He aquí un ejemplo de que, más interesante que el yacimiento a visitar, es el centro de interpretación que se ha construido en honor a él. Al lado de la desaparecida ciudad de Julióbriga, en Retortillo, muy cerca de Reinosa en Cantabria, se sitúa DOMUS, un centro de interpretación que en su mayor parte es la recreación de una villa romana del siglo III d.C.
El propio yacimiento es interesante y está situado en un paisaje fantástico, pero es la domus la que permanece en la memoria de los visitantes. Pero hagamos memoria. Julióbriga (Iulobriga, Ciudad fortificada de Julio, en latín) era una ciudad construida en el primer siglo de nuestra era por orden del primero de los emperadores, Octavio Augusto, en honor a su padre adoptivo, el gran Julio César. Entre el 29 y el 19 aC tuvieron lugar en Hispania las llamadas guerras cántabras de las que salieron vencedores los romanos tras escaramuzas, asedios a castros y años de enfrentamiento que darían a Octavio Augusto el prestigio que necesitaba para asentarse como Emperador en ciernes.
El mismísimo Augusto se pasó por aquí y procedió al fomento de nuevos núcleos urbanos: Caesaraugusta (Zaragoza), Asturica Augusta (Astorga), Augusta Emerita (Mérida) o la misma Iulobriga, fundada en 15 aC por la Legio IV Macedonica.
Controlar el paso de tránsito entre la meseta y la costa cantábrica y servir de referencia para la población autóctona cántabra, siempre deseosa de rebelarse. Esas fueron las motivaciones de la creación de Iulobriga. Foco de romanización, según Plinio, la ciudad se convirtió en la única a tener en cuenta del área cántabra de la Península Ibérica.
Incendios y reconstrucciones se vivieron en la ciudad en el transcurso de los siglos, pasando de la época floreciente del siglo II al abandono progresivo en el siglo IV dC. En su mejor momento, en época de Vespasiano, Julióbriga pasó a ser municipio aprovechando sus gentes además la extensión del derecho latino en aquella época (sobre el 70 dC) para ascender en la jerarquía romana ocupando cargos de la magistratura local. Es decir, la romanización ya había tenido sus frutos: los cántabros adoptan la forma de vida romana y se promocionan socialmente. Se han hallado numerosas lápidas de cargos públicos iulobriguenses.
Lo que mejor se puede comprobar en el recorrido por el yacimiento son, precisamente, esas huellas de romanización en una ciudad construida de novo (quizá a partir de un antiguo castro celta) y que presenta su foro romano, sus viviendas típicamente romanas y en su territorio se esparcían un buen número de villas y domus romanas.
Pero era el foro el verdadero símbolo de la romanización de Julióbriga en Cantabria. No es que quede demasiado del pequeño foro porticado con el que contó la ciudad, apenas basamentos de columnas, parte del la planta original y el arranque del alzado de algunos de sus muros de cierre.
Los restos del foro quedaron sepultados bajo la Iglesia Románica de Retortillo, un edificio precioso que, si bien el campanario no es claramente románico, sí que es la parte de la misma que facilita un mayor disfrute pues sus escaleras exteriores permiten acceder al mismísimo campanario.
El foro fue construido en época flavia, entre 60 y 80 dC y se situaba en el centro de Julióbriga, donde convergen las dos vías principales de la ciudad, el cardo máximo y el decumano máximo. Al lado se situaba, sobre un podium hallado al norte del foro, el Templo de Júpiter que debía presidir la ciudad.
Otras pistas de la romanización las guardan las diferentes viviendas excavadas en Julióbriga, síntoma de las clases sociales que habitaban la ciudad.
Las que más llaman la atención son las casas señoriales, de las que hay dos tipos muy interesantes y en las que coincide el mismo tipo de error de construcción: son casas edificadas conforme a un modelo de construcción mediterránea, nada que ver con las condiciones climáticas de esta zona.
Las primeras se encuentran en la carretera de entrada a Retortillo. Las casas llamadas “de los mosaicos” y “de los morillos” son las típicas villas de atrio romano, con su patio interior porticado sin techo (qué frío debieron pasar sus habitantes). Una de ellas contaba incluso con sus propias termas.
Más alejadas se encuentras las viviendas de la Llanuca, dos grandes casas de patio central construidas en el siglo I dC, de cuidada planificación y destinadas a los gestores enviados por Roma en los inicios de la ciudad.
Casas perfectamente diseñadas, con depósitos de agua, termas, múltiples habitaciones, cocinas y pisos superiores, además del consabido patio central, con columnas de una de ellas que hubieron de ser tapiadas a medida que el frío arreció.
Contrastan con estas enormes casas las humildes casuchas donde vivían agricultores, ganaderos o artesanos. Se trataba de casas carentes de patio, pequeñas, con pocas estancias pero construidas con los mismos materiales que las otras: adobe y tapial sobre cimientos de piedra; tejados de madera, paja y ramas (alguna teja puntualmente). Sobre el terreno se pueden observar varias casas modestas rodeadas de corrales, en ellos destacan las alineaciones de piedra sobre las que se situaban los graneros de madera, alzados a modo de hórreos para proteger su contenido.
La calle porticada de las casas de la Llanuca, siguiendo el decumano máximo, comunica el foro romano con esta zona de alto nivel social. Hay sitio para tiendas, que tenían en el tejadillo que soportaban las columnas la protección que sus clientes necesitaban. Clientes que vivían en una ciudad recién construida, no especialmente bella ni funcional, pero la más importante del área cántabra y en la que recaía la responsabilidad de la gestión de la zona.
Quizá haya sido importante esa responsabilidad para tomar la decisión de construir aquí, en Retortillo, DOMUS, una preciosa reproducción de villa romana.
Como centro de interpretación incluye el consabido –y corto- vídeo temático, reproducciones de piezas (alguna original hallada en el yacimiento), paneles informativos, un cántabro y un romano… pero sobre todo réplicas de las habitaciones de una villa romana. Aquí, al lado, el habitual atrio columnado con su estanque (impluvium), la pequeña plaza en miniatura que servía de centro neurálgico de la casa.
Y a partir de aquí, el Cubiculum (la habitación principal, con el lecho como mueble principal), la Cocina (Culina), en cuyo fogón se utilizaban brasas para evitar humos o el Triclinium, con sus lechos para apoyarse, la mesita para situar la comida y los mosaicos en el suelo.
Desde luego, una vez vistos Pompeya, Herculano, Éfeso u Ostia, qué mejor que poder pasear por esta DOMUS excepcionalmente reconstruida.
Y qué mejor para terminar tomándose algo en el Thermopolium que la gente del Centro de Interpretación se ha currado de forma espectacular. Si hubiéramos tiempo, podríamos haber planeado visitar, muy cerca de Retortillo, el yacimiento arqueológico de Mataporquera, en Camesa Rebolledo, donde se ubican unas termas bastante conocidas.
El Centro del Románico de Villacantid también está cerca. Opciones más que interesantes para volver por esta zona, de gastronomía atrayente y de enorme interés. Lo mismo que debieron pensar los arqueólogos de los años 40 del siglo XX que comenzaron a desenterrar los tesoros de Julióbriga.