En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Treinta o cuarenta molinos, dice Don Quijote. El abandono de los molinos de viento supuso a mediados del siglo XX la práctica desaparición de estos iconos manchegos. En el Castillo de Consuegra, en Toledo, hay una curiosa sala que recoge los carteles de las Fiestas de la Rosa del Azafrán (dentro de unas inefables Jornadas de Exaltación Manchega) entre las que destaca ésta de 1969. En ella se ven a los pocos molinos de Consuegra no ya abandonados, sino deteriorados, destruidos, olvidados.
Aunque molinos de mano se conocen desde la prehistoria, los molinos de viento manchegos tal y como los entendemos parece que se construyeron en el siglo XVI. Dice la bibliografía que se fabricaron a raíz de una impresionante sequía que asoló España en la primera mitad del Siglo XVI. Se extendieron y tuvieron su apogeo en siglos posteriores y su declive vino con la aparición de las fábricas de harina. Lo primero que dejaron de fabricar fue la harina para el pan. Aún así, las conocidas gachas manchegas seguían necesitando harina de almorta. La molturación de piensos para el ganado también ocupó el tiempo de los molinos. A mediados de los años cincuenta dejaron de funcionar, quedando hoy la molienda sólo para fiestas o momentos de celebración.
Como los de la Fiesta de la Rosa del Azafrán. Consuegra (nombre procedente de la Consaburum romana) es un típico pueblecito manchego con sus casas encaladas y calles estrechas. Sólo que Consuegra cuenta con dos atractores turísticos de primer orden: un castillo bastante bien restaurado y un conjunto de molinos espectacular. Hay otros sitios con molinos: Madridejos, Herencia, Campo de Criptana... pero los molinos de Consuegra están sobre la montaña, ofreciendo un paisaje ciertamente impactante.
Llegaron a ser trece los molinos que coronaban el denominado Cerro Calderico, conservándose hoy en día 11.Todos tienen nombres. "Sancho" posee toda la maquinaria del siglo XVI en óptimo estado para su funcionamiento.
Una vez al año, se abren sus ventanas, se orientan las aspas y la maquinaria vuelve a mover la enorme piedra que tritura el grano para convertirlo en harina.
Según la guía turística, el molino denominado "Caballero del Verde Gabán" conserva ediciones del Quijote en diversos idiomas, el "Bolero" acoge a la oficina de turismo y el "Espartero" ha sido restaurado por la Escuela Taller de Consuegra que tiene allí una muestra de trabajos.
Muchos parecen cerrados a cal y canto. He leído en alguna parte que quieren convertir algunos en casas rurales, lo que no sería mala idea. En lo alto de una de las aspas canta una alondra. Hay aspas rotas, posiblemente por el viento, quedando en la cuneta del camino a modo de abandonado apero de labranza.
Hay mucha gente alrededor, está claro que son referentes turísticos. El castillo también, por supuesto. Pero es la vista de los antiguos molinos lo que mueve a la gente a acercarse a Consuegra. Nosotros también subimos a Cerro Calderico a ver la preciosa estampa molinera.
Los molinos manchegos son altos y cilíndricos terminados en una cubierta cónica construida en un principio de paja, más tarde de madera y ahora de zinc. Por un lado de la llamada caperuza, por un agujero asoma el eje en el que se sujetan las aspas, generalmente de álamo.
De acuerdo con la bibliografía, "el molino manchego suele tener tres plantas: silo, en el que se encuentra la escalera de caracol de acceso a otras plantas y en el que antiguamente los molineros dejaban las mulas; camareta, estancia media donde se efectúa la limpieza del grano y en la que se guardan los lienzos de las aspas y los utensilios de la molienda y el moledero o habitación de las piedras, que alberga en la parte superior la maquinaria y deja abrir a su alrededor los ventanillos a través de los cuales entra el viento, único motor que pone en funcionamiento todo un engranaje de piezas que, engrasadas con sebo animal, no tienen un funcionamiento autónomo, sino que dependen unas de otras."
Allá donde viento y altura era favorable, se construyeron conjuntos de molinos que ahora marcan el paisaje manchego y sirven de símbolo para una región tan diversa y bella como La Mancha.
Desde el castillo, y como contrapunto, es fácil observar otros campos de molinos, esta vez modernos y generadores de energía y de impacto visual. Los aerogeneradores que se extienden por nuestro país prometen convertirse en otro icono, esta vez de la modernidad, del impacto ambiental global positivo... pero también del impacto local ambiental negativo.