1. Welcome to the Hashemite Kingdom of Jordan
Cualquier país árabe que se precie debe tener su correspondiente líder vitalicio. Algunos, incluso, dar lugar a familias vitalicias en el poder, creando dinastías al estilo de las monarquías europeas pero mandando realmente. En el caso de Jordania, que no está enemistada con Israel y que mantiene relativamente buenas relaciones con el resto del mundo, es la dinastía Hashemita la que ha heredado el poder que en su momento mantuvieron los Omeyas, los Abbasíes, los Fatimíes y, por último la dinastía del actual rey Abdullah II, sí, el marido de Rania de Jordania. Por cierto, los colores de la bandera jordana responden a todas éstas sagas históricas: negra/abasí, blanca/omeya, verde/fatimí y el triángulo rojo, hashemita (que viene, por cierto de Hashem, el abuelo de Mahoma).
Y como en todo país árabe, éste reino está absolutamente cubierto de fotos del rey, su familia y sus antepasados. Entiendo que concede cohesión al país y algo a lo que aferrarse pues todo hijo de vecino cuelga la foto del rey Abdullah II en su casa, en su taller, en su tienda…. además de en la comisaría, el hotel, el hospital o el centro de interpretación.
Al menos parece que los hashemitas lo están haciendo bien pues han logrado, gracias sobre todo a las ayudas del exterior, tener uno de los países árabes más tranquilos y avanzados de toda la región. Además, el rey sale sonriendo en muchas de las fotos y eso quita formalidad a éste hecho, tan común por otro lado.
2. Ammán, la capital
Siento decirlo, pero Ammán es feo. Jordania es un país maravilloso, con algunos hitos turísticos, históricos y naturales de primer orden, pero su capital es una ciudad fea. Lo que no quiere decir, que tenga algunas cosas muy interesantes. La ciudadela, el teatro romano (herencia de la Philadelphia de la Decápolis) y sus zocos exteriores abarrotados de gente.
Pero sobre todo, sus habitantes, agradables y dispuestos a ayudar. Desde el policía que te indica en inglés como llegar a mil sitios, hasta el anciano que nos indica voluntariamente los horarios de acceso a las ruinas o el taxista que nos cuenta su triste historia de amor con una chica canaria (termina mal: los padres no admiten la religión de ella y le casan con una chica jordana a la que ni conoce).
Lo mejor de Ammán es lo mejor de Jordania como país: se mezcla lo antiguo con lo moderno. Las calles atestadas de gente vendiendo y comprando en los zocos callejeros con la más actual Calle Al Wakalat en la que la gente joven, con y sin velo, compra en Zara o en H&M (curioso, ver sus escaparates adaptados a la realidad árabe), mientras que los minaretes de la mezquitas del barrio viejo compiten con las gigantescas pantallas publicitarias de la zona moderna. Una ciudad fea, pero para visitar.
3. Ayudas, turismo y fosfatos
Este tren que recorre el espacio desértico jordano lleva fosfatos. El 80% del territorio jordano (unos 90.000 kilómetros cuadrados) es desierto y gran parte de ellos los tiene que recorrer este tren, posiblemente hasta Aqaba, el puerto oficial (y único) al Mar Rojo en Jordania.
Y es que Jordania tiene tres fuentes principales de ingresos: el turismo (30% de la economía nacional), los fosfatos (20%, quinto productor mundial) y las ayudas del exterior (50%), sobre todo de EEUU, Arabia Saudí y, en menor medida, de la UE. Qué miedo da el dinero verde de Arabia Saudí. Y la lamentable influencia religiosa que ejerce.
En el campo del turismo, Jordania es cada vez más una potencia a tener en cuenta. Y los jordanos se han dado cuenta poniendo en el mercado numerosos artículos típicos de la zona a gran escala.
Los barros y sales del Mar Muerto y los mosaicos son las estrellas del conjunto. Eso sí, los precios pueden llegar a ser prohibitivos. Como en todo viaje que se precie, en éste se incluye la consabida visita a centros de venta de estas cosas. En el caso de los mosaicos, al menos, nos toca valorar un centro donde se realizan mosaicos de forma artesanal. Y por eso una mesa de mosaico, o un jarrón, superan fácilmente el coste de todo el viaje de Siria y Jordania que estamos disfrutando…
4. Jordania bíblica
Esto que se ve aquí, aunque calimosa, la Tierra Prometida. En esta colina murió, según los textos antiguos, Moisés, divisando lo que sería la Tierra Prometida para su pueblo: “Sube a este monte de Abarim, al Monte Nebo, situado en la tierra de Moab frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy en herencia a los hijos de Israel y muere en el monte al cual subes” (Deuteronomio 32:49-0). Y allá que fue el hombre con su báculo y allí debió morir con 120 primaveras sirviendo de reclamo, un par de miles de años después a turistas y peregrinos religiosos.
Si la tumba del hermano de Moisés, Aarón, se encuentra en las cercanías de Petra (gracias a lo cual fue descubierta la ciudad nabatea) la tumba del mismo Moisés no ha sido descubierta aún y, en su defecto, se ha construido un complejo arqueológico-eclesiástico en el Monte Nebo. Una misión franciscana italiana está trabajando desde hace muchos años en la recuperación de piezas del yacimiento mientras los turistas se afanan en buscar en el paisaje de la Tierra Prometida lugares míticos: Jericó, Jerusalén, Belén, Ramala, Qumrán, el Mar Muerto, el río Jordán y tantas otras cosas con nombres tan conocidos.
El báculo de Moisés se convirtió en una serpiente, dice la leyenda, y un escultor la convirtió en realidad erigiendo una enorme figura un tanto extraña que da sombra al mirador de la Tierra Prometida. En el siglo IV los bizantinos construyeron aquí una iglesia cubierta de excelentes mosaicos. De ellos, y de los restos hallados en este yacimiento, trata el pequeño Museo que hay en el Monte Nebo (entre los que destaca una estela, la de Mesha, rey de Moab, en paleo-hebreo que se encuentra en el Louvre). Aún así, en el Museo hay cosas interesantísimas, sobre todo inscripciones y mosaicos (el gran éxito de la misión franciscana) o alguna fotografía de la campaña arqueológica de 1933 realmente fascinante.
Algunos mosaicos no se pueden ver actualmente, pues la zona está en obras. Sin embargo, sí permanece para la visita el gran mosaico de la Capilla del Preste Juan, una capilla del siglo VI anexa a una de las iglesias bizantinas del conjunto, la de Amós y Casiseos. Los franciscanos de los años 30 hicieron muy bien en fotografiar todos los hallazgos, pues los mosaicos han sufrido más en estas últimas décadas que en su vida anterior. Aún así, el mosaico de la Capilla del Preste Juan se conserva en moderadas buenas condiciones y ha sido recientemente restaurado.
El mosaico está decorado con escenas de caza y con la personificación de la Tierra, representada por una figura femenina con una diadema. Esta figura, ahora casi desaparecida, se reconoce perfectamente en las fotos del padre Bagatti en los años 30. El mosaico cuenta con una inscripción inserta en un templete: “Para la salvación y donación de tus siervos Sergio (hijo de Esteban) y de Procopio (hijo de Porfiria) y de Roma y de María y de Juliano Monje”.
5. Jordania romana y palestina
Y hablando de Roma, en la cercana localidad de Madaba se halla uno de esos mosaicos fundamentales para entender tanto la situación en aquella época como en la actual. En el siglo VI, los bizantinos construyeron en Madaba varias iglesias. De ellas se han obtenido algunas piezas interesantes y algunos mosaicos espléndidos. Tan bellos eran los mosaicos que ni los persas ni los omeyas destruyeron las iglesias bizantinas, todo lo contrario, se incentivó en la zona la creación de talleres artesanales de mosaicistas.
Llegamos a Madaba tras recorrer tierras desérticas, ver acacias dando sombra a rebaños de cabras o a éstas siendo transportadas en coches por los beduinos. Madaba es una palabra aramea que significa zumo (Ma) de manzana (daba) lo que contrasta mucho con la desolación actual. En su momento debió ser una tierra muy fértil.
Pues bien, en su Iglesia de San Jorge se guarda el mosaico de marras. Se trata de un mapa de dos millones de teselas de colores que refleja Palestina y Tierra Santa en el siglo VI. Llegó a medir 15x6 metros, si bien ahora no llega a 10x6. Fue hallado por casualidad al construir la nueva iglesia y ahora es el foco de atención de la ciudad. Desde el Nilo y el Sinaí hasta el Jordán (de donde los peces se dan la vuelta al llegar al Mar Muerto), a Jericó, Belén, Gaza, Tiro, Sidón, Karak… y Jerusalén, en el que se puede ver perfectamente el Cardo Máximo que la cruza y en donde se menciona “la nueva iglesia de la Virgen” que Justiniano mandó construir en 543, con lo que la datación es sencilla.
Aún así, entre los yacimientos romanos destacan, por supuesto, Gerasa (Jerash) y otras tres de las ciudades de la Decápolis, Philadelphia (Ammán), Um Quais (Gadara) y Pella. La región jordana fue un importante centro del Imperio Romano a partir de Trajano (106 dC) como lo había sido antes en época Nabatea…
6. Grandes hitos
Sin lugar a dudas, Jordania es un país pequeño pero que contiene algunas cosas espectaculares y emblemáticas. Flotar en el Mar Muerto. Recorrer el desierto rojo del Wadi Rum. Recorrer el Siq hasta llegar al Tesoro de la Ciudad Nabatea de Petra. Pisar la plaza ovalada del yacimiento de Jerash, excelentemente conservado.
La verdad es que son estas cosas las que hacen de Jordania un destino ideal, fantástico. Creo que, a diferencia de otros países árabes, Jordania es un destino ideal para recorrerse por cuenta propia.
7. Jordanos
Como comentaba en la parte de Ammán, los jordanos son en general gente muy amable y servicial, encantadores. Siempre dispuestos a dejar hacerse una foto sin problemas y con una sonrisa. Que se lo digan al policía jordano del Tesoro de Petra, que en poco más de cinco minutos tuvo que hacerse unas 10 fotos con diferentes turistas (vale, también conmigo, no lo pude evitar¡¡¡).
Pero entre las cosas que más me han llamado la atención entre los jordanos es, por ejemplo, las muestras de cariño entre hombres en la calle. Estos dos de arriba van de la mano y ya son mayorcitos.
Las muestras de cariño entre un hombre y una mujer en la calle son inexistentes. Desgraciadamente, la homosexualidad está prohibida y penada. Y sin embargo un par de hombres pueden ir de la mano todo el día en señal de cariño mutuo sin que nadie diga nada. Como diría un gran sabio de la época “Están locos estos jordanos”. :-)
Otra cosa que me sorprendió es ver cómo numerosas personas ascendían a las azoteas de sus casas al atardecer como si de una terraza se tratase. En Jordania pasa como en Egipto y en muchos lugares de Turquía: las casas se construyen piso a piso, siempre dejando el superior abierto y diáfano con la estructura preparada para añadir otro piso para un familiar. Es en estos pisos inexistentes donde mucha gente pasaba la tarde del verano.
Muchos de ellos son, por cierto, beduinos obligados a dejar su vida nómada y ahora comparten tradiciones y costumbres de antaño con una vida más o menos estandarizada. Eso sí, muchos de ellos no se separan de sus burros, cabras o dromedarios pues viven de sus animales.
En el caso de las cabras, muchos beduinos siguen siendo eminentemente ganaderos y ejercen de pastores del desierto. Los dromedarios ahora están más cerca del turismo que de las caravanas. Los burros ejercen de tales, cargando pesos varios. En todos los casos, no se libran de azotes y palos, desgraciadamente.
Aún así, aquellos que se dedican a la venta de pequeñas cosas (piedras, fósiles, pendientes, collares, vete tú a saber) te regalan más de lo que has comprado cuando entienden que te han engañado más de lo normal, lo cual, por otra parte, no te deja en muy buen lugar.
8. Colores, sabores y contrastes
La comida árabe se repite en casi todos los países de su entorno. Primeros variados, compartidos por varias personas y ayudados por un pan ácimo sin levadura. Pastas como el Humous (de garbanzos, de yogur, de queso…) o en saladas como el tabouleh (tomate, pepino, perejil, cebolla..), hojas de parra rellenas, empanadillas de carne o queso.. todo un festival de sabores que está más rico que el segundo plato en el que invariablemente hay pollo y arroz o, en su defecto, cordero y arroz. De postre, las sandías más ricas y frescas, como sucede en toda la zona del Oriente.
Si la comida es proclive a satisfacer los sentidos, también lo son los colores y contrastes de paisajes: el rojo del desierto del Wadi Rum; el azul pálido del Mar Muerto; el ocre de las tumbas reales de Petra y el rosado del Tesoro.
Paisajes pero también gentes que engrandecen el corazón. Y de todo eso, Jordania tiene mucho por ofrecer. Sonrisas como la de esta niña beduina en Petra, de camino al Monasterio, son el mejor recuerdo que uno puede guardar de este país fascinante.http://sp.visitjordan.com/Default.aspx