La muy común Amapola (Papaver rhoeas) abre esta nueva entrada sobre cunetalia, definición cuyos derechos corresponden a la excepcional catedrática de Botánica de la Universidad Complutense, Esther Fuertes. En la anterior Cunetalia, se habló del Diente de León, del Botón de Oro, las margaritas...
Acerquémonos en esta ocasión a las amapolas, las malvas, Linarias, Spergularias.... todas ellas especies ruderales, de crecimiento rápido y asociado a los márgenes de caminos, los espacios degradados y antropizados que, como ya se dijo, no conforman comunidad sociovegetal alguna, pero que suelen acompañarnos en nuestros paseos, pasando muchas veces desapercibidas en el día a día mientras dan la nota de color imprescindible para considerar a la primavera como tal.
Ya estamos a finales de julio y aún siguen apareciendo flores. Desde luego, las amapolas, las margaritas o las malvas son especies muy resistentes, soportan muchas horas de sol directo y proliferan incluso en aquellos lugares en donde hace tiempo que desaparecieron muchas otras especies. En este sentido, son colonizadoras invasivas, sin llegar a la efectividad que tienen en este sentido ortigas o zarzas.
La amapola (Papaver rhoeas) es una papaverácea que, año a año, tiende a cubrir de un intenso rojo muchos de los campos de la Península Ibérica. Sus grandes flores acampanadas, de un rojo potente e intenso tienen 4 débiles pétalos y dos sépalos vellosos. En el centro de la flor, estambres y gineceo forman un conjunto de color negro que da un bonito contraste a la amapola. Con el tiempo, se forma un fruto de color verde pálido, una capsulita cuyo opérculo superior dejará escapar multitud de semillas a través de sus grietas.
Es una flor que dura primavera y verano, al igual que muchos de sus hermanas de género, incluida Papaver somniferum, la amapola más famosa del planeta. Casi todas las especies del género Papaver cuentan con alcaloides de efecto sedante y adormecedor, pero sin llegar al extremo del Opio, que cuenta con morfina entre los mismos.
Una de las flores más bonitas de la primavera es la de la Linaria. Las Linarias (bien Linaria spartea o bien Linaria vulgaris) son plantas muy corrientes en nuestros campos, sobre todo en zona de barbechos, graveras y lugares incultos, prosperando en suelos pobres y poco profundos y soportando elevados grados de insolación.
Completan su ciclo vital en muy poco tiempo, en dos ó tres meses a lo sumo. Sus flores son muy llamativas, grandes, de color amarillo a veces anaranjado. Las flores de las escrofulariáceas tienen tanto el cáliz como la corola de una pieza, divididos en cinco lóbulos desiguales que forman dos labios. El aspecto resultante es muy llamativo: parecen, en tamaño pequeño, la boca de un dragón, con un tubo hinchado y prolongado en un espolón muy puntiagudo, un poco curvado. A diferencia de la amapola, es una planta glabra, sin pelillos salvo en las inflorescencias, que tal y como se aprecia en la foto, suelen ser en forma de racimo.
Y siguiendo con algunas de mis flores favoritas, mencionar a la pequeña y delicada Spergularia rubra. Las Spergularia son de la familia de las cariofiláceas y son plantas robustas, con base gruesa y leñosa. Su nombre vulgar es Arenaria roja, pero yo no lo he oído mencionar en ninguna ocasión.
Sus flores presentan un bonito contraste del rosado cálido de sus pétalos con el amarillo de sus estambres y frutillos. Es una planta cespitosa, rastrera, que aparece en los bordes de caminos y bosques aclarados, en terrenos preferentemente arenosos y sin cultivar, floreciendo habitualmente de mayo a septiembre (es una planta anual).
También de coloración rosada a morada es la flor de la Fumaria officinalis, la llamada Fumaria vulgar. Se trata de una planta cosmopolita, una herbácea anual de la familia Fumariaceae (aunque hasta hace bien poco estaba encuadrada en la familia de las amapolas, las Papaveráceas).
Puede llegar a medir hasta 50 cm, siendo sus tallos alargados pero débiles y con tendencia a enmarañarse y sin una condición fija: a veces son rastreros, a veces trepadores, a veces erectos. En cualquier caso, lo que llama la atención de las Fumarias son son curiosas flores. La definición técnica, extraída de Wikipedia, es la siguiente: A comienzos de primavera forma inflorescencias en racimos terminales de una docena de floros zigomorfos, de hasta 9 mm de longitud cada uno. Sus flores, son pequeñas y rosadas (purpúreas en el extremo) y tienen forma de tubo y están reunidas en racimos bastante laxos sobre pedúnculos erguidos.
Como el resto de especies que la acompañan en esta entrada, es habitual de terrenos baldíos y lugares cultivados o antropizados, floreciendo entre abril y septiembre.
Y termino esta segunda parte de la Cunetalia (habrá más) con las malvas (Malva sylvestris o Malva moschata), tan extendidas por zonas urbanas. Es un planta enormemente resistente, me atrevería a decir que mucho más que las anteriores, pues se permite aparecen en las zonas más degradadas, en cualquier solado de ciudades y pueblos, evidenciando su carácter de planta ruderal y nitrófila.
También destaca de las demás por dos razones: su vistosidad y la duración, muy prolongada, de su floración. Sus flores son grandes, con cinco pétalos libres de color rosa purpúreo, decorados con tres estrías ramificadas más oscuras. Suelen estar agrupadas en las axilas de las hojas y en el extremo de las ramillas.
Los colores y formas de las plantas ruderales merecen siempre un poquito de atención, pues siendo las más humildes de las especies vegetales, son las que regalan la vista a la mayoría de nosotros, urbanitas alejados de la belleza de los campos en primavera y verano.