Es una mañana muy fría del mes de noviembre. Los rayos del sol comienzan a iluminar ténuemente la gran fachada barroca de la Catedral de Santiago de Compostela, la que da a la conocida Plaza del Obradoiro. Es un conjunto urbanístico espectacular, muy llamativo y permanece en la retina durante mucho tiempo después de haber dejado la plaza. Fue, la verdad, un día muy agradable. El trabajo me permitió darme una vuelta por la ciudad de los peregrinos, tomar un pincho de tortilla en el Derby, uno de los cafés más clásicos de Santiago, pude pasear por entre sus soportales y aún tuve tiempo de recorrer algunas de las salas del Museo de la Catedral, dedicado, por supuesto, al gran templo y a su historia. El Museo está dividido en tres partes: la Cripta, situada bajo el Pórtico de la Gloria, el Claustro y el Palacio de Xelmírez, donde está situado el Museo Arqueológico. Este Museo contiene algunos restos muy interesantes, pero está especialmente dedicado al Maestro Mateo, el escultor y arquitecto del Siglo XII responsable del Pórtico de la Gloria. En el propio monumento existe una inscripción que lo indica: "en el año de la Encarnación del Señor 1188, en el día 1 de abril, fueron colocados por el Maestro Mateo los dinteles de la puerta mayor de la iglesia de Santiago, que dirigió la obra de dichos portales desde sus cimientos". El Museo recoge piezas originales de la catedral románica (como un impresionante rosetón) así como una espectacular recreación del coro románico de la Catedral primigenia. Pero el tiempo acuciaba y no pude dedicarle demasiado al Museo. Quizá por ello, lo que más me gustó de la visita fue lo inesperado: la reproducción de instrumentos musicales medievales presente en la Cripta. El Pórtico de la Gloria es una obra tan valiosa como conocida. Una joya del Románico que fue terminada en 1188. Representa el Juicio Final y muchas de las figuras que incluyen sus abarrotados tres arcos de medio punto tienen que ver con este tema. Como no estoy muy ducho en la materia (ya me gustaría poder describir con detalle las historias que hay detrás del impresionante pórtico), sólo haré hincapié en aquello que me sorprendió más. En las vitrinas de la Cripta hay reproducciones exactas de los instrumentos musicales que los veinticuatro ancianos del Libro del Apocalipsis están tocando en la arquivolta del Pórtico de la Gloria. Los gestos y poses de los ancianos esculpidos por el Maestro Mateo y su taller son portentosos, así como los propios instrumentos, que fueron esculpidos con tanto detalle que se les ha podido reproducir en madera. El Libro del Apocalipsis (del verbo 'apokalypto', revelar), es el nombre dado al último libro de la Biblia. En uno de sus pasajes, en el Capítulo 4, aparecen como cortejo de Dios, cuatro seres vivientes "llenos de ojos" (un león, un becerro, un águila y un hombre" y veinticuatro ancianos vestidos con ropas blancas y coronas de oro en sus cabezas. En un determinado momento, se dice que los veinticuatro ancianos llevan arpas y copas de oro llenas de incienso o perfumes (que son las oraciones de los santos). En una interpretación más amplia, el Maestro Mateo no sólo incluye arpas entre el coro de ancianos del Apocalipsis. Aprovecha para lucir un buen número de instrumentos musicales que están siendo afinados por los ancianos para dar un concierto en honor a Dios. Estos instrumentos son una perfecta representación de la música en el Siglo XII y fueron tallados con minuciosidad. En 1990 fueron reconstruidos estos prototipos de madera que ahora se muestran en la Cripta del Pórtico. En la foto de arriba, uno dos instrumentos más importantes, el Organistrum (prolijamente citado en los textos medievales, sus cuerdas se hacían sonar frotándolas con una rueda de madera), en el centro, una de las arpas (también llamadas liras o cítaras) y en la foto de abajo otro instrumento de cuerda. Bien pudiera ser uno de los siguientes:
Fídulas ovales: su cuerpo tiene forma semejante al óvalo. Se ejecutaban con arco. Fídulas en ocho: como los anteriores, también precisaban del arco para hacerlos sonar. Reciben este nombre al estar formados por dos estructuras semicirculares unidas; su aspecto recuerda la forma de este número. Salterios: de forma triangular, los músicos precisaban tocarlos en posición vertical, pulsando las cuerdas con los dedos. Cítaras: de forma trapezoidal, los músicos, en esta ocasión sentados, pulsaban las cuerdas con un pequeño apéndice en forma de púa, denominado plectro. Laúdes: con este nombre se designan unos pequeños instrumentos con mástil y caja en forma de media pera, con cuerdas pulsadas por plectros. |