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4. Greenwich Village: Entre Friends, la comunidad Gay y Washington Square
A lo largo del río Hudson (y entrando a través del Hudson River Park) se encuentran tres barrios que se suelen asociar a la vida cultural y al artisteo. Chelsea, Greenwich Village y el SoHo.
A Greenwich Village los neoyorquinos le llaman simplemente “The Village” (y es que comenzó siendo un pueblo, aquel en el que se refugiaron los que huían de una epidemia de fiebre amarilla en 1822) y ha pasado de ser una zona alternativa a una zona aburguesada de altos alquileres.
Sin embargo, el espíritu permanece y se pueden recorrer sus bonitas calles arboladas, de casas con acceso por la escalera y ventanales a pie de calle con tranquilidad. Y además, muchas de ellas no cumplen el habitual diseño cuadrangular que caracteriza Nueva york, aquí las calles pueden ser estrechas y sinuosas, muchas veces recuerdo de las granjas y villas que originaron el barrio.
Una de las sensaciones que siempre tienes en Nueva York es que ya la has visto aunque nunca hayas estado allí. Esto también pasa en Greenwich Village, cuantos personajes han salido de estas viviendas, bajado estas escaleras y encendido la luz en la noche en series, películas y obras de todo tipo. Numerosos tours te proponen recorrer Nueva York y ver in situ lo más granado de estas series y películas.
En Greenwich Village es muy famosa la casa sita en la esquina de las calles Bedford y Grove pues es en la que en la ficción vivían Rachel y Mónica así como Joey y Chandler de Friends, una de esas series tontorronas de los 90 que por cada 10 chistes mediocres daba un par de ellos antológicos. Y en cada episodio, además del Central Perk, aparecía esta casa a la que nos cercamos con ganas de recordar… También vale este blog: http://bedfordandgrove.wordpress.com.
Y así, entre edificios parte de la New York University y bohemios paseos arbolados nos encontramos de cara con Christopher St., el llamado centro de la cultura gay de Nueva York. Desde un incidente con la policía en junio de 1969 en el local Stonewall, gracias al que numerosas Drag Queens se levantaron contra la ignorancia y el desprecio, este lugar se ha identificado con la defensa y la reivindicación. Y es fácil sentir eso en Nueva York.
En el pequeño Christopher Park sendas esculturas de parejas gays, obra de George Segal, son el mejor símbolo de lo que éste espacio de la ciudad representa, además de las numerosas librerías, bares y restaurantes especializados.
Y aunque no tenga mucho que ver, muy cerca está Gay Street, una pequeña calle curvada que atrajo en la década de los 20 a numerosos artistas, músicos y escritores en lo que sería el inicio de una relación mutua entre la cultura y el barrio. Barrio en el que por cierto se pueden ver algunos edificios maravillosos como St Luke in the fields o el Jefferson Market Courthouse, un palacete de 1877 que ocupaba el Tribunal de justicia y que es uno de los puntos fuertes de la visita. Lástima que estuviera cubierto de andamios en nuestra visita.
Y por fin nos acercamos a Washington Square. Lo rodea uno de esos parques tranquilos, sosegados, con gente paseando con sus perros, deportistas corriendo a bajo nivel, gente mayor esperando que les retes a jugar al ajedrez que simulan las mesas distribuidas aquí y allá.
Un lugar fantástico, vaya, que fue antiguo cementerio (miles de esqueletos se desenterraron en las obras de la plaza), ciénaga (aún queda un pobre arroyuelo aislado) y lugar público de ejecución y que ahora es espacio público de disfrute.
Así que nos quedamos un rato sentados en uno de sus bancos, viendo pasar a la gente, admirando la diversidad de colores, de razas, de fisonomías, de caracteres, de estudiantes de la NYU. Esperando a que las ardillas grises se llevaran algo de nuestra comida, a que el sol nos adormeciera en esa mañana preciosa de junio que se levantaba sobre Nueva York y leyendo sobre la iniciativa ciudadana que permitió recuperar la plaza de la droga y la degradación, restaurando con ello el arco de mármol que celebra la investidura de George Washington en medio de un caótico ambiente de músicos callejeros, mascotas, turistas y universitarios.
5. En el St. Mark’s Place de East Village
Dicen las guías que este barrio es una mezcolanza entre influencia artística y cultural e inmigración de los diferentes puntos del planeta, visibles (o testables) sobre todo en los restaurantes indios, los delis judíos o las cafeterías regentadas por polacos que aparecen aquí y allá.
De hecho, hay algunos establecimientos típicos a los que merece la pena acercarse. Por ejemplo, Katz’s Deli (http://katzsdelicatessen.com/) uno de esos delicatessen inaugurados años ha (éste, en 1888) por los primeros inmigrantes judíos. Aquí se rodó una escena antológica del cine, la del orgasmo simulado de Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally”.
Pero si Katz’s está en la parte más al sur de East Village, casi en el Lower East Side, uno de los edificios más famosos del East Village se encuentra en el norte. Se trata de la Cooper Union Foundation, una escuela abierta en el siglo XIX por un millonario filántropo y autodidacta, Peter Coopera, para la enseñanza gratuita del arte y la técnica y que nos distinguía entre sexos, razas o clases para admitir alumnos. Su sede es un edificio soberbio, típico brownstone italiano, un gran bloque marrón en medio de una gran plaza (precisamente la de Astor Place, mención a otro edificio clave del barrio) con una estructura metálica que hizo escuela.
Otro punto de interés en el barrio es la Saint Mark’s Church in the Bowery, en la Stuyvesant St., un nombre éste, el del último gobernador holandés de Nueva York (Nuvea Ámsterdam entonces) que se repite una y otra vez en la zona. En este caso con razón, pues en su lugar se erigía una capilla que marcaba los límites de la granja (bowery) del gobernador. Su campanario es neoclásico y en la iglesia se suelen llevar a cabo actuaciones de teatro, musicales, poesía, danza… todo muy bohemio.
El barrio es bohemio. Y entretenido. Y lleno de librerías, de tiendas, de lugares para tomar algo, de árboles en las calles y de zonas de compras. La mejor, sin duda, es St. Marks`s Place, antiguo foco de la vida hippy. En cada una de las casas de esta calle hay una tienda, situada en su sótano.
Por supuesto yo me quedo con la tienda de cómics, la St. Mark’s Comics (http://stmarkscomics.com/) donde disfruté enormemente comprando comics antiguos en mint condition a precios razonables. Pero tiendas hay para hartar, desde las que venden masajes a las que venden bisutería y ropa. Todo ello en un ambiente inmejorable, divertido y recomendable.
Pero quedaba aún lo mejor: comer. Y al final de Saint Mark’s Place se sitúa el lugar donde, dicen, se ofrece la mejor hamburguesa de Nueva York.
6. Comer una hamburguesa en Paul’s (o en Good Stuff Dinner)
Paul’s (http://www.paulsburgers.com/) Da Burger Joint es el típico sitio americano para comerse una hamburguesa como Abraham Lincoln manda. En mi caso, opté por una riquísima MUSHROOM BURGER ~ A BURGER SMOTHERED WITH MUSHROOMS. No se puede decir que el servicio fuera muy cordial (con lo necesitados siempre que están con las propinas) ni que estuviera pendiente de nosotros todo el rato (es lo que tiene fumar en la calle mientras sirves) pero la visita mereció la pena por el ambiente, los menús, la decoración cinematográfica y, claro, la comida. Al fin y al cabo, según su web, mucha gente dice de ellos que son “their home away from home".
Otro sitio chulo para comer, en la calle 14th con la 6ª Avda, es decir, más en Greenwich Village es Good Stuff Dinner (http://www.goodstuffdiner.com/) un lugar efectivamente para comer cosas buenas, no sólo hamburguesas, que también. Pero es que en este caso se añade un interior tradicional con sus sillones anaranjados y mullidos y un servicio excepcional.
7. SoHo y TriBeCa: Hierro colado y Evolution Store
SoHo: South of Houston. TriBeCa: Triangle Beloww Canal. Cuánto les gusta a los americanos hacer contracciones con las palabras de mayor uso.
En ambos casos, se trata de barrios de edificios muy altos y con un estilo muy definido, el de la arquitectura en hierro, gracias a la cual estas antiguas zonas industriales se salvaron de ser demolidas en la década de los 60, como tantas otras cosas en Nueva York.
Numerosos artistas comenzaron a instalarse en las naves más altas de la zona del SoHo, que se llamarían mucho más tarde lofts. SoHo y TriBeCa se consideran la mayor concentración de arquitectura en hierro del mundo, edificios construidos en hierro colado, un material bastante barato en la NYC del XIX. Uno de los edificios más famosos del SoHo es, precisamente, el Litlle Singer Building, característico de este tipo de estilo (es el de arriba, a la izquierda).
En el Little Singer Building se conjugan acero, vidrio y terracota en su fachada de 12 plantas, dando lugar a un estilo clásico pero moderno que caracterizaría los rascacielos del siglo que comenzaba (se erigió en 1904). En el edificio se situaban las oficinas y el almacén de la compañía de máquinas de coser Singer. Está ubicado en Broadway, como tantos otros espectaculares edificios en hierro con las llamativas escaleras exteriores.
Merece la pena patearse las calles del SoHo y TriBeCa. Te puedes encontrar, por ejemplo, con la calle Greene Street. Se trata del centro neurálgico del SoHo, varias manzanas empedradas con hasta 50 edificios en hierro colado construidos entre 1869 y 1895. Así que pasear por estas calles es mirar casi siempre hacía arriba para ver hierro terminado en diferentes colores. De vez en cuando también merece la pena mirar a los comerciantes que te venden casi cualquier cosa. Reproducciones de las portadas de la revista New Yorker están de moda. Bueno, y las tiendas de ídem. La pared de aquí al lado está en la confluencia de Greene Street con Prince St y está decorada con un mural de Richard Haas. Buscar los gatos asomados a las ventanas pintadas por Haas es costumbre.
Y por fin tenemos un rato para ir a comprar algo especial. Nos acercamos a una de las tiendas más asombrosas de la ciudad: The Evolution Store (http://theevolutionstore.com/).
Es aquí donde compran los Museos de Historia Natural y donde te puedes hacer con réplicas de cráneos, cráneos reales, fósiles de todo tipo, conchas y un largo etcétera con los papeles en regla. Decir que disfruté como un enano es poco y que dejé mi sueldo allí, ninguna exageración :-)
8. El Museo del Cómic en Nolita
Quizá es un poco forzado situar en Nolita (North Little Italy) el MoCCA (The Museum of Comic and Cartoon Art). Sobre todo teniendo en cuenta que está en el 594 de Broadway. Pero está justo al lado, vaya.
El MoCCA (http://www.moccany.org/) es un museo muy pequeñito y difícil de encontrar. De hecho está en el cuarto piso de una casa de Broadway y casi no hay indicaciones. Una vez allí, el museo se limita a tres o cuatro salas dedicadas a exposiciones temporales, es decir, es un esfuerzo a título privado sin ánimo de lucro para dar a conocer las bondades del noveno arte, una industria y una cultura fundamental para la ciudad de Nueva York. Cuando lo visitamos, en junio, había una espléndida exposición del maestro Will Eisner de la que salimos encantados. Aquí abajo, Broadway a la altura del 594.
Y por decir algo de Nolita, he aquí la Old St. Patryck Cathedral, una de las iglesias más antiguas de la ciudad de Nueva York, pues comenzó a construirse en 1809. Está reconstruida después de algún incendio que otro. Cuando dejó de ser catedral se convirtió en una bonita parroquia simple en el exterior y gótica en el interior.
9. Little Italy
En un paseo por Nueva York te puedes encontrar con otros países, cuyos inmigrantes han creado barrios (antiguos guettos) en los que vivir mientras mantienen sus tradiciones e incluso el aspecto de sus propias ciudades. Chinos, italianos, ucranianos, judíos en el sur o hispanos y afroamericanos en el norte de Manhattan han establecido comunidades que merece la pena recorrer. Little Italy, suficientemente famosa como para no pasar desapercibida. Por supuesto, está llena de Trattorias, pizzerías o mercados italianos, siendo la calle Mulberry St. el centro neurálgico del barrio.
Y en un paseo como éste encuentras animación, luces, gente en la calle cenando, es decir, cualquier calle de una ciudad italiana trasladada al corazón de Nueva York. Nosotros entramos a Little Italy desde Lafayette St. dejando atrás el East Village y viendo como se transforma la ciudad.
Y lo primero que encontramos es el Puck Building. Es un edificio mazacote de ladrillo y de estilo alemán del XIX sede entre 1887 y 1916 de la revista satírica Puck. En su momento, ubicado en una zona industrial dedicada a las artes gráficas, fue el edificio más grande del mundo dedicado a estos menesteres. Hoy es el típico sitio para dar fiestas y organizar eventos pero el espíritu de la revista sigue con el edificio, aunque sólo sea por la estatua en pan de oro de la tercera planta, en la esquina noroeste del edificio, entre Mulberry y Houston.
La sensación que nos queda es que Little Italy está un poco de capa caída. Mulberry y las calles que la rodean son animadas y están llenas de público pero me temo que quien está ganando la jugada es el vecino de al lado, el chino que no deja de ampliar su territorio a costa, por ejemplo, de las tradicionales tiendas de venta de productos italianos.
10. Chinatown
A un lado, las espléndidas vistas de Wall Street desde Chinatown. Nueva York pura y dura. Al otro lado una calle típica de Chinatown, con sus establecimientos, calles, letreros, luminosos y demás en caracteres chinos. Pero también Nueva York pura y dura. Y no sólo por las típicas escaleras de hierro de las fachadas.
El barrio étnico más atractivo y más grande de NYC es Chinatown, que además se extiende por todos lados. Y el sabor oriental se nota desde diferentes puntos de vista. La vista, por supuesto.
Pero también el olfato y el tacto con los numerosos puestos de comida, de verduras, de alimentación, de pescado, etc que están en plena calle. Y también con las tradicionales tiendas chinas de casi cualquier cosa, con miles de souvenirs a mano para el turista. Y aquí y allá alguna pista del mundo occidental, como el McDonalds de la foto de aquí arriba. El barrio cuenta también con simbología propia china, baste con mencionar los típicos tejados tipo pagoda o las plazas dedicadas a insignes orientales como el mismísimo Confucio, a quien se homenajea al sabio chino.
Pero Chinatown, en sus orígenes una comunidad cerrada sólo de hombres, aislada del resto de la ciudad, financiada y controlada por sus propias organizaciones secretas (los Tongs), ha sido sinónimo durante mucho tiempo de mafias y violencia y aún recomiendan prudencia en algunas partes. Fue famoso en los años 20 el llamado Bloody Angle, lugar donde se solían producir reyertas y emboscadas entre bandas de gangsters y mafiosos. Es una bocacalle que sale de Pell St.
11. Cruzando el río hacia Williamsburg a la búsqueda de judíos jasídicos
Finalizamos este recorrido por barrios de Nueva York cruzando a Williamsburg, en Brooklyn. Y cruzamos el río a través del metro, claro, tomando las líneas J, M o Z hasta Marcy Av. ¿Qué se nos ha perdido en esta zona de Brooklyn?.
Primero ambiente: mucho, muy animado. Pero muy animado en Bedford Av. y hasta llegar allá hay un caminito interesante por barrios típicos de Brooklyn, con inmigrantes hispanos jugando al baloncesto y gente paseando. Bedford Av.es una calle populosa y donde puedes tomar algo en los numerosísimos lugares que se ofrecen a cada lado. Las casas son pequeñas, de dos o tres pisos a lo sumo y hay mucha gente en la calle (en Bedford, porque en otras calles parecemos los únicos habitantes de Brooklyn).
Pero el verdadero motivo de cruzar el río East es porque Williamsburg es el hogar de la comunidad judía ortodoxa. A la búsqueda de judíos jasídicos, místicos y conservadores, con los hombres de riguroso negro, con sombrero, barbas y mechones largos de pelo y mujeres que cubren su pelo con pañuelos. Los encontramos sobre todo en poderosos 4x4, recorriendo las calles en coche pero también algunos van y vienen con la compra o del trabajo.
Su presencia, casi fantasmal, contrasta con algunas tiendas y restaurantes de comida kosher desperdigados por el barrio. Nuestra curiosidad sólo se ve cubierta en parte, pues creo que no nos adentramos lo suficiente en el barrio como para poder observar una comunidad de gente que vive en la capital del mundo en pleno siglo XXI aferrada a costumbres de hace más de ese mismo número de siglos.