La imagen de la Mezquita-Catedral de Córdoba es, por definición, la mejor embajadora de esta ciudad hechicera que encandila a cualquiera que la visite.
Pero Córdoba es mucho más que la Mezquita. Las preciosas calles de casas encaladas y flores derramadas por los balcones conjunta muy bien con un pasado portentoso con el que casi inadvertidamente tropieza el visitante. A través de este paseo por el tiempo, Córdoba muestra con variados matices, las historias globales y particulares de aquellos que pasaron por tierras hispanas y dejaron su huella (indeleble en esta capital andaluza) para disfrute de quien sepa valorarlos.
CORDUBA
Corduba, la Córdoba romana aparece, aquí y allá entre los edificios del siglo XX, destacando dos hitos en nuestro camino: los mausoleos y el Templo. Corduba fue la capital de la Bética, o más concretamente, de la provincia romana Hispania Ulterior Baetica. El Templo, dedicado posiblemente al culto imperial, fue iniciado por Claudio y finalizado en época de Domiciano. La ciudad cuenta con mapas que comparan la antigua Corduba con la actual capital y este Templo debía estar situado en las cercanías del Foro de la capital romana.
Las enormes columnas, parte de la restauración del Templo, se yergen vigorosas en un emplazamiento no demasiado bien cuidado y de pobreza expositiva. No se puede decir lo mismo del lugar donde están reconstruidos los impresionantes mausoleos romanos de los Jardines de la Victoria.
Están, desde luego, reconstruidos, pero son imponentes, muestra de la grandiosidad que tuvo que representar la ciudad romana. Como es de esperar, se encontraban a la entrada de Corduba, aunque hayan sido integrados en el término municipal actual. Según wikipedia, "Conserva la cámara funeraria que cobijaba la urna cineraria, así como restos del basamento, cornisas y pretil almenado. Inusual en la península por su tipología, pudo haber sido diseñado por un arquitecto itálico tomando como referencia otros mausoleos de la capital imperial y de Italia. Debió pertenecer a una familia acomodada dadas sus dimensiones." Desde luego, son las dimensiones lo que imponen más.
Y de los restos que la civilización romana dejó en Córdoba destaca, sin lugar a dudas, el puente romano. Imponente baluarte sobre el Guadalquivir, el puente cruza el río desde el siglo I d.C. Sus 16 arcos soportaron durante mucho tiempo las pisadas de los romanos. muchos de los cuales irían por la Vía Augusta que lo cruzaba desde Roma a Cádiz.
Las últimas restauraciones lo han convertido en un agradable paseo desde el que deleitarse con una de las mejores vistas de Córdoba, dada su cercanía a la Mezquita-Catedral. En los sotos y riberas cercanos se ha creado una reserva natural, los Sotos de la Albolafia que comparte espacio con molinos espléndidos de época más cercana.
Otras huellas del Imperio en Córdoba se pueden ver en los Reales Alcázares, cuyas paredes están decoradas por mosaicos y en donde se expone un sarcófago impresionante del siglo III d.C. Se trata de un arca para enterramiento familiar cuyos relieves revelan a un maestro de la escultura. A los lados de la puerta del Hades, entreabierta para los fallecidos, se encuentran el pater familias, jurista con un pliego enrollado en la mano y asesorado por un filósofo y su mujer, de rica toga y con una paloma en el cesto, símbolo de pureza y dedicación al hogar.
QURTUBA
El tiempo ha pasado. Los últimos pobladores romanos de la Betica han dejado paso a los visigodos, que han perdido su supremacía en la península a favor de los musulmanes, cuya riqueza va a renovar el aspecto de la antiguas ciudades... Qurtuba se convierte en capital árabe durante los periodos de Emirato y Califato Omeya.
Y desde luego es la Mezquita de Córdoba la obra más célebre y epatante. Su construcción se inicia en 785, llegando a ser considerada el santuario más importante de todo el Islam Occidental. Era la época en la que Córdoba era la capital de Al-Andalus.
La visita ya comienza a asombrar en el precioso Patio de los Naranjos, patio musulmán remodelado con la construcción de la catedral que ahora ocupa el recinto. Las palmeras originales se sustituyeron en el siglo XV por los naranjos que le dan nombre a este enorme patio presidido por una torre, antiguo alminar de Abd-al-rahman III y adosada a la Puerta del Perdón, actual entrada al recinto.
Ya desde la entrada al interior, el juego de luces y sombras convierte en mágico un espacio dedicado originalmente al culto religioso, pero también a las relaciones sociales, al ocio, a las actividades políticas... Hay cuatro fases bien delimitadas en la construcción de la Mezquita; los materiales y acabados definen con facilidad a qué época pertenece cada ámbito.
Abd-al-rahman I se inspira en la Mezquita de Damasco pero deja la influencia hispanorromana en la definición de los patios de abluciones y salas de oración. Los arcos superpuestos y la alternancia de ladrillo y piedra (rojo y beige) tuvieron su origen en el palacio episcopal visigótico, cuyos restos se pueden ver en el cercano yacimiento de Cercadilla. En una segunda fase, Abd-al-rahman II, en plena etapa exitosa del Emirato Independiente, amplía la mezquita con los mismos materiales y diseño, comenzando el alminar que será la futura torre.
Aunque la tercera fase de Al-hakén II está entre lo mejor de la Mezquita, es la cuarta fase, de época de Almanzor la más amplia y extensa, en un afán de ostentación de poder que, sin embargo,se limita a copiar la estructura precedente abaratando costes pintando los colores alternantes de la antigua piedra y ladrillo sobre cada arco. La conversión en catedral supone la transformación de gran parte del trazado islámico original pero a la vez consigue conservar esta joya del arte islámico, esplendor del Califato de Occidente.
Córdoba guarda más huellas de su época como Qurtuba. Una de las mejor tratadas son los Baños del Alcázar Califal. La época de los Omeyas dejó muestras de patrimonio histórico-artístico en Córdoba como para ser la referencia histórica a tener en cuenta en cualquier relato o leyenda cordobesa.
Razón de más para convertir los Baños Califales en un Centro de Interpretación realizado con tacto y cariño. El origen de los Baños Califales se remonta al siglo X, a los tiempos del Califato de Córdoba. Fueron levantados dentro del Alcázar Omeya, residencia de emires, califas y sede de gobernadores hasta la conquista de Córdoba por Fernando III el Santo en 1236.
La visita se complementa con diálogos de personajes importantes de la historia de aquel periodo, con historias curiosas y dramáticas de hechos que allí sucedieron... y se complementa con una restauración adecuada para que el visitante se haga una idea del papel de los baños andalusíes, sobre el ritual del baño tan similar al de las termas romanas, la sustitución del califato omeya por la dominación almorávide y, sobre todo, almohade, quienes amplían los baños construyendo todo un nuevo complejo anexo al omeya.
Cada sala encierra una historia. En ocasiones, historias de normalidad, de vida cotidiana, de baños públicos en diferentes días y horarios para hombres y mujeres, adecuadamente atendidos por servidores que a su vez mantenían el establecimiento.
Pero en otras ocasiones son historias trágicas, dramáticas. Como el regicidio que tuvo lugar en los baños como parte de la guerra civil que acabó con el Califato. El califa de origen marroquí Alí Ibn Hammud fue aquí asesinado en 1018 por tres de sus esclavos. Abd-al-rahman V fue ejecutado por la plebe el 17 de enero de 1024 en estos baños, enojados por el trato de favor que se le daba a las tropas africanas acuarteladas en la ciudad.
Hechos como éste, así como la pujanza de los reinos cristianos del norte y la desmovilización del ejército musulmán facilitaron la entrada de Fernando III el Santo en Córdoba.
CÓRDOBA
El Alcázar de los Reyes Cristianos es uno de los más bellos palacios de la ya cristiana Córdoba. Fortaleza en época romana, dominando sobre el Guadalquivir, parte del Palacio Califal y Residencia Real de los reyes cristianos que reconquistaron la ciudad: este edificio guarda reminiscencias de todas las épocas de la historia de la ciudad.
En 1327, Alfonso XI restaura completamente el edificio, dándole el aspecto de castillo que aún guarda en la actualidad. Incluyó también, en esta restauración, muestras del arte gótico europeo predominante en esa época como contraste con el histórico arte islámico que dominaba la ciudad.
Pasear por el Alcázar se convierte en una experiencia encantadora. Alfonso XI te recibe augustamente desde el pedestal de la estatua que da la bienvenida a la entrada del complejo. Pero la gente no entra de forma inmediata en el Alcázar. La belleza asombrosa de sus jardines lo impide.
55.000 metros cuadrados de jardines sobre la antigua huerta del Alcázar. Unos jardines de evidente tradición árabe, con sus juegos de fuentes, palmeras, cipreses, limoneros y naranjos alternándose con estanques poblados de carpas... Son jardines y estanques más bien recientes, reconstruyendo el antiguo esplendor califal y cristiano en una orgía de colores, olores y sensaciones que sólo estos jardines pueden provocar.
El Alcázar forma un recinto casi cuadrado con vértices protegidos por cuatro torres, alguna de ellas en no muy buenas condiciones, pero manteniendo el tipo otras, como la Torre del Homenaje, lugar donde se juraba defender la fortaleza y se proclamaban los reyes.
O la Torre del León (a la izquierda), la más arcaica del conjunto. Conserva una gárgola en su exterior que la da nombre. Se puede (y se debe) ascender a lo más alto de esta torre para tener una visión agradable de la ciudad.
El Alcázar fue, a partir de 1482, cuartel general de las tropas de los Reyes Católicos, centro de mando de la conquista del Reino de Granada, último reducto islámico en España. Aún más, estas estancias acogieron las conversaciones entre el futuro Almirante Cristóbal Colón y los Reyes Católicos con el fin de preparar su viaje a las Indias.
Con la conquista de Granada, este emblemático edificio pasa a manos de la Inquisición, que lo mantuvo hasta el siglo XIX. A día de hoy está integrado en la zona declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Córdoba hoy es una agradable mezcla de culturas que aflora en cada esquina de la ciudad. El calor (44ºC) no nos impidió disfrutar de sensaciones tan emocionantes como sentarse en un banco a la sombra de los arcos de la Mezquita, asombrarse ante el tamaño y magnificencia de los mausoleos romanos, pasear mágicamente por los jardines del Alcázar cristiano... pero también saborear la gastronomía cordobesa.
Y qué mejor lugar que "El caballo rojo", el restaurante emblema de la ciudad, donde las berenjenas rebozadas con miel o el salmorejo cordobés contribuyeron a mejorar aún más el buen sabor de boca que deja la capital andaluza, la Corduba romana de Séneca, la Qurtuva omeya de Abd-al-rahman III, la Cordoba cristiana de Alfonso XI y de hoy en día.