Estamos ya en otoño y, pese a lo esperable, el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra no está aún tapizado de tonos ocres y rojizos. Su bosque de hayas, el tesoro del Parque, aún está tapizado de un verdor especial, emocionante y oscuro, que contrasta con el mucho más claro de los robles melojos y el aún más ceniciento de los pinos silvestres con los que comparten este espacio natural.
Sólo que los melojos son autóctonos y parte de la vegetación climácica de la zona y los pinos silvestres pues... ya sabemos de dónde vienen, de las repoblaciones forestales tan frecuentes del siglo XX.
De hecho, este hayedo cuenta con hayas muy jóvenes, en su mayor parte. El hayedo de Tejera Negra fue no ya talado, sino talado a mata rasa en 1860 y en 1960, que sepamos. En algunas zonas hay árboles de más de 300 años, pero son áreas de difícil acceso y apartadas. El resto de hayas, muy lejos de los impresionantes bosques de cuento de hadas de hayedos como el de Bertiz o el de Irati, son jóvenes, de no más de 40 años y rebrotes de los tocones de las grandes hayas de antaño. Aún así, consiguen el ambiente nemoral y sombrío habitual de estas formaciones, de fácil comparación con las otras comunidades arbóreas del Parque.
En otras zonas se están haciendo trabajos para recuperar el hayedo talando, ésta vez correctamente, los pinos silvestres (Pinus sylvestris) de las repoblaciones de hace unas décadas.
Tejera Negra está situado en la provincia de Guadalajara y se accede desde el pueblo de Cantalojas, incluido en la ruta de la arquitectura negra, por el uso de la pizarra en la construcción de casas y vallados de la zona.
Precisamente de pizarras y cuarcitas se formó el suelo de este área, dando lugar a suelos pobres y ácidos pero ricos en materia orgánica sin descomponer, dada la acumulación de hojarasca que suelen sufrir. Las hayas y los robles son árboles caducifolios (marcescentes los melojos, para concretar) que suelen perder la hoja en otoño y de ahí, junto con las características acidófilas del suelo, procede la acumulación de materia orgánica que caracteriza estos hayedos.
La importancia del Hayedo de Tejera Negra reside en su ubicación: se trata de un bosque relíctico, herencia de tiempos más frescos y húmedos y que queda como remanente en los valles más umbríos y favorecidos por la presencia de nieblas y mayores precipitaciones.
Este hayedo se une a los de Riaza y Montejo de la Sierra en ser los más meridionales de Europa, el límite de la distribución del Haya (Fagus sylvatica), lo que le concede tanta importancia al espacio.
Cuando el haya crece de forma aislada se convierte en un árbol de gran porte, de copa ancha y alta, que no deja ver el tronco ni las ramas. Hay un precioso ejemplar de este tipo en el comienzo de la ruta que elegimos hacer, la Senda de Carretas, que pasa por el corazón del parque.
La Senda recorre parte del Valle Fluvial del río Lilla, con praderas cercanas al río (se echa de menos, eso sí, mayor cubierta arbórea en el bosque de galería). Su nombre se debe a que era el camino utilizado por los carros que transportaban el carbón producido en/por el hayedo. Una reproducción de una antigua carbonera se incluye en la Senda.
El comienzo de la ruta está marcado por la presencia de los bosques de Pino silvestre que aún cubren un espacio amplio de terreno. Entre ellos, ya se deja ver algún enebro rastrero (Juniperus communis), habitual integrante del cortejo florístico del hayedo y del robledal de la zona.
Los pinos son altos, su edad rondará los 20-30 años y sus acículas cubren el suelo al modo en que lo hacen las hojas caídas de las hayas, sólo que las acículas liberan componentes químicos que provocan la inhibición del crecimiento de otras plantas a la vez que acidifican todavía más el suelo. Es un efecto colateral de la repoblación con pinos en ambientes donde éstos no representan su vegetación climácica.
Y acidifican aún más el suelo... que ya de por sí tiene un pH ácido. De hecho, el hayedo de estas zonas, ése del límite meridional, es habitualmente reconocido como un hayedo acidófilo.
En estos hayedos, la especie dominante es el haya (otra cosa es que haya sufrido los vaivenes de la historia), aunque suele verse acompañada por robles. En el caso de los hayedos del Macizo de Ayllón, entre los que se encuentra éste de Tejera Negra o los de Riaza, el roble característico es el Roble Melojo (Quercus pyrenaica), marcescente y, la mayor parte de los que vimos, muy jóvenes.
El color claro y vivo de las lobuladas hojas de los robles melojos, así como la luminosidad de sus formaciones, contrasta con la de las cercanas hayas. No forman un bosque mixto, más bien viven como vecinos cercanos. En otros hayedos acidófilos de áreas más húmedas, el melojo da paso al roble albar (Quercus petraea).
En Tejera Negra sufrieron los mismos ataques que las hayas (algunos, entiendo, por necesidad; alguno por inconsciencia; alguno seguro que por avaricia). Supongo que hoy en día a nadie en su sano juicio se le ocurriría tallar a mata rasa un hayedo. Y menos uno como éste.
El Haya (Fagus sylvatica) es endémica del continente europeo y se la considera la especie nemoral por excelencia. Sus hojas, anchas, delgadas y alternas, interceptan la luz solar puesto que se disponen hábilmente en ramilletes, unos largos con hojas relativamente distanciadas entre sí y otros más cortos con hojas dispuestas en matojos.
Total, que bajo su copa hay sombra, llegando a calcularse en hayedos bien conservados de cerca del 5% de la luz que llega a espacios abiertos cercanos.
Por otro lado, las hayas son árboles muy especiales (en el sentido más delicado de la palabra). Su abundante follaje transpira activamente pero la conductividad de sus vasos es mala, por lo que necesita precipitaciones abundantes y humedad ambiental elevada. Pero es que tampoco puede tirar mucho del agua del nivel freático, pues no resiste demasiado bien los suelos inundados. Las temperaturas demasiado elevadas o el ambiente seco estacional le hacen daño, pues la baja humedad y el calor aumentan la transpiración.
Por eso en nuestro país el haya es un árbol de montaña, en vertientes expuestas a vientos húmedos y en cierta pendiente para mejorar el drenaje del agua y asegurar una humedad relativa mayor. ¿Porqué resiste entonces aquí, en medio de la península, con veranos secos y humedad relativa baja?
Pues por dos razones. En primer lugar, porque se ha acantonado allá donde se conservan mínimamente sus condiciones ideales (son bosques relictos, consecuencia de la desaparición de mayores hayedos pretéritos de épocas más húmedas). En Tejera Negra, de hecho, se considera que no hay sequía estival y que su clima, de veranos frescos e inviernos duros, se acerca más al clima atlántico ideal de las hayas.
Pero es que, además, el hayedo casi se mantiene por inercia, ya que crea activamente un microclima especial que asegura su renovación y permanencia.
Por cierto que nuestras hayas ya estaban cargaditas de hayucos,los frutos de las hayas. Me dejo guiar por wikipedia para su definición adecuada: "Los hayucos maduran en octubre, encerrados en una excrecencia de origen axil, cubierta de prominencias (cúpula), que se puede abrir por 4-6 lados, dejando salir dos semillas angulosas y tricúspides. Estas semillas son muy ricas en almidón, aleuronas y sustancias oleosas. Se utilizan en la alimentación del ganado de cerda y, también en la extracción de un aceite para quemar o para usos comestibles, que tiene la propiedad de no volverse rancio."
Además de robles y hayas hay otras especies de árboles compartiendo el estrato arbóreo, si bien menos frecuentes y como meros comparsas del cortejo florístico. Uno de los que más sorprende es el Tejo (Taxus baccata).
Primero, por su escasez, de hecho el único tejo que se puede ver por la Senda de Carretas está incluso localizado en el mapa que te dan a la entrada.
Y es que esa escasez contrasta decididamente con el propio nombre del hayedo, Tejera Negra, procedente del oscuro verdor de las hojas de los antaño abundantes tejos.
Hay otros árboles en el hayedo: encontramos Mostajos (Sorbus aria), Arces de Montpellier (Acer monspessulanum), Majuelos de formas arbóreas (Crataegus monogyna), algún Saúco (Sambucus nigra), Abedules (Betula pubescens)...
Y los más que llamativos Serbales de cazadores (Sorbus aucuparia) con sus frutos de llamativa tonalidad rojiza (maduran entre septiembre y octubre) que atraían a las aves que eran esperadas por los cazadores. De hecho, su nombre científico viene del latín Aucupor, que significa "cazar aves".
Sus frutos, curioso, son a la vez dulces y ácidos por su elevado contenido en vitamina C.
El estrato arbustivo, tradicionalmente menos representado en bosques nemorales como los hayedos presenta aquí un buen número de especies, casi todas de preferencia de suelos ácidos. Arándanos (Vaccinium myrtillus), acebos (Ilex aquifollium), Genista florida, Cytissus scoparius, varias especies de brezo (en particular, Erica arborea y Calluna vulgaris), escaramujo (Rosa canina)...
Pero, sobre todo, la Gayuba (Arctostaphylos uva-ursi), también llamada uva de oso, un arbusto siempre verde que abunda en el Hayedo de Tejera Negra y del que comenzaban también a aparecer sus bayas coloradas.
Es una planta que se propaga fácilmente, tapizando por completo el suelo, llegando a cubrir grandes extensiones. La gayuba española, suele tener las hojas más gruesas y coriáceas que las europeas por lo que algunos autores la consideran como una variedad distinta; A. uva-ursi subsp. crassifolia, comenta wikipedia.
En los lugares más degradados (cerca ya del aparcamiento situado a pocos kilómetros del pequeño centro de interpretación) ya es mayoría entre el estrato arbustivo la Jara estepa (Cistus laurifolius).
Los troncos de las hayas, blanquecinos y lisos, se ven poblados por numerosos musgos y líquenes. También en el suelo hay un precioso tapiz de criptógamas. Además, numerosos hongos aparecen por doquier. Lycoperdom perlatum, entre ellos. Entre todos ellos, nos llaman la atención los siguientes:
Es difícil asegurar la especie a la que pertenece éste briófito, pero sí que es cierto que está en plena etapa reproductiva con la emisión de numerosos esporofitos liberadores de esporas (en otra ocasión trataré de recordar estos complejos temas).
Es posible que este musgo pertenezca a una especie del muy común género Polytrichum.
Este líquen de talo foliáceo, extendido sobre el suelo pero unido posiblemente por un único punto al mismo, es probable que pertenezca a alguna especie del género Peltigera, del que se han encontrado en el hayedo especies bastante raras pero también alguna más frecuente.
No parecía estar en fase reproductiva pues no se veían apotecios o estructuras similares, al menos a simple vista.
También es complicado asignar a una especie el azulado sombrero de esta seta del hayedo. Clitocybe? Russula? Es difícil decirlo, pero desde luego contrasta el blanco rugoso del pie con el azul del sombrero.
Desde luego, el paseo por el Hayedo de Tejera Negra permite observar numerosas y llamativas especies de flora, pero también de fauna, si bien no fue nuestro día en ese aspecto, más allá de unos cuantos pinzones vulgares (Fringilia coelebs) que se empeñaron en acompañarnos parte del camino.
Lo que sí representó un placer fue vislumbrar el colorido opistosoma de un macho de una araña saltadora del Género Eresus, que caminaba en campo abierto en un mirador cercano al hayedo.
El contraste con el negro prosoma hace más llamativo aún a este arácnido tan peculiar.
La despedida del hayedo, al menos en la Senda de Carretas que recorrimos, incluye la imponente visión de un haya de bastante edad (para lo que es el Parque, por supuesto), lujoso recuerdo de un tiempo pasado hace mucho en el que la supremacía de las hayas era pareja a tiempos más húmedos y fríos.
Pero también recuerdo de tiempos más cercanos en los que la necesidad y el desconocimiento casi contribuyeron a la desaparición de este bosque, que se ha regenerado milagrosamente, pues la combinación tala a matarrasa, bosque relicto y plantación de pinos no suele dar buenos resultados.
El Hayedo de Tejera Negra, Parque Natural emblemático de Castilla La Mancha, lo ha conseguido.