Manio Octavio Novato, Praefectum Fabrum, responsable de la construcción del teatro de Segóbriga. No sabemos cómo era físicamente, pero sí conocemos, 2.000 años después de su muerte, la importancia que tuvo para una ciudad hoy desaparecida y felizmente recuperada (al menos en parte).
En el teatro queda el pedestal de su estatua. A ambos lados de la escena queda también reflejada la aportación de un millonario senador de la época para la edificación del teatro, uno de los monumentos más importantes de una ciudad que se encontraba en su punto álgido.
Personajes adinerados y personajes con poder. Por ejemplo, uno de los secretarios del Emperador Augusto, Marco Porcio, quien fue aclamado como patrono de la ciudad por los propios segobrigenses y que también contaba con su estatua, sólo que ésta era a caballo y estaba en el Foro junto con otras muchas dedicadas a los benefactores de Segóbriga.
En tiempos de Augusto, precisamente, Segóbriga dejó de ser una ciudad estipendaria (que pagaba tributo a la capital, Roma) y pasó a ser un municipium, una población de ciudadanos romanos dedicados al loable arte del comercio. ¿Y con qué comerciaba Segóbriga? Pues con yeso translúcido, con Lapis specularis, extraído de los centros mineros de los alrededores y enviado por todo el Imperio. Al fin y al cabo, y a falta de cristales por inventar para cerrar las ventanas, el lapis specularis era muy apreciado en el mundo conocido. Y Segóbriga, antiguo oppidum celtibérico, se convirtió en el proveedor de referencia, la ciudad que gracias al yeso se convertiría en caput Celtiberiae (allí donde comienza la Celtiberia, tal y como la definió Plinio en su Historia Natural).
Pero Segóbriga no nació de la nada. Se sitúa en un enclave ubicado estratégicamente, en una colina de 857 metros de altura y protegida en su parte sur por el foso natural que crea el río Cigüela, un afluente del Guadiana. Sus paisajes son preciosos, un encinar manchego que en su momento debió ser frondoso se sitúa en las cercanías. En este encinar, considerado lucus o bosque sagrado en la antigüedad, se situaba un antiguo Templo dedicado a la Diosa Diana.
Se trataba de un santuario ubicado a 500 metros de Segóbriga y al otro lado del río Cigüela que formaría parte del bosque sagrado. Constaba de cinco paneles labrados en la roca de los que el que mejor se conserva es el central. En él, Diana se rodea de sus perros para ir a la caza. Por encima, una especie de tímpano en forma de templo y por debajo una inscripción con su nombre dentro de un recuadro completan el conjunto.
Este Santuario fue descubierto en el siglo XVI y de él se muestra una reproducción que se realizó para la Real Academia de la Historia en el Centro de Interpretación del Parque Arqueológico (http://www.patrimoniohistoricoclm.es/parque-arqueologico-de-segobriga/ o bien http://www.segobrigaconsorcio.ua.es/). El Centro de Interpretación es pequeño, pero más que suficiente. Muestra algunos de los grandes objetos que se han encontrado en el yacimiento, sobre todo algún togado de gran porte, de los que parecen florecer entre los barros de Segóbriga. Una estatua sorprende sobre las demás: se trata de un torso con armadura labrada verdaderamente emocionante y posiblemente perteneciente a una estatua dedicada a Augusto.
En el Centro se explica la historia de Segóbriga y de como ya desde el siglo XVII se comenzaron las obras de mantenimiento del yacimiento, uno de los primeros en ser valorados y no destruidos por la ignorancia. Sin embargo, y como suele pasar en la historia, las paredes del impresionante y cercano Monasterio de Uclés se visten con las piedras extraídas de la antigua Segóbriga.
La ciudad, municipio con Augusto y centro de comunicaciones en la Hispania Romana, fomento del comercio con lapis specularis y centro agricultor, ganadero, metalúrgico y artesanal de primer nivel, pasó por una época de esplendor en el siglo I dC, precisamente en la época del Augusto de torso labrado. Un ambicioso programa urbanístico dotó a la ciudad de grandes edificios financiados por la élite de sus pobladores.
Volvemos entonces al teatro construido por Manio Octavio Novato. Comparado con el Teatro de Mérida o con alguno de los grandes teatros del oriente del Mediterráneo, la verdad es que queda bien poco del teatro segobrigense. Se conserva muy bien el graderío, pero poco más.
El Teatro, junto con un anfiteatro bastante mejor conservado, se ubicaba a un lado de la puerta de entrada de la ciudad (el anfiteatro, al otro lado). Se construyó en varias etapas iniciándose probablemente en época de Tiberio e inaugurándose según Pompeya y Herculano eran tapadas por el lapilli del Vesubio, en 79 dC, en época flavia. Una gran inscripción monumental lo indica todavía hoy.
Aunque falta la suma cavea, la ima y la media cavea se conservan perfectamente. También la orchesta semicircular y el proschaenium, el tablado de madera que protegería una monumental frons scaena, un escenario decorado con columnas (de las que sólo quedan míseros restos) y esculturas de musas y personalidades (todas ellas togadas: las cabezas se sustituirían de la forma más práctica en caso necesario). La Diosa Roma gobernaba la escena, hoy también desaparecida.
Al otro lado de la puerta principal se ubicaría el
Anfiteatro. Se trata del edificio más grande de la ciudad: podía albergar hasta 5.500 personas en su elíptica forma. Es muy robusto, pues aunque en su parte Sur se aprovecha de la roca de la colina, en la parte norte se tuvo que levantar hasta 18 metros sobre el suelo.
La arena es enorme, 1.100 metros cuadrados, y el graderío se separa de la misma por un alto podium. Es un anfiteatro muy bien conservado, y un placer poder recorrerlo sin problemas. No sólo la arena, también los pasillos interiores por los que circularían los gladiadores o los cazadores de las venatio (que se realizarían con animales de la zona, pobres lobos u osos).
Muretes de separación, carceres habitaciones para los luchadores o las fieras, pequeñas capillas o santuarios, pasillos cubiertos… de todo hay en este lugar creado para el espectáculo.
Es muy posible que la arena y el tiempo lo cubrieran totalmente una vez que la ciudad perdió la vida (de hecho, en el siglo IV dC ya tenía un uso predominantemente agrícola) y por eso se salvó del uso de cantera para la que sí sirvieron el Teatro o el Circo. Y es que Segóbriga también contaba con un Circo, pero éste no tuvo tanta suerte. Se le puede entrever en la distancia, desde la colina que servía de centro de la ciudad.
Allá donde las cuadrigas de caballos de los sucedáneos de los verdes y los azules romanos daban vueltas bajo los gritos de los habitantes segobrigenses ahora sólo hay pastos y los restos fantasmagóricos de algunos tramos de los graderíos laterales y de las cuadras de salida de la parte oeste.
Esta vista del Circo es la que se tiene en la parte inicial del Foro de la ciudad, en su criptopórtico, en lo alto del montículo donde creció Segóbriga.
El criptopórtico es una estructura subterránea de gruesos muros que servía para sostener el pórtico superior pero también como espacio para diversos fines, por ejemplo, como archivo.
El pórtico que sostenía, que probablemente rodeaba al Foro que se vislumbra por encima, estaba poblado de numerosas estatuas ecuestres de ciudadanos famosos de la ciudad. Pero también de augustos personajes.
De hecho, aquí se encontraron varios objetos de interés, desde algún togado a la efigie de algún alto representante de la familia Julio-Claudia, como este precioso retrato de Agripina la Mayor, nieta de Augusto y madre del también Emperador Calígula, del siglo I dC.
El Foro está en plenas labores de excavación. Es un espacio enorme del que se conserva moderadamente bien casi el 50% del enlosado. Una de las características que hacen famoso a este Foro es que albergaba una inscripción monumental incrustada en dicho solado. El texto quedaba integrado en el suelo, ya que las letras de bronce se insertaban en unos alvéolos horadados en la superficie.
La inscripción, por cierto, decía: (…?Proc?)ulus Spantamicus La(…)us forum sternundum d(e) s(ua) p(ecunia) c(uravit/-erunt). Es decir que, al menos Proculus Spantamicus financió la pavimentación del Foro. Y lo hizo, precisamente, en época Augusta, sobre 15 aC, una monumentalización muy temprana que debió arrasar con los restos del oppidum celtibérico previo. Precisamente en el Foro apareció el pedestal de la estatua dedicada al secretario de Augusto, M. Porcius M., el patrono de los segobrigenses mencionado anteriormente.
Y es que ver el Foro porticado y repleto de estatuas a caballo y en pie (muchas de ellas togadas) de personajes de la ciudad, dioses o emperadores debía ser todo un espectáculo. Gracias a los pedestales hallados se ha seguido la pista de un buen número de segobrigenses de la época o de dignatarios relacionados con la ciudad, como Marco Licinio Craso Frugi, consuegro de Claudio y patrono de Segóbriga.
Por cierto, en el centro del Foro destaca un mundus, un pozo cuadrado perfectamente orientado con los ejes solares que viene a significar la fundación de la ciudad. En su interior, expoliado en el pasado, debieron enterrarse elementos de tipo votivo.
Muy cerca del Foro se han localizado ya restos de la Basílica que servía sobre todo como órgano administrativo comercial. Y se comerciaba, sobre todo, con Lapis specularis, evidentemente. En esta Basílica civil (que también servía como sede para la administración de la justicia) se han hallado numerosas estatuas de dignatarios imperiales, entre las que destaca el torso con armadura mencionado anteriormente.
A los lados del foro también había templetes o capillas dedicadas al culto imperial. Aún así, el templo de culto más impresionante se construyó en honor a los Flavios.
Las tres naves separadas por columnatas en las que estaba distribuido este templo han dado bastantes frutos: desde una cabeza de Vespasiano (que aprovecha un Nerón anterior), nueve capiteles corintios de grandes proporciones, un altar dedicado a la Diosa Fortuna y parte de un mosaico blanquinegro que servía de suelo al ábside.
Sólo la presencia de unos escalones de hierro a través de los que se accede a los restos del templo dan vigor a unas ruinas un pelín tristes para lo que fueron en origen. Las vistas desde este templo son, eso sí, espléndidas.
Y justo por detrás de este Templo se encuentran los restos de las Termas monumentales de Segóbriga. Unas termas de carácter público de grandes dimensiones y construidas en el siglo I dC. De ellas, poco queda y menos aún reconocible a simple vista.
La ermita de San Roque se construyó sobre ellas y se cree que parte de sus muros pertenecieron a las propias termas (su ábside aprovecha parte de un laconicum o sauna de calor seco de las termas).
Éstas mantenían una estructura lineal en la que aún hoy se reconocen la palestra para los ejercicios preliminares, el Frigidarium de agua fría (que incluía una pequeña piscina o Natatio), el Tepidarium templado y el Caldarium de aguas cálidas.
A la salida de las termas se ubican algunas construcciones particulares que han dado lugar a sorpresas.
El procurador augustal Caius Iulius Silvanus, originario de Smirna, dedicó un altar en su hogar al Dios Zeus Megistos, convirtiéndose en el único culto griego atestiguado en la ciudad (también los hubo a dioses indígenas como Airon, además de los consabidos Diana, Hércules, Mercurio o Fortuna).
Salimos de la ciudad cruzando las gruesas murallas (apenas una huella en el suelo a veces, en otra se distinguen perfectamente sus hechuras) para dar con los pocos restos que quedan del antiguo acueducto que traía agua a la ciudad y con una muy poblada Necrópolis, que como mandan los cánones, se construyó en las afueras de la ciudad. Hay numerosas tumbas dispersas por todo el contorno del yacimiento y pertenecientes a diferentes épocas. De hecho, en el camino de entrada hasta la puerta principal desde el Centro de Interpretación se descubren hasta 200 sepulturas que se abrieron en las campañas de excavación de la década de los 70.
Casi todas ellas pertenecen a la época visigoda. Y es que, a partir del siglo IV dC, Segóbriga entra en la misma crisis de ruralización que el resto del Imperio Romano. La ciudad se despuebla y los grandes edificios dejan de ser necesarios. Sin embargo, todavía quedaría vida en Segóbriga: en el siglo V dC, los obispos segobrigenses acudieron a los concilios de Toledo de 589 y 693 dC. De esos años, precisamente, es la gran basílica visigoda y la necrópolis que la circunda que se encuentran en las afueras de la ciudad.
La Basílica visigoda fue uno de los primeros edificios excavados y detallados por los arqueólogos del siglo XVIII. En ella se han hallado los enterramientos de varios obispos segobrigenses así como de un buen número de fieles que los circundaban.
Los visigodos dejaron paso a los musulmanes, que construyeron una torre vigía en los restos monumentales de la acrópolis de la colina. Tiempo después, los últimos pobladores de Segóbriga la abandonaron, acercándose al actual pueblo de Saelices.
En el acceso a la Basílica, en los terrenos que en su día ocupó el Circo romano, se hallaron en agosto de 2006 tres fragmentos de una enorme estela funeraria que no deja indiferente. La parte superior de la estela tiene como protagonista a la difunta Iucunda, una esclava que murió a los 16 años y que aparece en relieve, sentada, y tañendo una cítara.
La estela de Iucunda, de las primeras décadas del sigloII dC, contiene un texto dedicado a Iucunda, enmarcado en una moldura, que es sencillamente sobrecogedor:
No tendrá que añorar tras su muerte a sus hijos perdidos. Para Iucunda, esclava de Manio Valerio Vitulo e hija de Nigella. Desahuciada a la acercarme a mis 16 años, cedí, vencida, al peso de mi destino. He aquí lo que puede abatir tu corazón, lector, la causa prematura, lamentable, de mi sepultura.
Pero, llegada a mi fin, descanso en un lugar querido, antes que las enfermedades destruyeran mi cuerpo con violencia de un tumor intolerable para cualquiera, ahora, libre de preocupaciones, reposo bajo la hierba ligera.
Ahora os toca a vosotros el cuidado de mi sepultura, padres, querido esposo, adiós para siempre.
Que a mí no me pese la tierra y a vosotros los dioses os sean favorables. Sé propicia para esta citareda, como también Febo lo fue mientras viví.
Con este emocionante mensaje dejamos Segóbriga, el lugar querido bajo el que descansan la esclava Iucunda, el procurador Caius Iulius Silvanus o Manio Octavio Novato, el Praefectum Fabrum que construyó el Teatro de la ciudad. Todos ellos fantasmas de un glorioso pasado que renacen de sus cenizas para gozo de los visitantes de esta ciudad desaparecida.