1. Flatiron Building y Ladie’s Mile
Para muchos, el Flat Iron es el edificio más llamativo de Nueva York. Y en 1903, cuando se terminó, era el más alto del mundo. La verdad es que si lo he puesto en primer lugar en esta relación es porque nos pareció realmente encantador y comprendemos a quien lo considera su favorito. De hecho, es el nuestro.
También debió serlo de Katharine Hepburn, quien afirmó en su momento que quería que la admiraran tanto como a este edificio con forma de plancha (de ahí lo de Flat Iron) o de barco que abrió la época de los grandes rascacielos neoyorquinos.
Su silueta es tan admirable como su decoración: sus cuatro primeros pisos están revestidos con bloques de caliza ornados con motivos renacentistas (el resto de pisos, con terracota).
De hecho, las columnas de la parte inferior están actualmente protegidas por una vitrina. Los enormes rosetones del edificio le dan una especial significación, dado que no son demasiados los rascacielos que presentan una decoración tan clásica.
El Flatiron (llamado originalmente Fuller Building por la empresa constructora así como “la locura de Burnham” por la inusual forma que decidió darle su arquitecto, Daniel Burnham) tiene tanta representatividad y presencia que ha dado nombre al distrito en el que se asienta. Su forma triangular encandila a los turistas, pero también a los propios habitantes de la ciudad, que lo tienen por un símbolo.
La mejor forma de verle es desde la isleta que conforman la 5ª Avenida, Broadway y la 23th, justo al lado del Madison Square Park, un bonito parque en el que nos encontramos cara a cara (nunca mejor dicho) con la obra de un artista español fantástico. Se trataba de una escultura de exposición temporal (como parte de la iniciativa Madison Sq. Art) de Jaume Plensa llamada “Eco”.
Y es que este parque siempre se ha caracterizado por la exposición de obras de arte (entre las que destaca el brazo con la antorcha de la estatua de la libertad, expuesto aquí entre 1876-82). Hay esculturas permanentes, también, y unas vistas del Empire State fabulosas.
El parque a su vez está rodeado de edificios sorprendentes, como el Metropolitan Life Insurance Company, que desbancó como edificio más alto en 1909 al Flatiron y del que destaca un gran reloj que se ilumina en la noche o el New York Life Insurance Company, con su tejado dorado piramidal que se ve desde cualquier gran mirador de la ciudad.
Si tomamos Broadway, desde el Madison Square Park hasta Union Sq, recorreremos la que en su momento se definió como Ladie’s Mile. En el siglo XIX, las damas se acercaban a esta parte de la ciudad, la de las compras en los grandes almacenes, con nombres como Arnold Constable (a la izquierda, el edificio que los albergaba) o Lord & Taylor, ya desaparecidos. El tránsito de carruajes por entre tan espléndidos edificios conllevó el denominarla como Milla de las Damas.
Al llegar a Union Square nos sorprende la luminosa estatua dedicada a Andy Warhol, The Andy Monument, remembranza del taller del artista, la llamada Factory, que se convirtió en referente durante los 60 de una época de marcado hippismo entre la población. De hecho, en su momento fue conocida como el lugar desde el que se iniciaban las grandes manifestaciones y concentraciones de trabajadores perjudicados por la crisis del 29. Y eso que Union Sq no se refiere a los sindicatos (Unions, en inglés) sino a la unión entre Broadway y la 4ª Avenida (Park Av.).
Desde los años 60, Union Square, que ahora es una plaza vida y entretenida, vivió épocas deprimentes, sobre todo en los 70/80 hasta que la apertura de un mercadillo de verduras inició su rehabilitación. Los llamados Greenmarkets están tan asociados a la vida urbana de Nueva York como los taxis amarillos. Y el de Union Sq es uno de los mejores. Le han puesto un Whole Foods justo delante, pero parece que no le ha afectado demasiado.
Muy cerca de Union Sq se hallan dos casas de conocidos personajes de los Estados Unidos: la casa natal de Theodore Roosevelt (reconstruida) y el Lee Strasberg Theatre and Film Institute (http://www.strasberg.com/lstfi/), la escuela del gran maestro de actores y donde han participado desde Marilyn Monroe a Scarlett Johansson, de Robert DeNiro hasta Uma Thurman.
2. Gramercy Park
Esta curiosa fuente de Greg Wyatt que representa un sol y unas jirafas rodeándole es uno de los símbolos del pequeño parque privado Gramercy Park. Se trata de una de las cuatro plazas (junto a Union, Madison y Stuyvesant) que se construyeron en las décadas de los 1830 y 40 para la alta sociedad. Para su construcción se tuvieron en cuenta los estilos clásicos europeos, como es el caso de los jardines públicos parisinos o londinenses, pero en el viaje se cayó el concepto público y este es el resultado: un parque privado al que hay que acceder con llave (si estás alojado en el cercano Gramercy Park Hotel, la tienes asegurada).
En este bonito lugar, donde se rodó con todo el sentido “La Edad de la Inocencia” de Martin Scorsese, basada en la novela homónima de la neoyorquina Edith Warthon, el ambiente es tranquilo, elegante y un pelín altivo. Las casas que rodean la verja metálica del parque son del mismo estilo. E igualmente encantadoras son las casas y el ambiente de la cercana calle 19th.
Se trata de una manzana con casas residenciales de los años 20 del siglo pasado, tranquila y arbolada, muy cuidada y perfecta para pasear. Mientras una señora riega las plantas de la entrada nosotros nos fijamos en las jirafas en relieve de los nº 147 y 149, en las figuras que adornan algunos de sus portales, en las hiedras que cubren algunas fachadas y en las residencias de nombres que evocan los años 20: Theda Bara, John Barrymore, James Cagney o Margaret Hamilton,la malvada bruja del Oeste del Mago de Oz.
3. Chelsea: The High Line, Chelsea Market y Hudson River Park
Chelsea pasó de ser un suburbio de Nueva York a considerarse un distrito comercial con la llegada en 1870 del ferrocarril elevado: tiendas de ropa, music-halls, teatros… pero hete aquí que se puso de moda la parte alta de la ciudad y Chelsea perdió su prestigio y se convirtió en una zona de almacenes como los que todavía se pueden ver en algunas partes del barrio.
Pero llegó un momento clave que cambió las cosas: el ferrocarril elevado, muy contaminante, se eliminó en los años 80. Hasta ese momento había sido una forma muy útil y rápida de hacer llegar todo tipo de mercancías a los almacenes cercanos al río Hudson. El High Line fue llamado el Life Line de Nueva York, la línea que proveía de cualquier necesidad que tuvieran los neoyorquinos. Cuando el transporte rodado de mercancías sustituyó al ferroviario, el High Line se cerró y aquellas partes que no fueron desmanteladas se cubrieron de matojos y cunetalia,
A finales de los años 90 iban a ser demolidos los últimos restos del High Line cuando a alguien ( a Friends of the High Line; http://www.thehighline.org/about/friends-of-the-high-line) se le ocurrió convertirlos en uno de los parques urbanos más innovadores que he conocido, un parque de 2.5 Km a una altura de 10 metros. Este parque se inauguró en la primera década de los 2000 y recorrerlo es un placer.
La cubierta de maleza de los años 60 a 90 se ha transformado en un parque con flores y arbustos que va desde la calle Gansevoort, en el Meatpacking District (en el que todavía se pueden ver algunos de los almacenes de Chelsea) hasta West 34th Street, entre las Avenidas 10 y 11. Para llegar, lo mejor es utilizar el metro (líneas L / A / C / E hasta 14th Street & 8th Avenue).
Por cierto, que en esta estación de metro puedes disfrutar de una de las exposiciones permanentes más divertidas de todo Nueva York. Se trata de Life Underground (en.wikipedia.org/wiki/Life_Underground), una serie de más de 100 pequeñas esculturas de bronce del americano Tom Otterness: personajes animados, animales y trabajadores llevando a cabo las más diversas labores desde un punto de vista cómico y con un punto tierno.
Desde aquí es fácil llegar al Chelsea Market. Se trata de una antigua fábrica de galletas, las famosas Oreo de la compañía Nabisco, que ha sido reconvertida desde la función inicial que tenía en 1890 a un centro comercial activo, visualmente extraordinario y con tantas cosas por hacer que bien merece una amplia visita para poder comer y pasear en su interior (http://chelseamarket.com). Y lo de comer no es broma: aquí es donde las guías hacen mayor esfuerzo en recomendar sitios. Ubicarlo es fácil, ocupa toda una manzana: entre las avenidas 9 y 10 y las calles West 15th y West 16th.
Y de aquí, siguiendo el High Line, podemos dar con el mismísimo río Hudson con una fenomenal vista de Nueva Jersey desde sus embarcaderos. Aún quedan muchos muelles de carga, si bien las vigas de madera aisladas que aquí y allá luchan por no ahogarse nos hablan de un pasado en el que el transporte de mercancías era prioritario y que fue complementado con los tradicionales droga, prostitución y depresión que debió caracterizar a la ciudad en los años 70.
Y todo esto ha cambiado radicalmente desde la inauguración del parque que recorre la orilla, el Hudson River Park (http://www.hudsonriverpark.org), el tradicional paseo marítimo que cuenta con una calle específica para corredores, ciclistas y patinadores así como canchas de baloncesto, zonas de juego, zonas para perros y lugares para tomar algo con vistas al río y a Nueva Jersey.