Artes Decorativas
El Metropolitan Museum of Art de Nueva York tiene uno de sus puntos fuertes en el espacio disponible, amplísimo, y en el poderío económico que caracterizó a los Estados Unidos en los comienzos del siglo XX (sobre todo, al de los millonarios que contribuyeron a su enriquecimiento). Muchas de las obras que se muestran en el MET fueron compradas en subasta o en los países de origen (supongo que muchas fueron compradas de aquella manera) por billonarios (o por fundaciones que los representaban) como WIlliam Randolph Hearst, George Blumenthal, J. Pierpont Morgan o los denominados Fondos Roger, Fondos Fletcher, etc.
De ahí que cuando estemos recorriendo las salas del MET de repente nos hallemos en una habitación pompeyana, en la reconstrucción de un patio chino, en la recepción de un hotel francés del siglo XIX, un saloncito de una residencia inglesa del XVIII o un patio de un castillo almeriense. Incluso con la reja de la Catedral de Valladolid.
La foto de arriba es del Patio renacentista del Castillo de Vélez Blanco (Almería) que se ha reconstruido en las salas dedicadas a las artes decorativas y a la escultura europeas, concretamente en la sala 534. Y esto es lo que verdaderamente diferencia al MET de otros grandes museos del mundo, la capacidad de asombrar con fieles reconstrucciones como la presente.
Asentado sobre una colina se yergue un impresionante castillo en Vélez Blanco, al norte de Almería. Se trata de un castillo construido entre 1506 y 1515 por orden de Don Pedro Fajardo y Chacón, gobernador de Murcia durante el reinado de los Reyes Católicos. Él fue el primer Marqués de Los Vélez y sus católicas majestades tuvieron a bien entregarle las tierras de Vélez Blanco como recompensa por su ayuda en su “reconquista”.
Fajardo y Chacón había sido educado en el humanismo que se comenzaba a poner de moda en la época y en el castillo que se construyó contó con artesanos y escultores italianos de la Lombardía que trajeron a nuestro país los primeros aires del renacimiento italiano. La mejor parte se la llevó el patio central o Patio de Honor, realizado en mármol blanco de Macael y decorado con ornamentos renacentistas de un marcado naturalismo. La verdad es que es un patio asombrosamente delicado, tanto su piso superior como el inferior y está muy correctamente recreado. ¿Que cómo acabó aquí?
Pues porque a su propietario a principios del siglo XX le importaba una higa lo de la historia o lo del patrimonio. Bien, quizá soy injusto y aquel tipo lo estaba pasando mal pero en cualquier caso vendió el patio de honor y otras piezas del castillo (y de su puente levadizo) al mejor postor. George Blumenthal, financiero y coleccionista de arte alemán radicado en los EEUU los compró en una subasta en París en 1904 y los trasladó a su residencia americana. Cuando ésta fue demolida el patio se reconstruyó cuidadosamente en el MET y allí está todavía (por cierto que los de Vélez Blanco quieren reconstruirlo en su castillo…).
Mencionaba antes la Reja del Coro de la Catedral de Valladolid. Es de 1763 (aunque pintada y dorada en 1764) y cuando uno la mira lo primero que piensa es ¿cómo narices ha llegado ésto aquí? Supongo que es lo mismo que pensarán los griegos en el British, los turcos en el Museo de Pérgamo berlinés o los egipcios en el Louvre.
Sin embargo, como ya comenté en la entrada de The Cloisters, la exposición de estas obras está realizada digna y cuidadosamente (aunque se han perdido partes de la misma en la recreación del MET). El que unos papanatas del cabildo vallisoletano vendieran en 1928 a un anticuario americano la reja de Valladolid (y unas cuantas cosas más, siempre según http://domuspucelae.blogspot.com/2009/07/historias-de-valladolid-la-reja-de-la.html o según http://vallisoletvm.blogspot.com/2010/11/la-reja-de-la-catedral-de-valladolid-en.html) no debe hacernos olvidar que lamentablemente la historia tuvo lugar en un pasado diferente a nuestro presente y que lo que debemos hacer es no volver a caer en semejantes idas de la olla. Pero ya se sabe, el hombre es el único animal etcétera.
Nuestra reja pudo terminar entre los cajones sin abrir que el multimillonario WIlliam Randolph Hearst tenía sin abrir, cargados de antigüedades europeas, para integrarlas en su finca californiana. Para nuestra suerte, la reja que separaba altar y coro de la Catedral de Valladolid en el siglo XVIII, de hierro forjado, realizada por una familia de herreros de los de toda la vida, los Amezúa de Elorrio (en la foto en b/n, en la catedral, antes de 1928), acabó sus días en el MET de Nueva York, para asombro de más extraños que propios.
Las salas dedicadas a las Artes Decorativas son muchísimas y, sobre todo, llaman la atención no sólo por los objetos que en ellas se muestran (a los que a decir verdad poca atención prestamos) sino por los numerosos ambientes que recrean de tanto en tanto.
Ésta de aquí a la izquierda es, por ejemplo, una habitación del Hotel de Cabris, en Grasse (Francia). Como comentaba anteriormente, caminando por entre las salas del MET te puedes dar de bruces con el dormitorio de un palazzo italiano, con la fachada de una tienda del XVII francés o con la Sala de Tapices de una Mansión inglesa del XVIII.
Los expertos del MET debieron sentir predilección por los hoteles franceses, pues hay varias salas, habitaciones, recepciones y salones de varios de ellos. Parece que estás caminando por un palacio, pero no, es el MET. En el caso del Hotel de Cabris, ahora es un Museo arqueológico y se construyó en los años 1770 para el Marqués de Cabris. Rezuma neoclasicismo por todos sus poros.
Entre las esculturas famosas que salvaguarda el MET se encuentra este Perseo con la cabeza de Medusa de Antonio Cánova (realizado en los años 1790). En aquellos años, Napoleón se había llevado a Francia el famoso Apolo de Belvedere que se muestra en los Museos Vaticanos. Ante esta situación, el papa Pío VII compró el Perseo a Cánova para sustituirlo. Años más tarde en 1804, una condesa polaca encargó otro Perseo, éste, que Cánova realizó mejorando el precedente.
Realicemos ahora un pequeño paseo por los objetos de arte bizantino y medieval que albergan las salas dedicadas a este tiempo fascinante y cuyo mejor expositor está al norte de Manhattan, en The Cloisters.
Arte Bizantino y Medieval
En el MET no distinguen estos dos conceptos. Para ellos son uno sólo, pero para nosotros sí se diferencian, sobre todo después de recorrer Santa Sofía o San Salvador de Chora (aquí). Y es por ello que me agrada comenzar este breve recorrido (más breve que el de entradas anteriores dedicadas al MET), por una obra que recuerda a uno de sus personajes más importantes, Justiniano. Se trata de un díptico; de dos paneles de marfil en los que Justiniano anuncia su consulado, uno de los puestos más importantes de la época, a un senador.
Justiniano fue nombrado Cónsul del Imperio Romano de Oriente en 521 y ese año debió encargar la fabricación de un buen número de dípticos como éste para comunicarlo. En cada esquina, una cabeza de león sale de entre unas hojas de acanto. En el centro, un medallón con una inscripción dedicada al senador de turno. Es incluso probable que estos paneles sirvieran como invitación a los fastos del nombramiento, posiblemente realizados en el hipódromo de Constantinopla. En la parte superior un mensaje claro: “Flavius Petrus Sabbatius Justinianus, noble, oficial, y jefe de la caballería,comandante en jefe de la infantería y cónsul en el momento adecuado"; y en el centro de los medallones: “Yo, como Cónsul, ofrezco a mis senadores estos regalos, ligeros en valor, pero ricos en honores”.
Otro de los prodigiosos objetos que se muestran de la antigüedad bizantina es este fragmento de mosaico con una manifestación de Ktisis, de la misma época (500-550 dC). Una mujer con joyas de cierto valor debía mirar desde el suelo de un edifico público a sus visitantes.
Se la suele identificar como Ktisis, la personificación del acto de donar o fundar con generosidad. Al lado, un hombre sostiene una cornucopia frente a la que aparece la palabra en griego “Bueno”. Es muy probable que a su derecha apareciera otra figura similar con un “Buenos deseos” al lado. Se trata de una forma de comunicación muy habitual en el época, la transmisión de ideas abstractas mediante la personificación. Curiosamente, el museo adquirió las dos figuras por separado siendo reconstruidas gracias a que existía una fotografía del almacén del vendedor donde se las veía unidas. Un trabajo excepcional, con las típicas teselas en vidrio y mármol que caracterizaron los mosaicos bizantinos de esta época.
Hay otro panel de mosaico cerca de éste. Se trata de un suelo con decoración floral, bastante sencillo, procedente de unas termas públicas en Antioquía.
Las termas fueron dañadas en un gran terremoto que tuvo lugar en 526 y restauradas, por ejemplo con este mosaico, en 537/38, fecha que aparece escrita en griego en el mismo. Antioquía era una de las principales ciudades de la época, desde todos los puntos de vista (comercial, militar, económico o religioso).
Precisamente de Antioquía es un Cáliz de plata del siglo VI que fue muy famoso a principios del siglo XX pues se consideraba, agarrarse que hay curvas, que en su interior se ubicaba el Santo Grial. Actualmente se considera una copa de plata con bonitos labrados en plata dorada alrededor con motivos bien curiosos: una vid de crecimiento extensivo y muy poblada por fauna de todo tipo y por un par de Cristos sentados, uno con un pergamino y otro con un cordero y un águila con las alas extendidas al lado (mientras todo hijo de vecino le aclama). La copa (aunque algunos la consideran una lámpara) pertenecía a un conjunto de platería litúrgica paleocristiana.
Entre los objetos procedentes de la antigua Bizancio destacan varios retratos en mármol. Aquí al lado, se sitúan varias cabezas en mármol cuya visión expresa el profundo continuismo que vivió el imperio bizantino respecto del imperio romano del que procedía.
Entre las tres cabezas de los siglos IV y V dC que hay en la foto destaca la de la izquierda, el Emperador Constante, el más joven de los cuatro hijos de Constantino el Grande, el fundador de Constantinopla (la diadema perlada que lleva lo delata como de la familia). Constante fue el último de los emperadores en visitar Britania (en 343) y luchó exitosamente contra los francos promulgando mientras tanto el fin de los sacrificios paganos (era muy religioso el tipo). El caso es que el general Magnencio se declaró emperador sobre 350 y sus partidarios asesinaron a Constante en la Galia. Poco tiempo después Constantinopla dejaría de tener poder en la parte occidental del imperio.
Para terminar con el arte bizantino, este panel con un grifo de mediados del siglo XIII, cuando ya nos encontramos en plena Edad Media. Es interesante porque los grifos siempre fueron considerados en la antigüedad símbolos de la realiza y protectores de los muertos, por lo que suelen aparecer a menudo en las tumbas bizantinas (sobre todo las de la nobleza).
El diseño de este relieve es similar al que luego se utilizaría en patrones islámicos de la zona.
Y una vez entrados ya en plena Edad Media, y dado que ya tuve empacho medieval en la entrada dedicada a The Cloisters me propongo llamar la atención únicamente en 5 objetos de la amplia colección de esta época que se expone en el MET.
En primer lugar, es necesario comentar la presencia aquí de varias cabezas monumentales de reyes una de las cuales perteneció a Notre-Dame de Paris (aquí lo referí). Con motivo de la revolución francesa muchas de las cabezas de reyes de las series dedicadas a los reyes bíblicos fueron descabezadas creyendo que eran las de reyes de la monarquía francesa. Hasta hace poco la cabeza del Rey David que se expone en el MET (la de la izquierda)era la única que quedaba del conjunto hasta que un hallazgo fortuito facilitó la localización de otras muchas que se exponen en el Museo de Cluny.
Al lado posa otra cabeza de rey, procedente de alguna gran iglesia parisina y de la misma época (siglos XII-XIII) y al lado otro rey, este anterior, muy probablemente parte de la catedral de Amiens.
Aquí al lado se dispone otro rey del antiguo testamento. Y procede también de Francia y de otra iglesia tanto o más conocida que Notre Dame, la Abadía de Saint-Denís. Allí se disponía como columna con forma de figura real y, al igual que sucede con la cabeza del Rey David antes mencionada, se ha identificado su procedencia gracias a grabados antiguos.
El caso es que en el siglo XII en Saint-Denís se puso en marcha un ambicioso programa de construcción bajo la dirección de su Abad, Suger, entre 122 y 1151. Este rey es el último de los que se construyeron en este periodo posiblemente para ilustrar el presunto árbol genealógico de Cristo, plagado de Reyes y nobles como corresponde a tal personaje.
Personaje que acabó sus días en una cruz no tan bella como este crucifijo relicario de plata y gemas (pero de núcleo de madera) procedente de la iglesia de San Salvador de Fuentes, en Oviedo. Este Cristo está rodeado de la Virgen y San Juan Bautista, con un ángel arriba y Adán levantándose de su tumba (la redención de la humanidad, se supone que significa). En el reverso del crucifijo (que ya no tiene reliquia en su interior) hay una más que curiosa inscripción: “Sanccia Guidisalvi me hizo en honor del Sagrado Redentor” y dado que Sanccia es nombre de mujer se piensa que, más que pertenecer a la donante del crucifijo, bien pudo ser la artista que lo realizara pues existe documentación de la época que identifica a mujeres artesanas en la Asturias del año 1150.
De 1310 es una bellísima escultura de madera de nogal policromada y dorada procedente de Alemania dedicada a la Visitación, donde se puede ver a la Virgen María y a su prima Isabel (que a su vez estaba embarazada del futuro San Juan Bautista). Tienen en la parte central sendos huecos con cristal en los que probablemente aparecerían representaciones de San Juan y del Niño Jesús (una costumbre muy habitual en la Alemania de la época).
Su autor bien pudo ser el llamado Maestro de Constanza ubicándose esta figura en el monasterio dominico de Katharinenthal, en la región del Lago Constanza de la actual Suiza.
Enfrente se sitúa un objeto que llama la atención de muchos visitantes: una cuna del Niño Jesús de Brabante, al Sur de los Países Bajos, del siglo XV. Pero es que se trata de una cuna-relicario (denominada formalmente repos de Jesús). Se ha perdido el niño Jesús que había en el interior de la cama, bajo la colcha de seda con el árbol de Isaías (el árbol genealógico de Cristo, vamos) bordado mientras su cabeza reposaría en una almohada con el cordero de dios bordado en ella. Este tipo de cunas se veneraban durante las fiestas de navidad y en ocasiones eran regaladas a las monjas al hacer sus votos.
Ala Norteamericana
Recibimos con pesar la noticia de que las salas dedicadas al pintor norteamericano John Singer Sargent están cerradas. No sólo es un pintor que nos gusta (desde que lo vimos en una exposición conjunta con Sorolla en el Museo Thyssen-Bornemisza) sino que su retrato de Madame X es uno de los más logrados (y no puedo evitar incluirlo aquí) y más criticados en su época, pues en el Salón de Paris de 1884 generó un escándalo enorme por su descoque.
Pasamos de largo por las salas dedicadas a las armas y armaduras, por las de fotografía (aunque había alguna que no pudimos dejar de admirar, pero creo que las cambian a menudo), por las de indumentaria… y nos dirigimos al Ala Norteamericana, pues ya cerraban. Esto nos impidió disfrutar de una de las partes más interesantes del museo, pues, como todo en el MET, está hecha a lo grande. De repente te ves en una gran plaza iluminada por una cristalera en la que además de unas fuentes y esculturas y una terracita donde tomar algo está la fachada de un banco de Wall Street. Así, como suena. La fachada del United States Branch Bank de Wall Street.
Los americanos han sido muy aficionados a demoler sus edificios con historia. Se termianron dando cuenta cuando desapareció Penn Station del mapa allá por los años 60 (qué bueno el episodio de Mad Men en el que se menciona). El edificio que ocupaba el US Branch Bank en Wall Street se construyó en los años 1820 en base a un diseño de Martin E. Thompson (hay una litografía de Charles Button al respecto al lado). En 1915 se demolió y fin de la historia.
Bueno, quizá no del todo, pues esta vez no se portaron mal los responsables públicos del asunto pues salvaron la fachada (que tiene una inspiración claramente clásica) y la reconstruyeron en el ya creado Metropolitan Museum como entrada al Ala Americana. Y aquí sigue, asombrando al respetable que pasea por un museo y se encuentra con la entrada a un banco del siglo XIX.
Rodeando a esta fachada hay otros salvamentos in extremis de la historia americana. Mencionaré un par de ellos. Aquí a la derecha esta parte de la Sala de Recepción de la Residencia de Cornelius Vandervilt II y, más en concreto, la repisa de su chimenea. Su residencia estaba en la Quinta Avenida con la 57 y, como es de esperar, se demolió en 1925-27.
La realizó Augustus Saint-Gaudens e incluyó a dos cariátides (una con el mensaje AMOR y otra con el mensaje PAZ). Por encima de ellas un mosaico con una muchacha sentada en un banco rojo entre guirnaldas con dos medallones a los lados. Todos ellos hacen mención bien al escudo de armas de la familia (y a su lema DEO NO FORTUNA, por la Gracia de Dios, no por la Fortuna) o bien al león rampante símbolo de la familia Vanderbilt (Cornelius Vanderbilt II fue el patriarca de la familia, uno de los hombres más ricos de América y el típico casi hecho a sí mismo).También tiene una inscripción de hospitalidad y un modernismo encantador.
Similar sensación produce la visión de la Loggia de Laurelton Hall, en Oyster Bay, Nueva York. Se trataba de la casa de campo del mismísimo Louis Comfort Tiffany quien la diseñó en 1905 a su gusto, realizando esta galería con arcos al más puro estilo indio (parece estar basado en un Tribunal de Agra). La casa se incendió en 1957 y sólo se pudo salvar esta galería, que se trasladó directamente al Museo.
Es el momento de pasar por la puerta de entrada del US Branch Bank y quedarse asombrado, impertérrito. El Ala Americana no es sino una colección de ambientes de la historia del país desde el siglo XVII en adelante. Y por ello, bajando desde el tercer piso del banco se van visitando diferentes habitaciones en las que se recrean escenarios de la vida diaria de cada momento de la misma, escenarios bien salvados de casas destinadas a desaparecer o reconstrucciones de ambientes con objetos y muebles de la época.
Así que según bajamos pisos avanzamos en el tiempo y no nos da tiempo a detenernos pues el MET cierra a las 21:00 y ya nos han avisado que a las 20:30 te están empezando a echar. Por ello no podemos más que recorrer con presteza todos estos ámbitos y desear haber tenido un poco más de tiempo para fijarnos en la historia de los Estados Unidos a través de habitaciones de ricos y pobres, de granjas y mansiones, de Nueva York o de Minnesota, de gente normal o de gente muy principal.
Sólo a título de ejemplo incluyo aquí a la izquierda un salón de 1810 de la Casa Williams, en Richmond (Virginia), decorado con gusto, muy al estilo imperio francés con caoba oscuro, mármol y un precioso papel de pared pintado que recrea monumentos de París, muy popular en las casas federales americanas de la época (y traído exprofeso por la Casa Dufour de París).
En fin, que cosas por ver en el MET no faltan y aunque en numerosas ocasiones te puede atacar el síndrome del cansancio museístico, no es menos cierto que es uno de los museos más fascinantes, con más poderío económico y mejor expuesto que he tenido la suerte de ver. Y por ello le he dedicado 4 entradas, que no es poco.