Asturias. Muchas de ellas, situadas en entornos tan evocadores como los que hemos visitado.