31 de enero de 2010

En el Museo de Pérgamo (II): La Puerta del Mercado de Mileto

P1170909Alemania no se podía quedar atrás. Inglaterra y Francia se habían hecho con algunas de las obras más impresionantes de la civilización que se había puesto de moda en Europa, la egipcia. Y Egipto ya empezaba a poner trabas serias para sacar de sus fronteras lo hallado en excavaciones, de hecho, empezaba a poner problemas para conceder permisos para realizar esas mismas excavaciones.

P1170906Había que dirigir la vista hacia otro lado. Grecia estaba muy cerca, pero allí tampoco dejaban hacer nada ya. El Imperio Otomano, ese sí que estaba en franca decadencia, de allí se podía sacar rendimiento para construir un Museo a la altura del Louvre, del British. Pérgamo estaba al quite. Humann salvó de la destrucción el majestuoso Altar de Zeus. También destruyó el todo llevándose la mejor parte a Berlín.

Pero los alemanes no se quedaron en Pérgamo, había muchas otras ciudades que se habían significado en el periodo helénico o en el romano de las que tirar. Mileto era una de ellas. Y la Puerta de su Mercado la mejor opción para llevarse un grandioso recuerdo de la época romana que hiciera justa compañía al Altar de Zeus de los Atálidas.

La entrada sur al mercado, construida en tiempos del Emperador Adriano (acompañada en la plaza por el Bouleterion y por un inmenso ninfeo) y posteriormente integrada en la muralla de la ciudad por Justiniano, luce ahora en la Sala dedicada a la arquitectura romana en el Museo de Pérgamo.

Los alemanes volvieron a alzar la entrada a la Biblioteca de Celso en Éfeso y la dejaron allí para mayor gloria del yacimiento y placer de sus visitantes. Sin embargo, Theodor Wiegand y Huber Knackfuss no debieron pensar lo mismo en 1905, cuando recuperaron de las ruinas abandonadas de Mileto la espléndida entrada Sur. La reconstrucción la hicieron ya en el propio Museo de Pérgamo.

P1170922 La Puerta está acompañada de dignas obras de arte romanas entre las que destaca una escultura del Emperador Trajano con su brazo distendido. Pero también hay algún busto de Adriano y restos romanos mayoritariamente procedentes de Turquía.

En un artículo de la revista GEO se recuerda que cuando se halló la Puerta de MiletoLa “grecomanía” era tan grande que a los tesoros no helénicos les costó mantenerse al lado del celebrado Altar de Pérgamo. En mayo de 1908, Theodor Wiegand desembarcó en la Isla de los Museos con los fragmentos de la Puerta romana del Mercado de Mileto, empaquetados en 533 cajas. Estalló una discusión sobre el lugar donde exponer la puerta. El director general de los museos de Berlín, Wilhelm Bode, no quería tenerla en el Museo de Pérgamo y dijo que se dejara a la intemperie. Allí podía “pudrirse”, pues la arquitectura romana se consideraba de segunda categoría. La lucha entre “griegos” y “romanos” duró tres años hasta que el emperador terminó por tomar una decisión a favor de Wiegand.

Hasta después de la Primera Guerra Mundial, entre 1926 y 1930, la puerta no fue montada en el nuevo Museo de Pérgamo. Fue reforzada con un esqueleto de hierro, integrado en las columnas de mármol y las vigas. P1170923Así, sobrevivió al impacto de las bombas de febrero de 1945, pero la argamasa y los metales utilizados durante el montaje y la posterior restauración provocaron reacciones químicas que cambiaron el color y la mineralización del mármol original. Se formaron grietas, se cristalizaron sales minerales y la obra fue atacada por bacterias.

En las piedras que soportan las columnas del piso inferior aún se aprecian las inscripciones de gentes que se anunciaban como profesionales en una época que revivimos al pasear por las salas del Museo de Pérgamo.

Y, al cruzar la Puerta del Mercado de Mileto, hallaremos el otro gran tesoro del Museo, la Puerta de Ishtar y la Vía de la Procesión.

24 de enero de 2010

En el Museo de Pérgamo (I): El Altar de Zeus

P1170876 Visitar el Museo de Pérgamo de Berlín es algo que todo el mundo debería hacer al menos una vez en la vida. El Museo responde a la sociedad que le vio nacer, la de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, aquella en la que la arqueología formaba parte del interés de la alta sociedad y descubrimientos como los de Howard Carter o Heinrich Schliemann aparecían destacados en los medios de comunicación.

Y si Francia, Inglaterra o Italia tenían derecho a los yacimientos más interesantes, los egipcios, ¿porqué Alemania no iba a poder participar en el juego? Pero ya que estaban, pues lo hicieron a lo grande. Y no trajeron piezas para sus museos, no: construyeron un Museo en derredor de las piezas que habían traído. Y es que esos objetos son un poco especiales: son monumentales.

P1170871 Es habitual oír hablar en Egipto o en Turquía del robo indiscriminado de objetos de valor por parte de las naciones europeas en esta época. También es cierto que aquellos países no creo que dieran a sus yacimientos el mejor de los tratamientos y que hasta es posible que muchos de ellos ahora no existirían si los europeos abusones no se hubieran esforzado en traerse dichos tesoros para sus museos. Pero, la verdad sea dicha, duele ver por ejemplo el aspecto abandonado de los cimientos del gran Altar de Zeus entre las ruinas de Pérgamo.

Precisamente es el Altar de Pérgamo quien dio nombre al Museo y en base al que éste se construyó. Su re-descubridor y responsable directo del monumental traslado fue Carl Humann, quien actuaba bajo las órdenes del entonces director del Museo de Berlín (1878), Alexander Conze. Fue Conze quien dejó escrito: “Nosotros no éramos insensibles a lo que representaba arrancar los restos de un gran monumento de su tierra materna y llevarlo a la nuestra. Nosotros no le podríamos volver a ofrecer la luz y el ambiente en el que había sido creado. Sin embargo,. se lo arrancamos a la siempre presente y completa destrucción. (…) En ese momento aún no podíamos pensar que las ruinas que aún quedaban en el lugar podrían ser protegidas de los saqueadores de piedra de la ciudad moderna”.

P1170878 A decir verdad, cuando Carl Humann se hizo con los primeros bloques escultóricos del Altar, “(…) me quedé tristemente parado, mirando esos maravillosos capiteles corintios, con una altura como la de un hombre, rodeados o cubiertos de arbustos e higueras silvestres mientras justo al lado emitía humo el horno de cal, en el que cada bloque de mármol, una vez reducido por el pesado martillo, caía.

El Altar de Zeus se echa en falta en la visita a Pérgamo, pero es cierto que su reconstrucción (parcial) en el Museo del mismo nombre es realmente espectacular. Ocupa la Sala principal del Museo que, no olvidemos, se construyó para albergarlo. Como era demasiado grande, sólo pusieron en pie la cara occidental del Altar, insertando en ella algunos de los frisos escultóricos más impresionantes del mundo antiguo. La cara oriental, igualmente decorada, no se reconstruyó, si bien el friso que la recorría sí está expuesto en la Gran Sala del Altar.

P1170897 Y ésta es igualmente espectacular, la luminosidad natural que entra desde el techo ayuda a imaginar el Altar tal y como debió ser. También ayuda la maqueta de la Acrópolis de Pérgamo que ubican justo al lado para no perderse. Cuando pisamos esta acrópolis ya nos dimos cuenta de lo que representaba la ciudad de Pérgamo en la antigüedad, en particular en la época de los Atálidas, en el periodo helenístico y antes de que el último rey de la saga, Atalo II cediese su reino a Roma y Pérgamo se convirtiese en provincia romana.

P1170983 De hecho, en el Museo de Pérgamo podemos mirar cara a cara a Atalo I, uno de los reyes fundamentales de la dinastía y ya aliado de Roma (la historia de la ciudad se menciona en la entrada referente a la visita que hicimos allí) quien, junto con Eumenes II, fueron los responsables de la construcción de la mayoría de grandes edificios de la Acrópolis, Altar incluido. Fue éste último quien decidió construir el monumental Altar de columnas sobre el templo previo.

Al Altar se accedía por una gran escalinata que se ha reproducido fielmente. Tanto la escalinata como el propio Altar están rodeados de un salón de columnas. Todo el edificio tiene un basamento cuadricular en el que se desarrolla una de las más bellas obras de arte de la antigüedad, un friso de 120 metros de largo que contiene grupos escultóricos múltiples que narran la batalla de los Dioses contra los Gigantes.

P1170898 El techo estaría ricamente decorado, con figuras de dioses, cuadrigas con caballos (como los de la imagen) o escenas escultóricas de caza de leones. En lo alto, el Altar en sí estaría asimismo decorado con otro friso, más pequeño, dedicado a narrar la vida de Télefos, hijo de Hércules y fundador mítico de la ciudad.

Casi todas las piezas del gran friso de la batalla o las de la vida de Télefos fueron halladas formando parte de la muralla bizantina que muchos siglos después de la construcción del Altar se alzaría en Pérgamo. Precisamente, el destrozo causado por la construcción de la muralla salvaría muchas de las esculturas del Altar, que fueron recuperadas más de mil años después por Carl Humann.

P1170902Más de 100 figuras de tamaño sobrenatural aparecen en la Gigantomaquia del gran friso del Altar de Pérgamo. Todas ellas participando en momentos decisivos de la batalla, en escenas de acción descarnada. El realismo de las caras y cuerpos es fantástico. Los dioses muestran tensión y coraje, las diosas miran fríamente con aires de superioridad a los gigantes, quienes muestran su padecimiento y dolor. Realismo en los vestidos, en los peinados, en los animales que forman parte de los gigantes. Un grupo de artistas en su mejor momento, una reconstrucción excelente. Sólo les faltan las armas y abalorios de oro y bronce y los colores, desaparecidos por el paso del tiempo.

Me quedo con algunos ejemplos de los frisos expuestos. Del Friso Oriental

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Hécate, diosa de los caminos, acompañada de su perro molosiano, lucha con una antorcha, una lanza y una espada contra el gigante Clytios, quien le arroja una piedra. Mientras, un perro de la Diosa Artemisa muerde en la nuca a un gigante serpenteante mientras otro gigante desnudo y armado con un escudo se lanza a por la diosa.

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También del Friso Oriental,

Zeus, el más poderoso de los Dioses del Olimpo, lanza rayos hacia el líder de los Gigantes, Porfirión y otros dos jóvenes Titanes.

El hallazgo de la mano que debería sostener el rayo del Dios (a la izquierda, arriba) fue fundamental para determinar el contenido de la escena en la que, por cierto, un águila echa una mano al mismísimo Zeus.

Es quizá el Friso Oriental del que más escenas nos quedamos, por ejemplo con,

P1170882Atenea, hija de Zeus y diosa de la ciudad de Pérgamo, separa al gigante Alkyoneus de su madre Gaia, quien está enterrada hasta la cintura en la tierra.

En la parte superior derecha, se acerca Nike, la diosa alada de la victoria.

(al lado aparecía Ares a caballo erigiéndose delante de un gigante alado).

Mientras, en otra parte del Friso Oriental, Hera, la Diosa esposa de Zeus, conduce una cuadriga con caballos alados, los de los cuatro vientos: Notos, Bóreas, Zéfiros y Euros.

P1170903 A los lados de la escalinata son los dioses del mar quienes libran la batalla contra los gigantes. Los Dioses luchan por parejas, Doris y Nereo, Océano y Tetis a la izquierda y Anfititre y su hijo Tritón a la derecha. Los atuendos mojados se pegan a los cuerpos de los dioses mientras luchan con gigantes zoomorfos, con cabezas o piernas de serpiente.

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P1170892 Por encima de algunos de ellos aparece su nombre en griego, para la mejor identificación por parte de los visitantes (a la izquierda, Océano,a título de ejemplo). El artista responsable del altar también aparece inscrito en las paredes, por encima de Dionisios, en la zona de los dioses marinos.

Subiendo la escalinata, hacía la zona del Altar, se localiza el segundo friso, más pequeño, y dedicado a Télefos, el mítico fundador de Pérgamo. En el centro han puesto un bonito mosaico romano que no se sabe bien a qué viene.

Télefos, hijo de Hércules, era venerado por los reyes de Pérgamo uniendo su reinado a la legitimidad que proporcionaba su presunto antepasado. Hércules es precisamente la figura que sirve de nexo de unión entre los dos frisos, pues ayuda a los dioses en su particular Gigantomaquia y resulta ser el padre de Télefos.

P1170905A la derecha se muestra uno de los restos del friso más conocidos. En él, la madre de Télefos, Auge, cubierta por un manto y apoyando la mano en el mentón como señal de dolor, se dispone a abandonar a su recién nacido hijo y su propia patria, Arcadia. Se irá en un barco, que construyen cuatro personas con herramientas supervisadas por el propio Aleos, rey de Arcadia y padre de Auge.

¿Y a qué viene todo esto? ay, a que el Oráculo de Delfos le dijo una vez a Aleos que la descendencia de su hija conllevaría su desgracia y ésta, Auge, acababa de tener un rollete con Hércules, quien más tarde hallaría a su hijo Télefos.

P1170979 Un conjunto monumental que se ve complementado con otros restos hallados en Pérgamo y de los que los alemanes supieron aprovecharse. Ahí está, por ejemplo, la fachada del Templo de Atenea, también traído del yacimiento turco.

Si el Altar estaba dedicado al padre de todos los dioses, Zeus, la ciudad entera estaba dedicada a la Diosa Atenea y esta sería la portada de uno de los templos dedicados a la Diosa. Por monumentalidad que no quede, en este enorme Museo que se beneficia de la ligereza con la que Turquía aún trataba sus yacimientos (al fin y al cabo, Egipto y Grecia ya estaban vedados) y de la que queda muestra aquí, en las grandes salas dedicadas al periodo helenístico de Asia Menor.

No obstante, los alemanes no se conformaron con extraer tesoros de Turquía. Se fueron a lo más difícil y se trajeron a casa nada más y nada menos que la mismísima Puerta de Ishtar de la ciudad de ciudades, Babilonia

17 de enero de 2010

Caras conocidas en el Altes Museum

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Tras la apertura del Museo Nuevo, el Museo Viejo ha quedado un un evidente segundo lugar. Y no sólo por su contenido, diseño interior o publicidad.

P1180281También por la llamativa presencia de personal de conservación probablemente contemporáneo de algunas de las más maravillosas piezas que aún mantiene entre sus paredes el Altes Museum, cercano a la catedral berlinesa. Aquel personal se dirigió a nosotros con aspereza y poca profesionalidad y su edad, que no tendría que ver en principio con ese trato, iba acorde con el aspecto decaído del museo.

A cambio, en el breve paseo que hicimos por el museo, se nos quedaron fijas en la retina algunas obras realmente sobresalientes. La mayor parte del museo está dedicada a la Grecia antigua (que es lo que menos dominamos) por lo que recorrimos las salas rápidamente para llegar a la parte romana. No obstante, hay que hacer público homenaje a uno de los bustos más conocidos del mundo y que habita en el Altes (y que ya no es el de Nefertiti). Se trata de Pericles, el ateniense.

P1180283 La encontramos una vez pasada la gran rotonda central, basada probablemente en el Panteón de Roma, en el extremo izquierdo del pasillo corredor.

Y allí está. Tenemos la inmensa suerte de poder estar cara a cara con el primer ciudadano de Atenas, tal y como lo definió su coetáneo, Tucídides. El busto es una copia de uno previo de Cresilas, un autor griego del siglo V aC contemporáneo del famoso Fifias. Ambos autores fueron copiados una y otra vez tanto en la antigua Grecia como en época romana.

Este busto es una de esas copias y fue hallado en Lesbos. Como la civilización griega no es nuestro fuerte (ya resolveremos eso algún día) pasamos de puntillas hasta encontrarnos al final una única y modesta sala en donde se reúnen algunos de los bustos más importantes de la historia romana. Y el más espectacular y fascinante de todos ellos es el mismísimo Cayo Julio César.

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Las novelas de Colleen McCullough son casi una hagiografía del dictador pero es un ciclo narrativo tan fascinante, tan bien escrito y documentado que no puedes evitar sentir un interés inusitado por las figuras de Mario, Sila, Pompeyo o, por supuesto, de Julio César. Quizá por eso sentí tanta emoción al encontrar este busto en basalto verde del Divino Julio en la Isla de los Museos de Berlín.

La factura del busto es egipcia (altos pómulos, mentón prominente, estructura facial en general) así que probablemente fue realizada allí  (de hecho, el basalto procede de Wadi Hammamat).

Fue realizado muy posiblemente unas pocas décadas después de los idus de marzo del 44 aC y supongo que recuerda la importancia del general romano en el destino de la ya provincia romana, antaño Imperio Egipcio. Justo al lado del busto de Julio César, se encuentra uno de los pocos, poquísimos retratos en mármol atribuidos precisamente a la reina Cleopatra.

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Cleopatra VII, con la que se cierra la lista de faraones egipcios, la carismática reina legendaria, amante de Julio César y de Marco Antonio. No existen demasiados retratos de Cleopatra, uno de los más conocidos es éste del Altes Museum.

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La sala dedicada a Roma es muy pequeña y está repleta de bustos y algún que otro mosaico famoso. Ahí están, por ejemplo, el general Agripa y el emperador Constancio Cloro a quienes les separan cientos de años pero pocos metros en el Altes.

P1180297Y el mosaico más famoso que se guarda en el Museo es uno obtenido de Villa Adriana, en Roma.

Bueno, en cualquier caso quienes más destacan en esta sala son los retratos de época romana e influencia ptolemaica que suelen aparecen en los sarcófagos egipcios de baja época. Es habitual encontrarlos en los grandes museos. Recuerdo los del Museo Egipcio de El Cairo, los de los Museos Vaticanos, el Louvre o el British Museum (también en el Neues de Berlín). Pero en el Altes Museum se muestran algunos de los más conocidos:

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En fin, un Museo en el que pasear pausadamente que da la oportunidad de mirar cara a cara a algunos de los más fascinantes personajes del pasado. Y prepararse para el Museo de Pérgamo, claro, la otra estrella de la Isla de los Museos¡

9 de enero de 2010

Neues Museum de Berlín: Nefertiti y otras obras maestras

P1180237Con la reapertura del Neues Museum, la Isla de los Museos de Berlín ha salido ganando. Y no sólo por reunir, después de tanto tiempo, toda la colección egipcia en un único emplazamiento, sino porque el Neues Museum merece una visita por sí mismo. La restauración del edificio, por dentro y por fuera, ha debido recuperar lo que fue de él antaño, antes de su destrucción en la guerra y ha proporcionado uno de los espacios museísticos más fascinantes que hemos tenido la oportunidad de visitar.

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La verdad es que no es fácil conseguir entradas, su reapertura es reciente, es la nueva estrella de la Isla de los Museos y eso se nota. Se nota, por ejemplo, desde el punto de vista económico: el Neues Museum no está entre los museos de la Museum Card que te permite entrar cuantas veces quieras a los museos berlineses en tres días. Si quieres ver a Nefertiti y compañía tienes que acoquinar tus 10 euros de rigor (y sacar las entradas con tiempo suficiente en un kiosquillo alejado de la entrada).

Y tras esperar otra sempiterna cola, entramos en un museo que te asombra en cada sala, dado que la decoración de cada una de ellas es única, realizada además con gusto, adaptando la esencia de cada civilización que recoge y muestra. La intención del Museo fue siempre ilustrar y con esta ambientación lo logra sin dudas. Ya lo dicen las letras de oro de lo alto de la fachada: ARTEM NON ODIT NISI IGNARUS / SÓLO LOS IGNORANTES ODIAN EL ARTE.

P1180176 El rey prusiano Federico Guillermo IV se tomó personalmente la decisión de ilustrar a aquellos que lo necesitaran y encargó al arquitecto Stülter la construcción del segundo gran museo de la MuseumInsel (después del Altes, el Museo Antiguo). Consecuencia de ello, Stülter se aplicó una directiva merecedora de elogio: Primero, haz disfrutar. Después, instruye.

A día de hoy, muchos años de restauraciones después, ese espíritu sigue vivo. Lo que han hecho los arquitectos que han traído el Neues al siglo XXI es reivindicar la directriz de Stülter y adaptarla a hoy en día. Las salas cuentan con una decoración espléndida, que envuelve, que delicadamente te sitúa en otra época. Los frescos de las paredes, los materiales con que los nuevos arquitectos las han vestido, las columnas, las escaleras, todo se conjuga para facilitar una visita inolvidable. Las piezas de las colecciones egipcia y de prehistoria ya lo harían por sí solas, pero es que el entorno es sobresaliente.

P1180183 Y es que el Neues lo constituyen tres colecciones en una; el Museo Egipcio, la colección de Papiros y el Museo de Prehistoria e Historia Temprana. Como las`piezas más famosas son las egipcias (y, en particular, las del periodo de Amarna), me permito comenzar con dos o tres piezas que nos sorprendieron del Museo de Prehistoria.

Museo de Prehistoria

Éste es el famoso Sombrero de Oro Ceremonial de la Edad del Bronce, allá por el siglo VIII antes de nuestra era. Sin embargo, no se conoce el lugar donde este excepcional objeto se encontró, pero sí nos da pistas del intento temprano por parte de la humanidad de conocer el ciclo natural y la astronomía. Las marcas que aparecen en su cubierta de oro fino no están dispuestas al azar: representan al sol (que se relaciona con la duración de los días y las noches) y a la luna (que se relaciona con las semanas y los meses). En total, el sombrero permite seguir más de doscientos meses solares y lunares, quien lo tuviera y pudiera leer debía tener un gran poder en la tribu, un poder basado en el conocimiento astronómico cientos de años antes de los griegos o los romanos.

P1180186 Otros objetos fascinantes del Museo de la Prehistoria se retrotraen un poco más en el tiempo. En medio del Paleolítico (45000 años atrás) un hombre de Neandertal murió en Dordogne, Francia, y de allí procede uno de los fósiles humanos más conocidos, el cráneo de Le Moustier. Gracias a este cráneo se pudo demostrar que los neandertales enterraban a sus muertos, pues existen evidencias de ello en el esqueleto del Homo neanderthalensis de 11 años que halló el suizo Otto Hauser en 1908.

Curiosamente, Hauser encontró dos años después en el mismo lugar el cráneo de un Homo sapiens temprano. En la segunda guerra mundial los cráneos viajaron a Rusia (el resto del esqueleto se enterró). Cuando volvieron, el Neandertal se identificó enseguida pero su compañero sapiens (un adulto de 45 años con muestras de haber sido también enterrado) no fue identificado hasta 2001.

P1180177 Otro de los esqueletos que nos llamó la atención es el del Alce Europeo (Alces alces) de finales de la Edad del Hielo (hace 10.200 años) que se halló en el Tiergarten con motivo de las obras del metro. Hace muchos años que el alce desapareció de esta parte de Alemania, por lo que su hallazgo, a siete metros de profundidad y en perfectas condiciones, es por lo menos llamativo.

Museo Egipcio

El periodo de Amarna copa las obras maestras de la colección egipcia del Neues Museum. Sin embargo, existen otras piezas muy valiosas, al menos para el que las mira con cariño. Antes de entrar en Nefertiti y en la espléndida colección de cabezas reales, me detendré en algunas de estas obras. Y mejor comenzar por el principio, claro.

P1180219 Ésta de aquí al lado es la Estatua de un simio representando una divinidad. Fue hecha con alabastro en 3100 aC. Por sí solos, estos datos ya deberían hacerla figurar entre las piezas más importantes de la colección. Pero es que en la parte frontal de la base aparece un jeroglífico cuyo significado es “Narmer”, el mítico rey de época protodinástica que se suele asociar al inicio de la civilización egipcia. La famosa Paleta de Narmer del Museo Egipcio debe ser, pues contemporánea.

El Neues guarda muchas más obras maestras del Egipto antiguo, al fin y al cabo, entre la expedición de Lepsius, los regalos del fatuo Mohamed Alí y los hallazgos en Tell el Amarna de Ludwig Borchard (entre ellos la famosa Nefertiti), la presencia internacional del Neues Museum es sobresaliente.

Esta estatua cubo de Sen-en-mut tiene para nosotros un significado especial. Al fin y al cabo, cuando visitamos Egipto lo hicimos de mano del Instituto Español de Estudios Egipcios, quienes se dedican al estudio y conservación de este ministro con grandes poderes de Hatshepsut. Esta estatua cubo, en la que también aparece la cabecilla de Neferure, la hija de la gran faraona, es muy conocida. Se talló en granito negro hacia 1470 aC y fue hallada muy posiblemente en Karnak.

P1180273 La condición de princesa de Neferure se la concede la trenza y el ureo (la cobra que simboliza el poder faraónico) en el tocado. Fue el propio Sen-en-Mut quien en un alarde innovador sugirió la presencia de Neferure en su propia estatua cúbica, algo inusual para la época. Se trata de un símbolo del poder que llegó a tener el mayordomo real antes de su desaparición de la historia.

P1180195 Pero no sólo hay grandes estatuas en el Neues. Destaca también su gran producción en fayenza. Y no sólo el tradicional hipopótamo. Un erizo es en este caso la figurita más llamativa de la colección de las piezas de fayenza del Imperio Medio (cerca de 1800 aC).

No olvidemos que las obras de arte egipcio suelen cumplir una función determinada y es posible que estas preciosas y azuladas figuras tuvieran un significado religioso. Quizá puedan ser ofrendas funerarias basadas en el azul del Nilo, relacionado con el océano primigenio, Num, origen de la vida. El simbolismo religioso del erizo no ha sido establecido definitivamente aún, pero aparece en numerosos amuletos y figuras de índole religiosa.

P1180153Pero como decía, es sin duda el periodo de Amarna el que convierte al Museo Egipcio de Berlín en visita imprescindible para quienes gustan de la egiptología. Aquí al lado está el pequeño pero muy potente retrato escultórico de la cabeza de la Reina Tiy (o Ty, o Tiye…), la gran esposa de Amenhotep III, padres a su vez de Amenhotep IV, quien se convertiría en el “faraón hereje” más famoso: Akhenatón.

El reinado de Amenhotep III y Tiy siempre se ha relacionado con un largo periodo de paz.La Gran Consorte Real Tiy no era egipcia y esto suele representar la apertura y el espíritu cosmopolita de su reinado.

El retrato, en madera de tejo, (hacia 1355 aC) es de reducidas dimensiones pero transmite el poder que debía representar la reina, que mira fijamente sin la más mínima influencia de idealización. Sin embargo, sí se han hallado relieves idealizados de ambos faraones procedentes de estelas y paredes de templos funerarios (como el Templo funerario de Amenhotep III, del que sólo quedan los famosos Colosos de Memnón).

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Ojos rasgados, mentón fino, delicadas facciones… pero con rasgos también reales (como las profundas comisuras de los labios de la Reina Tiy coincidentes con la cabeza de madera de tejo). Pero es a partir de la entronización de Akhenaton cuando el estilo artístico egipcio evoluciona de manera más radical, acorde con las medidas revolucionarias que el faraón tomó para alejarse del poder del clero de Amón.

P1180244 Akhenaton se volvió monoteísta (Atón, el dios solar sería su credo) y trasladó la capital de Tebas a Aketatón, el Horizonte del Sol (la actual Tell el Amarna). El futuro le deparó a la nueva ciudad una rápida desaparición una vez muerto el faraón. Y así hasta la década de 1910 cuando una expedición alemana, dirigida por Ludwig Borchardt, se dedicó a excavar allí.  Pero no en la zona habitual, la de los palacios y templos ya desaparecidos a base de uso como canteras, sino en las zonas donde vivían los ciudadanos: artesanos, sacerdotes, funcionarios, etc.

P1180269 Cuando la ciudad fue abandonada en época del faraón niño Tutankatón (el retrato de su madre, Kiye, segunda esposa de Akhenatón es el que está delante), aquellos ciudadanos dejaron en sus casas todos los enseres que ya no les iban a hacer falta en Tebas o donde quiera que fueren. Y, por supuesto, todo lo relacionado con Atón o la antigua familia real ya no era bien visto, por lo que lo dejaron allí abandonado para mayor alegría de Borchardt quien encontró el tesoro de los tesoros cuando excavó en el antiguo taller de un artesano que había dejado un buen número de obras inacabadas.

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Imágenes del pasado, miradas del pasado fijas en estatuas a medio hacer. La cabeza, artísticamente deformada, de una princesa simboliza el nacimiento del sol y, con él, de la vida. Los ojos y cejas vacíos se quedarán siempre esperando las incrustraciones de piedras preciosas que le darían el toque final, como asimismo se quedará esperando la corona especialmente diseñada para ella la cabeza de la derecha, la de una reina que bien pudo ser Nefertiti.

Y el busto más espléndido de todos es de la mismísima reina, la mujer que acompañó gran parte de su vida a Akhenaton y quien gobernó como par suyo, algo difícilmente repetible en el Antiguo Egipto. En muchas de las representaciones del faraón halladas en Amarna, la reina Nefertiti se encuentra a su misma altura y comparte con él escenas de cariño y complicidad.

Es una verdadera lástima que no dejen hacer fotos al busto en la excepcional ubicación que le han buscado en el recién reinaugurado museo. Lo comprendo, sería una locura, pero es tan absolutamente arrebatador, su belleza es tan simple y a la vez tan prodigiosa. Es un icono y como tal hay que asumirlo.

Académicamente perfecta, ya desde su hallazgo en 1912 su imagen recorrió el mundo (los egipcios aún se quejan de que les dieron gato por liebre en el momento de la negociación con Borchardt y compañía) y terminó convirtiéndose en lo que es hoy. Qué más da quien fuera: es perfecta. Pero lo es más aún si el que la mira con admiración trata de saber más de la persona para la que este busto ejercía de modelo (por eso, por ejemplo, tiene un ojo sin cubrir), una de las personalidades más fascinantes del mundo antiguo (pero no precisamente representativa del Egipto antiguo).

P1180155 Pero no podemos abandonar el periodo de Amarna sin dejarnos llevar por el famoso paisaje de patos y lotos del Palacio Real de Tel-el Amarna que, sí, también está en el Neus Museum. Es una imagen muy repetida y famosa y verla nos emociona.

Como nos emociona seguir paseando por entre las espectaculares salas del museo. Aunque la buscamos con denuedo, no encontramos la Puerta de entrada del Templo de Kalabsha, en Asuán. Se supone que está aquí en Berlín, regalo de Egipto a Alemania por su ayuda en el salvamento de los templos del Nilo con la construcción de la presa, como nuestro Templo de Debod.

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No quiero terminar sin mencionar a dos personas desaparecidas hace muchos siglos. Una es Alina, cuyo retrato funerario de época ptolemaica aparece aquí a la derecha.  P1180211Aparte de ser un retrato formidable, es una muestra más de la influencia romana sobre Egipto una vez que éste se convirtió en provincia del Imperio.

Hallado el el Oasis del Fayum, en el yacimiento de Hawara, Alina está acompañada por su hija en Berlín, tal y como la encontraron.

Las máscaras funerarias continuaron utilizándose mucho tiempo y de ello quedan asombrosas muestras en el Neues Museum, con una evolución llamativa. P1180203Las máscaras de época ptolemaica halladas en Meir continúan la antigua tradición de decorar el cuerpo del difunto con representaciones figurativas.

Pero lo curioso es que las máscaras femeninas siguen la tradición vigente en ese momento en Alejandría mientas que las masculinas sigue un modelo tradicional, tanto en iconografía como en los materiales utilizados (la pintura dorada que simboliza la divinidad del difunto). Son sus rizos los que le identifican como de época romana.

P1180223 En tierra de nadie (o en tiempo de nadie) queda la famosa Cabeza verde de Berlín. Para unos muy antigua (500 aC), para otros de época ptolemaica, la verdad es que a nadie deja indiferente. Este retrato en pizarra de perfecta simetría da lugar a la controversia.

¿Es un retrato? ¿una idealización de, por ejemplo, la figura de un sacerdote? Quizá esta discusión facilita que el resto de bustos que le rodean en el Neues no llamen tanto la atención, cuando son igualmente sobresalientes.

Hay tanto por ver, como siempre. La tienda nos decepciona mucho, habida cuenta de ser un museo recientemente reinaugurado. La audioguía gratis es un lujo, pero lo es más el entorno en el que lucen estas asombrosas obras maestras, un museo que aunque renovado recoge lo más importante de su legado histórico y lo combina a la perfección con lo que la museística actual es capaz de lograr: interés y asombro.

P1180160Y Nefertiti, por supuesto, echa una mano. Como la que le daba a Akehantón en esta composición tan delicadamente maravillosa.