El antiguo Castillo de los Visconti y de los Sforza de Milán se ha transformado en una especie de parque temático de los Museos, acogiendo en su interior una pinacoteca, un museo egipcio, un museo de muebles, un museo de arte decorativo, un museo de instrumentos musicales, un museo de arte antiguo… a lo que hay que añadir el propio espacio que ocupa el Castillo, con cosas interesantes que ver.
Por supuesto, sólo nos dio tiempo a dar una pequeña vuelta por el Castillo Sforzesco de Milán y recorrer rápidamente algunos de los museos mencionados, pero mereció la pena. Lo mismo que pasear por el Parque Sempione, construido en las antiguas tierras del Castillo y del que disfrutan ahora muchos milaneses (y nosotros mismos, con tiempo incluso como para ver su Aquario).
El Castillo está en pleno centro, no hay que desplazarse mucho, la verdad. Del Duomo está a cinco o diez minutos andando. Pasamos por un mercadillo de monedas y objetos antiguos que se pone los domingos en la Piazza Mercati, sorteamos autobuses y coches, compramos el Corriere della Sera en un kiosco y nos plantamos delante de la Torre del Filarete (delante suele estar a la vista un monumento a caballo de Garibaldi, pero está en restauración) o Torre del Reloj, construida en 1450 y reconstruida muchas veces (por ejemplo, en el siglo XX tras ser destruida por un rayo).
Esta preciosa Torre es el acceso principal al Castillo Sforza. al menos el de los visitantes como nosotros.
Torre del Filarete, Torre del Reloj, Torre de Humberto I... la torre recibe diferentes nombres, pero el más interesante es el de Filarete, el arquitecto florentino al que se le encargó la renovación del Castillo a mediados del siglo XV. Fue Franceso Sforza quien le eligió, entre otros expertos de la época para acometer una obra que poco tiempo antes había proclamado que nunca llevaría a cabo.
Y es que la ciudad de Milán ha vivido en guerra (o sufriendo las consecuencias de las mismas) prácticamente toda su historia. La ciudad ha sido territorio español. Y francés (dos o tres veces). Y austriaco. Y hasta ser parte del reino de Cerdeña.
Pero también tuvo sus épocas como ciudad estado, épocas basadas en el liderazgo de dictadores como la saga de los Visconti, primeros responsables de la construcción del Castillo. Cuando los Visconti fueron expulsados por uno de sus yernos, Francesco Sforza, éste prometió no recuperar el simbólico edificio de los Visconti. Pero la necesidad de contar con edificios importantes en Milán, la carencia de estructuras defensivas.... razones que utilizó para poner en marcha un proyecto que incluía a genios milaneses y a Antonio Averulino, el florentino llamado Filarete, forastero a quien encargaron la parte más visible del nuevo castillo, la Torre, y a quien trataron de desacreditar continuamente.
A partir de aquí el Castillo sufre ampliaciones y ruinas, ocupaciones extranjeras y patrias, se elevan nuevas torres que desaparecen después, se reconvierte en fortín o en Palacio Ducal según las necesidades.
Es aquí donde aparece el famoso nombre de Ludovico el Moro, otro de los Duques milaneses que pasaría a la posteridad como uno de los promotores de Leonardo Da Vinci, quien dejó su huella en algunas partes del Castillo (sin embargo, el modelo para una estatua ecuestre de Francesco Sforza que le encargó su hermano Ludovico fue destruido por los franceses).
Una de las huellas de Da Vinci en el Castillo Sforza es el fresco que decora la Sala delle Asse. En esta gran Sala del Castillo (hoy parte del Museo de Arte Antiguo) Da Vinci imaginó una falsa pérgola y la pintó, allá por 1498, en la bóveda de forma que los visitantes de Ludovico el Moro quedaran asombrados por la Sala de recepción que éste utilizaba.
El escudo de los Sforza está en medio de una algarabía de ramas floridas y entrelazadas que dejan poco espacio a la luz del cielo, más de diez árboles cubren con su falso y tupido enrramado el techo de la sala, que fue redescubierta en 1893 por Paul Müller-Walde. Ha sido restaurado numerosas veces. Aún así, los textos dorados que aparecen en las cuatro pechinas de color azul celeste de las esquinas son ilegibles.
Escenario de enfrentamientos constantes, el Castillo siempre estuvo en primera línea de fuego española, italiana, francesa y austríaca. Demoledoras consecuencias que fueron poco a poco recuperadas a lo largo del siglo XX (la segunda guerra mundial acabó con lo poco que quedaba). En la actualidad, la Torre, la Plaza de Armas que la sigue (con el foso aún existente, paso levadizo incluido) y otras partes del Castillo son visitables pero llaman poco la atención.
Quizá sea por eso por lo que se decidió que albergara tantos museos de interés. Nuestra visita se limitó al Museo de Arte Antiguo, a la Pinacoteca y, cómo no, al Museo Egipcio.
Museo de Arte Antiguo
Son tan importantes las piezas del Museo como las salas donde éstas están ubicadas. En muchas de ellas sobresalen más los frescos del techo o los mosaicos del suelo que las piezas que se exponen. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de ellas proceden de las iglesias, edificios históricos y palacios que se arruinaron con el paso del tiempo o los que se decidió demoler para construir otros nuevos. Por eso este museo es un recorrido por la historia de Milán y la Lombardía, muy relacionada a su vez con la historia del continente.
Y si no, sólo hay que fijarse en los impresionantes escudos de los Austrias y de los Tudor que decoran un par de salas del Museo. Se celebraban los esponsales de Felipe II y de María Tudor en aquel, su primer matrimonio que terminó en fracaso rotundo. Pero esto no se sabía en 1555, cuando se decidió decorar las salas del Castillo Sforza, en manos españolas durante 170 años, homenajeando a los recién casados.
Y ahí que están los escudos, símbolo de una época que, por lo menos a nosotros, nos sorprende hoy en día. Es difícil hacerse a la idea de que Milán fue parte de las Españas y más cuando te lo encuentras de frente (bueno, te lo encuentras mirando hacía arriba) en el bastión defensivo más importante de la ciudad.
La primera sala del Museo recoge las piezas más antiguas, destacando entre ellas una cabeza de la mismísima Teodora, la Emperatriz bizantina esposa de Justiniano I, aquel que trató de devolver la gloria al desaparecido Imperio Romano desde Constantinopla.
Lápidas, inscripciones, frescos y mosaicos dan paso a una escultura absolutamente excepcional, impresionante: el monumento sepulcral de Bernabé Visconti, uno de los tiranos antes mencionados que falleció en 1385. Esta asombrosa obra fue realizada por el escultor milanés Bonino da Campione y de nuevo está rodeada de obras de arte medievales de las iglesias de la zona.
Bernabé Visconti pasó toda su vida en conflicto, aliándose con unos y otros, casando a sus hijas con potenciales intereses hasta que acabó encarcelado por su primo y envenenado en diciembre de 1385. El impresionante monumento ecuestre funerario lo encargó el mismo e iba a estar ubicado en la catedral veneciana.
En la siguiente sala, una Almendra con el Redentor bendiciendo, de finales del siglo XIV, es un ejemplo de la estatuaria de la cercana región toscana, de la que hay también ejemplos por todo el museo.
El Emperador austríaco Federico Barbarroja, que destruyó la ciudad de Milán en 1167, se convirtió en la bestia negra de los milaneses y en su miedo más permanente. Es por ello que la mujer retratada enseñando obscenamente su vagina se identifica con la mujer de éste. Y de la misma manera que numerosos frisos de la época narran las vicisitudes de los milaneses en su defensa de la ciudad del conquistador.
Pasamos por salas de frescos asombrosos, con piezas delicadas como la dolorosa mirada de un gran crucifijo de madera del siglo XIV o la Virgen del Coazzone de Solari del siglo XV, en mármol y ataviada al más puro estilo renancentista. Pero la estrella de la colección es la última obra, inacabada, de Miguel Ángel Buonarotti. Se trata de la Piedad de Rondanini (debido al Palacio de Roma donde se halló muchos años después de perderse su pista).
Con casi noventa años, Buonarotti dedicó sus últimos esfuerzos a esta obra, hasta el 11 de junio de 1564 en el que “tras trabajar todo el sábado antes de caer enfermo el lunes”. Aunque Miguel Ángel la legó en su testamento a su criado Antonio di Giovanni María del Francese, la escultura ha pasado por muy diferentes manos hasta que el Ayuntamiento de Milán la compró gracias a una colecta masiva para incorporarla a la colección del Castillo Sforza.
El montaje definitivo de la obra es sobresaliente, está aupada en una lápida bajorromana y acogida tras un panel de madera noble que la hace sobresalir de entre las demás piezas.El cuerpo de Jesús está apoyado directamente sobre el de la Virgen y esto, según los expertos, es harto complicado. Abandonamos el Museo de Arte Antiguo con ganas de más, pero no hay tiempo…
Rodeamos el palacio hasta encontrar, en un sótano al que se accede desde un Patio de Armas, el Museo Egipcio y el de Prehistoria.
Luigi Vassalli, director del Museo de El Cairo en 1881 fue el artífice de la creación de uno de los museos egipcios más tempranos de Europa, el de Milán (entiendo que nada que ver con el de Turín, lo veremos a su tiempo). Sus colecciones, unidas a lo hallado en diferentes excavaciones en El Fayum en las décadas de los 30 y los 40 del siglo XX, son el fondo principal del Museo.
Además de las momias, sarcófagos, sudarios y esculturas, nos quedamos con dos o tres piezas muy llamativas. En primer lugar, con dos figurillas de pequeño tamaño pero impactantes, una por quien es, otra por su belleza.
A la izquierda tenemos al mismísimo Imhotep, el arquitecto de la Pirámide de Saqqara, el posterior endiosado Esculapio en una representación de época tardía. A la derecha, una Isis lactante con su Harpócrates al más puro estilo Virgen-con-niño de la XXV dinastía.
Encontramos también alguna escultura de gran tamaño, como este Faraón Amenemhat III, de la XII dinastía, procedente precisamente de las excavaciones de El Fayum de los años 30-40 (fue hallado en los restos del Templo de Isis-Thermutis en Medinet Madi por Achille Vogliano antes de que comenzara la Segunda guerra Mundial). El Dios de las dos Tierras, rey del Alto y el Bajo Egipto, el rey Nimaatra y amado de Renenutet, la Isis de Medinet Madi nos mira fijamente desde su trono de piedra caliza.
Lástima no haber podido hacer más caso a las piezas del Museo de Prehistoria (al de Instrumentos Musicales, o al de Artes Decorativas, en fin). Saliendo por las mismas escaleras que llevan al Egipcio se accede al mismo patio de Armas en el que, a través de unas preciosas escaleras nos encontramos con la Pinacoteca del Castillo Sforza.
En ella tenemos oportunidad de conocer a algunos de los protagonistas de las historias que hemos conocido, así como ver preciosas obras de famosos artistas italianos. Antonello de Messina, por ejemplo, siempre me ha impactado. No se puede decir que esta tabla de San Benito de 1470 sea su mejor obra pero es llamativa. Formaba parte de un gran retablo prácticamente desaparecido.
Tintoretto, Tiziano o Mantegna están aquí presentes. La obra más conocida de la Pinacoteca es este Retrato de joven de Lorenzo Lotto, de 1624, que a muchos les parece enigmático. Con Lotto se entra en el apartado dedicado a los autores de fuera de Milán, en particular a los venecianos, y hay uno que nos deja impactados por el realismo (aunque luego puede ser justo lo contrario) con el que refleja la belleza de Venecia.
Se trata del inventivo Canaletto, quien deja en la Pinacoteca del Castillo Sforza dos obras preciosistas de 1742 de la Piazza San Marcos de Venecia. Se trata de “El muelle hacia la playa de los Schiavoni con la columna de San Marcos” (a la izquierda) y “El muelle hacia la Ceca con la Comuna de San Teodoro” (a la derecha).
Salimos, por fin hacia el Parque Sempione. La vista es realmente agradable. Se trata de un área verde enorme,de 47 hectáreas que fue construido en el antiguo Parque de Armas del Castillo. Se creó en 1888 con un diseño romántico a la inglesa que revela una influencia napoleónica evidente.
La aversión popular a una propuesta de construcción masiva (que incluía echar abajo parte del Castillo Sforzesco) y la necesidad de tener un espacio público para las carreras de caballos y otras celebraciones de la época llevaron a crear este Parque que fue finalmente inaugurado en 1906 siendo bautizado con el nombre del cercano Túnel del Sempione recién abierto.
Aparte de la amplitud de zonas verdes, estanques y zonas de esparcimiento, en el Parque Sempione hay algunas construcciones llamativas. Por ejemplo, al fondo de la foto, el Arco de la Paz Europea, terminado de erigir por orden de Francisco I de Austria en 1838 a pesar de su origen napoleónico: tras su triunfo sobre Milán, Napoleón encargó al arquitecto Luigi Cagnola la construcción de un arco de triunfo al más puro estilo romano. Tras Waterloo y la decisión del emperador austriaco, es un (presunto) símbolo de paz.
Además del Arco (que, por cierto, está orientado hacia París), el Parque Sempione cuenta con otros edificios emblemáticos de Milán, desde Palacios a escenarios de celebración. La llamada Arena Cívica es un anfiteatro de estilo romano donde tienen lugar competiciones deportivas, por ejemplo.
Pero nosotros nos quedamos con el Acquario Cívico de Milán (http://www.acquariocivicomilano.eu/), ubicado en un edificio realizado para la Exposición Universal de 1906 y con evidentes influencias modernistas. En el interior, un centenar de especies de fauna marina del Mediterráneo y de las aguas fluviales italianas nos esperan.
Gracias a la iniciativa Diversidad Biológica 2010 en Milán, el acceso al acuario no nos costó nada y pudimos disfrutar de un entorno bien expuesto, agradable, interesante y con un argumento de visita: la ruta del agua.
De ahí que los visitantes puedan recorrer el trayecto río abajo hacia el mar desde las montañas o en sentido contrario. Y fruto de ello pudimos disfrutar de acuarios asombrosos como el referido a un puerto de mar, al de los torrentes montanos o a la reconstrucción de la fauna de agua dulce del famoso Lago di Como.
Entre las estrellas del acuario, a mi gusto, enormes ejemplares de Accipiter nassus, de Esturiones. Pero también nos asombraron las morenas, los cabrachos y pulpos de zonas rocosas de playa, los grandes lucios como muestra de lo perjudicial de la introducción de especies exóticas en los ríos o la curiosa escena de una técnico del acuario metida en una de las zonas expositivas tratando de coger muestras.
El sol de media tarde ya dejaba sentir el calor del final de la primavera cuando dejamos el Parque Sempione de Milán. La verdad es que resultó una mañana muy completa.