Eran otros tiempos. El valor incalculable del impresionante paisaje del Parque Natural de las Dunas de Liencres, en Santander, como el del ecosistema dunar que le caracteriza no salían a cuenta. Y sin embargo, la arena acumulada por cientos de años de laborioso trabajo compartido entre el mar y el viento sí resultaban de lo más práctico, por ejemplo, para cegar y desecar las cercanas marismas de Mogro y Piélagos. Era el final del siglo XIX, pero el XX estuvo a la altura. No sólo se utilizaron las dunas para extracción de áridos, no sólo se extrajeron sus juncos como combustible, también se aprovecharon sus suelos como alfombras de acículas: un bosque enorme de Pino Resinero (Pinus pinaster) cubre gran parte de lo que, ahora sí, es zona protegida.
Y la verdad es que sorprende. La belleza inabarcable de la playa del Parque, ¿de verdad no influía en el ánimo de quienes decidieron acabar con ella? ¿Podía más la necesidad? El caso es que el magnífico ecosistema dunar casi desapareció por la mano del hombre y fue poco a poco recuperado desde su categorización como Parque Natural en 1986. Es un parque más bien pequeño, 195 hectáreas en las que las dunas se convierten en las protagonistas.
Se trata de un enclave particularmente atrayente para el turismo y, por lo que he leído, para el urbanismo salvaje. Su situación legal, como Parque Natural pero también como Lugar de Interés Comunitario, LIC desde 2004, le protege de la amenaza del ladrillo pero no de la del visitante asiduo, del paseante, del marisquero ilegal o del windsurfista. Éste último, una especie muy abundante en el parque al igual que el paseante con perro. Llegamos a plantearnos la posibilidad de poner allí mismo un establecimiento de alquiler de canes para aquellos que, como nosotros, parecieran fuera de lugar.
Para evitar el acceso de playeros y perros, las dunas están convenientemente protegidas por estacas de madera y vallados. La rala vegetación que crece sobre ellas está ahora protegida. Nos alejamos de la playa donde baten las olas y nos acercamos a las dunas, hechas de la misma arena que ha traído el Cantábrico y que el viento ha ido acumulando en esta zona. Según www.periplo.com, "La formación de la duna de Liencres se debe al encuentro de la corriente litoral y la del río Pas que actúa suavizando ambas lo que permite el depósito de arenas en la anteplaya, que una vez desecadas por el viento son arrastradas por este acumulándose por efecto de la vegetación. Los vientos predominantes, que en Liencres son del Oeste, le dan forma al arenal en el que se distinguen cuatro cordones: la preduna, en la misma playa, las dunas móviles, que se forman por el efecto de acumulación de la vegetación, dunas semifijas y dunas fijas, en función del grado de éxito y arraigo que ha ido teniendo la vegetación. Las dunas fijas llegan a tener una altura de hasta 40 metros." Excelente definición para lo que nos podemos encontrar en el breve sendero habilitado para conocer el parque.
Sin embargo, la extracción de áridos durante muchos años y la mano del hombre han malogrado esta diferenciación de dunas tan clara en la teoría y tan difícil de descubrir en la realidad.
Las predunas, por ejemplo. Arena seca de la playa transportada por el viento y que choca con restos naturales como acumulaciones de conchas o arribazones, dando lugar a las primeras acumulaciones de arena, muy inestables, y que dan cobijo a especies vegetales muy especializadas como la Oruga de Mar (Cakile maritima), la Correhuela de mar (Polygonum maritimum) o la Hierba de la Sal (Honckenya peploides). Todas ellas especies anuales, muchas de ellas carnosas, y todas muy sensibles al pisoteo de los turistas, poderosa razón que impone la protección ya de las primeras formaciones de dunas en Liencres.
Y es que la vegetación del Parque Natural de las Dunas de Liencres es enormemente especializada, adaptada a unas condiciones de sal en el sustrato elevadísimas, a una sequía permanente y a una dinámica muy activa del ámbito que pueblan. Les pasa lo mismo a las especies vegetales que pueblan las dunas embrionarias o dunas primarias, el primer cordón que se puede considerar dunar tras las predunas cercanas a la playa.
La grama marina (Elymus farctus) y la lechetrezna de las dunas (Euphorbia parallas) son algunas de las especies que resisten la elevada concentración de sal y el reducidísimo estrato húmico con el que cuentan las dunas primarias, acumulaciones serias de arena ya de cierto tamaño e importancia.
La cobertura vegetal, en cualquier caso, es rala. Los densos rizomas de la grama marina comienzan a afianzar el sustrato mientras la lechetrezna poco a poco se va haciendo común entre las dunas. Sus tallos pueden llegar a alzarse hasta 80 cms, presenta base leñosa y sus frutos amarillentos en ramillete son muy característicos. Suele ser considerada como un indicador de la sequedad del terreno.
Las dunas secundarias o blancas son mucho más estables que las primarias. La razón se debe a otra especie vegetal, de importancia clave en el mantenimiento del ecosistema de dunas: Ammophila arenaria, comúnmente conocida como barrón. De hecho, el barrón da nombre a la Comunidad Vegetal de las dunas, el Orden Ammophiletalia (Alianza Ammophilion australis; comunidad de neófitos, hemicriptófitos y caméfitos psammohalófitos que tienen su óptimo dentro de los ecosistemas dunares) dado que son las principales fijadoras de suelo de todas las especies de los ecosistemas dunares y de los arenales de playa.
Los barrones forman a modo de diques o empalizadas que detienen el avance de la arena, facilitando el asentamiento de otras especies y la continuidad en la comunidad. Es una planta perenne, rizomatosa, cuyos tayos pueden llegar a medir más de un metro de altura.
Los barrones son típicos de las costas europeas, desde Escandinavia a los países del Mediterráneo, aparecen entre la arena de las dunas blancas fijando el terreno. Pero no suele estar sola, le acompaña una modesta comunidad vecinal entre la que destaca el cardo marino (Eryngium maritimum), la azucena marítima (Pancratium maritimum), la avellana de tierra (Aetheorhiza bulbosa) o la misma lechetrezna marítima comentada anteriormente. Las flores azul metálico del cardo marino llaman poderosamente la atención, en un bello contraste con el pardo amarillento de la arena que ocupa. Son cardos pequeños (50 cm como muy máximo para sus tallos) habituales de zonas arenosas y con sal (de ahí lo de psammohalófilo).
La menor salinidad y la mayor presencia de humus permiten la presencia de una vegetación más abundante y diversa en el último tipo de dunas que caracterizan el ecosistema dunar, las dunas terciarias o dunas grises. El barrón ya no se encuentra sólo, ahora le acompaña un estrato arbustivo incluso, en el que pueden aparecer madroños (Arbutus unedo), Aladiernos (Rhamnus alaternus), alguna jara de la especie Cistus salviifolius e incluso alguna pequeña encina.
En nuestro caso, matas arbustivas de pino resinero dominaban el paisaje, si bien aparecía algún aladierno e incluso algún sauce por entre las dunas. Aquí el paisaje que se observaba desde el sendero era sencillamente arrebatador. A lo lejos, una pasarela de madera hormigueaba entre las dunas enmarcada en el azul del cielo y del mar Cantábrico que, cercano, trataba de comenzar continuamente el proceso que ahora finalizaba en estas dunas terciarias.
Alguna manzanilla (Helychrisum stoechas), alguna clavelina (Dianthus hyssopifolius) pero sobre todo Colas de Conejo (Lagurus ovatus) aparecían por entre las dunas y los pinos, con sus enhiestas y emplumadas inflorescencias visibles desde cualquier lado. Musgos, líquenes y orquídeas completan la gama de una visita fascinante, en el que las plantas, perfectamente adaptadas a tan excepcionales condiciones climáticas dan vida a un escenario seco, salino, difícil, con el mar de fondo y con el viento ejerciendo de modelador del paisaje.
El hombre no sólo afecta al paisaje por su mera presencia: la introducción de especies exóticas es otro de los peligros que amenazan al Parque Natural y, en general, a todas las áreas costeras. La especie introducida más común y dañina es la uña de gato (Carpobrotus edulis), una planta crasulácea invasora procedente de Sudáfrica que puebla parques, jardines y, desde hace un tiempo, cualquier ambiente arenoso al que tan bien está adaptada.
Sólo los numerosísimos caracoles de la muy común especie Theba pisana quedan como representantes de la fauna del parque. Mientras lo visitábamos, bandadas de gaviotas recorrían la línea imaginaria de migración lejos de la costa y una garza imperial sobrevoló nuestra posición. Pero quienes nos sorprendieron de verdad fueron los caracoles. Theba pisana es una especie de gasterópodo hermafrodita y colonial, gregario. Su éxito se debe a que, según wikipedia, "Puede sobrevivir muchos días en condiciones desfavorables ya que puede segregar una tapadera de mucus seco que sella su apertura; ello le ha permitido colonizar muchas partes del mundo, transportada por el comercio humano. Una vez establecida, es capaz de producir importantes explosiones demográficas que invaden el territorio".
Sequedad, intensos vientos, salinidad. Belleza paisajística, singularidad botánica, procesos de configuración del ecosistema fascinantes. No es mala combinación para un Parque Natural de tan reducidas dimensiones.