Tras la apertura del Museo Nuevo, el Museo Viejo ha quedado un un evidente segundo lugar. Y no sólo por su contenido, diseño interior o publicidad.
También por la llamativa presencia de personal de conservación probablemente contemporáneo de algunas de las más maravillosas piezas que aún mantiene entre sus paredes el Altes Museum, cercano a la catedral berlinesa. Aquel personal se dirigió a nosotros con aspereza y poca profesionalidad y su edad, que no tendría que ver en principio con ese trato, iba acorde con el aspecto decaído del museo.
A cambio, en el breve paseo que hicimos por el museo, se nos quedaron fijas en la retina algunas obras realmente sobresalientes. La mayor parte del museo está dedicada a la Grecia antigua (que es lo que menos dominamos) por lo que recorrimos las salas rápidamente para llegar a la parte romana. No obstante, hay que hacer público homenaje a uno de los bustos más conocidos del mundo y que habita en el Altes (y que ya no es el de Nefertiti). Se trata de Pericles, el ateniense.
La encontramos una vez pasada la gran rotonda central, basada probablemente en el Panteón de Roma, en el extremo izquierdo del pasillo corredor.
Y allí está. Tenemos la inmensa suerte de poder estar cara a cara con el primer ciudadano de Atenas, tal y como lo definió su coetáneo, Tucídides. El busto es una copia de uno previo de Cresilas, un autor griego del siglo V aC contemporáneo del famoso Fifias. Ambos autores fueron copiados una y otra vez tanto en la antigua Grecia como en época romana.
Este busto es una de esas copias y fue hallado en Lesbos. Como la civilización griega no es nuestro fuerte (ya resolveremos eso algún día) pasamos de puntillas hasta encontrarnos al final una única y modesta sala en donde se reúnen algunos de los bustos más importantes de la historia romana. Y el más espectacular y fascinante de todos ellos es el mismísimo Cayo Julio César.
Las novelas de Colleen McCullough son casi una hagiografía del dictador pero es un ciclo narrativo tan fascinante, tan bien escrito y documentado que no puedes evitar sentir un interés inusitado por las figuras de Mario, Sila, Pompeyo o, por supuesto, de Julio César. Quizá por eso sentí tanta emoción al encontrar este busto en basalto verde del Divino Julio en la Isla de los Museos de Berlín.
La factura del busto es egipcia (altos pómulos, mentón prominente, estructura facial en general) así que probablemente fue realizada allí (de hecho, el basalto procede de Wadi Hammamat).
Fue realizado muy posiblemente unas pocas décadas después de los idus de marzo del 44 aC y supongo que recuerda la importancia del general romano en el destino de la ya provincia romana, antaño Imperio Egipcio. Justo al lado del busto de Julio César, se encuentra uno de los pocos, poquísimos retratos en mármol atribuidos precisamente a la reina Cleopatra.
Cleopatra VII, con la que se cierra la lista de faraones egipcios, la carismática reina legendaria, amante de Julio César y de Marco Antonio. No existen demasiados retratos de Cleopatra, uno de los más conocidos es éste del Altes Museum.
La sala dedicada a Roma es muy pequeña y está repleta de bustos y algún que otro mosaico famoso. Ahí están, por ejemplo, el general Agripa y el emperador Constancio Cloro a quienes les separan cientos de años pero pocos metros en el Altes.
Y el mosaico más famoso que se guarda en el Museo es uno obtenido de Villa Adriana, en Roma.
Bueno, en cualquier caso quienes más destacan en esta sala son los retratos de época romana e influencia ptolemaica que suelen aparecen en los sarcófagos egipcios de baja época. Es habitual encontrarlos en los grandes museos. Recuerdo los del Museo Egipcio de El Cairo, los de los Museos Vaticanos, el Louvre o el British Museum (también en el Neues de Berlín). Pero en el Altes Museum se muestran algunos de los más conocidos:
En fin, un Museo en el que pasear pausadamente que da la oportunidad de mirar cara a cara a algunos de los más fascinantes personajes del pasado. Y prepararse para el Museo de Pérgamo, claro, la otra estrella de la Isla de los Museos¡