Páirc Náisiúnta Chill Airne, en gaélico, es el parque nacional más importante de Irlanda. Además, acoge algunos de los paisajes más bellos e impactantes de toda la isla. Está situado en el Condado de Kerry, al suroeste de Irlanda y para acceder a él lo mejor es visitar la propia ciudad de Killarney.
Kill, por cierto, no viene de “matar” sino de la palabra gaélica Chill, Iglesia. Más concretamente, Killarney significa la Iglesia de las endrinas. Nada más llegar por tren de alta velocidad, un cartel con el nombre original de la ciudad te recibe en la estación Chill Airne, un nombre de entonación casi musical que anticipa lo bonito de las calles de Killarney. Esta pequeña ciudad tiene un componente turístico de primer orden, pues es el primer destino turístico de Irlanda (después de Dublín), con más camas por habitante que cualquier otra ciudad de la Isla salvo la capital.
Y el Parque Nacional está tan cercano a la villa que se puede acceder a él andando. De hecho, Killarney forma parte prácticamente del Parque.
Siguiendo una de sus calles principales desembocamos en la impresionante catedral de Santa María y de allí, por un pequeño puente y un tradicional cotagge comienza el recorrido, que puede hacerse a pié en primera instancia pues está asfaltado hasta llegar a la estrella del Parque: el Lough Leane, el más grande de los famosos lagos de Killarney.
Y es que una de las características más importantes del Parque Nacional son sus lagos, enormes extensiones de agua que dotan de incomparable belleza a la zona.
Algunos de sus lagos son cerrados (auténticos ecosistemas lóticos, a los que llaman genuinamente lakes) y otros tienen comunicación con el mar (a los que llaman Loughs, posiblemente equivalentes a los Lochs escoceses). El nombre de Leane viene del gaélico, claro, y significa “Lago del aprendizaje”. Hay que acercarse a la Isla de Innisfallen para entender porqué. Pero eso lo dejaré para más adelante.
Paseamos mientras entre hayas, fresnos, tejos, robles y avellanos, ponemos la vista en grandes praderas de lirios amarillos, en los fugaces rosas de las digitales. Los muchos tipos de verdes que los irlandeses son capaces de distinguir posiblemente estén aquí.
Por el camino aparecen aves comunes: pinzones, grajas, zorzales. Hay zonas adehesadas con ganado vacuno y por las que pasan los jardineros en cortacéspedes móviles y hay otras más salvajes, con la vegetación típicamente enmarañada.
El clima cálido, las copiosas lluvias y los abrigados valles han proporcionado una rica flora al Parque Nacional de Killarney. Sus valles presentan más de 500 variedades de musgos y hasta 250 hepáticas. La mitad de todos ellos, aunque no sean endémicos de esta zona, fueron descritos por vez primera aquí.
Pero además, Killarney tiene la tejera más grande de Europa (más de 32 hectáreas de tejos) así como el robledal nativo más amplio de Irlanda (cerca de 600 Ha.). Y es que el Parque Nacional ocupa 10.000 hectáreas (más de 100 kilómetros cuadrados) y configura un hermoso paisaje dominado por los lagos, los bosques y las montañas.
Los amarillos de los lirios y los rosas de las digitales son sustituidos por la gama de azules que trasladan las aguas de los lagos de Killarney.
Lough Leane es enorme, navegable, visualmente poderoso. Un buen número de aves vive en sus aguas.
Los más fáciles de ver son los azulones y los cisnes, con la prole detrás dadas las fechas de nuestra visita. Se dejan ver también las Garzas Reales tanto en vuelo como posadas a la espera de la pesca del día. No pudimos ver, sin embargo, anfibios, reptiles o peces.
Conocida es la no existencia de serpientes en Irlanda, pero en el Museo de Historia Natural de Irlanda se guarda la única culebra de collar hallada, precisamente, cerca de Killarney. Muy probablemente fuera una curiosa mascota o algo similar.
El águila real y el águila pescadora se extinguieron en la zona hace un par de siglos. Un par de apolillados ejemplares disecados se muestran en la primera sala de Muckross House, la residencia más famosa de Killarney. Pero yo creo que a los habitantes de la zona les gusta mucho más hablar de las águilas reales recientemente reintroducidas que sobrevuelan los lagos de Killarney.
No tuve la suerte de ver Ciervos rojos irlandeses, los únicos autóctonos que han sobrevivido a las hambrunas y a la historia de la Isla esmeralda, pero están aquí, en Killarney, lo que hace más famoso al Parque.
Como lo hacen sus espectaculares paisajes, su fauna y flora llamativas… pero también sus edificios históricos y sus yacimientos arqueológicos. El castillo de Ross, que se puede visitar, se asienta en la orilla del Lough Leane y su imponente figura marca el paisaje del Parque. Como fortaleza, aún presenta alguna torre y poderosos muros. Su historia se resume en wikipedia:
“El castillo de Ross fue construido a finales de los años 1400 por el gobernante clan local de los O'Donoghue (…). Fue uno de los últimos castillos en rendirse a los parlamentaristas partidarios de Oliver Cromwell durante las Guerras confederadas de Irlanda y sólo pudo ser tomado cuando la artillería fue transportada en embarcaciones por el río Laune.Se trata de una fortaleza típica irlandesa construida durante la Edad Media. La casa-torre tenía garitas cuadradas en las esquinas opuestas diagonalmente y acabada con gruesos muros. Originalmente la torre estaba rodeada por torres redondas en las esquinas.”
Enfrente del Castillo de Ross se expande el bellísimo Lough Leane, que es navegable.
Se puede concertar un precio con el propietario de una barca a motor y recorrer su interior, avistar cisnes y garzas, comentar jocosos chascarrillos irlandeses y dejar que te desembarquen en la isla de Innesfallen, donde se ubican los restos de una antigua abadía paleocristiana que servía de hospital para leprosos y que fue recurrentemente destruida por los vikingos.
Además, también sirvió de escuela para muchos peregrinos, lo que le dio el nombre al lago (Lago del aprendizaje, decía antes). Aprovecharé otra entrada para detenerme en los restos de la Abadía de Innisfallen, pues su situación, su estado y su entorno lo convierten en uno de los lugares más maravillosos en los que he estado.
Recorrer la isla, perderse entre sus ruinas, entre sus bosques y playas escondidas es un placer que poca gente conoce.
El otro edificio emblemático del Parque es Muckross House. De hecho, el Parque Nacional de Killarney fue el primer parque nacional de Irlanda y fue creado cuando la casa Muckross fue donada al estado irlandés en 1932 por sus últimos propietarios. El parque ha sido desde entonces ampliado sustancialmente y fue designado Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1981.
Muckross House (cuyo nombre viene dado por el Gaélico Muck, cerdo, sería la Casa de los Cerdos de la península de Ross) es un vetusto edificio victoriano situado en medio de idílicos jardines en el centro mismo del Parque Nacional. La guía, en inglés, te permite recorrer las habitaciones barrocamente decoradas y conocer las costumbres de amos y criados, así como de aristocracia y gente del campo en la Irlanda del siglo XIX.
Se me quedaron grabadas anécdotas como la obligación de los camareros para llevar los platos silbando (para evitar que comieran algo), el uso de las campanillas específicas de cada habitación, para conocer quien llamaba (los criados eran analfabetos y debieron desarrollar un oído de lo más fino) o la anécdota de la ampliación y reforma de la casa por la visita planificada de la Reina Victoria de Inglaterra.
Los propietarios de la casa, los Herbert, la remodelaron de forma absoluta en la década de 1850 ante la visita de la Reina Victoria, prevista para 1861. Se gastaron cuanto tenían en ampliar jardines, crear nuevas habitaciones (conocida la aversión de la Reina a dormir en plantas superiores por miedo al fuego, le construyeron una habitación en la planta primera espectacular para la época), adaptar la antigua casa a las necesidades de numerosos visitantes, la decoraron con lo mejor de la época… El objetivo estaba claro: las ventajas sociales y económicas que podría llevar impresionar a la Reina Victoria. Lord y Lady Herbert y así.
La Reina pasó dos días (una noche) en la casa y una vez que se fue no volvió a mencionarla. Además, en breve murió su marido y la depresión que le produjo la hizo olvidarse de muchas cosas, como de los Herbert, que, arruinados, tuvieron que vender la casa a la familia Guinness. La guía comentaba con mucha gracia que al menos, gracias a todo eso, ella podía estar enseñándonos Muckross House. Los jardines, por cierto, son verdaderamente bonitos.
La casa es bastante grande, más de 90 habitaciones, pero los dueños eran tan soberbios que disponían puertas falsas en habitaciones para que la casa pareciera más grande. Además, contaban con curiosos artefactos de la época. El más sorprendente: una varilla vertical cercana a la chimenea que contaba con una placa horizontal que subían o bajaban en función de dónde diera más luz el fuego: querían evitar ser morenos.
Los terrenos de Muckross House se extienden por el parque. Hay un jardín botánico, un invernadero y los restos de una abadía medieval bastante majos (de la abadía habrá tiempo de hablar en próximas entradas) pero sobre todo, lo que marca el paisaje en Muckross House es el Lago Muckross, parte de los lagos de Killarney. Las olas provocadas por el viento le hacen parecerse a un auténtico mar.
El Parque Nacional de Killarney se encuentra en una zona muy visitada, dadas las características de su clima y de sus costas. El llamado Anillo de Kerry (que recorre la Península de Iveragh), en el que está englobado el Parque, es una de las rutas más conocidas del turismo irlandés, como lo es también la que recorre la Península de Dingle, tan cercana.
Ambos recorridos están basados en la sucesión de impactantes paisajes verdes con acantilados y mar al fondo, castillos, yacimientos arqueológicos, bonitos pueblos de pescadores (en particular, el propio Dingle), escenarios de películas (como La hija de Ryan) así como vistas asombrosas de las Islas que acompañan a cada península, las Skellig en Iveragh y las Blaskett en Dingle. Para llegar a ambas hay que coger el correspondiente barco, lo que nos fue imposible. Atrás se quedaron frailecillos, alcatraces, gaviotas y alcas, para otra vez.
Se nos queda en la retina la imagen, preciosa, de las ovejas irlandesas de cabeza negra, repartidas por doquier por la isla, pero cuya presencia contrasta de forma natural en el paisaje agreste de ambas penínsulas.
Numerosos arbustos naturalizados de Fucsia magellanica dan contraste rojizo a las verdes praderas donde comen las ovejas. Y al fondo, el inmenso azul del Atlántico.
Pero si hay un recorrido realmente asombroso a realizar por el Parque Nacional de Killarney es el del Gap of Dunloe. Es una auténtica turistada, de las de verdad. El equivalente a montar en dromedario en Egipto o el tablao flamenco en España. Pero los lugares por donde pasas son de ensueño. Este tour es la joya de la corona de los tours de Killarney. Esta misma ruta la han realizado turistas y visitantes, de la misma forma que la hicimos nosotros, durante cientos de años. Charlotte Brönte pasó su luna de miel aquí y recorrió el Gap of Dunloe.
En nuestro caso, el comienzo es todavía más divertido: en un autobús antiguo al que le cuesta arrancar, con asientos acolchados y ventanillas bajas. Es un goce ir en uno de éstos.
El bus te deja en Ross Castle, donde de nuevo los cisnes, patos y garzas nos dan la oportunidad de contemplarlos a placer. El Lough Leane nos espera, volvemos a embarcar (ahora somos más) en una barca a motor en la que recorremos el lago hasta mucho más allá de donde lo dejamos la última vez (cuando fuimos a Innisfallen).
Durante la travesía se recorren varios lagos: Coosaun Lough, Black Lake, Cushnavally Lake, Auger Lake y Black Lough, además del mencionado Lough Leane. Hay un río que une muchos de ellos, el río Loe que le da nombre a la ruta.
Pues así, en barca, recorremos los lagos, las verdes colinas irlandesas (y las verdes montañas, aquí en Killarney nos rodean algunas de las más altas) nos acompañan.
Buscamos en el cielo sin éxito las reintroducidas águilas reales, los risueños ojos azules del guía escudriñan las nubes y el cielo azul. Hace un día impecable, raro raro en Irlanda.
Nos toca atravesar un puente. Lo llaman el Puente de los Deseos por las razones habituales. Desembarcamos para que nuestras barcas puedan sortear algunos rápidos, recorremos el puente y los bosques de alrededor, de sauces, alisos, robles, avellanos.
Volvemos a embarcar con nuestros chalecos salvavidas para entrever espectaculares cascadas en la montaña, bosques de tejos, cottages en la distancia, garzas a la espera de peces que comer.
De vez en cuando, impresionantes rododendros absolutamente cubiertos de flores rosas y moradas nos provocan cierta envidia al pensar en los nuestros, tan humildes comparados con ellos. Me temo que, al igual que le pasa a las Fucsias, estos rododendros han sido introducidos.
Cuando las aguas se vuelven someras y los juncos comienzan a poblar las orillas vamos frenando, deseando que no acabe este viaje por agua entre paisajes tan limpios.
Comemos en Lord Brandon's Cottage. Se trata de un antiguo establecimiento de descanso con establos para cazadores. Aún mantiene una torre que debió servir para ver quien se acercaba por el Upper Lake, sobre todo porque en la zona había muchos furtivos que, si eran cogidos, podían tener como castigo unas vacaciones definitivas en Australia o Tasmania.
Aquí cambiamos de modo de transporte. Nos pasamos a la energía animal. En toda la zona de Killarney son muy típicos los carros de caballos, Jaunting cars. Curiosos y profesionales conductores te ubican en los reducidos carros tirados por un único caballo.
En el recorrido te cuentan cosas del tipo: “Ese es el Valle Negro” como si tre estuvieran descubriendo algo importantísimo. Pero es que lo es. Las vistas en el recorrido hacia el Gap of Dunloe son incluso más espectaculares si cabe que desde la barca.
El paisaje es el adecuado para una postal o un fondo de pantalla. La amplia gama de verdes y azules nos deja sin palabras para expresar lo que vemos. El cochero no deja de hablar con su caballo, en ocasiones se baja y va a su ritmo, a su lado. En otras, nos ruega que nos bajemos para que el equino pueda subir por una cuesta especialmente empinada.
Nos da igual, hubiéramos preferido andar y recorrer a pie estos caminos. Mucha gente lo hace, a pie, en bici, en moto. La subida es costosa pero, como siempre suele pasar en estos casos, merece la pena cuando llegas al Gap of Dunloe.
Se trata de un estrecho paso entre montañas con espectaculares vistas de los lagos y del propio valle. Un paso en el desfiladero entre las MacGillycuddy Reeks. Aquí los caballos lo pasan mal, para bajar lo hacen despacio, los cocheros les acompañan en el recorrido.
Llevan ya muchos kilómetros y ésta es la parte más complicada. Nosotros no dejamos de asombrarnos por la belleza de lo que nos rodea. Sé que suena a lugares comunes y coloquialismo vano, pero es así.
En un momento dado, el cochero señala el color de la montaña que dejamos detrás. Es morado, violeta. Por ello la llaman la Montaña Púrpura. En otro momento, el cochero nos señala el Lago Serpent, donde habitaba la última serpiente irlandesa que San Patricio, en un honroso y elogiable acto de piedad hacia la fauna, la hizo desaparecer de la faz de la tierra. Así de majo era el hombre.
Nos queda todavía camino, se cruzan algunas ovejas asustadas, el caballo corre ahora, el viento nos da en la cara y el verde y el azul permanecen en la retina. Llegamos, por fin, a Kate Kearney’s Cottage, punto final del recorrido, para tomar un té o café en una preciosa casa de época de donde se dice que nunca ha faltado, en siglos, una Kate Kearney que te sirva. Ahora también lo hace, desde una surtida tienda de recuerdos.
Hemos recorrido un camino acompañados de los ecos que el trotar de los caballos provoca en las grandes montañas hacia el Valle Negro, el último lugar de Irlanda al que llegó la electricidad y el teléfono.
En el Parque Nacional de Killarney, uno de los más bellos lugares que he tenido la oportunidad de visitar.