Y poco más, la verdad. Cada vez que viajamos, sea por turismo arqueológico, urbano, rural o natural, nuestra curiosidad siempre tropieza con especies animales que no viven en nuestro entorno. Sin embargo, los números en Turquía no nos salen.
Es cierto que no tuvimos oportunidad de visitar demasiadas áreas naturales en Turquía (por no decir ninguna) pero también es cierto que esperábamos encontrar alguna muestra más de la fauna y flora turcas. Deberíamos conformarnos con la geología, al fin y al cabo Capadocia y Pamukkale son formaciones geológicas de primer nivel.
Pero, al menos, pudimos asombrarnos y disfrutar de la visión de un Agama (Agama stellio), un lagarto agámido inconfundible por su gran tamaño y su aspecto espinoso y plano.Pero es que nuestro Agama estaba situado en uno de los arcos del Teatro de Hieracompolis, en Pamukkale, a una distancia importante pero desde la que se le podía ver sin problemas.
Los agamas (cuyos sustitutos naturales en América son las iguanas) viven en los lugares más cálidos de África, Asia y Australia… mientras que en Europa sólo encontramos ésta. Cuerpo corto y rechoncho, cola delgada, cabeza triangular y patas largas, una descripción que no deja lugar a dudas. Además, el agama puede cambiar de color. Y además, tienen por costumbre habitar lugares secos y exponerse al sol en paredes, laderas rocosas y olivares.
Son insectívoros (aunque a veces comen algo de materia vegetal) e inconfundibles. Lástima que se escondiera rápidamente de nuestra cámara.
Precisamente en Hieracompolis es donde mejor oportunidad tuvimos para ver Trepadores rupestres occidentales (Sitta neumayer), denominación acorde con las recomendaciones de la SEO.
Es un trepador más grande y pálido que nuestro Trepador Azul (Sitta europaea) y con el pico, además, proporcionalmente mucho más grande. Habita en zonas rocosas y cálidas y está muy extendido tanto por Turquía como por Grecia.
Tiene la costumbre de hacer sus nidos en hendiduras utilizando fango para su construcción. A finales de marzo, la pareja de trepadores rupestres comienza los preparativos para hacer el nido, que les lleva como 10 días. Construyen un nido en forma de tazón sobre paredes lisas, siempre con barro y saliva.
Si aprovechan un agujero natural, ciegan su entrada hasta dejarla al tamaño apropiado para su cuerpecillo. El cemento resultante de su labor es tan duro que se hace imposible abrirlo con las manos (aunque el interior está forrado con plumas y pelo). Estos nidos pueden durar decenios sin problemas.
Por la misma zona, en un bosquete de pinos cerca del yacimiento, algunos juveniles de Alcaudón Dorsirrojo (Lanius collurio) revoloteaban y trataban de cazar alguna libélula de las pocas que recorrían el secarral.
Como cerca había agua más que suficiente, los caballitos del diablo podían ser presas fáciles para estos alcaudones, cuyo número está decreciendo a marchas forzadas por toda Europa.
Pero no sólo tuvimos oportunidad de ver pájaros en Pamukkale. En otras partes de Turquía se dejaron ver otras aves, fundamentalmente de hábitat urbano o costero.
Durante las travesías por el Cuerno de Oro, numerosas gaviotas y cormoranes grandes como el de la imagen volaron y pescaron entre las azules olas generadas por nuestros barcos.
La gran riqueza pesquera del Bósforo quedaba patente, aunque sólo fuera por la innumerable marea de pescadores de caña del Puente Gálata.
Y por último, mencionar al ave más conocida de Turquía, cada vez más extendida por Europa y por nuestro país. Se trata, cómo no, de la Tórtola Turca (Streptopelia decaocto).
Y sin embargo, ésta de aquí al lado es de Estambul, de la mismísima Plaza de Beyazit, pero no es una Tórtola Turca sino una Tórtola senegalesa (Streptopelia senegalensis), sumamente excepcional en Europa, muy común en el Sur del Mediterráneo y muy presente en particular en Estambul, donde fue introducida en época Otomana.
Qué bonita y delicada forma de finalizar esta entrada.