28 de agosto de 2009

Istanbul (Estambul otomano)

P1160828 Es la madrugada del 29 de mayo de 1453. Los turcos otomanos toman Constantinopla. El Imperio Bizantino, lo poco que quedaba de él, desaparece en las arenas de la historia bajo los cañonazos de los otomanos, comandados por el joven sultán Mehmet II, quien siempre soñó con esta hazaña. No fue fácil, desde luego, llevaban muchos años detrás de la conquista, habían rodeado la ciudad haciéndose con los territorios cercanos, la habían cercado incluso en el Bósforo, donde construyeron sendas fortalezas, la de Europa y la de Asia para controlar lo que entraba y lo que salía de Constantinopla.

Mehmet II se rodeó de un ejército bien equipado. Baste decir que llevaban consigo un cañón de casi nueve metros de largo y veinte centímetros de grosor que disparaba balas de hasta 600 gramos.Los jenízaros, la tropa de élite del Sultán, entraron en la ciudad saqueándola con el resto de asaltantes como ya hicieran los cruzados un par de cientos de años antes.

Un puente de barcos cruzó el Cuerno de Oro para facilitar el acceso otomano. Mehmet consiguió para sí el título de Conquistador, que le acompañaría el resto de su vida. Cuando Bellini lo pintó a mediados del siglo XV, retrató al motivador del cambio de Era, el que dio por terminada la Edad Media y nos metió a base de bombardas en la Edad Moderna.

Cuando uno se pone delante del lujoso caftán de seda del Sultán, en el Palacio de Topkapi (Topkapı Sarayı en turco), perfectamente conservado, le llegan las reminiscencias de una época fascinante cuyo declive no sucedería hasta finales del Siglo XIX, la época del Imperio Otomano.

Por cierto que era tradición imperial que, a la muerte del Sultán, sus prendas fueran cuidadosamente dobladas y guardadas en bolsas selladas, lo que ha permitido que un buen número de prendas llevadas por los protagonistas de esta historia permanezcan en envidiable estado. Algo así como las momias de los faraones de la DB320 de Deir el Bahari en 1881, pero en versión turca.

But I digress..., para lo que estoy escribiendo, Mehmet II todavía no está muerto, está en Constantinopla, a la que ha nombrado nueva capital del Imperio, después de Sögüt, Bursa y Edirne. Durante mucho tiempo la ciudad continuaría llamándose Konstantiniye, si bien con el tiempo se comenzó a conocer como Istanbul, una deformación de la expresión griega "ir a la ciudad".

Mehmet II decidió reconstruir y repoblar esa misma ciudad (liberando a algunos griegos para que le ayudaran). Dicen que lo primero que hizo fue ir a arrodillarse a Santa Sofía y pedir humildemente su transformación en mezquita (uno de los cuatro alminares de Hagia Sofya es de ésta época). Y luego revisó el estado de los palacios bizantinos, que debió encontrar en muy mal estado.

P1160607 Así que decidió que la capital de su Imperio no podía estar sin un Palacio de cierto nivel y mandó construir el que sería el símbolo de la ciudad en adelante, el Palacio de Topkapi, extendido en el montañoso y boscoso promontorio llamado El Serrallo que marca el punto de encuentro entre el Cuerno de Oro, el Mar de Mármara y el Estrecho del Bósforo.

Aunque las obras finalizaron entre 1459 y 1465, el Conquistador mandó allí a vivir a sus mujeres en 1458. Aunque inicialmente se consideró una residencia temporal, con los años terminó convirtiéndose en el símbolo mismo del poder de los sultanes. Mehmet II murió en 1481, muy posiblemente envenenado por su médico (a sueldo de sus tradicionales enemigos, los venecianos). Aún así, las semillas que plantó florecieron de una manera espectacular y la mejor huella fue el Palacio que ordenó poner en marcha.

P1160689 El Palacio de Topkapi no es un único edificio al estilo de otros Palacios europeos, en realidad está concebido como una serie de pabellones reunidos en torno a cuatro grandes patios queriendo ofrecer una especie de versión en piedra de las antiguas tiendas nómadas otomanas. Es muy grande, parece una ciudad en pequeñito.

En su interior hay muchas cosas por ver, la mayor parte de ellas incluyen de regalo una cola de decenas de personas a la espera. Por ello, no pudimos acercarnos a las partes del Tesoro ni a la de las reliquias de Mahoma (que, por otro lado, nos importaban poco). Y sin embargo, en las que más nos apetecían no había casi nadie: vestimentas, retratos de los sultanes y el Harén.

La visita comienza en el primer patio, por la llamada Puerta Imperial, construida en 1478. Al lado se encuentra la Fuente de Ahmet III, una fuente rococó del siglo XVIII de gran belleza (una poesía inscrita en sus paredes la compara con las fuentes del paraíso). Llegar aquí es un lujo, dado que se debe rodear Santa Sofía y una pequeña mezquita, por un camino encantador.

P1160547 La Puerta Imperial permite el acceso al primer patio donde se encuentra la inmensa Iglesia bizantina de Santa Irene del siglo VI que sirvió muchos años de arsenal, que nunca fue declarada mezquita y que guarda algunos vestigios de iglesias pretéritas y.. que está cerrada al público actualmente. Lástima.

Cerca está la Ceca, antigua Casa de la Moneda y que hoy sirve de Museo de la Ciudad. Enfrente están las taquillas para comprar las entradas, en medio de un jardín arbolado que te conduce directamente a Orta Kapi, la Puerta de la Acogida, aquella que sólo el Sultán podía atravesar a caballo (los visires descabalgaban y entraban andando) y que contaba con espacio para guardias, verdugos y detenidos.

"Y fue así como cruzamos puertas por las que no siquiera los grandes visires podían entrar sin permiso. Como si fuera un niño que penetrara en un cuento, no me atrevía a levantar la mirada del suelo para no enfrentarme a las maravillas y a los monstruos que surgirían ante mi. Ni siquiera pude mirar la Sala de Audiencias. No obstante, la mirada se me fue por un momento y pude ver los muros del Harén, un plátano vulgar, en nada distinto a otros árboles y un hombre alto, vestido con un brillante caftán de raso azul."

Esta es la sensación que tiene el protagonista de "Me llamo Rojo", Negro, del escritor turco Orhan Pamuk al pasar por esta misma Puerta, que fue construida durante la época de Mehmet II pero cuyas torres octogonales pertenecen al sultanato de Solimán el Magnífico. Nuestra sensación al pasar por la Puerta de la Acogida no puede ser necesariamente la misma.

P1160555 Y no sólo por los tornos de seguridad o la tienda que allí se encuentra, sino que mientras nosotros estábamos rodeados de cientos de turistas (algunas de ellas cubiertas totalmente de negro), aquellos que pasaban al Palacio de la Puerta del Cañón, como le denominaban, guardaban un respeto absoluto a su soberano, lejano y fuera casi del mundo de los mortales, hasta tal punto que en Topkapi el silencio era absoluto por mandato del propio sultán. Fue, precisamente, Solimán el Magnífico, quien participó de la creación del lenguaje de signos al imponerlo en su corte.

El patio que se abre al pasar por la Puerta de la Acogida tiene también mucho encanto e incluye dos de las estancias más importantes de la visita: el Dîvân (lugar de reunión del llamado Consejo Privado) y el Harén, además de las cocinas, donde trabajaban más de un millar de personas y que, ras un incendio en 1754 se complementaron con las llamativas chimeneas con las que hoy se conocen. Hay una exposición con objetos de cerámica y cristal en su interior.

P1160573 El Dîvân es la primera parada en este patio. Allí los visires del complejo imperial se reunían, siendo escuchados / espiados a través de las verjas de oro de una ventana por el propio Sultán, que podía aparecer cuando lo creía oportuno y, por supuesto, decidir sobre la vida de aquellos visires cuyo encumbramiento político solía frecuentemente conllevar una muerte poco apacible y dispuesta por su propio, y adorado, Sultán. De hecho, los hombres de estado que eran ejecutados (habitualmente estrangulados) dejaban la vida precisamente en este patio. También parece necesario decir que era aquí donde igualmente se celebraban las ceremonias de entronización y los funerales de estado.

P1160579 El Gran Visir y otros seis o siete visires se sentaban en los divanes del Dîvân los domingos, lunes y martes, atendiendo las grandes decisiones de estado en un edificio que sería sustituido en el futuro por la cercana Sublime Puerta. Antes de la reunión, los visires realizaban sus oraciones en la cercana Santa Sofía mientras el Gran Visir lo hacía en su propia casa. Cuando el Gran Visir llegaba, se le hacía una ceremonia de bienvenida a Palacio y el realizaba un saludo especial en la Puerta de la Acogida dirigiéndose al Sultán todopoderoso.

Aquel tiempo ya pasó. En 1876 tuvo lugar la última reunión en el dîvân mientras el magnífico poder de los sultanes se desvanecía en el tiempo. Poder que ejercía sobre sus súbditos con libertad absoluta. Tal era su derecho, como tal era su herencia. Y las personas enclaustradas entre los muros del Harén así podían confirmarlo.

P1160616 Entrar en el Harén si genera una sensación extraña, motivada por la leyenda y los mitos asumidos por tantos años de historias, pero también motivada por el dolor que parecen comunicar sus pequeñas pero espectaculares estancias.

De hecho, es la parte del Palacio que más nos gustó y es que guarda numerosos secretos que te van explicando según pasas las habitaciones.

P1160635 Las paredes están decoradas con los preciosos diseños florales (sobre todo de tulipanes y margaritas) que más tarde vimos tan repetidos por las tiendas y bazares de toda Turquía.

En el Harén residían las concubinas y sirvientas del Sultán, custodiadas por los eunucos, siendo el Gran Eunuco Negro el último responsable de su cuidado y supervisión. Las chicas que allí vivían pertenecían a cada sultán. Cuando éste moría o le hacían desaparecer, ellas también lo hacían, renovándose el harén con el cambio en el sultanato. El llamado Palacio Viejo o de las Lágrimas, Eski Saray, se convertía en su tumba en vida.

En el harén habitaban dos categorías de mujeres, las sirvientas o cariyeler (que no tenían contacto con el sultán) y las privilegiadas (gedikiler, seleccionadas por su hermosura o talento). Si el Sultán elegía a alguna de éstas como concubina, se la denominaba Gözde (en la vista), se le asignaban unas estancias privadas y se le preparaba la cita con el Sultán. Si tras la primera noche todo iba bien, se convertía en concubina real (Odalisca / Ikbal).

P1160683 Si el Sultán tenía de ella un hijo primogénito se convertía en Birincie kadin y si el hijo sucedía al padre en el trono, ella pasaba a ser valide sultan, la primera dama del Harén.

En ocasiones, la Sultana Madre tuvo un poder superior incluso al del Sultán. Sólo hay que echar una ojeada a la aberrante biografía del Sultán Ibrahim I El Loco (http://es.wikipedia.org/wiki/Ibrahim_I) para darse cuenta de la situación que comenzó a vivir el Imperio Otomano cuando desaparecieron las grandes figuras como Mehmet II o Solimán El Magnífico.

P1160649 El harén daba para mucho y las intrigas cortesanas se hicieron protagonistas del devenir del Imperio, ascendiendo y quitando sultanes, decapitando o estrangulando visires y eunucos jefes.

P1160654 La zona llamada de La Valide en el Harén, reservada a la Gran Sultana, es una de las más espectaculares.

Las habitaciones son mucho mayores que las del resto de concubinas y odaliscas y el lujo se palpa en todas las paredes.

Las habitaciones de la Sultana Madre tenían conexión directa con las del Sultán. Y es que la Valide Sultana, que dirigía el Harén y en muchos casos el destino del Imperio, era una figura destacada. Unos maniquíes muy cucos nos dan idea en estos aposentos de su importancia.

P1160663 Sin embargo, el baño, que esperábamos también espectacular, es mucho más grande de lo habitual pero mucho más sobrio de lo que el lujo otomano podría producir. Sus grifos, eso sí, son muy llamativos.

Muchos de los visires estaban literalmente fuera de la realidad. Muchos sultanes cumplieron a raja tala la llamada Ley del Fratricidio, por la que hacían eliminar al resto de su familia para evitar rebeliones y disputas por su trono. Mehmet III hizo asesinar a sus 19 hermanos, 20 hermanas y todas las concubinas embarazadas de su padre, delicadamente estrangulados todos con pañuelos.

P1160679 Como esta Ley parecía abominable incluso en el siglo XV fue sustituida por otra costumbre de similar, al de encerrar en una Jaula Dorada, al resto de la familia. Como se podrá comprender, estar encerrados de por vida en las habitaciones el Harén con el miedo perpetuo a ser asesinados convirtió a algunos de los sultanes que de aquí salían en locos o peleles inestables sin experiencia previa en cuyas manos el Imperio Otomano se fue a pique. Eso sí, poco a poco.

Entre los sultanes cuerdos que sobrevivieron con salud mental en la Jaula Dorada destacan Suleiman Ii (http://es.wikipedia.org/wiki/Suleiman_II), Mahmud I (http://es.wikipedia.org/wiki/Mahmud_I) Abdul Hamid I (http://es.wikipedia.org/wiki/Abdul_Hamid_I). Entre los menos afortunados (para ellos y para el resto de los seres vivientes cercanos) destacaron Mustafá I (http://es.wikipedia.org/wiki/Mustafa_I) u Osman III (el que odiaba a las mujeres y llevaba suelas de hierro para que oyeran sus pasos y desaparecieran http://es.wikipedia.org/wiki/Osman_III).

P1160666 Pero estábamos en el Harén. Tiene hasta 400 habitaciones y patios, algunos muy pequeños, otros enormes. El Salón más grande es el Salón Imperial, construido en el siglo XVI y que servía tanto para Sala de Recepción del Sultán como para salón de entretenimiento del Harén.

El trono de la Sala lo ocupaba el Sultán, mientras que en la galería se sentaban las esposas y la Gran Sultana. El Salón Imperial del Harén, que daba acceso a las habitaciones privadas del Sultán, es la ubicación donde realmente sientes el ambiente del imperio otomano, donde es fácil imaginar al Sultán, escudo del mundo, dirigir su mirada a aquellos a quien recibía, silenciosos esperando su permiso para hablar, rodeado de su cuerpo de guardia.. que lo mismo estaba confabulando contra él.

Selim III recibe a la corteLa misma sensación se percibe delante de la Puerta de la Felicidad, fuera del Harén ya, que comunica el segundo y el tercer patio. También llamada Puerta de los Eunucos Blancos, bajo su soportal se ubicaba el cuerpo del Sultán cuando éste fallecía. Es fácil dejar volar la imaginación y de repente la ensoñación se hace realidad en el cuadro de Konstantin Kapidagi, donde aparece Selim III (http://es.wikipedia.org/wiki/Selim_IIIpresidiendo un desfile de oficiales de alto rango.

Enfrente del Sultán está el gran muftí, la máxima dignidad religiosa del Imperio. A los lados, el gran Visir (primer ministro, "pié del sultán" se llamaba) y el Jefe de la Guardia. P1160583Detrás, los eunucos, los negros (los guardianes del Harén) y los blancos (los custodios de la Puerta de la Felicidad). Y en el medio, Selim III quien fue depuesto y asesinado por el Jefe de los Eunucos Negros después de una revolución protagonizada por los jenízaros, el cuerpo de guardia del Sultán y quienes en muchos casos tenían el poder real. El gran muftí decretó la destitución del Sultán, obligándole a volver a la Jaula Dorada. Cuando trató de volver es cuando fue asesinado

P1160631 Las habitaciones de los eunucos negros se pueden ver en el Harén, donde vivían. De hecho, muchos de los eunucos, al igual que el resto de sirvientes del Sultán tenían una forma de acceso un poco especial: un sistema de leva según el cual uno de cada cuarenta jóvenes cristianos (a excepción de los hijos únicos) eran esclavizados y educados en el Islam y en la obediencia al Sultán. Muchos eunucos, en particular los negros, eran robados de sus pueblos de origen, como así lo eran las chicas destinadas al Harén.

P1160623 Pero de aquellos que entraban al servicio del Sultán y eran educados para él saldrían los puestos de confianza del Gran Hombre: de cocineros a jenízaros, de escribientes incluso a visires. Aunque, como ya se dijo, ser visir no es que resultara especialmente bueno.

En el Tercer Patio de Topkapi (llamado Enderún) destacan, además de la exposición del tesoro, de los retratos y de las reliquias, la Sala de audiencias (donde el Sultán atendía a los embajadores y representantes del extranjero) y la Biblioteca del Sultán Ahmet III.

Sobre todo esta última, construida en 1719 para el uso de los jenízaros y del personal del Enderún, en particular de los pajes, en cuyas escuelas ahora se muestra el gran Tesoro del Imperio.

P1160603 La decoración interior es delicada y bellísima, con los habituales azulejos de Iznik y los motivos florales y de tulipanes tan encantadores, procedentes del siglo XVI-XVII.

La biblioteca contenía sobre todo libros sobre teología, sobre la ley islámica y temas similares, tanto en turco como en persa o en árabe.

Más de 3000 libros se podían consultar en sus iluminadas habitaciones. Una bellísima fuente (una de las primeras fotos de esta entrada) cierra esta visita.

P1160697 En el último patio, el paisaje te reconforta, la vista del cuerno de oro desde el Pabellón de Iftar, construido por el Sultán Ibrahim I, es inolvidable, como sí se lo debía parecer al Sultán, que esperaba aquí, bajo la cúpula de cobre dorado la llegada del fin del ayuno en época del Ramadán.

En 1853, el Sultán Abdülmecit I decidió que había llegado la hora de jubilar Topkapi y marchó al Palacio de Dolmabahçe, más moderno y funcional. Fue Atatürk quien lo convirtió en museo a partir de 1924.

P1160698Volviendo hacia atrás en el tiempo, los sultanes otomanos hicieron todo lo posible por afianzarse en el poder.

A partir del sultanato de Solimán el Magnífico se autoproclamaron también califas por derecho divino, los dirigentes religiosos de la comunidad islámica.

Y algunas de las mezquitas más famosas e importantes de Istanbul fueron erigidas por orden de los califas sultanes. Tal es el caso de la Mezquita más impresionante de toda la ciudad, la llamada Mezquita Azul o Mezquita del Sultán Ahmet.

P1140331 De hecho, Estambul está lleno de mezquitas, como cualquier otra ciudad musulmana. Un buen número de ellas fueron diseñadas por el más famoso arquitecto islámico, Sinán, que vivió en época de Solimán el Magnífico, a tiempo de levantar la que sería una de las mezquitas más fascinantes de Istanbul, la Mezquita de Suleymaniye, la mezquita de Solimán.

Sinán fue magníficamente prolijo, según wikipedia, "a Sinan se le atribuye una inmensa labor constructiva en su larga vida, siendo probablemente el arquitecto más prolífico de la historia. Se le atribuye el diseño de: 81 mezquitas, 50 oratorios, 62 escuelas, 19 mausuleos, 32 conjuntos palaciales, 24 hospitales, 17 edificios de postas, 6 mercados, 33 baños públicos, 7 acueductos, 8 puentes y 338 edificios no identificados.". La mezquita de Solimán está cerrada por restauración, pero pudimos ver otras de Sinán, por ejemplo en el lado asiático de Istanbul, en Üskudar.

P1160525 Pero sin duda, la reina de las mezquitas es la Mezquita Azul del Sultán Ahmet, frente a Santa Sofía. Luce orgullosa sus seis alminares, un atrevimiento para la época (tenía los mismos que la de la Meca) que el Sultán resolvió poniendo un séptimo minarete a la de la Meca. La visión de la Mezquita Azul resiste el encantamiento de Santa Sofía, es mucho más espectacular e impresionante. Y la visita merece la pena.

Como dicen las guías de viaje, "como manda la tradición islámica, hay que entrar descalzos y cubiertos con un pañuelo. No se puede entrar con pantalones cortos ni con los hombros al descubierto. Allí mismo ofrecen 'kits' para las personas que no reunen la vestimenta adecuada.". Ya lo avisa una indicación en leds rojos a la entrada: "BE TOLERANT TO BE TOLERATED".

P1140298 Esto es común en todas las mezquitas turcas, las chicas no deben llevar los hombros al descubierto y está mal visto que, hombres o mujeres, lleven pantalones cortos.

A la entrada de cualquier mezquita siempre se encuentran una fuentes donde los musulmanes realizan sus abluciones, 5 al día de acuerdo con las 5 llamadas a la oración. Aquí, lavan sus pies como final del ritual religioso que comenzó con la llamada al rezo del almuédano (que ahora es por megafonía, claro).

P1140319 Las abluciones, que siempre siguen un orden concreto (mano derecha, mano izquierda, brazo derecho, etc.) al igual que la prohibición de comer cerdo fueron introducidos por Mahoma, su profeta favorito y al cual rinden honores, homenajes, rezos y oraciones.

Jesucristo para ellos también es un profeta, uno de los muchos que tienen. El caso es que entramos descalzos pero protegidos por gasas en la Mezquita Azul y quedamos maravillados.

En primer lugar, la habitual iluminación de estos lugares, con cientos de lámparas dispuestas en círculos. Entre ellas, aunque no se ven, se sitúan huevos de avestruz, que tienen algún componente que aleja a las arañas y evita que éstas hagan telas.

Y es que las arañas son sagradas para los musulmanes pues en una ocasión fueron las telas de araña las que evitaron que los enemigos de Mahoma, que se había escondido en una cueva camino de Medina desde la Meca, entraran a matarle.

P1140297 Todo iluminado, y todo cubierto de moquetas y alfombras mullidas y cómodas y suaves al tacto (de los pies). Muchos turistas se mueven en la mezquita azul a pesar de que es viernes, el día más importante para los musulmanes y cuando se realizan los rezos principales (que duran como una hora). Tal y como nos contaron, en un país laico como Turquía ya no es tan habitual ver gente rezando en la calle las 5 oraciones del día ni fieles acercándose a las mezquitas salvo, quizá, los viernes.

P1140293 La Mezquita Azul debe su nombre a los azulejos azules de Iznik (la antigua Nicea) que decoran su interior, fabricados en la época de mayor esplendor en la producción de Iznik.

Sin embargo, el paso del tiempo ha pasado factura y muchos han perdido la brillantez y el color, otros muchos han sido sustituidos.. aún quedan, sin embargo, algunos azulejos originales que conservan parte del esplendor de antaño, por encima de una de las grandes columnas de la mezquita, llamada de pata de elefante por razones obvias.

P1140295 Originalmente, más de 250 ventanas permitían la entrada de luz al interior de la mezquita, cuyas cúpulas y semicúpulas están decoradas con diseños de fascinantes y ondulantes arabescos. El Mihrab (nicho u hornacina que han de mirar los que oran, pues se orienta a la Meca) y el Minbar (el púlpito desde el que el Imam da el sermón) están construidos con delicadeza y tallado su mármol.

Pero si hay algo que nos gustó fue la vista exterior y, sobre todo, la vista desde el patio interior, con las inmensas cúpulas brillando bajo los rayos del sol.

La mezquita fue construida durante el reinado del decimocuarto sultán otomano, Ahmet I, entre 1603-1617 y le fue encargada al discípulo del arquitecto Mimar Sinan, Mehmet Aga. Tardaron en construirla siete años, entre 1609 y 1616.

Y la mezquita no la construyeron aislada: la hicieron acompañar de una madersa, escuela coránica, un asilo, un centro comercial de artesanía, un kervansaray, un caravasar, una fuente y un "külliye", complejo socio-religioso. El sultán Ahmet, que da nombre a la Mezquita pero también a la plaza donde se encuentra (y hasta a la parada del tranvía) está enterrado en el "külliye".

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El lugar elegido para la construcción de la mezquita fue, precisamente, el antiguo hipódromo, dado que el Palacio de Topkapi estaba muy cerca. Para ello, tuvieron que expropiar un buen número de palacios de la zona y destruir algunas partes del hipódromo como su tribuna. Aún dicen que si se excavara debajo de Sultahamet en encontrarían numerosos restos del gran edificio romano.

P1160626 La Mezquita Azul, aún espectacular, es una de tantos edificios religiosos del Istanbul otomano, Imperio que se mantuvo durante muchos siglos ampliando cada vez más territorios, llegando desde Viena hasta Egipto y desde Belgrado hasta Argelia, un imperio que pervivió desde 1299 a 1923 momento en el que Atatürk, al que le ofrecieron ser el próximo Sultán, decidió que otros aires eran más que necesarios en Turquía.

Al fin y al cabo, habían perdido poco a poco territorios, poder y prestigio. Como les ha pasado a todos los imperios de la historia.