Esta plataforma (o su versión más antigua) llevan mucho tiempo trasladando gente y vehículos a traves de la Ría de Bilbao, entre las poblaciones de Getxo y Portugalete.
Aunque no lo parezca en las fotos, los días son luminosos, únicamente ensombrecidos por la Huelga General declarada por unos pocos. Los mismos que se manifiestan delante del Ayuntamiento de Portugalete gritando "Independentzia". Mientras tanto, la vida continúa en Euskadi, algunos con miedo, otros con suficiencia.
La plataforma del Puente Colgante de hierro, llamado también Puente Vizcaya, sigue cruzando la Ría. Unas barquitas cruzan a modo de taxi la Ría, a un coste muy reducido, apenas 0,30 euros. El coste de la plataforma es más elevado... y más aún si se te ocurre ascender a lo alto para deleitarse con una vista única de la Ría del Nervión.
Es 1888 y la moda iniciada por Eiffel en París marca la tendencia de las grandes infraestructuras. El 10 de abril de 1890 comienzan las obras del que con el tiempo se llegará a convertir en el puente transbordador más antiguo del mundo.
Ahora está restaurado, habiendo sufrido numerosas actuaciones que han permitido, incluso, recorrer su parte superior. Allí, además de expositores informativos, la pasarela de tablones permite ver, entre tablón y tablón, la Ría, allá abajo, a 50 metros de altura y la plataforma en la que viajan coches y personas.
El proyecto fue obra de Alberto de Palacio, inugurándose oficialmente en 1893. A lo largo de su historia ha sufrido avatares tan importantes como su destrucción parcial en la guerra civil.
160 metros de anchura tiene la Ría de Bilbao. En su momento, el tráfico de naves era enorme y muchas de ellas tenían palos para el velamen de tal altura que impedía la realización de un puente de estilo tradicional.
El puente de hierro se ve desde una distancia importante. La desembocadura de la Ría está cerca y desde allí el Puente marca el horizonte. La desembocadura está ya en Santurce, desde donde se puede llegar andando hasta Portugalete.
Getxo y Portugalete son vecinos, pero muy diferentes entre sí. Portugalete, como Santurtzi, está en la margen izquierda del Nervión, la zona tradicionalmente relacionada con el mundo obrero, con los esforzados trabajadores de los Altos Hornos de Vizcaya, de las industrias que poblaron la Ría hasta el mismísimo Bilbao a lo largo de los siglos XIX y XX.
Getxo, sin embargo, pertenece a la margen derecha, donde dice el tópico (o la realidad) que es donde se sitúa la franja de habitantes de mejor posición económica. Sea como fuere, al lado del Puente Colgante se sitúa en Portugalete el Museo de la Industria, Rialia, donde uno cae por fín en el inmenso y costoso trabajo que aquellas gentes llevaron a cabo. Eso, y los altibajos económicos y políticos que marcaron el éxito y ulterior fracaso de este engranaje socioeconómico.
Numerosos barcos siguen recorriendo la Ría camino del Puerto de Bilbao. En nuestro caso, observamos algunos cargueros, en particular de carbón. A pesar de que los tiempos pasan y de que la economía se basa más quizá en el sector servicios (dado que la zona es 100% urbana y no quedan prácticamente restos de agricultura o ganadería... pero casi tampoco de pesca), sorprende aún el elevado tráfico portuario observado desde la Pasarela.
La gente sigue cruzando por el puente. Se forman atascos muy a menudo, sobre todo para el tráfico rodado. Getxo y Portugalete están comunicados... pero sólo parcialmente. No es fácil pasar de un sitio a otro, o al menos no es rápido. Y sin embargo, se siguen mirando.
Se miran nos a otros y, supongo, se sienten unidos por una infraestructura colosal, llamativa y de un decidido encanto, un Puente Colgante que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en julio de 2006.
Siete veces dice la leyenda que cruzó la infanta Isabel de Borbón en la inauguración oficial del Puente en agosto de 1893 de tanto que le gustó.
He de confesar que llevo años detrás de visitarlo, después de ver su publicidad a la entrada del Aeropuerto de Bilbao tantas veces.
Ahora lo he conseguido,y creo sinceramente que merece la pena, aunque sólo sea por fijarse en el horizonte de la apertura al Océano Atlántico desde la Ría del Nervión, marcada por un pasado industrial que todavía se percibe en la zona.